"Feliz mortal aquel que conozca la obra de Edgar Pierre Jacobs" es una frase que podría pasar inadvertida si no fuera porque salió de la boca de otro gran creador, Hergé, amigo personal de Jacobs, quien, como veremos más adelante, tuvo un papel muy importante en las aventuras de Tintín. Una frase que define el sentir de cientos de miles de lectores de diversas generaciones, que desde hace 60 años disfrutan, cual "felices mortales", en efecto, de las propuestas narrativas y estéticas de Jacobs.
Como la nuestra, la del cómic, es una industria cambiante y algo falta de memoria, no podemos aplicar lo de "diversas gene-raciones" al caso concreto de Blake y Mortimer. Esta serie nos llegó algo tarde, pero, al menos en estos últimos años, Norma Editorial, gracias a la recuperación tanto de los primeros títulos firmados por Jacobs como de las nuevas aventuras imaginadas por otros autores de primera línea, nos permite degustar el intenso sabor de las aventuras de Francis Blake y de Philip Mortimer. Y para aquellos que desconozcan o apenas atisben la historia que envuelve esta obra, unas notas aclaratorias.
EL CREADOR: EDGAR PIERRE JACOBS
Antes de entrar en materia, el lector me permitirá bucear, ni que sea un rato, por la apasionante personalidad del creador de Blake y Mortimer, un hombre de amplia cultura, lo que llamaríamos un hombre del Renacimiento, una persona que cultivó las artes y las ciencias con fruición. Nacido en Bruselas en 1904, Jacobs reveló muy pronto su pasión por las dos disciplinas que marcarían su vida: la música y el dibujo. Tan pronto como que, ya en 1921, a sus 17 años, compaginaba su trabajo de dibujante publicitario con el de figurante del Teatro Real de Bruselas, donde se paseaba con soltura, ansioso por conocer los misterios del bell canto. Al año siguiente, su voz surgía ya de una garganta de barítono profesional, iniciando una carrera que se presumía pletórica, confirmada por el Gran Premio de canto que recibió en 1929, poco antes de ser contratado como artista lírico por la Ópera de Lille. Allí, hasta que la II Guerra Mundial truncara la cotidianeidad de millones de personas, destacó tanto por la educación de su voz como por los diseños de vestuario, personajes y decorados que realizaba, demostrando sus adquiridos conocimientos de otra de sus pasiones: la historia del traje. En ese momento, 1940, la ópera perdió una voz, pero la historieta estaba a punto de ganar un maestro.
Obligado a vivir de trabajos que sólo le daban para procurarse alimentos, como la ilustración de publicidad, catálogos y prensa, en 1941 Jacobs pasó a formar parte del staff de la revista Bravo, una popular publicación belga (300.000 ejemplares de tirada) básicamente integrada por series de prensa norteamericanas, como Katzenjammer Kids, Félix el gato o Flash Gordon, historietas complementadas por un copioso apartaalkie redacción para el que Jacobs realizaba, básicamente, ilustraciones de cuentos. La guerra, de nuevo, intervino en la vida del autor belga y forzó el que sería su giro definitivo hacia la historieta: la ocupación alemana prohibió la edición de material norteamericano, pero antes que dejar colgada una aventura del Flash Gordon de Alex Raymond, el editor de Bravo le pidió a Jacobs que terminara la historia. Firmando con su nombre, Bravo publicó algunas páginas de un Flash Gordon dibujado por Jacobs; el siguiente paso era casi obvio. Bravo necesitaba manos autóctonas para seguir publicando historietas, y una de ellas era la de Edgar Pierre Jacobs, que en 1943 recibió el encargo de crear una aventura que, de alguna manera, supliera la ambientación entre fantástica y futurista de Flash Gordon. Nació El rayo U, una historieta que no escondía sus referencias, con personajes muy "raymondianos" como Lord Calder (Flash Gordon), Marduk (Zarkov) o Sylvia (Dale Arden), una historia muy influida, como el propio Jacobs reconoció, por la lectura de los relatos de aventuras de Arthur Conan Doyle. Pero Jacobs no era un sosias de Raymond; antes al contrario, sus fuentes estilísticas eran otras, y El rayo U acabó por convertirse en un relato de aventuras fantásticas, con un grafismo elegante y personal y un llamativo uso del color; estamos, claramente, ante la obra que prefigura Blake y Mortimer.
