sábado, 7 de mayo de 2016

CLANDESTINE por Alan Davis

EN ESCENA: CLANDESTINE Y.. ALAN DAVIS


De entre la pléyade de historietistas británicos que nos ha dado a conocer el mercado norteamericano, Alan Davis destaca con luz propia. A sus escasos cuarenta años, pocos autores podrían hacer gala de una carrera tan sólida y brillante, avalada además por numerosos éxitos. Éxitos, sin embargo, que no han alejado a Davis de su determinación de no rehusar a la calidad en esa búsqueda casi alquímica de la diversión. Una obstinada determinación que ha tenido que pagar cara en más de una ocasión en la arena del duelo editorial. Hijo de una familia de tradición dibujante, Davis creció en su Northamptonshire natal entre tebeos de superhéroes donde abundaban firmas como las de Jack Kirby o John Buscema, aunque un autor en especial sería su más admirado y el que, a la larga, dejaría un sello más indeleble e identificable: Neal Adams. Otros nombres no menos célebres hoy, pero desconocidos entonces, acompañaron sus primeros pasos: Jamie Delano y Alan Moore. Con ambos se iniciaría en la serie de relatos protagonizados por el personaje Night Raven (Marvel UK, 1983-84), aunque su trabajo conjunto más notorio llegaría con la serie Captain Britain, en la que Davis venía trabajando hacía ya algún tiempo con Dave Thorpe [Marvel UK, 1981-86). Por aquellas mismas fechas, unido de nuevo a Moore, ilustraría las nihilistas andanzas del revisado Marvelman (Quality, 1982-84), que aquí en España conoceríamos -a través de la versión coloreada de la norteamericana Eclipse- como Miracleman. Poco después, aprovechando el importante trasvase de talentos propiciado por la explosión del comic-book USA a mediados de la década de los ochenta, Davis se incorporaría al mercado norteamericano, principalmente con sus trabajos en los distintos títulos del hombre murciélago, como Batman and the Outsiders y Detective Comics (DC, 1985-87), aunque un par de colaboraciones con Chris Claremont en las colecciones Uncanny X-Men y New Mutants (Marvel, 1986-87) pronto le valdrían su participación como co-creador y dibujante de la nueva colección Excalibur (1987), en la que permanecería, salvo sustituciones puntuales, hasta su número 24 (1990).



Al año siguiente, y tras haberse ocupado de un par de proyectos especiales de Lobezno (Wolverine: Bloodlust, Marvel,1990) y de Batman [Batman: Fulll Circle, DC, 1991), Davis volvería a Excalibur en su número 42, esta vez en calidad de autor completo, para realizar una prodigiosa labor de puesta a punto. Atando con notable ingenio los principales cabos sueltos dejados atrás por Claremont e incorporando sucesivas ideas propias, Davis convirtió la colección en uno de los tebeos más memorables que haya podido ofrecer el mercado del comic-book en mucho tiempo. Fue entonces cuando los que lo habíamos seguido hasta entonces meramente por su excepcional dibujo aprendimos a esperar con impaciencia cada nueva dosis mensual de diversión inteligente en su estado más puro. Leer los guiones de Davis se reveló como una de las recompensas más gratificantes para los aficionados, torturados por la avanzadilla del ejército de vacuidades hipertrofiadas que hoy asola el mercado.


Desgraciadamente, las presiones de la superioridad editorial -que no veía con buenos ojos el que Davis hubiera convertido la colección en su coto personal, aislado en cuarentena de mutantes, para preservar su calidad-, acabaron por motivar su marcha (n° 67,1993). Al poco tiempo, Davis volvía a alegrar nuestras retinas, cerebros y corazones con una nueva muestra de su impagable talento: ClanDestine. En tan sólo ocho números, Davis construyó para nosotros un nuevo mundo de personajes verosímiles, emocionantes aventuras y misterios apasionantes. Y, en tan sólo ocho números, Marvel volvió a colmar la paciencia de Davis. Con el número nueve, el tándem Glen Dakin/Pino Rinaldi lo relevaría al frente de la colección, emprendiendo un trabajo esmerado pero muy alejado de las líneas sentadas por el maestro británico.

Ahora Forum os ofrece una oportunidad que no debéis dejar pasar, con la edición de esos ocho primeros números, más el noveno que os permitirá juzgar por vosotros mismos los méritos del nuevo equipo. Hacedme caso y sumergios en las páginas de ClanDestine; el talento de Alan Davis es como una de esas estrellas fugaces que a veces nos sorprenden si sabemos dónde mirar; no dejéis que mañana otro os cuente lo que os habéis perdido ■ José M. Méndez



