Muchas verdades se dicen en broma.
Proverbio inglés.
Por Luis Miguel Artabe
Cuando era más joven soñé en multitud de ocasiones con encabezar un movimiento contra el crimen. Y en la mayoría de ellas imaginé que era un héroe de destino trágico que se enfrentaba a los más disparatados criminales con el único anhelo de ser aceptado por la sociedad y conseguir el favor de sus ciudadanos y, ocasionalmente, de sus ciudadanas. Con la fuga de los granos de arena de la parte superior de mi reloj me fui dando cuenta de que esto era imposible. La realidad te coloca a los mandos de una palanca a la que debes dar vueltas para seguir con los pies donde deben estar y tus posibilidades de volar se reducen si no pagas una buena factura por ello. Desgraciadamente descubrí que es difícil dejar de ser Clark Kent y tener un alter-ego que te permita realizar acciones imposibles. Mi sitio era el de un ser humano normal que sólo podía combatir el mal a través de la piel de unos cuantos personajes de ficción que colman mis estanterías, mis cines y mis telediarios. Dejando a parte la discusión sobre si existe el realismo artístico, lo que nos debe servir como premisa de partida es que la ficción nos permite conocer el mundo a través de múltiples y diferentes visiones que tienen los autores sobre él y que éstos mismos han obtenido, culminando un eterno proceso de retroalimentación, del propio tejido social al que estamos atados pegajosamente sin posibilidad de huida.
El ser humano es un ser social, que vive y piensa en sociedad y que sólo así siente una identidad propia. ¡Qué paradoja! Sólo en la relación con los demás, y en as relaciones de éstos con los demás, obtenemos nuestro código de barras personal y grupal, y sólo así sabemos quienes somos y qué se espera de nosotros. Haré de esta relación del conocimiento del tu y del yo una de las bases del análisis narratológico de esta obra. Llegados a este punto y antes de que se me pase por alto, he de advertiros que lo que a continuación vais a leer son mis pensamientos sobre un cómic de Alan Moore que me marcó profundamente y que, quizá, tenga el extraño poder de arrastrarme al momento en que terminé de leer por tercera vez La broma Asesina y descubrí que había muchos túneles bajo la superficie.
Desde luego, a estas alturas nos tenemos que preguntar por qué el que abajo firma ha comenzado por hablar de identidades y de su imposibilidad personal de realizar acciones extraordinarias en el análisis de un texto que versa sobre la historia de un superhéroe de papel que lucha contra un opositor imposible y que desbarata una vez más los maléficos planes que todo buen villano debe tener.
Por eso mismo, ruego un poco de paciencia al lector, para que contemple cómo a lo largo de este artículo vamos a ir descubriendo por qué estas premisas tienen relación intrínseca con esta obra.
Enemigos para siempre
Tomaré de la tradición griega, platónica(l) para concretar, el concepto del ser andrógino original.
Simplificaremos un poco para que nos entendamos sin el susto inicial. Al principio existía un ser humano original que era esférico -tengamos en cuenta que la perfección se representa de esta manera para muchas tradiciones, llegando en muchas ocasiones a ofrecernos una imagen de Dios con esta forma-. De este ser, y siempre desde el punto de vista de Platón, se hicieron dos mitades(2), hombre y mujer, que quedaron necesariamente obligadas a buscarse(3). Olvidemos por un momento el aspecto amoroso de la teoría y traslademos esta concepción hasta otros campos. Pensemos en las relaciones interpersonales e imaginemos una esfera donde estuvieran encerradas antes de nacer algunas relaciones que se encuentran condenadas a enfrentarse y a complementarse en la realidad. Pensemos en la relación de amor/odio a la que están sujetos el personaje protagonista y personaje opositor de La Broma Asesina y que no es otra cosa que la representación de una relación entre dos actores antagónicos que perfectamente pudieron compartir una esfera en aquellos primeros números de Batman, allá a finales de los años treinta, en la publicación americana Detective Comics. Permitidme que continuemos por este camino figurativo porque, si esto fuera cierto, el Joker y Batman señan las dos partes de una de esas esferas.
Cuando Bob Kane crea al detective murciélago no piensa en el Joker. Desde luego está pensando en un personaje que luchará contra el mal investigando y apoyándose en una tecnología revolucionaria. Este autor construye un personaje al estilo de Superman que luche contra el crimen, pero de una manera más realista. Un héroe de los que se comenzaron a llevar en la época. Sin embargo será su ayudante, Jerry Robinson, quien viendo una película de Paul Leni, El hombre que ríe, basada en la novela de Víctor Hugo del mismo nombre, cree al bromista asesino. Y lo hace a partir del destino trágico del personaje que interpreta el actor Conrad Veid en el film. El nuevo personaje será un asesino sin conciencia que compartirá con el personaje literario una enorme sonrisa que desfigura su cara. ¿Por qué nos atrevemos a decir que Batman y el Joker son medias esferas que se han encontrado? Parece claro que con el paso de los años el personaje opositor se convierte en el más despiadado enemigo del detective. Llega hasta un punto en el que fue censurado en la década de los cincuenta por la Comics Code Authority.
Tenemos que darnos cuenta que este personaje es diferente a los demás. No quiere conquistar el mundo, ni comérselo, ni enriquecerse, ni siquiera quiere vengarse de un padre alcohólico y maltratador a través de la destrucción de todo lo que puede parecer bello. Nada y defeca en su locura y actúa sin razonamiento lógico aparente. A lo largo de sus años de lucha mata a Robin y a la esposa del comisario Gordon entre otras muchas fechorías. Desde luego, no es un personaje normal.