Pero antes, amigo lector, un inciso; importante, por cierto. Y es que, aunque Jacobs colaboró hasta 1946 en Bravo (y realizó ilustraciones para revistas como Stop, Abe, Lutin o Bimbo), en 1943 un amigo le presentó a otro dibujante belga, éste ya de cierta fama, que respondía al seudónimo de Hergé. Su primer encuentro se redujo a que Hergé, asombrado por el dominio del color de Jacobs, le pidió asesoría ante el ingente trabajo que le esperaba: remontar y sobrecolorear los primeros álbumes de Tintín. En 1944, y durante dos años, Hergé contrató a Jacobs como ayudante, tanto para la tarea de remontaje; color de las primeras obras de Tintín como para participar directamente en la realización de sus nuevas aventuras. Jacobs ejercía de colorista y de dibujante de fondos y de objetos, colaborando activamente en las nuevas versiones de Tintín en el Congo, Tintín en América, El loto azul y El cetro de Ottokar (álbum para el que rediseñó todo el vestuario de los guardias reales), y en tres nuevas aventuras de "el chico del mechón": El tesoro de Rackham el Rojo, Las 7 bolas de cristal y El templo del sol. Jacobs participó también en un ambicioso proyecto de Hergé: una enciclopedia ilustrada en la que Tintín evocaba la historia de los medios de transporte y de antiguas civilizaciones, así como el desarrollo de la industria y la ciencia o estudios de animales y plantas; estos "cromos" fueron publicados en el semanario Tintín y posteriormente recopilados en diversos libros con el título de Voir et savoir (Ver y saber).
Esta intensa experiencia ilustra no sólo los conocimientos culturales almacenados por Jacobs, sino también su facilidad para dibujar cualquier ser vivo, paisaje, decorado o máquina y, sobre todo, su fervor por la correcta y copiosa utilización de la documentación. En suma, en 1946 Edgar Pierre Jacobs era ya un dibujante muy completo, un hombre de conocimientos, un autor preparado para crear un mundo propio.
EL JACOBS DE BLAKE Y MORTIMER
En 1946 las armas habían callado, y aunque la II Guerra Mundial había dejado un reguero de destrucción y desolación, Europa, como otros continentes, se aprestaba a recuperar la normalidad. Raymond Leblanc, un editor belga, propuso a Hergé la creación de una nueva revista, una de historietas, escrita y dibujada por autores belgas: Tintín. Hergé invitó a Jacobs a que participara en ella desde el primer número, momento en el que abandonó Bravo y creó una saga de aventuras, imbuida por su amor a la historia, a las narraciones detectivescas y fantásticas, a su afición por la documentación y a su marcada anglofilia. Llevado por las circunstancias, Jacobs era ya un autor de historietas, y por fin tenía la oportunidad de escribir y dibujar con total libertad.
