Sambre
T.2 Sé que vendrás
Colección Biblioteca Gráfica Ediciones Glénat
PVP: 1.960 Pts
Cuando Lorenzo Díaz me descubrió SAMBRE, me sorprendió gratamente comprobar que, aparte de Federico del Barrio, había algunos otros autores, Yann e Yslaire en este caso, que comprendían de verdad el sentido último del impulso romántico, aquel principio de libertad al que se refería el, en este álbum, homenajeado Víctor Hugo.
No hablo, por supuesto, de los lugares comunes que la gente asocia al romanticismo, y con los que tan hábilmente Yann juega (tormentas, cementerios, pasiones que trascienden la vida,...), sino del carácter globalizador que la poética romántica encierra al afrontar la existencia y la creación. Hablo, en suma, de la persecución de ese crisol en el que poesía y prosa, razón y sinrazón, arte y naturaleza... el todo, en fin, pudiera hacerse uno, dado que la meta era el infinito, como quería Baudelaire. Y, en tanto hablo así del romanticismo como síntesis, siempre he pensado que hablaba de algo
rabiosamente moderno para una época como la presente, tan ávida por las apropiaciones artísticas.
Pero no pretendo ser grandilocuente ni oscuro para justificar aquí y ahora esta obra, una de las dos mejores editadas este año. Yann, por si alguien no se ha enterado a estas alturas, es uno de los mejores guionistas europeos y uno de los que, amén de espléndido dialoguista, con mayor habilidad se vale de los recursos simbólicos en el relato. SAMBRE se puede abordar, como sólo sucede con los buenos trabajos,desde muchos ángulos —referencias literarias explícitas e implícitas, referencias pictóricas, valor narrativo del color,...— de casi todas las cuales ha escrito, y muy acertadamente, Tino Reguera en El Maquinista Mensual, por lo que no voy a abundar en lo mismo. Pero hay una forma de leer esta historia sobre la que nadie ha escrito, que sí me gustaría señalar en estas breves líneas: la que me recuerda al juego de la oca. No, como comprenderán, exclusivamente por la presencia obsesiva de los gansos en esta aventura, sino porque en el trasfondo de este juego infantil perviven aún los ecos de un juego en el que la clave era el destino, tema tan grato como obsesivo para Yann.
La endiablada forma de estructurar las historias que tiene este autor es igual de férrea que la sucesión de las casillas del mencionado juego (que Yslaire, ahora en solitario, no sepa cuáles son las reglas es algo que tendremos que esperar a ver) y ese factor, sentimientos que provoca la historia aparte, es ya para mí sobrecogedor: moverse por una historieta tan al albur del azar como se mueven Bernard, Julie... todos los personajes. Ellos, las figuras de ficción, y nosotros, los lectores a expensas del gran ojo del guionista que, como el ojo de Dios, es el único que detenta en este caso el poder que otorga la inteligencia. Y no olvidemos, y menos intuyendo a Yann más allá de lo que leemos, que SAMBRE trata también de ojos y de ventanas que actúan como ojos.
Aceptamos que el modo poético del romanticismo está en continuo y pujante desarrollo desde que Novalis se sentó a meditarlo y celebramos que la historieta tenga ya un clásico a la vez tan contemporáneo.
Desde aquí, aunque parezca fuera de lugar: gracias Lorenzo.
Viñetas nº1, enero 1994
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