Como media naranja de Batman comparte un trauma de una vida anterior con el héroe. Bruce Wayne(4) perdió a sus padres a manos de un ladrón y el Joker perdió a su mujer embarazada debido a un accidente doméstico. Para ambos significó una ruptura con su biografía precedente. El sentimiento de culpa les asaltó de tal manera que Batman aún hoy se echa la culpa de lo sucedido por no haber hecho nada para impedirlo y el payaso se echa la culpa por no haber conseguido sacar a su mujer de la pobreza. Ambos enloquecen, aunque hay una diferencia: Batman jura defender a los habitantes honrados de su ciudad, Gotham, y el Joker descubre que el mundo no es justo y que se mueve por actos irracionales que te dan y te quitan; para él se convierte en un patrón de actuación.
Lo que les une en la misma esfera, su trauma, les diferencia en su realidad. Y es que el punto que les une les hace tomar dos caminos diferentes. Por un lado Batman se vuelve gris, viste de negro, hace de la seriedad extrema y del respeto de la vida su bandera. Mientras que el Joker se vuelve multicolor, guasón y sin respeto alguno porque sigan latiendo los corazones de los demás. Ese punto de inflexión produce una extraña paradoja: mientras que a Batman le hace pasar de una vida fácil y sin preocupaciones a una vida llena de fatigas y responsabilidades, para el Joker es al contrario. Pasa de una vida de reveses y miseria a una de crimen y despreocupación absoluta.
La Broma asesina
Va siendo hora de que entremos en materia. Hasta el momento hemos apuntado ciertas ideas sobre la identidad y su necesaria relación con los opuestos para la afirmación ellos son malos, luego nosotros somos buenos; y también hemos pasado de puntillas sobre la relación que une a los dos principales actores de este cómic. Creo que antes de continuar con los aspectos teóricos sobre la obra, es bueno que nos fijemos en el continente de esta historia para tener una visión completa de su verdadero valor.
En 1988 la editorial DC publica The Killing Joke(5). Una historia que revisa dos personajes clásicos y su relación de amor/odio. Este cómic narra el intento por parte del Joker de demostrar que cualquiera puede perder la razón y cometer un crimen bajo la presión psicológica
adecuada. Es cierto que quizá sea un pensamiento demasiado elaborado para el personaje. De todas maneras, para conseguirlo intenta buscar una comparativa entre las cosas que recuerda y que no puede soportar de su pasado -como la pérdida su mujer embarazada por un accidente del que se culpa- y su plan para convertir al Comisario Gordon en un demente. Para ello se le ocurre dejar inválida a la hija del policía de Gotham City y sacarle fotos desnuda para posteriormente proyectárselas a su padre, de modo que poco a poco se despida de la cordura y se vea empujado a matarle y de esta manera olvidarse de la ley y de su función.
Moore se aprovecha de una serie de saltos espacio-temporales para comparar la preparación del plan del asesino con la fragua de su propia locura. Sin embargo, debemos tener claro, y es de gran importancia para el desenlace de este escrito, que el narrador británico no tiene la intención de colarse en el interior de la mente de sus personajes. En La broma asesina los deja actuar por su cuenta; por ese motivo sólo hay unas palabras del narrador al principio(6), y otras en las que el propio Moore, mediante una repetición de las primeras frases de Batman en la narración, ironiza sobre su combate final con el Joker7. Durante la obra no hay ningún otro bocadillo que manifieste un monólogo interno. Son los personajes los que actúan e, incluso, los que recuerdan. El guionista sólo los ha colocado ahí y narra lo que sucede, abandonando la fórmula del autor omnisciente tan habitual en el cómic de superhéroes. El punto de partida de la historia son las ondas producidas por la lluvia en un charco. Fijémonos en que lloverá durante toda la obra -incluidos los diferentes saltos espacios-temporales-, y la última viñeta coincidirá exactamente con la primera, en un adelanto de que todo sigue igual a pesar de los intentos de los actores por cambiar las cosas.
El desarrollo argumental no se detiene ahí. Después de cometer el terrible crimen y de intentar volver loco a Gordon, el asesino fracasa. Una vez más. Fracasa porque la función de Gordon es hacerle fracasar. El comisario no puede dejarse llevar, debe aguantar. Lo debe hacer para mantener su estereotipo: la sociedad nos defiende a todos y debemos respetar sus leyes. La justicia por su mano no lleva a ninguna parte. El policía sin saberlo es otro personaje, un tipo de actante conocido como adyuvante en algunas teorías narratológicas. Un personaje que está destinado a ayudar al héroe y respetar la ley, que es lo que hará siempre. Tendrá que ser Batman quien intente detener una vez más al Joker. Lo conseguirá -a pesar de que la ventaja en esta historia sea para el villano- porque todos sabemos que éste no puede matar al héroe, incluso aunque lo tenga encañonado. Moore nos lo presentará mediante un paralelismo con la escena en la que el Joker dispara sobre Bárbara Gordon. Las mismas viñetas pero distinto resultado. Por supuesto que la pistola no puede disparar, y si lo hubiera hecho habría fallado, y si hubiera acertado no habría sido en un sitio crítico. No puede matarle. Esa función no está recogida. Batman no podía morir ni seguramente el Joker(12)
Este es el momento en el que el Joker pide expresamente que el hombre murciélago acabe con él, por lo que ha hecho, por lo que lleva haciendo. Pero Batman representa a la Ley. Y no puede hacer nada que esté fuera de ella. Por eso incluso intenta convencerle una vez más de que el camino que lleva solo les matará. Pero nosotros sabemos que no lo hará, que seguramente ambos estén ahí dentro de unas décadas y sigan igual, combatiendo para nosotros. Por eso el Joker termina contando un chiste. Un chiste que vuelve a ser un nuevo paralelismo en esta obra, un chiste que muestra la absurdez de lo que ha intentado hacer un personaje del grupo de los opositores. El chiste, como La broma asesina, comienza de la misma manera: Había una vez dos tipos en un manicomio... En el chiste está resumido todo el significado de esta broma de Moore. ... y una noche deciden que no quieren seguir viviendo en el psiquiátrico. ¡Y deciden escaparse!. Porque ambos personajes descubren que hay ciertas reglas que desean saltarse. Ciertas reglas que, en su desconocimiento de su verdadera naturaleza, no pueden consentir. Están viviendo una locura de la que desean escapar. El problema es que al final, su propia naturaleza no les deja huir. Y el uno no puede confiar en el otro.
La obra termina con la misma viñeta con la que empieza. Un plano de un charco en el que rebota la lluvia. Como si no hubiera pasado el tiempo. Como si no hubiera sucedido nada. Lo cierto es que nada ha sucedido. Los personajes seguirán odiándose. Los personajes seguirán buscando la purga de sus pecados, pero ésta nunca llegará. El trabajo de Alan Moore en esta obra se ha limitado a situar a todos los personajes en su punto de partida y ellos, en la ratonera, han buscado un trozo de queso pensando que eran libres al doblar cada esquina. Lo que no sabían es que la naturaleza de la broma no era una acción horrible de un ratón de pelo verde. La verdadera broma es que estos roedores nunca podrán alcanzar el queso por mucho que lo deseen y lo intenten. Porque los seres de papel no comen.
Notas
1 El Banquete de Platón.
2 Tiene bastante relación con la tradición cristiana y el mito de la costilla de Adán.
3 El amor perfecto sólo se encontrará encontrando la otra mitad de la esfera a la que cada uno pertenecía.
4 Personalidad secreta de Batman.
5 La broma asesina. Guión de Alan Moore? dibujo de Brian Bolland y color de John Higgins. Publicada en España el mismo años por la editorial ya desaparecida Ediciones Zinco.
6 Había una vez dos tipos en un manicomio...
7 Hola. Vengo a hablar. He estado pensando últimamente, sobre tú y yo. Sobre lo que va a ocurrimos al final. Nos mataremos el uno al otro ¿verdad? Puede que me mates. Quizás te mate yo, antes o después. Sólo quería sentir que había intentado hablar las cosas y evitar que ocurran. Por una vez. ¿ Me oyes? Estoy hablando de la vida y la muerte. Quizás mi muerte... quizás la tuya. No entiendo por qué nuestra relación debe ser tan fatídica. No quiero tu muerte en mis manos.
8 Obra del propio Alan Moore, dibujada por Dave Gibbons.
9 Obra escrita y dibujada por Frank Miller.
10 Umberto Eco en Apocalípticos e Integrados.
11 Los grupos de personajes son conocidos en Narratología como actantes, según terminología de A. d. Greimas. Podemos hablar de una serie de ellos como por ejemplo los protagonistas en el primer nivel. Un segundo nivel donde están los adyuvantes -ayudan al héroe- y opositores. Y luego tenemos una consecución de figurantes y personajes menores.
12 Lo hizo en una ocasión pero lo resucitaron con misterioso suero.
Publicado en la revista Dentro de la viñeta nº28, año 2004
Proverbio inglés.
Por Luis Miguel Artabe
Cuando era más joven soñé en multitud de ocasiones con encabezar un movimiento contra el crimen. Y en la mayoría de ellas imaginé que era un héroe de destino trágico que se enfrentaba a los más disparatados criminales con el único anhelo de ser aceptado por la sociedad y conseguir el favor de sus ciudadanos y, ocasionalmente, de sus ciudadanas. Con la fuga de los granos de arena de la parte superior de mi reloj me fui dando cuenta de que esto era imposible. La realidad te coloca a los mandos de una palanca a la que debes dar vueltas para seguir con los pies donde deben estar y tus posibilidades de volar se reducen si no pagas una buena factura por ello. Desgraciadamente descubrí que es difícil dejar de ser Clark Kent y tener un alter-ego que te permita realizar acciones imposibles. Mi sitio era el de un ser humano normal que sólo podía combatir el mal a través de la piel de unos cuantos personajes de ficción que colman mis estanterías, mis cines y mis telediarios. Dejando a parte la discusión sobre si existe el realismo artístico, lo que nos debe servir como premisa de partida es que la ficción nos permite conocer el mundo a través de múltiples y diferentes visiones que tienen los autores sobre él y que éstos mismos han obtenido, culminando un eterno proceso de retroalimentación, del propio tejido social al que estamos atados pegajosamente sin posibilidad de huida.
