Una exposición en París abre las puertas al legendario tesoro del galerista neoyorquino Howard Greenberg
JUAN PECES París
Una de las míticas fotografías que Henri Cartier-Bresson tomó en España en los años treinta. / HENRI CARTIER-BRESSON / MAGNUM
Existen pocos ciudadanos en el mundo que puedan disfrutar en privado de algunas de las más representativas fotografías del siglo XX, ya sea la España de los años treinta retratada por Henri Cartier-Bresson, el desembarco aliado en Normandía inmortalizado por Robert Capa o la mujer desplazada por la pobreza documentada por Dorothea Lange en el EE UU de la gran recesión.
Igual de raro es contar en el patrimonio personal con un retrato de Gloria Swanson, de Edward Steichen, una copia de Bandit's Roost, de Jacob Riis e instantáneas de Walker Evans, Robert Adams, Berenice Abbott y Manuel Álvarez Bravo. Es decir: con un resumen de la historia de la fotografía a través de las personas que la consagraron como arte y como práctica documental.
Pero si al hecho de poseer una iconografía de valor incalculable se une un afán –digno de un entomólogo– por atesorar especímenes fotográficos de autores valiosos menos conocidos (Roy DeCarava, Peter Sekaer, Léon Levinstein, Consuelo Kanaga, Raymond Jacobs, Louis Faurer, Marion Post-Walcott), entonces nos encontramos ante un coleccionista de excepción. Este es el caso de Howard Greenberg, responsable de la afamada galería homónima en Nueva York, y a cuya colección privada de fotografía le dedica la parisiense Fundación Henri Cartier-Bresson una exposición recién inaugurada en su sede de Montparnasse.
La muestra ha sido comisariada por Sam Stourdzé en colaboración con la directora de la fundación, Agnès Sire, y el propio coleccionista, y es una adaptación de una exposición anterior producida por el Museo del Elíseo de Lausana. En el catálogo editado por Steidl, Stourdzé dialoga con Greenberg a propósito de su pasión, desconocida por el público hasta su presentación en Suiza.
Al ser entrevistado, Greenberg acredita no ser un mero marchante de arte o cazador de obras y exhibe unos conocimientos poco frecuentes del medio, avivados por una genuina pasión (y décadas de experiencia vital). "No puedes ser un buen coleccionista sin tener la pasión por conocer lo que estás adquiriendo. No es como muchos coleccionistas de arte contemporáneo que van a la caza de trofeos".
Walker Evans, 'Negro Church, South Carolina', 1936.
Grenberg se remite a sus inicios como fotógrafo, tras un accidente de tráfico y antes de convertirse en galerista. "Mi trayectoria está enraizada en mi curiosidad sobre la fotografía y mi interés, casi obsesivo, por aprender cosas que desconocía, por ver cosas que no había visto antes", afirma. "Si puedo señalar una contribución que creo haber hecho a la fotografía, tiene que ver con el descubrimiento y el redescubrimiento de autores que se perdieron el tiempo.
Aparte de los autores antes mencionados, el recorrido de la colección invita a apreciar las fotos de Harry Calahan (que fue objeto de su propia retrospectiva en la fundación), Ralph Eugene Meatyard, Garry Winogrand, W. Eugene Smith, Dan Weiner, Lee Friedlander y Robert Frank, entre otros. De Frank (Zurich, 1924), una de las leyendas vivas de la fotografía, se expone una maqueta de 'El libro de Mary' (1949), dedicado a su primera esposa.
Preguntado sobre qué imágenes de fotógrafos jóvenes o en el ecuador de su carrera estaría dispuesto a adquirir, Greenberg ofrece una mueca de escepticismo y responde: "Bueno, puedo decir que, probablemente, ninguna". Para razonar su postura señala su admiración por los grandes maestros del medio, así como por las técnicas de revelado e impresión de antaño, aprendidas en su época de fotógrafo. A ellas atribuye un carácter casi sacro.
"Hacer una copia bella no es tarea fácil: requiere mucho tiempo, paciencia y experimentación. Un gran parte de mi colección está ligada a ese tipo de copias que tienen una especie de cualidad mágica. Eso no tiene nada que ver con la fotografía contemporánea o con la fotografía digital".
Greenberg, que ha utilizado un instrumento jurídico peculiar para hacer copropietarios de la colección a los empleados de su galería, es consciente de que el futuro del fondo pasa por su venta a una institución especializada. Y matiza que su ideal es "que no sea dividida, porque después de tantos años creando una entidad, aunque sea fluida, se genera una identificación muy intensa con la colección".
El director de la galería recuerda, a propósito de un pase privado que hizo el pasado lunes en la fundación, una anécdota del fotógrafo William Klein (Nueva York, 1928) —amigo personal y cliente desde hace 20 años de Greenberg—, que acudió tarde al pase porque se había dormido.
Aparte de señalar como su favorita la fotografía de Louis Faurer Manos freudianas entrelazadas, Klein dijo que le había fascinado la muestra, "y Bill no es alguien que haga elogios a la ligera", según Greenberg. Antes de finalizar su visita, Klein hizo el siguiente comentario a Agnès Sire: "Hmmm, viendo esta exposición me dan ganas de volver a fotografiar".
El Pais 20.01.2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario