miércoles, 8 de agosto de 2012

David Mazzucchelli

La silueta de un gigante
por Trajano Bermúdez



El mercado del comic norteamericano es como una bodega, donde cada tonel guarda su propio vino, de un carácter muy distinto al de los demás, y donde por supuesto no se concibe mezclar dos caldos de distinta naturaleza. Cada vez que se abre la espita sabemos exactamente lo que vamos a probar, sea cálido, áspero o clásico, y sólo algunos aromas varían levemente con el tiempo. En Europa, Jean Giraud tiene una enorme carrera profesional en la bande desinée comercial, mien­tras Moebius es estandarte de la vanguardia. Manara es responsable del CLIC, artilugio superventas, pero también de H. P. Y GIUSEPPE BERGMAN, que nadie se lo pidió, excepto su propia conciencia. Carlos Giménez hizo en sus tiempos DANI FUTURO, y cuando pudo se embarcó con AUXILIO SOCIAL. Y no creo que haga falta seguir. Sin embargo, los autores del escenario americano, tan vasto, tan espectacular, repleto de cifras enormes, de grandes tiradas y de muchos títulos, pre­sentan una rígida inmovilidad a la hora de cambiar de registro, de variar de género, de moverse entre las aguas tibias o frías de la creación. Empezando por aquellos menos necesitados de propia expresividad, te­nemos a miles de dibujantes de series propiedad de la editorial para la cual trabajan. Nunca necesitarán hacer otra cosa que entregar a tiempo una adaptación más o menos correcta del guión que les han dado. ¿O alguien se puede imaginar a Alex Saviuk y a Jim Aparo dibu­jando en una revista a blanco y negro MIS PROBLEMAS CON LAS MUJERES y MI VERANO DEL '63, respectiva­mente? Un paso más allá (y no exentos de desandar ese paso) están los que, todavía haciendo comic de super-héroes, al menos lo hacen para sí mismos y no para la editora. Pero justo es reconocer que las diferencias en­tre Todd McFarlane y Herb Trimpe, entre Jim Lee y Ron Frenz, entonces, no van más allá de una cuestión de copyright. Todavía dentro del comic comercial, algu­nos autores han ganado mayor reconocimiento crítico, al tiempo que han hecho gala de una superior libertad de movimientos. Frank Miller o Alan Moore (viniendo desde las grandes editoriales), Matt Wagner o el dúo Mike Baron-Steve Rude (viniendo desde las pequeñas) han trazado las fronteras de lo convencional. Pero, al menos de momento, tampoco las han rebasado. Este es un primer círculo, el comercial, y dentro de él la movili­dad, si bien no es fácil, sí es al menos posible. En el se­gundo círculo, el del comic alternativo, también hay una larga tradición, con veteranos respetables como Robert Crumb, jóvenes cachorros como Daniel Clowes o mitos vivientes como Art Spiegelman. Y, para no ser más pro­lijos, creo que la cosa quedará clara si decimos que no es fácil concebir un Annua/de Deathlok con guión de Gregory Wright y dibujos de Charles Burns, o un en­frentamiento entre Lobo y Robin con argumento de Alan Grant e ilustraciones de Gary Panter. El primer y el se­gundo círculo llevan muchos años demostrando que son impermeables, cosa que no enriquece a nadie, Como en casi todas las teorías, por supuesto, aquí hay alguna ex­cepción. Will Eisner, el gran maestro, hizo de THE SPIRIT un tebeo comercial y personal (por no hablar de un clásico), y luego nos ha entregado un puñado de ál­bumes que son sólo la expresión de su propia voz de ar­tista. Pero Eisner es tan grande y está tan solo... Bueno, ¿y ese tal David Mazzucchelli?




D A R E D E V I L

El aprendiz de brujo


`Estaba interesado en demostrar que podía dibujar todas las cosas normales con /as cuales se hacen la ma­yoría de /as historias. O, al menos. con las cuales solían hacerse."





