martes, 6 de noviembre de 2012

Un viaje entre gitanos por Emmanuel Guibert, Alain Keler y Frédéric Lemercier


Marginación gitana 
Por Guillermo Altares

Un viaje entre gitanos
Emmanuel Guibert, Alain Keler y Frédéric Lemercier Sins Entido. Madrid, 2012 95 páginas. 19 euros


 Después de pasar años recorrien­do las comunidades gitanas europeas, la mayor minoría del continente, el fotógra­fo Alain Keler llegó a una conclusión, con unas palabras que tomó prestadas de una historiadora: "Los gitanos son el primer cerrojo democrático que salta". Las muestras de racismo son la primera advertencia de que algo va mal en nues­tras sociedades. "Al maltratar a los gitanos, nos maltratamos a nosotros mis­mos y nos encaminamos colectivamente por el mal camino", escribe este vetera­no reportero francés que, el pasado in­vierno, asegura haber vivido en Hungría "momentos cercanos al pogromo" con­tra comunidades gitanas, mientras que, recuerda, en Francia los desalojos de campamentos comenzaron con el presi­dente conservador Nicolás Sarkozy, pero han continuado con el socialista François Hollande. El recorrido de Keler por ese malestar arranca en 1999, después de la guerra de Kosovo, cuando vio cómo los romaníes fueron víctimas de ataques por parte de los nuevos amos del territo­rio, los albaneses, que les acusaban de haber ayudado a los serbios durante la guerra: la imagen de hombres, armados con antorchas lanzándose a la caza del más débil, del cabeza de turco de turno, no es; por desgracia, ajena a Europa, más bien todo lo contrario. Este periplo por alguna de las comunidades gitanas más abandonadas de Europa ha queda­do reflejado en un libro a medio camino entre el reportaje fotográfico y el tebeo, Un viaje entre gitanos (Sins Entido), que Keler ha realizado junto a Emmanuel Guibert (guión y dibujos) y Frédéric Lemercier (color y maquetación). Guibert utiliza la misma técnica que en El fotógrafo (Sins Entido), uno de los cómics que más impacto e influencia han tenido en los últimos años, en el que relata el viaje de un reportero gráfico a Afganistán para colaborar con Médicos sin Fronteras durante la guerra contra los soviéticos. "Me dicen siempre que hago periodismo en forma de tebeo, pero no es así, hago biografías de mis ami­gos", explica Guibert en conversación te­lefónica desde París. Didier Lefévre era el protagonista de El fotógrafo y la tem­prana muerte de este reportero unió a Guibert y a Alain Keler, viejo amigo de Lefévre. Entonces Guibert recibió una oferta del magazín francés XXI, para pu­blicar básicamente lo que quisiese.. Esta revista trimestral, que se vende solo en librerías y que tira 50.000 ejemplares, ha apostado desde su nacimiento por el tebeo como forma de narración perio­dística. Lo que era una idea muy innova­dora se ha convertido, gracias a autores como Joe Sacco,- en un género periodísti­co totalmente consolidado. Es verdad que, en el caso de Guibert, el dibujante no es el protagonista de la historia, sino que pone el foco en el periodista. Y encontró en los viajes de Keler por los campamentos gi­tanos el nuevo tema que necesitaba.

"Es obsesivamente preciso", explica el re­portero sobre la mane­ra en que colaboraron: mantuvieron largas en­trevistas, que luego per­mitieron a Guibert dibu­jar, con su plácida línea clara, los momentos que rodearon la toma de las fotos, el contex­to, desde los escenarios hasta los personajes que no aparecen ante la len­te. El efecto de la combi­nación entre tebeo y fo­tografía es muy eficaz y estéticamente fabuloso. Además de mostrar las fotografías, el libro res­ponde a muchas pre­guntas sobre la labor de un periodista sobre el te­rreno.

El libro arranca en el último episodio de la larga y sangrienta destrucción de Yugoslavia, con Lefévre y Keler recorriendo junto a las tro­pas internacionales un campamento de gitanos que acaba de ser incendiado, poco después de la sali­da de las tropas de Milosevic, y conti­núa en Serbia, República Checa, Italia, Eslovaquia y Francia. Los escenarios son siempre parecidos: marginación, acoso policial, paro, chabolas, campa­mentos situados junto a vías de tren, bajo puentes de autopista, con la amena­za permanente de la expulsión o de algo más. No es fácil llegar a esas comunida­des: requiere mucho tiempo hasta ga­nar la confianza de alguien que sirve como introductor. Keler lamenta la falta de presupuesto, que casi nadie esté dis­puesto a subvencionar un trabajo de fondo que requiere no meses, sino años de investigación.





Una de las viñetas del libro Un viaje entre gitanos.

Antes de centrarse en los romaníes, Keler había pasado décadas fotografian­do a las diferentes minorías de Europa central y oriental, desde los griegos de Albania hasta los tártaros de Crimea. Y conoce muy de cerca hasta dónde puede llegar la locura racista cuando se desata: sus abuelos fueron asesinados en el cam­po de exterminio nazi de Auschwitz. "En los periodos de crisis,* siempre se ataca a los elementos más débiles y los gitanos son los más débiles entre los débiles. Después de lo que ocurrió en el Holo­causto, no creo que vuelva á repetirse un exterminio sistemático similar, pero sí una estigmatización, la creación de cabe­zas de turco y, desde luego, episodios de violencia", señala Keler.

En estos tiempos en que los cerrojos democráticos están más débiles que nun­ca, Un viaje entre gitanos es un libro im­portante, ética y estéticamente. •

El Pais Babelia 03.11.2012

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