El ser humano es un ser social, que vive y piensa en sociedad y que sólo así siente una identidad propia. ¡Qué paradoja! Sólo en la relación con los demás, y en as relaciones de éstos con los demás, obtenemos nuestro código de barras personal y grupal, y sólo así sabemos quienes somos y qué se espera de nosotros. Haré de esta relación del conocimiento del tu y del yo una de las bases del análisis narratológico de esta obra. Llegados a este punto y antes de que se me pase por alto, he de advertiros que lo que a continuación vais a leer son mis pensamientos sobre un cómic de Alan Moore que me marcó profundamente y que, quizá, tenga el extraño poder de arrastrarme al momento en que terminé de leer por tercera vez La broma Asesina y descubrí que había muchos túneles bajo la superficie.
Desde luego, a estas alturas nos tenemos que preguntar por qué el que abajo firma ha comenzado por hablar de identidades y de su imposibilidad personal de realizar acciones extraordinarias en el análisis de un texto que versa sobre la historia de un superhéroe de papel que lucha contra un opositor imposible y que desbarata una vez más los maléficos planes que todo buen villano debe tener.
Por eso mismo, ruego un poco de paciencia al lector, para que contemple cómo a lo largo de este artículo vamos a ir descubriendo por qué estas premisas tienen relación intrínseca con esta obra.
Enemigos para siempre
Tomaré de la tradición griega, platónica(l) para concretar, el concepto del ser andrógino original.
Simplificaremos un poco para que nos entendamos sin el susto inicial. Al principio existía un ser humano original que era esférico -tengamos en cuenta que la perfección se representa de esta manera para muchas tradiciones, llegando en muchas ocasiones a ofrecernos una imagen de Dios con esta forma-. De este ser, y siempre desde el punto de vista de Platón, se hicieron dos mitades(2), hombre y mujer, que quedaron necesariamente obligadas a buscarse(3). Olvidemos por un momento el aspecto amoroso de la teoría y traslademos esta concepción hasta otros campos. Pensemos en las relaciones interpersonales e imaginemos una esfera donde estuvieran encerradas antes de nacer algunas relaciones que se encuentran condenadas a enfrentarse y a complementarse en la realidad. Pensemos en la relación de amor/odio a la que están sujetos el personaje protagonista y personaje opositor de La Broma Asesina y que no es otra cosa que la representación de una relación entre dos actores antagónicos que perfectamente pudieron compartir una esfera en aquellos primeros números de Batman, allá a finales de los años treinta, en la publicación americana Detective Comics. Permitidme que continuemos por este camino figurativo porque, si esto fuera cierto, el Joker y Batman señan las dos partes de una de esas esferas.
Cuando Bob Kane crea al detective murciélago no piensa en el Joker. Desde luego está pensando en un personaje que luchará contra el mal investigando y apoyándose en una tecnología revolucionaria. Este autor construye un personaje al estilo de Superman que luche contra el crimen, pero de una manera más realista. Un héroe de los que se comenzaron a llevar en la época. Sin embargo será su ayudante, Jerry Robinson, quien viendo una película de Paul Leni, El hombre que ríe, basada en la novela de Víctor Hugo del mismo nombre, cree al bromista asesino. Y lo hace a partir del destino trágico del personaje que interpreta el actor Conrad Veid en el film. El nuevo personaje será un asesino sin conciencia que compartirá con el personaje literario una enorme sonrisa que desfigura su cara. ¿Por qué nos atrevemos a decir que Batman y el Joker son medias esferas que se han encontrado? Parece claro que con el paso de los años el personaje opositor se convierte en el más despiadado enemigo del detective. Llega hasta un punto en el que fue censurado en la década de los cincuenta por la Comics Code Authority.
Tenemos que darnos cuenta que este personaje es diferente a los demás. No quiere conquistar el mundo, ni comérselo, ni enriquecerse, ni siquiera quiere vengarse de un padre alcohólico y maltratador a través de la destrucción de todo lo que puede parecer bello. Nada y defeca en su locura y actúa sin razonamiento lógico aparente. A lo largo de sus años de lucha mata a Robin y a la esposa del comisario Gordon entre otras muchas fechorías. Desde luego, no es un personaje normal.
Como media naranja de Batman comparte un trauma de una vida anterior con el héroe. Bruce Wayne(4) perdió a sus padres a manos de un ladrón y el Joker perdió a su mujer embarazada debido a un accidente doméstico. Para ambos significó una ruptura con su biografía precedente. El sentimiento de culpa les asaltó de tal manera que Batman aún hoy se echa la culpa de lo sucedido por no haber hecho nada para impedirlo y el payaso se echa la culpa por no haber conseguido sacar a su mujer de la pobreza. Ambos enloquecen, aunque hay una diferencia: Batman jura defender a los habitantes honrados de su ciudad, Gotham, y el Joker descubre que el mundo no es justo y que se mueve por actos irracionales que te dan y te quitan; para él se convierte en un patrón de actuación.
Lo que les une en la misma esfera, su trauma, les diferencia en su realidad. Y es que el punto que les une les hace tomar dos caminos diferentes. Por un lado Batman se vuelve gris, viste de negro, hace de la seriedad extrema y del respeto de la vida su bandera. Mientras que el Joker se vuelve multicolor, guasón y sin respeto alguno porque sigan latiendo los corazones de los demás. Ese punto de inflexión produce una extraña paradoja: mientras que a Batman le hace pasar de una vida fácil y sin preocupaciones a una vida llena de fatigas y responsabilidades, para el Joker es al contrario. Pasa de una vida de reveses y miseria a una de crimen y despreocupación absoluta.