Tras un par de trabajos de escasa relevancia, con los cuales la casa de Stan Lee le había sometido a prueba, David Mazzucchelli recibe su primera (y última, ¿pero quién lo sospechaba entonces?) asignación seria como dibujante profesional Marvel con la serie DAREDEVIL. En el número 206 (1984) de la colección del Hombre Sin Miedo, sobre guión de Denny O'Neil y entintado por Danny Bulanadi, el joven Mazzucchelli hace su sigiloso debut en la gran selva. El título, uno de los más irregulares de Marvel, con momentos de fulgor a los que siguen desvaríos inconsistentes, no atravesaba precisamente uno de sus ciclos brillantes. O'Neil es un guionista catastrófico, y los dibujantes que venían cola­borando con él, especialmente William Johnson, sólo alcanzaban, en momentos de gran inspiración, la catego­ría de tediosos. Aunque desde el primer momento Mazzucchelli exhibe una corrección intachable, sus vir­tudes resulta más fácil observarlas a toro pasado, vol­viendo hoy en día sobre aquellas páginas. En su mo­mento, desde luego, no supusieron una revolución. Más que una irrupción en los decadentes salones del comic




Un Buitre con reminiscencias de Gene Colan en el nº 225 de Daredevil.


Trazos duros para Ben Urich en el nº 230 de Daredevil, la cuarta parte de las saga Born Again.


book, lo de Mazzucchelli fue un asomarse de puntillas a la trastienda de los tebeos. Buena parte de la culpa la tiene, por supuesto, Danny Bulanadi, su entintador. Bulanadi es uno de esos entintadores con fuerte perso­nalidad. Como a Joe Sinnott, a Vince Colletta o a Tom Palmer, se le reconoce al primer golpe de vista, antes de descubrir al pobre dibujante que está sepultado bajo sus característicos trazos. Este género de entintadores que acaban los dibujos con su acentuado estilo es necesario en una industria con exigencias de producción mensual, obligada a contratar a muchos dibujantes, entre ellos, ne­cesariamente, a algunos de talento limitado, a quienes beneficia el maquillaje de la tinta. Pero para Mazzucchelli, que mes a mes va revelando un poquito más de su sabiduría, las tintas de Bulanadi son tan apropiadas como un brote de acné para una adolescente en primavera. A partir del número 214 Mazzucchelli se entinta a sí mismo, y ya nadie podrá ignorarle. El episo­dio de su debut pone fin a una larga saga que había ur­dido O'Neil, basándose en una corrupción del mito del buen salvaje. La aventura había ido construyendo su clí­max sin especial emoción a lo largo del último año, pero el broche que le pone el "nuevo" Mazzucchelli (ésta es, tal vez, la primera de sus muchas mutaciones) parece elevarla de categoría. A partir de ahí, Mazzucchelli pro­fundiza en este nuevo estilo, se recrea en él y lo inves­tiga, dando a DAREDEVIL un tono sombrío, un aire de zozobra (se incluye, por ejemplo, el episodio con la muerte de Heather Glenn, una antigua novia del protago­nista) que sólo había tocado Marvel anteriormente con aquel equipo artístico formado por Gil Kane, John Romita Sr. y Tony Mortellaro cuyo trabajo hizo un mito del SPIDERMAN de inicios de los setenta.
DAREDEVIL era, sin duda, la colección adecuada para Mazzucchelli. Personajes reales en ambientes rea­les, sólo algún disfraz muy de vez en cuando. Mazzucchelli comienza a familiarizarse con los códigos narrativos de la historieta, y demuestra un instinto único para dominar tanto la composición de escena como la continuidad entre viñetas. Combinado esto con su habili­dad para dibujar bien prácticamente cualquier cosa, se convierte en un narrador blindado, inabordable. En sus viñetas, por más oscuridad que exija el guión, todo está siempre diáfanamente claro. Jamás se puede dudar de cómo sigue un cuadro a otro, jamás una perspectiva de­sorienta al lector, jamás un globo carece del sitio ade­cuado para posarse. Es muy capaz de llevar toda una historia con personajes vestidos de calle. Si aparece un superhéroe, es un elegante y ágil atleta, no una retorcida masa de músculos. Su estilo se ha comparado a menudo al de Gene Colan; anda tal vez más cerca del fallecido Don Newton, pero también de cualquier sólido dibujante de formación clásica. Incluso Eisner deja su huella de vez en cuando, de manera obvia en algunas cubiertas basadas en montajes con rótulos al estilo de THE SPIRIT. Cuando se libera de la carga de Bulanadi, la ex­plosión de su estilo es casi excesiva, como en respuesta a lo soportado durante los meses anteriores. El dibujo se recarga, se satura, parece oxidarse y toma una posición que de pronto le aleja de sus compañeros de profesión, entre los que hasta ese momento se había disimulado sin problemas. Exhibe un gran dominio de los juegos de luzy oscuridad empleando sólo el negro. De hecho, la edi­ción definitiva de sus DAREDEVIL merecía haber sido hecha por Vértice, a blanco y negro, pues el color rutina­rio Marvel no le hace ningún bien. Sin embargo, cuando pasa a entintarse él mismo, también aparecen algunas maniobras afortunadas en la coloración. Principalmente, enfrentando dos grandes masas de colores en una misma página, efecto al que recurre con gran éxito y en el cual profundizará en el futuro. El hecho de que el pro­tagonista de la colección vista un uniforme monocolor fa­vorece esta licencia. Así, por ejemplo, la colisión entre el Buitre (es raro ver un supervillano en esas páginas) y Daredevil queda en la memoria como un abrazo elemen­tal entre el verde y el rojo. Su trazo correoso, el drama­tismo que inyecta al mundo de gángsters, abogados y periodistas que se debaten en la urbe ruinosa, su dominio del espacio, la perfección de su narrativa y la román­tica desazón de sus personajes le estaban convirtiendo, a todas luces, en el paradigma del clasicismo Marvel, un modelo que otros dibujantes podrían imitar, si estuvieran la mitad de bien dotados que él.

