lunes, 2 de septiembre de 2013

Las musas llegan con un cortado

Aislado en el campo mallorquín, Max madruga para dibujar, repartiendo su tiempo entre el bar del pueblo y sus dos mesas de trabajo



Max, en su estudio, en la localidad de Sineu, rodeado de libros y cachivaches. Foto: Tolo Ramón


A LAS SIETE DE LA MAÑANA ya está en el bar del pueblo, sentado con su libreta y el café cortado, humeando al lado.-A Max le gusta empezar el día pronto, recuperando los rescoldos del sueño. "Cuando uno está recién levanta¬do, todavía funciona el subconsciente. Se trata de un buen momento para pillar ideas que en la vida cotidiana no se te ocurren", cuenta en su casa mallorquina. Se considera un tipo disciplinado, repite la misma rutina cada día: recorre en coche los más de 500 metros que lo separan de la localidad de Sineu, y ocupa una mesa en el bar, rodeado de jubilados y obreros del polígono industrial que, en silencio, arrancan la jornada a base de carajillos y sol y sombras. En ese ambienté, Max o Francesc Capdevila (Barcelona, 1956) toma nota de las ideas que se le van ocurriendo. Entre cortado y cortado, arrancó el argumento de Paseo astral, la historieta que expuso en el stand de EL PAÍS en la pasada edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (Arco) y que ahora publica ediciones La Cúpula. El reto en esa ocasión pasaba por comprobar si la historieta podría insertarse con naturalidad en los espacios del arte. Empezó a delinear los bocetos —reunidos ahora en cuatro páginas al final del libro— con todo el hilo argumental y los personajes (el autor, el demonio y la musa). Su dieta diaria pasa por unas dos horas de bar y mucho dibujo en casa. "Dibujar es un trabajo lento y mis ilustraciones requieren minuciosidad, aunque lo importante a la hora de avanzar pasa por tener claras las ideas". Trabaja rodeado de libros, cómic y muchos cachivaches, como unas máscaras que compró en Japón, dos cerditos sacados de un belén navideño, figuras de Shin Chan o Aton Boy, esqueletos —"no soy nada siniestro, pero me encantan"— y figuras de Buda de porcelana que ha ido encontrando en los mercadillos. En el estudio tiene dos mesas, una blanca al lado de la ventana, donde guarda lápices, plumas y rotuladores, y en la que dibuja a mano, y otra negra, con el ordenador y armas digitales. Allí terminó las 48 planchas y el mural dibujado, que presentó en Arco, usando como fondo las páginas de un ejemplar de El PAÍS del 2 de enero de 2013. "En el estudio me cuesta pensar, lo uso únicamente para la parte de acción", remarca. Cuando lleva mucho rato inclinado sobre el papel, necesita desintoxicarse contemplando el paisaje desde la terraza con vistas a un bosque. Lleva una década repitiendo los mismos hábitos-y funciona. Lee mucho, sobre todo ficción y cómic experimentales, sus favoritos, que adquiere, directamente en las librerías. "Me gusta ir a comprar, tocar el objeto y repasarlo", cuenta. Solo usa las compras online cuando no hay más remedio. "No paran de sacar cosas interesantes, no doy abasto". La parte negativa es que también el cómic ha sido alcanzado por la crisis, han bajado las ventas y cada vez hay más dificultades para publicar proyectos que no sean muy comerciales. Lo cuenta con rabia, pero enseguida se concentra en la lluvia que esta tarde cae sobre Mallorca: "En un par de semanas saldré a buscar setas. Me enseñó mi padre y soy un experto".
Amelia Castilla


El Pais Babelia 31.08.13

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