Una edición monumental de cerca de 3.000 páginas y tirada limitada exhibe los dibujos preparatorios del genio del cómic underground, 600 de ellos inéditos
BORJA HERMOSO Madrid 7 NOV 2012
Crumb cabalga de nuevo en campo abierto. El incansable azote de conciencias biempensantes, el eterno dedo en el ojo de las viejas, bienintencionadas y asfixiantes apariencias burguesas de serenidad y confort político, económico y sexual, el Atila underground puesto hasta arriba de LSD e infinidad de hierbas no precisamente aromáticas (eso pasó a la Historia)... el tipo adorado y escondido, el casi setentón Robert Crumb que hace por lo menos 40 años se instaló definitiva, inalterablemente en el Olimpo de la historia de los comics... sale de la cueva (la cueva es su casita de Sauve, aldea recóndita del sur de Francia, pertrechado entre su esposa Aline, sus dibujos y su colección de 5.000 discos de 78 revoluciones por minuto), sale de la cueva y le dice al mundo: “Aquí estoy”.
La culpa la tiene la editora estadounidense Dian Hanson, una de las factotum indiscutibles de la casa Taschen, esa gruta de las maravillas de papel en tiempos tan digitales y de tan poco papel (y lo que queda por ver), una editorial alemana que lanza al mercado libros de alta/altísima gama, auténticos tesoros para quien (en tiempos tan turbulentos y de tan poco dinero) pueda comprarlos. Aunque siempre queda el recurso de quedarse con la copla y, llegada la fecha mágica, pedir el regalito de marras. Es lo que debería hacer todo fan de Crumb que se precie con estos Sketchbooks o, lo que es lo mismo, seis volúmenes, seis, con los bocetos, apuntes, dibujos preparatorios, ocurrencias gráficas y demás variables del Robert Crumb no oficial: 1.344 páginas, lo que, toda criatura racional convendrá, son una burrada de páginas. Y lo que queda: otro tanto para el próximo año, ya que esta es tan solo la primera de dos monumentales entregas que en su conjunto rozarán las 3.000 páginas. Todo, a cambio del nada módico precio de 1.500 euros. Precio de oro. Precio de coleccionista puro y duro.
Es sencillo. Taschen convenció al creador de Mister Natural y El gato Fritz —la suma de dinero a cambio del sí, quiero del maestro no es conocida, pero cabe deducir que fue descomunal— para que seleccionara de entre el inmenso arsenal artístico solo aquellos dibujos que a su juicio mereciesen la pena de verdad. También convencieron al fundador de revistas como Zap Comix o Weirdo, sucesivas biblias del cómic undeground en la América de los años 60 y 80, respectivamente, de que estampara con su propia letra sus pensamientos sobre sí mismo. Eso, tratándose de un señor tan elusivo como Robert Crumb, revestía caracteres de hazaña, pero la hazaña se consumó y, en el texto que abre el primero de estos seis volúmenes, escrito en el verano de 2011, el interesado se autorretrata y explica así su progresiva pérdida de interés y de ganas a la hora de ejecutar estos trabajos preparatorios: “La compulsión de trabajar en cuadernos de dibujo ha remitido de forma gradual a través de los años y ahora ya casi no lo hago. No les aburriré explicando por qué... no estoy seguro de saberlo. La motivación ha ido disminuyendo”. Y para evitar ambigüedades, remacha: “Por supuesto, sigo dibujando para ganarme la vida, dibujar sigue siendo mi sustento, pero ya no es el centro de mi identidad”.
Él mismo exigió a los editores que se comercializara en primer lugar la que, por lógica, tendría que haber sido la segunda entrega: los trabajos comprendidos entre 1982 y 2011; que se dejara para 2013 el lanzamiento de los volúmenes sobre el período 1964-1981. La razón es sencilla: para Crumb resultaba prioritario atender la demanda de materiales nuevos por parte de sus fans. De hecho, en los últimos 20 años el artista de Filadelfia ha ido reduciendo de forma exponencial su ritmo de trabajo en lo que a esta técnica de los bocetos y series preparatorias se refiere. Y lo que ahora incluye esta entrega lujosísimamente editada, en edición limitada de 1.000 ejemplares y con un grabado en color firmado de puño y letra por el propio Crumb es más de 600 dibujos inéditos. O, lo que es lo mismo, un verdadero tesoro de Ali-Babá para los irredentos seguidores del genio del comic underground.