BORN AGAIN 
El talento invisible

"La única ocasión en la cual Jim Shooter se quejó de algo que yo había dibujado fue en mitad de mi etapa de DAREDEVIL, cuando repentinamente decidí que los tebeos debían ser más bien expresionistas, en lugar de lo que pasa habitualmente por naturalismo en los comics comerciales. Así que hice las caras un poco más macha­cadas al tiempo que la gente iba siendo machacada emocionalmente."


Daredevil nº 231



Todas las virtudes que Mazzucchelli había mani­festado hasta ese momento con una entrega ejemplar (el compromiso con lo que dibuja marcará, sin duda, la carrera de este hombre) podrían haber tenido una reper­cusión limitada, por supuesto, en una serie de tan es­caso eco como DAREDEVIL. Hasta que Frank Miller de­cidió volver a ella. Entonces, todos los ojos miraron hacia el Hombre Sin Miedo y, buscando a Miller, tuvie­ron una revelación en el trabajo de un Mazzucchelli in­sultantemente superior y en cambio continuo. Estamos en 1986, en los años grandes del comic book de super héroes, cuando parecía que los viejos tebeos america­nos estaban encabezando una revolución, precisamente ellos, y cuando los antiguos enmascarados nos sedu­cían con sorpresas inesperadas. Teníamos WATCHMEN, teníamos THE DARK KNIGHT RETURNS y mil presagios pegados a la estela de estos dos hitos. Cada mes se esperaba un nuevo fenómeno, y los nombres de estos autores quedaban al momento revestidos de un prestigio especial, el de aquellos que hacen algo bueno y además lo venden. Fue en ese instante de glo­ria, en ese carnaval de expectativas, en el que Mazzucchelli alumbró BORN AGAIN y se convirtió en estrella. Eso era en los años en los que solamente es­taba aprendiendo a comprender la mecánica de la histo­rieta.

En BORN AGAIN, Mazzucchelli ya no es el mismo que en los episodios guionizados por Denny O'Neil, y así nos advierte de una de las características que, inal­terable, más ha marcado su carrera: el cambio cons­tante. El acabado ya no es lustroso ni asfixiante, ya no se recrea en el detalle, ya no tatua hasta el último centí­metro de la viñeta con color y manchas negras. El guión de Miller es mucho más exigente que los de O'Neil, y cualquier mínima concesión a la espectacularidad fácil y grosera que hubiera antes ya será desterrada. Habrá splash pages, claro, pero no con la idea de pin ups de relleno que parece guiar a la mayoría de los dibujantes de superhéroes americanos. La historia es sórdida, cruel y violenta, y el dibujo le responde de la misma manera en su propio lenguaje. Cada vez es más descarnado, cada vez más crudo, cada vez más brutal. El trazo es grueso para delimitar la figura (de hecho, recuerda a ve­ces el efecto Miller-Janson del DAREDEVIL de antaño), y la línea alcanza una categoría simbólica en su despojo de lo innecesario. Es un camino al fondo de la carica­tura, pero en un contexto dramático. Así, el rostro de Ben Urich adquiere una forma cada vez más geométrica, y los personajes nos llegan más como impresiones que como definiciones. Pero la suma de información, sabidu­ría y riesgo que Mazzucchelli combina en cada página queda supeditada a una cualidad mucho más impor­tante, una suerte de cualidad invisible. BORN AGAIN es, probablemente, la fantasía heroica definitiva de Marvel, la historia definitiva, y en Mazzucchelli encuentra al na­rrador definitivo. El artista consigue no entorpecer en ningún momento la acción, no hacerse jamás redundante, no dejar sentir nunca su presencia. El sólo permite que el lector acceda a la historia, toda su misión consiste en facilitarle el entendimiento de lo que se le cuenta. Todo es cuestión de contarlo bien. Y resulta asombroso que, en un género con tradición tan amplia como el de los superhéroes, abunden los dibujantes que no hacen sino poner zancadillas a la acción, ofuscar los pasajes más evidentes o distraer la atención con inoportunas decisiones.