Además de demostrar su excepcional talento, primero para el dibujo y más tarde en los guiones, si algo ha dejado claro Alan Davis a lo largo de su carrera es que no está interesado en saltar de colección en colección, regurjitando tópicos y repitiendo la misma historia una y otra vez, para luego extender la mano y recoger su cheque a fin de mes. Por fortuna para todos los lectores que hemos estado alguna vez delante de sus páginas, este tozudo británico se ha esforzado en buscar algo nuevo en cada uno de sus sucesivos trabajos, ha procurado introducir precisas variaciones en los parámetros más tradicionales del género, regalándonos con historias que no son ni de antes ni de ahora, sino felizmente atemporales en virtud de su calidad, ajena a las épocas y los ejercicios de estilo.
En el caso de ClanDestine, el propio Davis ha reiterado en cuantas ocasiones ha tenido la identidad del parámetro en cuestión, el elemento del género con el que ha decidido jugar esta vez: la estructura familiar. Ejemplos clásicos de "familias" de superhéroes los encontramos sin irnos muy lejos en dos de las creaciones más longevas de la casa Marvel: La Patrulla-X y Los 4 Fantásticos. Sin embargo, un análisis un poco más estricto pone muy en duda su cualificación al respecto. Por un lado, los celebérrimos mutantes no son una familia en el sentido real del término; es cierto que sus miembros conviven bajo un mismo techo, tutelados por una figura "paterna". Pero, en realidad, se asemejan más a la comuna de rapaces delincuentes de Oliver Twist, unidos para defenderse de un mundo en el que no tienen cabida, vinculados fundamentalmente por un lazo no de cariño, sino de miedo, y vigilados por un "padre" que es más bien un "comandante" que rige sus destinos. Los 4 Fantásticos se acercan más al modelo de familia atómica al que estamos acostumbrados, pero, en realidad, tan sólo existen vínculos sanguíneos entre dos de sus miembros, y lo que los une es la amistad, fortalecida también por un cúmulo de circunstancias peculiares y adversas. En ClanDestine, Davis pretende explotar -que no explorar- el vínculo realmente familiar como elemento fundamental de la acción. Allí donde La Patrulla-X y Los 4 Fantásticos eligen funcionar como grupo para defender una cierta concepción del bien, los miembros de ClanDestine tan sólo se preocupan de vivir la vida -una vida inusitadamente prolongada- y proteger el bienestar de sus familiares; unos familiares a los que no han elegido, unidos no por vínculos singulares como el miedo o la amistad, sino por la compleja y desentrañable maraña de sentimientos que pueden provocar en cada uno de nosotros nuestros distintos familiares. Una amalgama de sensaciones en la que a menudo conviven sentimientos opuestos, que van desde el amor más entrañable al odio más despiadado.

Y es que en la familia Destine, como en las nuestras, todos son conscientes de lo ineludible de su vínculo consanguíneo... pero eso no tiene por qué gustarles.

En realidad, tampoco ClanDestine es una familia en el pleno sentido de la palabra. Quizá, de haber permanecido Davis más tiempo en la colección, se nos hubiese revelado como tal. Pero, por lo que llega a mostrarnos, tan sólo asistimos a relaciones paterno-filiales y fraternales. Ausentes están relaciones tangenciales, pero relevantes, como las de los tíos y sobrinos -y que tanto juego podrían haber dado siguiendo la fórmula marco de la colección-, y ausente está, sobre todo, el trato con la madre. De modo que, por la razón que fuere, Davis tan sólo nos presenta los conflictos que surgen entre padre e hijos, y entre los hermanos, separados -como tan a menudo sucede- por filosofías de la vida bien distantes, cuando no opuestas. ClanDestine no es ni pretende ser un estudio, o una aproximación siquiera, a las complejas relaciones familiares. Pero, en su incansable búsqueda de nuevos mecanismos arguméntales, Alan Davis encontró aquí una bomba en potencia ■ José M. Méndez



Me gusta el género superheroico en general, y la dinámica de las colecciones de grupos en particular. Así que la oportunidad de crear un nuevo grupo, libre de una complicada continuidad y sin el lastre de una larga historia me resultó demasiado atractiva para resistirme. La lista de "superpoderes" es limitada, y las buenas ocurrencias son escasas y efímeras. El mejor campo para la originalidad es el desarrollo y la interacción de los personajes. Estaba interesado en explorar una relación familiar, porque, a diferencia de la amistad o la camaradería, no es un vínculo que uno elija. Una familia se constituye merced al destino y, para bien o para mal, sus miembros están unidos para siempre por su sangre. Esta relación forzosa puede ser extraordinariamente gratificante, o tan tortuosa como la más diabólica de las intrigas políticas. También me interesaba la idea de parahumanos que usaran sus poderes para mejorar sus vidas, sin sentir ninguna obligación heroica de dedicarse a combatir a villanos ni,,en el otro extremo, dejarse consumir por un ansia megalómana y convertirse en villanos enfrentados constantemente a los héroes. Comprendí que mi vago concepto de la originalidad acabaría por llevarme a formas estereotipadas. Los i disfraces y las constituciones físicas son tan limitados como la lista de poderes. Así que, en vez de resistirme a las inevitables  y similitudes, decidí sacarles partido.















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