La Broma asesina
Va siendo hora de que entremos en materia. Hasta el momento hemos apuntado ciertas ideas sobre la identidad y su necesaria relación con los opuestos para la afirmación ellos son malos, luego nosotros somos buenos; y también hemos pasado de puntillas sobre la relación que une a los dos principales actores de este cómic. Creo que antes de continuar con los aspectos teóricos sobre la obra, es bueno que nos fijemos en el continente de esta historia para tener una visión completa de su verdadero valor.
En 1988 la editorial DC publica The Killing Joke(5). Una historia que revisa dos personajes clásicos y su relación de amor/odio. Este cómic narra el intento por parte del Joker de demostrar que cualquiera puede perder la razón y cometer un crimen bajo la presión psicológica
adecuada. Es cierto que quizá sea un pensamiento demasiado elaborado para el personaje. De todas maneras, para conseguirlo intenta buscar una comparativa entre las cosas que recuerda y que no puede soportar de su pasado -como la pérdida su mujer embarazada por un accidente del que se culpa- y su plan para convertir al Comisario Gordon en un demente. Para ello se le ocurre dejar inválida a la hija del policía de Gotham City y sacarle fotos desnuda para posteriormente proyectárselas a su padre, de modo que poco a poco se despida de la cordura y se vea empujado a matarle y de esta manera olvidarse de la ley y de su función.
Moore se aprovecha de una serie de saltos espacio-temporales para comparar la preparación del plan del asesino con la fragua de su propia locura. Sin embargo, debemos tener claro, y es de gran importancia para el desenlace de este escrito, que el narrador británico no tiene la intención de colarse en el interior de la mente de sus personajes. En La broma asesina los deja actuar por su cuenta; por ese motivo sólo hay unas palabras del narrador al principio(6), y otras en las que el propio Moore, mediante una repetición de las primeras frases de Batman en la narración, ironiza sobre su combate final con el Joker7. Durante la obra no hay ningún otro bocadillo que manifieste un monólogo interno. Son los personajes los que actúan e, incluso, los que recuerdan. El guionista sólo los ha colocado ahí y narra lo que sucede, abandonando la fórmula del autor omnisciente tan habitual en el cómic de superhéroes. El punto de partida de la historia son las ondas producidas por la lluvia en un charco. Fijémonos en que lloverá durante toda la obra -incluidos los diferentes saltos espacios-temporales-, y la última viñeta coincidirá exactamente con la primera, en un adelanto de que todo sigue igual a pesar de los intentos de los actores por cambiar las cosas.
A partir de aquí, y por medio de varias hojas donde predomina la estructura de 9 viñetas por página -en las que nos encontramos con un ritmo pausado e intrigante gracias a los saltos de plano en el eje trasversal y horizontal de nuestra visión así como a pequeños zooms-, podemos observar cómo Batman entra en Arkham Asylum para hablar con el Joker y convencerle de que su manera de actuar no conduce a nada -ver nota al pie n° 7- No se sabe por qué, de repente el héroe atormentado de Gotham siente la necesidad interior de hablar con su máximo oponente. Moore no nos facilita información sobre el motivo por el que Batman llega al manicomio del Dr. Arkham, ni nos explica por qué está allí el Comisario Gordon. Sin embargo, el héroe intenta razonar con un personaje que es el estandarte de la sinrazón en el universo de las viñetas. En mi opinión, Batman, sin darse cuenta, ha sido movido por un hilo argumental externo a sí mismo y que le ha colocado en un punto de partida preciso.
Y es justo desde aquí, desde esta viñeta donde aparece esta frase inacabada -quizá de labios del propio Moore-, desde esta primera viñeta que rompe la estructura de 9 por página, donde Batman intenta convencer al Joker con un discurso sobre lo irracional de la guerra entre ambos. Al final de su speech el detective descubre que el personaje que se encuentra sentado frente a él no es quien parecía ser y utilizando una concatenación sonora se produce el primer salto espacial para descubrirnos al verdadero Joker intentando comprar un parque de atracciones abandonado. Debemos fijarnos en que Moore, detallista extremo en esta obra y en tantas otras, cada vez que quiere efectuar un salto espacio-temporal en el fragmento de la vida del Joker que narran estas páginas, lo hace a través de una cuidada selección de composiciones de imagen, de paletas de color o de efectos sonoros que son capaces de unir puntos diversos de la cuarta dimensión. El símil de la mujer gorda o el payaso como clara referencia a su esposa, el momento en el que quiere probar el crimen y cuando quería probarse a sí mismo, la puerta del tren de la bruja y la puerta del bar, el Joker antes de convertirse con los brazos en cruz y Gordon en la misma posición durante su trayecto por el tren de la bruja, el charco frente a la fábrica de productos químicos, las risas de su primer momento de locura y las de sus extraños súbditos... así hasta un total de nueve veces en las que las transiciones se realizan al estilo de los fundidos audiovisuales.