Mazzucchelli desaparece y lo mejor de su arte se vuelve invisible, como el narrador de una historia, de quien nos llega la voz pero no conocemos el rostro. No es fá­cil concebir cómo habría sido BORN AGAIN en manos de un artista menor. Para empezar, no hay superhéroes, sólo personas normales. Y no existe casi ningún dibu­jante de superhéroes que sepa dibujar a personas nor­males sentadas, o entrando por una puerta en una habi­tación, o a un señor gordo que no tenga los brazos de la Masa, o a una anciana que no sea igual que Pícara pero con rayas en la cara a modo de arrugas.

Al final, el estilo de Mazzucchelli está mucho más definido que al principio de BORN AGAIN. Ha sufrido una purificación semejante a la de Matt Murdock, por la vía de la brutalidad. Mazzucchelli ha aprendido todo lo que podía aprender aquí, y de nuevo ha de cambiar de camisa.

BATMAN YEAR ONE

Una estrategia económica


"Cuando dibujé BATMAN AÑO UNO, tomé una deci­sión muy específica sobre el aspecto y el estilo en el cual iba a hacerlo, y realmente no sabía sí a la gente le iba a gustar o no. De hecho, me sorprendió lo positiva­mente que fue recibido, porque es un estilo desnudo, muy simplificado, y hacía mucho tiempo que no se re­presentaba a Batman en esa manera. Así lo que parece haber ocurrido, lo que realmente no podía prever cuando lo dibujé, era que tendría un enorme efecto en cómo querrían que se dibujara a Batman desde ese momento en adelante."



 
Página a lápiz del número 407 de Batman, la cuarta y última parte de Year One.



Viñeta de Batman nº 405



DAREDEVIL ya es el pasado, pero Mazzucchelli si­gue unido a Miller en ese frenesí por llevar más lejos a los superhéroes, frenesí aplaudido por críticos y chava­les en la segunda mitad de los ochenta. Su siguiente tra­bajo son cuatro números de BATMAN en los que se rela­tan, de manera libre, los primeros pasos del Señor de la Noche. Si con BORN AGAIN Mazzucchelli había reco­gido respeto y reconocimiento, con BATMAN: AÑO UNO despierta el asombro y la maravilla. Esta versión del ori­gen del Hombre Murciélago es sorprendente por sí misma, por la energía y el poder intrínsecos que posee, pero también es sorprendente por lo distinta que resulta de todo lo que hacen los demás, y también de lo que ha­bía hecho antes el propio Mazzucchelli. Se podrá obje­tar que sólo es una evolución respecto al estilo de DAREDEVIL, pero, en cualquier caso, es una evolución rápida, un salto, algo que no resulta habitual en el comic de superhéroes, donde mantener y pulir delicadamente un estilo, una firma, es uno de los primeros pasos para ganarse clientes.

De nuevo estamos en una historia de personas rea­les. Si en BORN AGAIN Ben Urich tenía un papel desta­cado, en AÑO UNO el teniente Jim Gordon es el autén­tico protagonista (y aunque Gordon y Urich son ambos el mismo tipo de personaje -edad media, traje, gabar­dina, gafas, faz seria...- ¡qué incofundiblemente distin­tos los dibuja Mazzucchellil). Y de personas está lleno este trabajo. Del atribulado Gordon, y la incauta sar­gento Essen, y el infame Bruce Wayne, y la solitaria Selina, y el comisario Loeb, cuya cara rezuma maldad. Batman no es un atleta griego haciendo gráciles escor­zos por las escaleras de incendios, como Daredevil. Batman es un hombre grande con un traje ajustado. Y la visión que Mazzucchelli hace de Batman, como la que hace de Catwoman o de Gotham City, va a trasto­car completamente al personaje hasta el día de hoy, al menos.

