En este punto, a la altura del número 21 de la colección, Wagner imprime un cambio radical a la serie. Tras situar la acción 100 años después de los acontecimientos anteriores (ambientados, ya de por sí, en un escenario futurista, aunque cercano, y fantástico -donde vampiros y hombres lobo cohabitan marginalmente con el hombre), la fatídica influencia de Grendel, que hasta ahora se había hecho tangible sólo para unos pocos y desdichados seres, se torna global, cuando se hace efectiva sobre el líder de una de las mega-corporaciones que dominan la economía de este mundo futuro, conduciéndolo a una locura que desemboca en nada menos que la guerra nuclear mundial. A parrir de aquí, la saga de Grendel se transforma en una narración especulativa y postapocalíptica, centrada en la evolución social y política de este nuevo mundo a lo largo de varios siglos (ocupando otros tres ciclos de la serie). Evolución que gira en torno a la
figura de Grendel, adoptada universalmente como un símbolo totémico, militar, político y, finalmente, imperial, cuando un individuo llamado Orion Assante se proclama "gobernador del mundo", asumiendo el título de "Grendel-Kahn".
Lo cual nos lleva al tebeo que nos ocupa: Grendel: War Child, historia desarrollada originalmente
como serie de diez números editados por Dark Horse desde agosto de 1992 (tras la debacle económica de Cómico y un largo periodo de retención debido a los inevitables problemas legales) y que en el total de la saga forma los capítulos 41 a 50 (noveno ciclo).
Matt Wagner ha descrito la saga de Grendel como una reflexión en torno a la capacidad del ser humano para cometer actos violentos y un intento de responder a la pregunta "¿cuándo está justificada la violencia?". Pretensiones que se me antojan un tanto excesivas. Si bien es indudable que Wagner se muestra fascinado por la violencia, es, a mi juicio, a un nivel más estético que profundo. Wagner no es otra cosa que un his-torietista de acción. Y un fenomenal historietista, que no es poco.
En War Child, y bajo la reconocida influencia del Kozure Okami (o Lone Wolf& Cub) de Koike y Kojima, Wagner se embarca, con la complicidad del dibujante canadiense Pat McEown, en un ensayo en torno al movimiento, la velocidad y el combate puestos en viñetas. Las diez entregas de esta historia se centran en las vicisitudes de un extraño ser denominado Grendel-Prime, en la huida emprendida tras secuestrar al impúber hijo del fallecido Grendel-Khan. En alternancia con puntuales escenas ubicadas en la residencia del Khan, que nos muestran a su esposa y sucesora en el frágil gobierno mundial perdiendo gradualmente el control de los acontecimientos, la imparable marcha del Grendel y su protegido nos es mostrada con detenimiento y abundante uso de largos y meticulosamente planificados planos-secuencia, durante siete de los diez números de la serie, no siendo hasta el tramo final de la historia que ésta se frena y reorienta hacia un nuevo giro de tuerca en el particular desarrollo político del universo wagneriano.
Carreras en moto voladora a lo Retorno del Jedi, encuentros con belicosas bandas de viciosos incontrolados a lo Mad Max, una tensa escena marítima en la que el impasible Grendel sacrifica a toda la tripulación de un carguero para escapar de un abordaje pirara, combates cuerpo a cuerpo con fieras salvajes, y desenfrenadas "galopadas" (en aeromoto) por pantanos, sabanas y desiertos nucleares, son algunas de las emociones que contiene este vibrante tebeo. Todo ello, abordado dando prioridad a la imagen sobre la palabra, con abundancia de pasajes mudos y con un recreamiento premeditado y exquisito en los momentos de lucha o de proezas físicas del titánico Grendel. La lástima es que McEown, a pesar de evolucionar notablemente entre el primero y el último número, no llega a brillar, limitándose a cumplir, al igual que ocurre con el color de Mireault. (En el Grendel Tales de diciembre del 94 titulado Homecomings, sí encontramos a un McEown espléndido, gracias sobre todo a su estrecha colaboración con Dave Cooper). Pero, con todo, este es uno de los episodios de la saga grendeliana más atractivos. Una especie de cruce entre Star Wars, Terminator y Mad Max que debería ser manjar exquisito para todo amante de la aventura cuyo paladar no se haya echado a perder todavía a causa del exceso de video-juegos, superhéroes de quinta regional y cine ultra-macarra.
Y por cierto, a pesar de que es una lástima el desorden con que se está editando la serie, este capítulo de la misma (como todos, en realidad) es perfectamente disfrutable de por sí (salvo para los inevitables maniáticos de la continuidad de los universos de ficción y esos rollos, claro).
J.Edén.
Publicado en U,el hijo de Urich #14 Enero de 1999.
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