Si bien es cierto que el cómic y el cine comparten una importante gama de herramientas de lenguaje y un crecimiento expresivo producido por su constante intercambio, en La broma asesina queda patente que Moore se expresa gráficamente con un estilo que es puente entre las dos artes. Lo hace no sólo utilizando este tipo de transiciones entre espacios y tiempos de los que acabamos de hablar, sino también utilizando otra clase de trucos que enriquecen notablemente el conjunto de la obra. Por eso no podemos ignorar, por ejemplo, la importancia que tienen varias viñetas de tamaño muy superior al resto y que ralentizan nuestro ritmo de lectura para brindarnos la posibilidad de señalarnos con exactitud alguno de los momentos fundamentales para el autor. Estamos empleando la cámara lenta pero con una pretensión de espectacularidad que nos hace grabar alguna de estas escenas en nuestro portafolios mental. La viñeta en la que el Joker traspasa la línea de la cordura, con sus codos saliéndose de la propia imagen, su cara desfigurada, sus ojos demoníacos y su espalda alentada por una luenga carcajada permanecerá como si fuera la foto de carné de identidad del personaje para muchos de sus lectores. O la viñeta en la que llega el Bat-móvil al parque de atracciones y nos muestra un guiño a los primeros prototipos del murciélago mientras huyen algunos de los pupilos del asesino. O en la que sorprende al Joker en la sala de los espejos saliéndose de plano algunos trozos de cristal roto por el ímpetu del perseguidor.
Parece evidente que Moore cuida hasta el último de los detalles en esta obra. Ya hemos visto la utilización de las transiciones, las viñetas de mayor tamaño como cámara lenta, pero es que debemos fijarnos también en algunos detalles gráficos que ilustran la calidad de este trabajo, si lo dicho anteriormente aún no nos ha convencido. Por ejemplo, no podemos obviar el detalle que se nos muestra cuando Batman está en la Batcueva junto a sus recuerdos y contempla una foto de familia.
La foto, como entiende Moore que debería ser en un cómic de estas características -con mi total aprobación-es un dibujo de los primeros años de Batman. Podemos disfrutar de este brillante guiño en el que se ve una vieja viñeta firmada por Bob Kane. Del mismo modo, en el álbum de recortes del Comisario Gordon aparecerán viejas páginas de dibujos que no serán otra cosa que viejas viñetas de la serie.
Del mismo modo que utilizará un cómic de 1951 de Jerry Robinson, El hombre tras la capucha roja, para hacer un remake de la metamorfosis del Joker en el asesino del pelo verde para esta historia. De todas maneras, si de detalles hemos de hablar, una de las metáforas visuales más logradas de este cómic nos la encontramos entre las páginas 26 y 28. Batman ya ha descubierto que la hija del Comisario Gordon jamás volverá a caminar y que éste ha desaparecido. Comienza una búsqueda mientras el comisario permanece dentro del tren de la bruja en el parque de atracciones.
Nos encontramos con que, en las páginas 26 y 27, de nueve viñetas cada una, las tres viñetas de la parte izquierda -de menor tamaño- representan puertas que se cierran dentro del recorrido de la atracción de feria mientras que el resto pertenece a la investigación que está llevando acabo el hombre murciélago. Moore está representando el callejón sin salida en el que Batman está sumido en su intento de localizar al Joker. Es más, todas las puertas a las que llama están cerradas. Sólo en la página 27 cuando ya ha recibido una invitación del propio asesino descubre donde se encuentra y ambos caminos se mezclan. Por un lado Batman sabe a dónde ha de dirigirse y por otro se termina el paseo por el tren de la bruja llevando a Gordon, a través de una puerta abierta, hasta el propio Joker. Como podemos observar, los detalles saltan a la vista, igual que saltan en otras obras de este autor. Sin embargo, aún no hemos hablado del que quizá tenga la máxima importancia.
Cuando el Joker dispara a Bárbara Gordon, se produce una sucesión de 4 viñetas. En ellas nos encontramos al personaje opositor apuntando, un zoom sobre su revólver, la cara de la víctima y el disparo. Pues bien, páginas más adelante el payaso intentará hacer lo mismo con Batman. Y repetirá la misma sucesión de viñetas, con una pequeña diferencia: en esta ocasión el revólver del villano es de broma y al apretar el gatillo sale una banderita con la palabra Bang. Por todas estas cosas, no podemos negar que La broma asesina, formalmente, es una sucesión de caminos paralelos y saltos espaciales y temporales que acaban reuniéndose con la llegada de Batman al parque de atracciones en busca del villano de la historia. No podemos negar que los personajes, la estructura y los
detalles preparan el camino para un significado que permanece oculto y que a continuación vamos a intentar desenroscar.