El 26 de septiembre de 1946 apareció el número 1 del semanario belga Tintín, que incluía, además de las primeras páginas de El templo del sol y otras historietas firmadas por autores belgas como Laudy, Paul Cuvelier o Le Rallic, una historia bautizada como El secreto del Espadón, protagonizada por Francis Blake y por Philip Mortimer. La gran influencia de la cultura anglofila en Jacobs se hizo evidente en las personalidades de sus criaturas. Francis Percy Blake nació en el País de Gales, estudió en Eton y pasó por una escuela militar. En El secreto del Espadón, Blake es capitán del Ejército de Su Majestad Británica, más concretamente, miembro del Servicio de Inteligencia, del M.I.5, responsable de seguridad interior y de contraespionaje. El capitán Blake es un hombre serio, de orden, flemático, riguroso, muy preparado para la acción, reflexivo y, con el tiempo, laureado por Su Graciosa Majestad con el título de Sir. Por su parte, Philip Edgar Angus Mortimer nació en India, donde su padre ejercía de médico del Ejército británico. Su madre, Lady Helen, era originaria del condado de Perth, y es seguramente ese origen escocés el que marcará profundamente su personalidad romántica, su carácter de sangre caliente y su afición por las causas perdidas. El profesor Mortimer estudió, seguramente, en EE UU y se hizo una reputación tanto en el campo de la Biología como en el de la Física, demostrando ampliamente sus dotes como inventor. Este fumador de pipa, como Blake, es también amante del teatro y de la arqueología, fanático de la aventura y hábil políglota. Ambos, por cierto, comparten (como Sherlock Holmes y el Doctor Watson) un apartamento en el número 99 de la londinense calle Park Lane, y, como buenos gentlemen que son, forman parte de un club privado, el Centaur Club. Se cuenta, a título anecdótico, que Blake estaba inspirado en un amigo de Jacobs, el dibujante Jacques Laudy, mientras que Mortimer no es otro que Jacques Van Melkebeke, ilustrador, guionista y colorista, viejo colega de Jacobs y, curiosamente, la persona que le dio a conocer el mundo de la ópera. Queda claro que Jacobs estudiaba concienzudamente la personalidad de sus criaturas, tanto de sus protagonistas como, ya lo veremos más adelante, de los secundarios, sobre todo de los villanos.
Jacobs, además de iniciar El secreto del Espadón en 1946, tuvo todavía tiempo para seguir colaborando con Hergé en su Tintín, tarea que abandonaría definitivamente en 1947, para ilustrar, también en Tintín, la novela de H. G. Wells La guerra de los mundos, un excelente trabajo cuyos diseños de platillos volantes y alienígenas influenciarían posteriormente a más de una generación de dibujantes.
De hecho, el propio Jacobs explicaba así su método de trabajo: "Tras la sinopsis, que es un breve resumen de la historia, establezco mi documentación. Si es posible, hago un viaje de prospección en los lugares por donde transcurre la acción, como hice para el libro de Septimus (La marca amarilla), y contacto con especialistas, hablo con ellos, los bombardeo a preguntas, hablo, por ejemplo, con técnicos en electrónica, médicos, arqueólogos, meteorólogos, pilotos de aviación, exploradores...".
Y ahora, si te parece, amigo lector, entremos de lleno en el mundo de Blake y Mortimer.
EL MUNDO VISTO POR DOS HÉROES BRITÁNICOS
No está muy claro si Jacobs era consciente de la continuidad de Blake y Mortimer cuando sus personajes tomaron forma en El secreto del Espadón; seguramente, lo que no se imaginaba Jacobs era el posterior éxito de la popular serie. Lo que sí está claro es que el autor belga tenía una clara conciencia de saga, de aventura larga, de epopeya; El secreto del Espadón fue publicado en el semanario Tintín entre 1946 y 1949, y sus 144 páginas originales, posteriormente remontadas, se recopilaron inicialmente en dos álbumes, repartidos en tres a partir de 1986, dando forma a la edición definitiva de esta saga. La primera parte de la historia retoma de alguna manera la sensación de desastre transfronterizo de la II Guerra Mundial, que, recordemos, había finalizado sólo un año
antes de que se publicara la primera página de esta historia. Jacobs devuelve a escena el "peligro amarillo", tan clásico en las novelas de aventuras, en la figura de Basam Damdu, un emperador del Tíbet que, enloquecido, lanza una ofensiva generalizada sobre algunas de las principales ciudades del mundo (Londres, París, Roma o Bombay) y sobre la flota norteamericana del Pacífico (una clarísima referencia a Pearl Harbor). Ante un mundo en llamas, el profesor Mortimer crea los planos de un arma secreta que puede neutralizar la amenaza, pero Olrik, un hombre sin escrúpulos al servicio del emperador tibetano, emprenderá una incansable persecución para conseguir esos planos. Mortimer, con la ayuda de Blake, huye con el Golden Rocket hacia una base secreta situada en Oriente Medio, donde intentarán organizar la resistencia y construir lo que se presenta como la única esperanza para el "mundo libre": el Espadón. El escenario está servido.
