El papá de Mafalda acaba de cumplir 80 años y presenta un libro sobre el miedo
Quino, el dibujante argentino, trabaja en un tablero, rodeado de afectos, libros y sol. Foto: Ricardo Ceppi
"¡DE QUÉ ME ARREPIENTO? De haber postergado muchas cosas por querer llegar a ser un dibujante. Dejé de conocer cosas y personas por estar encerrado dibujando, pero, bueno, gracias a eso llegué a ser más o menos lo que soy hoy. También de haberme ofendido por motivos que no valían la pena —cuando uno es joven es más calentón— y de no haber estudiado más dibujo", sintetiza Quino (Mendoza, 1932), el papá de la archifamosa Mafalda, a pocas calles del Obelisco de Buenos Aires, ante su escritorio: un tablero de dibujo rodeado de retratos de afectos, libros y sol, que ha ordenado meticulosamente. El humorista gráfico más global y más querido de Argentina ha cumplido 80 años y presenta libro en otoño. ¿Quién anda ahí? (Lumen), una recopilación de las últimas páginas que publicó en medios, es una reflexión sobre el miedo: "La situación de la seguridad se ha puesto muy problemática en la Argentina y el título del libro es una frase común, la primera que pronunciamos cuando estamos en casa, de noche, y escuchamos un ruido. Pero también sirve para uno mismo: quién es este que soy, que da vueltas y anda", resume. Diversas como el mundo, las situaciones que plantea —un cura que pregunta a los contrayentes si juran caerse simpáticos toda la vida; un chacarero ante una videowall que vigila con cámaras cada rincón de su campo; un inspector que duda ante el puñal clavado en el ombligo de la víctima, si está ante un caso de body piercing, entre otros— vuelven con ironía a sus
preocupaciones: "La injusticia, la desigualdad social, la vejez; hay otros temas que no toco por temor a hacerlo mal. Nunca he dibujado sobre deportes, por ejemplo. Quizá porque no he practicado ninguno", cuenta el historietista que vive de "invierno en invierno", entre Italia y Argentina, porque Alicia Colombo, su mujer, "detesta el calor". Homenajeado en cada rincón que pisa, este hijo de andaluces, que heredó de su tío Joaquín el nombre y el oficio —"ver que de su lápiz salían montañas, árboles, personas me fascinó"—, reconoce gran influencia de la pintura española — "los marrones, los ocres, esa cosa dramática de su tradición"— y se mira retrospectivamente: "No me considero como Copi, que revolucionó la historieta, ni como Schultz, cuyos pasos Seguí al enfocar los personajes con más amplitud de sentimientos. Mi aporte al humor ha sido ayudar a difundir su relación con el cine mudo, hasta que me dijeron que las revistas eran para leer y que había que acompañar los dibujos con texto. Y también un enfoque político que no es coyuntural: denunciar la corrupción o el ansia del poder, cosas eternas que ya estaban en la Biblia". En cuanto a Mafalda, esa niñita sabihonda que en 1969 Umberto Eco, su primer editor europeo, definió como una "heroína iracunda", afirma: "Probablemente sería una indignada en la Puerta del Sol. Aunque me produce curiosidad que no tengan líderes, que se indignen nomás". Hoy lo tendría difícil, aventura: "El mundo se ha vuelto un sitio muy inhóspito para pensar". Raquel Garzón
El Pais Babelia 25.08.2012
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