Significado
Ya hemos plantado unas cuantas semillas a lo largo de este texto y nos encontramos en el momento óptimo para recoger los frutos. Hemos pretendido mostrar una serie de cualidades que posee el cómic del que estamos hablando. Hemos escarbado intentando encontrar varias certezas sobre su resultado final. ¿Están bien escogidos los personajes? ¿Era necesario el nivel de detallismo alcanzado? ¿Son sólo muestras de un estilo barroco las herramientas narrativas? No podemos cerrar los ojos ante estas cuestiones si queremos obtener la llave que abra la puerta del significado de esta obra. No podemos obviar que, entre los actuantes que se oponen a la acción en la serie regular de Batman, era el Joker precisamente el más adecuado para llevar a cabo este plan, del mismo modo que se produce una reconstrucción de los personajes clásicos. Los ídolos, el panteón de los dioses de las historias en viñeta, se humanizan en sus fallos y en sus heridas, y se da un paso de gigante hacia la madurez de un arte y de un género que adolecía de seriedad argumental y estética hasta determinados trabajos de la década de los ochenta. Además, es innegable que Alan Moore fue uno de los pilotos del cambio, gracias a las obras mencionadas o a otras como la destacable serie de La cosa del Pantano. Sin embargo, esto no significa que el género haya cambiado, simplemente ha permitido que, en ocasiones, existan obras con un trazo más real y de un mayor nivel artístico, no podemos borrar la multitud de pequeños detalles que muestran la cuidada, y probablemente pausada, concepción de las páginas. Los trucos narrativos empleados y un lenguaje, más que nunca a caballo entre el cómic y el cine, que nos obliga a utilizar más sentidos que el de la vista y que nos sirve de plataforma conceptual de algo que en una primera lectura permanecerá oculto. Sin embargo, sin atender a su significado, es fácil concluir que el nivel de La broma asesina supera con creces el habitual formato del cómic de superhéroe norteamericano del último tercio del siglo XX. Y es precisamente gracias a esta obra, junto a otras como las multipremiadas Watchmen(S) o El regreso del señor de la noche(9)
Pero todo esto no quiere decir que podamos considerar La broma asesina como una obra mítica porque tenga unos cuidados detalles ni porque la interpreten unos acto¬res bien definidos, ni siquiera porque la labor del dibujante, Brian Bolland, sea encomiable -aunque desde luego ayuda-. Si debe pasar a la historia del cómic no es sólo por eso. Hay más. Hay algo que la diferencia de las series regulares de los superhombres que luchan por mantener el orden establecido; es algo que se nos escapa a simple vista. Pero, ¿cuál es esa diferencia? ¿Qué es lo que no vemos? Si he de ser sincero, el verdadero significado me pasó desapercibido en las primeras lecturas de estas 46 páginas. En ellas me encontraba frente a una buena narración donde el Joker cometía una de las mayores atrocidades que me había encontrado en una historia de ficción popular. No fue hasta años más tarde cuando fui capaz de darme cuenta que había algo más ahí abajo. Tapado entre todos los trucos y oculto entre una narratividad compleja y precisa se escondía algo que había pasado por alto en un principio.
Recapitulemos brevemente y continuemos con nuestra teoría. Si nos fijamos en el siguiente gráfico podemos observar cuál es el esquema habitual de un cómic de superhéroes. En este esquema podemos ver cuál es la estructura habitual de un producto como es un cómic, generalmente de 24 páginas. Cualquier argumento lo podemos encajar perfectamente en este esquema con mínimas variaciones.
A realiza o intenta realizar B
C intenta parar a A pero no lo consigue
C descubre cómo vencer a A
En situación extrema, C consigue vencer a A
Como ya sabemos, La broma asesina es un intento por parte del Joker de enloquecer al Comisario Gordon con objeto de empujarle a cometer un crimen. En un proceso autodestructivo, el Joker está provocando su fin para demostrar que en el fondo no es un bicho raro, que cual¬quiera puede hacer lo que él hace -posición claramente determinista- con un condicionamiento adecuado. Si nos situamos frente al asesino observamos cómo cumple, tomando la terminología del autor ruso Vladimir Propp en su Morfología del cuento, una determinada función. La función que le es encomendada por parte de los autores a los actantes opositores. La función de actuar en contra de lo moralmente bueno para que el héroe defienda el bienestar social. La función que tienen determinada desde su nacimiento sin que ellos mismos lo sepan, cuando, en el mejor de los casos, tengan conciencia de sí mismos. Este grupo de actores debe destruir la paz reinante o provocar el estado del miedo y generalmente son frutos de los más claros conceptos fefiche(lO). Se les encasilla con estereotipos fácilmente reconocibles -rasgos animales, infancia traumática, ansias de poder, razonamientos viciados...-.
Si bien tenemos claro que cada grupo de personajes cumple una función(ll) -que se repite de manera más simple cuanto más estereotipada es la obra-, en La broma asesina tanto el Joker como Batman se plantean la propia esencia de sus funciones y luchan contra ella. El villano del pelo verde no se da cuenta de que es un personaje y pretende probar una teoría propia sobre el crimen. Está intentando salirse de su propia función como opositor y negar la propia esencia del cómic de superhéroes. Mientras, por otra parte, el detective murciélago busca de pronto un tratado de paz con alguien que lleva más de medio siglo siendo su enemigo. Están descubriendo un primer nivel de realidad sin pretenderlo. Lo que no descubre ninguno de los dos es que ambos fallarán en sus intenciones, porque son personajes. Porque sólo Moore lo sabe y así les plantea la situación. De esta manera les deja actuar y estrellarse contra una pared. Esa es la verdadera broma asesina de este cómic. Un narrador que les mira mientras ambos se estrellan contra la pared de cristal de sus jaulas. No hay nada que hacer. El Joker seguirá en su intento de matar lo que se cruza en su camino y Batman intentará detenerlo. Da igual que apenas se conozcan o que ambos estén marcados por el dolor. Es lo mismo que no hubiera motivos para generar el odio que se tienen. Al final, ambos cumplen una función narratológica.
Retomemos la trama de la obra para desarrollar esta idea. El escritor británico elabora un estudiado argumento que comienza por colocar a los personajes frente a frente y nos dice: Había una vez dos tipos en un manicomio... Por eso, sin venir a cuento, después de más de 50 años de enfrentamiento, Batman entra en el asilo del Dr. Akham para enfermos mentales y quiere cambiar las cosas porque no son razonables, porque él y su eterno enemigo mantienen un combate a muerte sin conocer el porqué. Pero el Joker no le escucha, ni si quiera está presente. Se ha escapado y es ahí donde el villano intenta demostrar que lo que hace lo puede hacer cualquiera, que actúa impulsado por el destino y que todos somos iguales ante una situación que nuble nuestro razonamiento. Mientras tanto Bruce Wayne tiene una conversación con su mayordomo Alfred donde le dice que no entiende nada. No entiende por qué se pelean. Se le escapa el porqué de sus luchas mortales contra su archienemigo. No entiende cómo dos seres humanos como ellos pueden odiarse tanto sin conocerse... Ignora que ambos son personajes que viven en un mundo imaginario. Son seres creados por Bob Kane y Jerry Robinson.