La siguiente aventura, La marca amarilla, publicada en Tintín entre 1953 y 1954 y editada en un solo álbum, resultó ser un importante punto de inflexión en la serie. El estilo gráfico de Jacobs gana en síntesis, se torna más realista, más flexible, madura, en suma, y ese paso adelante en el dibujo viene refrendado por la brillante estructura narrativa de la historia, una trama de suspense que mezcla hábilmente elementos fantásticos con científicos, y que crea una ambientación que definirá a partir de entonces el savoir faire de Jacobs. La marca amarilla, por éstas y por otras muchas más razones, es el título más influyente de la saga, está ambientada por primera vez en un lugar perfectamente reconocible: el Londres de la posguerra. Jacobs, cargado con su libreta de apuntes y su cámara fotográfica, se traslada a la capital británica y, siguiendo un itinerario perfectamente diseñado con anterioridad, absorbe la esencia de aquella ciudad gris, brumosa, algo tétrica, pero intensa. El autor belga plantea la insidiosa carrera delictiva de un misterioso ladrón que, tras ejecutar robos tan increíbles como el del Banco de Inglaterra, la National Gallery o, en el colmo de la osadía, el de la corona real de Inglaterra, deja una marca inconfundible: una M rodeada por un círculo y pintada en amarillo. El capitán Blake y el profesor Mortimer reciben el encargo de capturar al misterioso ladrón, que continúa impune su carrera, ahora raptando a eminentes médicos, periodistas o jueces. El siguiente de la lista podría ser el profesor Septimus, celebérrimo psiquiatra, que resulta ser el cerebro que se esconde tras la marca amarilla, con la ayuda de Olrik, que, esta vez en un papel menos preponderante, aparece en condición de cobaya de ese "doctor enloquecido" y tremendamente inteligente que resulta ser Septimus.
Casi sin descanso, Jacobs aborda la realización de otra historia desarrollada en un solo volumen, El enigma de la Atlántida, publicada en Tintín entre 1955 y 1956. En esta ocasión, Mortimer y Blake deberán intentar aclarar la procedencia de un extraño metal de naturaleza desconocida que Mortimer sospecha que viene de la Atlántida, el continente perdido, una leyenda que, por supuesto, resultará real. Mientras el dúo protagonista visitará las entrañas de la tierra para descubrir la Atlántida, Olrik, presente en casi todos los álbumes de Blake y Mortimer, utilizará de nuevo su faceta camaleónica para inmiscuirse en los planes de los héroes y tratar de hacerse con el preciado metal. De nuevo, la influencia del concepto clásico de la aventura anida en esta historia en la que, como es habitual en Jacobs, el elemento fantástico está rodeado de una sensación de "realidad" que hace completamente plausibles las increíbles hazañas de los personajes. A diferencia del espíritu más fantacientífico de El enigma de la Atlántida, S.O.S. Meteoros, publicada entre 1958 y 1959 en Tintín, abogará por una raíz más científica, planteando la existencia de unos violentos cambios climáticos que sumen al mundo en el caos. Mortimer, verdadero protagonista de este álbum en detrimento de Blake, se traslada a París e intenta ayudar a su viejo amigo, el profesor Labrousse, un meteorólogo, con el objetivo de descifrar el enigma. El argumento da un giro hacia el subgénero del espionaje, y es ahí donde aparece, de nuevo, la inquietante sombra de Olrik y de una importante potencia extranjera que podría estar detrás del desastre, por supuesto con intenciones claramente hostiles.

Entre 1960 y 1961 Tintín publica las nuevas aventuras de Blake y Mortimer, La trampa diabólica, una historia que mantiene las constantes de Jacobs con respecto al sentido de la fantasía y la aventura de sus relatos, pero que intenta ir algo más allá. El propio Jacobs define así el origen de esta aventura: "Parte de la siguiente idea: cuando la gente habla del pasado tiene la costumbre de decir 'aquéllos sí que eran buenos tiempos, pero todo mejorará en el futuro', y lo que yo quise mostrar con esta historia es que los buenos tiempos, en el fondo, no existen, que todas las épocas tienen sus peligros, sus sinsabores". Para demostrar su teoría, Jacobs provoca que el inventor de la máquina que controlaba las inclemencias del tiempo en S.O.S. Meteoros, el profesor Miloch, conceda a Mortimer el dudoso honor de convertirse en su legatario universal, con lo que cae en sus manos el Cronoscafo, una máquina inventada por Miloch con la que se puede viajar por el tiempo. La curiosidad de científico que hay en Mortimer provoca que éste utilice la máquina y caiga en una trampa que podría ser mortal, ante la inoperancia de un Blake incapaz de ayudarle. Mortimer viajará por el pasado y por el futuro, siendo testigo de que los males no tienen edad, y de que el futuro que le espera a la raza humana está subyugado por un tirano déspota que ha reducido a la esclavitud a toda la humanidad.