Además de abundar en virtudes ya exhibidas ante­riormente, como la elegante distribución del espacio en la página, la excelente composición de las viñetas o la narrativa sin tropiezos, virtudes que no se separan de Mazzucchelli en toda su obra, anterior o posterior, el dibujante demuestra un ansia de renovación artística que no cuadra con las exigencias industriales de un me­dio adocenado. El estilo rompe con lo visto hasta ese momento (Mazzucchelli opina que a cada historia le va un estilo diferente, pero, ¿quién tiene capacidad para seguir ese ideario?). Ahora entramos en un mundo bru­moso a lo Alex Toth o José Muñoz, un mundo en blanco y negro, un mundo de manchas, irreal y artifi­cioso, donde los ojos del artista han puesto un filtro ante nuestra mirada. AÑO UNO es realmente un tebeo en blanco y negro, y el soberbio trabajo de la colorista, Richmond Lewis, compañera del dibujante, tiende a reducir el mal efecto que podía causar en estas viñetas el uso de la cuatricromía. Mazzucchelli investiga bus­cando soluciones económicas. Menos es más. No se trata de llenar de tinta la página, se trata de arrancar de la hoja las masas que nos evocan algo ocurrido hace tiempo en una ciudad.

En 1988, en MARVEL FANFARE nº 40, aparece una historieta del Angel con guión de Ann Nocenti y dibujos de David Mazzucchelli. Son sólo catorce páginas, ca­rentes de acción y protagonizadas por una ancianita que recoge al hombre-X herido. Mazzucchelli ha vuelto a cambiar de huella, y ahora toma prestado mucho de otro de los grandes clásicos americanos: Harvey Kurtzman. La historia evoca aquellos deliciosos relatos de ciencia ficción que Kurtzman cocinaba en los 50 para EC. Los colores los pone David Hornung, colaborador futuro de RUBBER BLANKET. Esta historieta sirve para constatar el desconcierto de los seguidores de Mazzucchelli, que pueden preguntarse si el dibujante tiene realmente estilo propio. También da idea de la asfixia de Mazzucchelli en los terrenos vallados que le ofrece el comic de superhéroes. Por último, es su trabajo final en esta etapa de aprendizaje comercial, y no volveremos a saber nada de él hasta unos años más tarde, cuando todos temíamos ya que el suyo había sido un paso fugaz por el mundo del comic.

RUBBER BLANKET
 El artista libre
"DAREDEVIL fue algo así como mi estudio de licen­ciatura en los cómics. y BATMAN fue como mi doctorado. Y ahora estoy haciendo aquello para lo cual estudié todo eso'

La génesis de RUBBER BLANKET, así como las motivaciones de Mazzucchelli para embarcarse en esta arriesgada travesía, están perfectamente explicadas por el autor en la entrevista que aparece en este mismo nú­mero, así que no derrocharé espacio repitiendo sus pa­labras. Respecto a RUBBER BLANKET como producto, como vehículo de papel: sólo tocarlo ya es un placer. Respecto a la tripulación que acompaña al capitán