El desarrollo argumental no se detiene ahí. Después de cometer el terrible crimen y de intentar volver loco a Gordon, el asesino fracasa. Una vez más. Fracasa porque la función de Gordon es hacerle fracasar. El comisario no puede dejarse llevar, debe aguantar. Lo debe hacer para mantener su estereotipo: la sociedad nos defiende a todos y debemos respetar sus leyes. La justicia por su mano no lleva a ninguna parte. El policía sin saberlo es otro personaje, un tipo de actante conocido como adyuvante en algunas teorías narratológicas. Un personaje que está destinado a ayudar al héroe y respetar la ley, que es lo que hará siempre. Tendrá que ser Batman quien intente detener una vez más al Joker. Lo conseguirá -a pesar de que la ventaja en esta historia sea para el villano- porque todos sabemos que éste no puede matar al héroe, incluso aunque lo tenga encañonado. Moore nos lo presentará mediante un paralelismo con la escena en la que el Joker dispara sobre Bárbara Gordon. Las mismas viñetas pero distinto resultado. Por supuesto que la pistola no puede disparar, y si lo hubiera hecho habría fallado, y si hubiera acertado no habría sido en un sitio crítico. No puede matarle. Esa función no está recogida. Batman no podía morir ni seguramente el Joker(12)
Este es el momento en el que el Joker pide expresamente que el hombre murciélago acabe con él, por lo que ha hecho, por lo que lleva haciendo. Pero Batman representa a la Ley. Y no puede hacer nada que esté fuera de ella. Por eso incluso intenta convencerle una vez más de que el camino que lleva solo les matará. Pero nosotros sabemos que no lo hará, que seguramente ambos estén ahí dentro de unas décadas y sigan igual, combatiendo para nosotros. Por eso el Joker termina contando un chiste. Un chiste que vuelve a ser un nuevo paralelismo en esta obra, un chiste que muestra la absurdez de lo que ha intentado hacer un personaje del grupo de los opositores. El chiste, como La broma asesina, comienza de la misma manera: Había una vez dos tipos en un manicomio... En el chiste está resumido todo el significado de esta broma de Moore. ... y una noche deciden que no quieren seguir viviendo en el psiquiátrico. ¡Y deciden escaparse!. Porque ambos personajes descubren que hay ciertas reglas que desean saltarse. Ciertas reglas que, en su desconocimiento de su verdadera naturaleza, no pueden consentir. Están viviendo una locura de la que desean escapar. El problema es que al final, su propia naturaleza no les deja huir. Y el uno no puede confiar en el otro.
La obra termina con la misma viñeta con la que empieza. Un plano de un charco en el que rebota la lluvia. Como si no hubiera pasado el tiempo. Como si no hubiera sucedido nada. Lo cierto es que nada ha sucedido. Los personajes seguirán odiándose. Los personajes seguirán buscando la purga de sus pecados, pero ésta nunca llegará. El trabajo de Alan Moore en esta obra se ha limitado a situar a todos los personajes en su punto de partida y ellos, en la ratonera, han buscado un trozo de queso pensando que eran libres al doblar cada esquina. Lo que no sabían es que la naturaleza de la broma no era una acción horrible de un ratón de pelo verde. La verdadera broma es que estos roedores nunca podrán alcanzar el queso por mucho que lo deseen y lo intenten. Porque los seres de papel no comen.
Notas
1 El Banquete de Platón.
2 Tiene bastante relación con la tradición cristiana y el mito de la costilla de Adán.
3 El amor perfecto sólo se encontrará encontrando la otra mitad de la esfera a la que cada uno pertenecía.
4 Personalidad secreta de Batman.
5 La broma asesina. Guión de Alan Moore? dibujo de Brian Bolland y color de John Higgins. Publicada en España el mismo años por la editorial ya desaparecida Ediciones Zinco.
6 Había una vez dos tipos en un manicomio...
7 Hola. Vengo a hablar. He estado pensando últimamente, sobre tú y yo. Sobre lo que va a ocurrimos al final. Nos mataremos el uno al otro ¿verdad? Puede que me mates. Quizás te mate yo, antes o después. Sólo quería sentir que había intentado hablar las cosas y evitar que ocurran. Por una vez. ¿ Me oyes? Estoy hablando de la vida y la muerte. Quizás mi muerte... quizás la tuya. No entiendo por qué nuestra relación debe ser tan fatídica. No quiero tu muerte en mis manos.
8 Obra del propio Alan Moore, dibujada por Dave Gibbons.
9 Obra escrita y dibujada por Frank Miller.
10 Umberto Eco en Apocalípticos e Integrados.
11 Los grupos de personajes son conocidos en Narratología como actantes, según terminología de A. d. Greimas. Podemos hablar de una serie de ellos como por ejemplo los protagonistas en el primer nivel. Un segundo nivel donde están los adyuvantes -ayudan al héroe- y opositores. Y luego tenemos una consecución de figurantes y personajes menores.
12 Lo hizo en una ocasión pero lo resucitaron con misterioso suero.
Publicado en la revista Dentro de la viñeta nº28, año 2004
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