Lejos de viajes por el tiempo y lecturas morales, El caso del collar (Tintín, de 1965 a 1966) es un álbum que puede situarse claramente en el terreno de la ficción policíaca. Olrik, ausente en la aventura anterior, reaparece con todos los honores en París, robando ante las mismísimas barbas de Blake y de Mortimer una valiosa joya. Para recuperarla, nuestros héroes han de llevar a cabo una rocambolesca investigación que les conducirá hasta los subsuelos de París, moviéndose entre sus húmedas catacumbas a la caza de Olrik y sus esbirros, en una aventura llena de misterio y de acción.
Para la siguiente aventura de la serie, Jacobs necesitó más páginas de las habituales, y concibió una historia en dos partes, la primera de ellas, Las tres fórmulas del profesor Sato 1, fue publicada en los años 1971 y 1972 en Tintín. Una curiosa historia en la que Jacobs, atento a los cambios científicos vividos en nuestra sociedad, incorpora la figura del profesor Sato, un investigador japonés, famoso por sus estudios sobre la cibernética, que ha creado un ingenio destinado a reemplazar al hombre en las fases más peligrosas del viaje cósmico. Se trata, curiosamente, de un androide volante que puede multiplicarse hasta el infinito por partenogénesis electrónica. Fuera del control de Sato, el ingenio es fruto de la codicia de Olrik, cuyos siempre diabólicos planes ponen en peligro la vida y la fama del mismísimo Mortimer. Curiosa historia, ambientada en Tokio, por cierto, que lamentablemente significará el adiós definitivo de Jacobs en Blake y Mortimer, aunque el autor belga ya tenía escrito el guión de la segunda parte, su realización se dilata en el tiempo, y Jacobs murió en 1987, antes de poder abordar el dibujo del segundo volumen de Las 3 fórmulas del profesor Sato.
Con la desaparición de Edgar Pierre Jacobs podría pensarse que muere, de alguna manera, una forma de entender la historieta, basculante entre el clasicismo narrativo y la perfección estética y una cierta propuesta de ahondar en imposibles avances científicos que, como ocurriera en la literatura de Jules Verne, no por visionarios disfrutan de una fuerte carga de romanticismo. Pero el mercado marca sus inapelables leyes. Al no existir ninguna razón para pensar que Jacobs no quería que nadie continuara su obra (como ocurriera con su amigo Hergé), el editor de la serie concluyó que el éxito comercial y el interés de los lectores demandaban una continuidad. Así, en 1990 aparece directamente en formato de álbum Las 3 fórmulas del profesor Sato 2, basada en el guión y los apuntes de Jacobs, pero dibujada por Bob deMoor (1925-1992), excelente dibujante, de grafismo tan próximo al de Hergé, que durante muchos años se convirtió en su principal colaborador en los Studios Hergé, lo que no le impidió realizar una obra propia, más personal, con personajes como Barelli. De Moor, gracias a su experiencia y al conocimiento de un estilo gráfico próximo al de Jacobs, realizaría un buen trabajo, supeditado, eso sí, a las indicaciones del creador de Blake y Mortimer, lo que hizo de este álbum, además de la obra postuma de Jacobs, una perfectamente reconocible aventura de los dos gentlemen británicos.
La historia podría haber terminado aquí, pero entonces, amigo lector, difícilmente habrías podido conocer esta serie, que hubiera quedado como uno de esos clásicos contemporáneos de calidad a los que, de tanto en tanto, el mercado devuelve su atención reeditando sus viejas historias.