Chiaroscuro



nante. Además, el dibujo parece más original y más ma­duro que nunca. Tal vez sea sólo otra de sus muchas máscaras, pero esta vez tiene un aspecto muy real. Si en "Near Miss" aparecía un hombre abrumado por el infi­nito, y en "Dead Dog" los personajes están abrumados por el paso del tiempo, en "Discovering America" es la geografía, el espacio, lo que agobia al protagonista. Chris fabrica un globo terráqueo gigantesco y vive una historia de amor frustrante. Sus obsesiones (la mujer, el globo) le apabullan. El hombre intenta dar sentido a las percepciones que tiene del mundo, pero ni en su globo ni en la vida real las medidas se ajustan a los modelos ordenados que él inventa en su cabeza, y cada vez re­sulta más difícil evitar que la ficción se desmorone. Por fin su ilusión es destruida, al igual que el globo. Es la única manera de rehacer la locura que le mantiene cuerdo. En esta tendencia de historias tristes con seres solitarios enfrentados con angustia a su percepción de un mundo demasiado grande para ser comprensible, po­demos incluir también "Big Man" (nº 3, 40 págs.), aun­que un cierto tono de fábula sencilla le da una peculiar personalidad. Blanco y negro con un segundo color, gris, ahonda en el camino que Mazzucchelli ha venido abriendo desde el primer número de RUBBER BLANKET, con un dibujo cada vez más libre de lo inne­cesario, cada vez más elemental y menos complaciente. Unos niños encuentran a un gigante en la playa. El gi­gante es adoptado por un granjero, Peter (que viene a ser primo lejano de Steven y Chris, aunque con un sen­tido de la familia y de la comunidad, de los demás, que los otros dos no tenían). Sobre un esquema muy repe­tido, Big Man (que no habla ningún idioma conocido) pri­mero es temido por los campesinos. Luego, cuando de­muestra su valía ayudando en el campo, es aceptado como uno más, y, como buena criatura de Frankenstein, traba amistad sencilla con la hija de Peter, Rebecca. Más tarde, un accidente atrapa bajo un tractor a un la­brador, y sólo puede ser rescatado por los enormes músculos de Big Man. Sin embargo, tan terrible demos­tración de fuerza sobrenatural llena de pavor a los alde­anos. La policía acude a buscarlo, se produce un malentendido, hay un tiroteo, Big Man es herido, mata a los dos agentes y se pierde para siempre en el bosque. Una historia sabida, tal vez, pero que Mazzucchelli utliza para que Peter, un hombre de familia y un hombre de campo, abra los ojos al mundo y se pregunte si sabe algo del amor, si sabe algo de la naturaleza, si el miste­rio no seguirá intacto. El mundo es demasiado inconteni­ble para que nosotros lo comprendamos y eso, según Mazzucchelli, es desolador.

CUATRO PALABRAS MAS


Revisando en su totalidad la obra de David Mazzucchelli, sólo un defecto cabe reprocharle: ha he­cho demasiado poco. Apenas un puñado de tebeos de superhéroes (unos treinta), y tres entregas de RUBBER BLANKET en tres años. Es mucho menos de lo que ne­cesitamos. Pero, por supuesto, hay otros valores aparte de la cantidad. Ahora podía vivir un cómodo reinado en Marvel o DC, convertido en otro Neal Adams, creador de influencias, diseñador de modas y maestro de novicios. Pero Mazzucchelli ha demostrado ser inteligente, capaz, valiente, voluntarioso e inquieto. En UNDERSTANDING COMICS, Scott McCloud habla de un "sendero de seis pasos" para "la creación de cualquier obra en cualquier medio". La mayoría de los artistas, incluso los más ex­pertos y dotados, sólo son conscientes de sus decisiones en los cuatro pasos más externos del proceso (idioma, estructura, habilidad y superficie). Apenas un puñado de artistas llegan al límite de esos cuatro pasos y se aso­man conscientemente a los dos primeros pasos, los fun­damentales (idea o propósito y forma), para abordarlos de frente y hacerse la pregunta "¿por qué estoy haciendo esto?" Es la categoría en la cual McCloud situa a los ex­perimentadores de la forma (McCay, Spiegelman etapa vanguardista, Herriman, Sterret, Moebius) y a los gran­des narradores (Schulz, Barks, Hergé, Eisner). David Mazzucchelli todavía es joven, y esperamos de él, si la Fortuna es bondadosa, muchas más páginas. Así, dentro de unos años, por fin sabremos si pertenece a alguna de las dos categorías, o si las dos le pertenecen a él.



Viñeta de Big Man, en el tercer nº de Rubber Blanket.



Viñeta de Big Man


David Mazzucchelli
Bibliografía Esencial



BATMAN # 404-407 (DC, 1987)
BATMAN # 1-3 (Zinco)
DAREDEVIL # 206, 208-217, 220-222, 225-233 (Marvel, 1984-86)
DAREDEVIL#32-39 (Forum)
SPIDERMAN#99, 101-105, 108-117, 120-126, 129-131(Forum)
THE FURTHER ADVENTURES OF INDIANA JONES # 14 (Marvel, 1984)
LAS NUEVAS AVENTURAS DE INDIANA JONES# ?? (Forum)
MARVEL FANFARE # 40 (Marvel, 1988)
PATRULLA-X Especial Verano 1989
MASTER OF KUNG-FU# 121 (Marvel, 1983)
RUBBER BLANKET # 1-3 (Rubber Blanket Press 1991-93)
STAR WARS# ?? (Marvel, ??)
X-FACTOR# 16 (Marvel, 1987)
FACTOR-X Especial Primavera 1989

Ha realizado además diversas historias cortas para las revistas DRAWN & QUARTERLY, SNAKE EYES y WORLD WAR 3.




revista Urich Vol.II nº3 Enero de 1993





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