Estos Sketchbooks constituyen, en ese sentido, todo un legado de la forma de pensar y ejecutar el cómic a cargo de uno de sus maestros. Su tormentosa relación con las mujeres (“muy mejorada desde que me hice famoso”, ha reconocido más de una vez Crumb, recurrentemente tachado de misógino y ultramachista por los colectivos feministas), sus personajes angustiados y sin encaje claro en las vidas que les toca vivir, su aversión a las certidumbres de las sociedades acomodadas, su fascinación por la música popular y ante todo el blues, su capacidad para captar al vuelo las actitudes, las vestimentas, los peinados, los gestos, las costumbres y la fisonomía del hombre y de la mujer de los siglos XX y XXI, sus neuras producto de una infancia transcurrida entre su padre militar, su madre neurótica y el tremendo influjo de su hermano Charles... todo está ahí, en una galería inacabable de filias y fobias firmada por este Leonardo de la contracultura.
La culpa la tiene la editora estadounidense Dian Hanson, una de las factotum indiscutibles de la casa Taschen, esa gruta de las maravillas de papel en tiempos tan digitales y de tan poco papel (y lo que queda por ver), una editorial alemana que lanza al mercado libros de alta/altísima gama, auténticos tesoros para quien (en tiempos tan turbulentos y de tan poco dinero) pueda comprarlos. Aunque siempre queda el recurso de quedarse con la copla y, llegada la fecha mágica, pedir el regalito de marras. Es lo que debería hacer todo fan de Crumb que se precie con estos Sketchbooks o, lo que es lo mismo, seis volúmenes, seis, con los bocetos, apuntes, dibujos preparatorios, ocurrencias gráficas y demás variables del Robert Crumb no oficial: 1.344 páginas, lo que, toda criatura racional convendrá, son una burrada de páginas. Y lo que queda: otro tanto para el próximo año, ya que esta es tan solo la primera de dos monumentales entregas que en su conjunto rozarán las 3.000 páginas. Todo, a cambio del nada módico precio de 1.500 euros. Precio de oro. Precio de coleccionista puro y duro.
Es sencillo. Taschen convenció al creador de Mister Natural y El gato Fritz —la suma de dinero a cambio del sí, quiero del maestro no es conocida, pero cabe deducir que fue descomunal— para que seleccionara de entre el inmenso arsenal artístico solo aquellos dibujos que a su juicio mereciesen la pena de verdad. También convencieron al fundador de revistas como Zap Comix o Weirdo, sucesivas biblias del cómic undeground en la América de los años 60 y 80, respectivamente, de que estampara con su propia letra sus pensamientos sobre sí mismo. Eso, tratándose de un señor tan elusivo como Robert Crumb, revestía caracteres de hazaña, pero la hazaña se consumó y, en el texto que abre el primero de estos seis volúmenes, escrito en el verano de 2011, el interesado se autorretrata y explica así su progresiva pérdida de interés y de ganas a la hora de ejecutar estos trabajos preparatorios: “La compulsión de trabajar en cuadernos de dibujo ha remitido de forma gradual a través de los años y ahora ya casi no lo hago. No les aburriré explicando por qué... no estoy seguro de saberlo. La motivación ha ido disminuyendo”. Y para evitar ambigüedades, remacha: “Por supuesto, sigo dibujando para ganarme la vida, dibujar sigue siendo mi sustento, pero ya no es el centro de mi identidad”.
Él mismo exigió a los editores que se comercializara en primer lugar la que, por lógica, tendría que haber sido la segunda entrega: los trabajos comprendidos entre 1982 y 2011; que se dejara para 2013 el lanzamiento de los volúmenes sobre el período 1964-1981. La razón es sencilla: para Crumb resultaba prioritario atender la demanda de materiales nuevos por parte de sus fans. De hecho, en los últimos 20 años el artista de Filadelfia ha ido reduciendo de forma exponencial su ritmo de trabajo en lo que a esta técnica de los bocetos y series preparatorias se refiere. Y lo que ahora incluye esta entrega lujosísimamente editada, en edición limitada de 1.000 ejemplares y con un grabado en color firmado de puño y letra por el propio Crumb es más de 600 dibujos inéditos. O, lo que es lo mismo, un verdadero tesoro de Ali-Babá para los irredentos seguidores del genio del comic underground.
Estos Sketchbooks constituyen, en ese sentido, todo un legado de la forma de pensar y ejecutar el cómic a cargo de uno de sus maestros. Su tormentosa relación con las mujeres (“muy mejorada desde que me hice famoso”, ha reconocido más de una vez Crumb, recurrentemente tachado de misógino y ultramachista por los colectivos feministas), sus personajes angustiados y sin encaje claro en las vidas que les toca vivir, su aversión a las certidumbres de las sociedades acomodadas, su fascinación por la música popular y ante todo el blues, su capacidad para captar al vuelo las actitudes, las vestimentas, los peinados, los gestos, las costumbres y la fisonomía del hombre y de la mujer de los siglos XX y XXI, sus neuras producto de una infancia transcurrida entre su padre militar, su madre neurótica y el tremendo influjo de su hermano Charles... todo está ahí, en una galería inacabable de filias y fobias firmada por este Leonardo de la contracultura.
El Pais 07.11.2012
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