En 1996, la editorial francesa Dargaud decide devolver la vida a Blake y Mortimer con nuevas aventuras. En una mezcla de operación nostálgica y comercial, sobre todo en Francia y en Bélgica, donde la serie y su creador eran idolatrados, Dargaud buscó profesionales de primera línea, autores capaces de resolver nuevos enigmas sin perder la filosofía vital que Jacobs imprimió a sus personajes. La idea era proponer a los lectores el renacimiento de la serie con un solo álbum, a la espera de la respuesta comercial del mismo. La publicación en 1996 de El caso Francis Blake fue noticia casi de primera página en Francia y Bélgica, y el éxito de ventas animó a Dargaud a plantearse definitivamente la continuidad de la serie. Inteligentemente, y teniendo en cuenta que la realización de un álbum de Blake y Mortimer puede llevar hasta dos años de trabajo, contando además con que sus autores no dedican su tiempo en exclusiva a la serie, la editorial francesa previo la aparición de un álbum anual, por lo que contrató a dos parejas de autores, guionista y dibujante, para llevar adelante un proyecto que, además de hacerse realidad, ha disfrutado, como ya se ha dicho, de un impresionante éxito mediático, hasta el punto de que cada nuevo álbum de Blake y Mortimer aparece en el mercado franco-belga con una tirada inicial de medio millón de ejemplares.
La primera pareja artística que tenía la difícil misión de emular a Edgar Pierre Jacobs estaba formada por el guionista Jean Van Hamme y el dibujante Ted Benoit, dos reconocidos y prestigiosos autores de cómics. El belga Van Hamme (1939), también escritor de novelas, guionista de cine y técnico editorial, es el guionista de una larga lista de series de largo recorrido, entre las que destacan Thorgal (creada en 1977 y dibujada por Grzegorz Rosinski), XIII (desde 1984, ilustrada por William Vance) o Largo Winch (1990, con dibujos de Philippe Franck), series todas ellas publicadas en España por Norma Editorial, además de títulos puntuales y tan populares como Luna de sangre (con Hermann) o Western (con Rosinski), entre muchas otras obras. Por su parte, el francés Ted Benoit (1947) se convirtió a principios de los años ochenta en un revolucionario autor de estética muy próxima a la "línea clara" de Hergé, pero con un planteamiento gráfico renovado y, sobre todo, con historias de muy distinto calibre. Autor de obra dispersa, creó un personaje, Ray Banana, protagonista de títulos como La mecedora eléctrica (1982), La ciudad luz (1986) o L'Homme de nulle part (1994), álbum escrito por Benoit pero dibujado por Pierre Nedjar.
El asunto Francis Blake, primera colaboración de Van Hamme y Benoit, plantea, de entrada, una cuestión muy "jacobsiana": se ha descubierto un topo en el Servicio de Inteligencia Británico, y todo apunta a que se trata del mismísimo capitán Blake. Por supuesto, el profesor Mortimer es incapaz de creer que su mejor amigo es un traidor, por lo que removerá cielo y tierra para limpiar su honor y descubrir al verdadero culpable. Y, sí, el coronel Olrik no anda muy lejos. Tanto Van Hamme como, sobre todo, Benoit, hacen un gran esfuerzo para que el lector se identifique rápidamente con las tramas y el estilo gráfico de Jacobs y, a tenor de lo dicho, tanto el lector clásico de la serie como los recién llegados dieron una nota bastante alta.
