domingo, 5 de junio de 2016

Si no tebeo, eres novela gráfica DIBUJAR DE MEMORIA

Hace falta estar en el presente si se quiere que el pasado tenga sentido y hace falta un dibujante como Paco Roca para que esta paradoja quepa en una página



Paco Roca posa para ICON parapetado tras un panel de la exposición "El arte en el cómic", celebrada en el Espacio Fundación Telefónica Madrid.

TEXTO_Aitor Marín FOTO_Ximena Garrigues y Sergio Moya

DIBUJA DEMASIADO BIEN como para dedicarse a otra cosa, pero lo que de verdad borda Paco Roca (Valencia, 1969) es contar historias. Las plasma en novelas gráficas de trazo elegante, deudor como es de aquella línea clara iniciada por Hergé. Podría escribir libros o dirigir películas, pero no sería lo mismo. "He escogido un camino y ahora me resultaría imposible cambiar. Además, el momento actual del cómic es más interesante que el de cualquier otro medio", se defiende. Parte de la culpa de esta efervescencia que vive el sector se debe a la conversión del tebeo en novela gráfica. "Hace 15 años las editoriales y el mercado te decían qué temas podías tocar y cuáles no, porque no tenían sentido, no eran comerciales o no encajaban dentro de la industria. Hoy, gracias a la etiqueta de novela gráfica, el autor tiene una libertad total. Si le apetece contar una historia, lo hace". Y a él lo que le apetece es hablar del asunto de la memoria, que le trae de cabeza. En Arrugas, el protagonista era un anciano que la perdía; en El invierno del dibujante, reivindicaba la labor de aquellos artistas que en los cincuenta trabajaron a destajo para la no siempre agradecida editorial Bruguera; Los surcos del azar recupera la dignidad de la Nueve, la compañía formada por republicanos españoles que ayudó a liberar París en 1944, y, en la última, La casa, revive la figura de su padre, recientemente fallecido (todas están editadas por Astiberri). "De joven, intentas huir de tus raíces, de tu estatus social o de lo que sea, del destino que va implícito en los genes de tu padre y demás, pero cuando este falta y echas la vista atrás, piensas: ¿de qué me he desprendido? ¿qué he perdido? De ahí surge La casa".

Tras esa pérdida, que coincidió con la llegada de su primer hijo, empezó a imaginar las conversaciones que no pudo tener en vida. "Para la generación de mi padre, que no vivió la Guerra Civil y superó la dictadura sin grandes traumas, su gran épica fue prosperar y formar una familia. Era una gente educada dentro de la austeridad económica y, si eras hombre, también en la de sentimientos". Tanto es así que Paco recuerda cuando, tras ganar en 2012 dos Goya por la adaptación al cine de Arrugas, llevó los dos cabezones al hospital donde estaba ingresado su padre. "No me felicitó, pero vi cómo presumía con las enfermeras y para mí eso fue lo mejor que podía ocurrir". Los premios aparecen en los sitios más inesperados.

Revista ICON. Nº28. Junio 2.016


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