Tras el tiempo suficiente para demostrar que la "operación retorno Blake y Mortimer" es un éxito,
la maquinaria artística creada por Dargaud ya se ha puesto en marcha y, en el año 2000, aparece por fin el siguiente título de la serie, esta vez escrito por Yves Senté y dibujado por André Juillard: La maquinación Voronov. Senté (1964), curiosamente, es en realidad un novato como guionista, pero un experto en cuestiones editoriales, ya que desde 1991 ostenta diversos cargos técnicos en la empresa belga Editions du Lombard, llegando al cargo de director editorial. En cambio, el francés André Juillard (1948) es una de las firmas más conocidas y con mejor reputación de la historieta franco-belga. Dibujante de series como Las 7 vidas del gavilán o Pluma al viento (con guiones de Patrick Cothias), Arno (guión de Jacques Martin), y álbumes como Diario azul, escrito y dibujado por él, Juillard es autor también de una copiosa obra gráfica publicada en libros ilustrados, carteles, portadas, serigrafías y portafolios. Verdadera y habilísima trama de espionaje, La maquinación Voronov está ambientada en plena Guerra Fría entre EE UU y Rusia, más concretamente a finales de los años cincuenta, y propone una muy entretenida intriga política llena de agentes dobles, fugas imposibles, miembros del KGB, espectaculares persecuciones, algo de humor británico y, of course, el siempre omnipresente Olrik. Un primer álbum es suficiente para que tanto Senté como Juillard asuman perfectamente el espíritu de Jacobs.
Justo un año después, en 2001, Van Hamme y Benoit regresan a Blake y Mortimer, esta vez con el álbum La extraña cita. En esta ocasión, recuperan el amor de Jacobs por las historias fantásticas, aportando unas buenas dosis de intriga y misterio que empiezan por el encuentro, en 1954, de un soldado británico que parece haber muerto minutos antes... Pero que en realidad procede del año 1777.
Las dos últimas aportaciones al universo de Blake y Mortimer tienen su origen en una nueva historia dividida en dos álbumes, Los sarcófagos del 6º continente, esta vez firmados por Senté y por Juillard, y publicados originariamente en 2003 y 2004. En un brillante tour de forcé, Senté nos descubre parte del pasado de Mortimer, cuando en 1933, en la India, se enamora de una princesa que aparece muerta en extrañas circunstancias. El tiempo pasa, y la historia nos sitúa en 1958, en plena celebración de la Exposición Universal de Bruselas, donde Mortimer disfruta del reconocimiento popular por sus estudios y experimentos científicos en el pabellón de la British Industry. Pero un grupo terrorista del Tercer Mundo ha escogido tan magno e internacional evento como objetivo para sus primeros intentos de desestabilizar al mundo occidental; los terroristas están comandados por Acoka, un emperador hindú que se supone que ha regresado a la vida tras llevar muerto 2.000 años, y que es el padre de Gita, el amor de juventud de Mortimer. Acoka está convencido de que el científico británico es el responsable de la muerte de su hija.
El capitán Francis Blake y el profesor Philip Mortimer siguen vivos, muy vivos, y con ellos sigue latente el recuerdo de Edgar Pierre Jacobs, su creador. Lo que no es posible transcribir en este texto es la importancia tanto de Jacobs como de Blake y Mortimer en países como Francia o Bélgica, donde la historieta se vive con intensidad y está considerada un medio de comunicación de importancia equiparable a otras manifestaciones artísticas contemporáneas, como el cine o la fotografía. Pero, si de muestra, además de lo dicho hasta ahora, vale otro botón, os diré que entre el 13 de noviembre de 2003 y el 30 de abril de 2004 tuvo lugar en París una impresionante exposición retrospectiva sobre Blake y Mortimer, celebrada en ocasión del centenario del nacimiento de Edgar Pierre Jacobs, y producida por el Festival International de la Bande Dessinée dAngouléme y el Musée de l'Homme. Esta muestra, bautizada con el título de Blake et Mortimer á París!, supuso una profunda revisión de la serie de Jacobs a través de más de 200 originales y facsímiles, que incluían, por un lado, bocetos, páginas y los colores originales; y, por otro, esqueletos de pterodáctilos, sarcófagos egipcios y diversas máquinas de los años cincuenta aportadas por las colecciones del Musée de l'Homme et Jardin des Plantes y por la Reunión des Musées Nationaux.
Las exposiciones son efímeras, pero quedan los álbumes de Edgar Pierre Jacobs y de sus continuadores para disfrutar de Las aventuras de Blake y Mortimer.
Antoni Guiral
Artículo publicado en Las Aventuras de Blake y Mortime: El Caso del Collar, de Edgar P. Jacobs, publicado por El Pais en 2005
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