domingo, 5 de agosto de 2012

Alexander Straulino

La belleza es atemporal

Magalí Bereguer & Federico Echevarría












Este joven y sorprendente fotógrafo ha nacido en Munich, pero aunque nacido bávaro, todos aquellos que se han ocupado de la todavía corta biografía de Strau­lino dicen que en realidad, en lo que se refiere a su fulgurante carrera de fotógrafo, todo se desencade­nó en 1995 en la romántica y misteriosa Praga, una ciudad en la que el muniqués y su amigo David Luther, todavía jóvenes estudiantes, estu­vieron instalados durante algún tiempo en el estu­dio de un fotógrafo checo. Es allí donde, al parecer, se despertó su vocación.

Es en los años finales del milenio, cuando Straulino comienza a realizar sus primeras y sor­prendentes fotografías. Porque, eso sí, desde el pri­mer momento una cosa es evidente en el trabajodel fotógrafo de Munich, su espíritu investigador, su afán por encontrar la respuesta adecuada al reto que presenta cada nueva imagen. Una investiga­ción en la que además todo aparece vibrante de fuerza, lúdico, pues como él mismo confiesa este bregar con las imágenes es como sentarse a jugar en la arena y divertirse de corazón.

Investigador, lúdico, pero al mismo tiempo firmemente anclado en la búsqueda de esa belleza que persigue de foto en foto. Audaz. Pero apasio­nadamente entregado a alcanzar su ideal fotográfi­co. Pues como dice alguien que le conoce muy bien, el impresor Erwin Rittenschober, a quien nuestro fotógrafo llama con admiración el Maestro de los colores, a Alexander Straulino no sólo le gusta coleccionar antiguos libros de fotografía, sino que









asegura encontrar en ellos, de vez en cuando, foto­grafías que sencillamente se adelantan a su tiempo y que, por ello, le sirven de inspiración. Sobre todo algunas fotografías de los años cuarenta, que expresan lo que él llama intemporalidad.

Y es que de una cosa está convencido el fotó­grafo de Munich: una fotografía de calidad sólo puede ser intemporal. Lo esencial, piensa Strauli­no, es lograr facilitar el acceso a una experiencia estética liberada de la opresiva dictadura del tiem­po. Lograr crear imágenes que lo que nos revelenen primer lugar sea precisamente nuestra -eterna­mente misteriosa- capacidad de imaginar.

Fotógrafo joven, impetuoso, experimentador. Pero, como decimos, en constante diálogo con lo arquetípico, con lo intemporal. Con lo que consi­gue que, pese a su evidente modernidad, se perci­ba también en su trabajo algo de clásico. Algo que le relaciona, efectivamente, con los grandes fotó­grafos de la década de los cuarenta del siglo pasa­do. Claro que, aunque singular, peculiar, es decir, fácilmente reconocible, no es Straulino fotógrafo de un solo tema, de una sola faceta.




Puede discernirse en su trabajo publicado hasta la fecha fotografías que de alguna manera se agrupan en constelaciones, en lo que podríamos considerar series, bien por su temática, por ejem­plo, los desnudos, o bien porque forman parte de un mismo proceso de investigación, de experimen­tación, por ejemplo, con los pigmentos o con esas singulares pinceladas de color que suele aplicar sobre los modelos.

Colores aplicados sobre el maquillaje de los personajes y modelos que posan para él o incorpo­rados en una u otra fase de la elaboración de la fotografía. A veces ambas cosas a la vez. En ocasio­nes para crear así iconografías casi abstractas, en otras, para explorar soluciones más narrativas, más teatrales. Como, por ejemplo, esos rostros conver­tidos por el polvo en piedra, pero con algo de este­lar, de cósmico, con las bocas muy juntas, como si se estuviesen transmitiendo el aliento, y con él, algo de la acongojada desazón que causa en noso­tros la belleza. Pero también, en esa misma serie, los rostros transformados en máscaras, en emble­mas del misterio.







Hay fotografías en las que lo que ha creado laboriosamente son atmósferas oníricas o surrealis­tas. Así, por ejemplo, todas aquellas imágenes en las que incorpora, entre volutas de humo, orquíde­as o caracoles. Pero también hay algunas otras fotografías, más directas, más crudas, en las que lo que puede discernirse son influencias estéticas sur­gidas del teatro de vanguardia y las perfomances.

Y por supuesto están las fotos de Straulino en las que lo que domina sobre todo es la aproxima­ción, el acercamiento... Hasta el fragmento del rostro, hasta la comisura de un labio o las pestañas de un ojo. Convirtiendo el segmento de figura en pinceladas expresivas de obras casi abstractas. Y aún ahí, el uso del color, emparentando también estos fragmentos de rostros con las máscaras.

Y luego, y ésta es sin duda una de las virtudes de este joven fotógrafo, está la sabia utilización

que sabe hacer de todos y cada uno de sus hallaz­gos realizados en estas fotografías, que podríamos considerar más experimentales, en las fotografías más evidentemente relacionadas con la moda, en las imágenes realizadas para éste o aquel cliente.

Sin duda alguna Alexander Straulino es un fotógrafo del que seguiremos oyendo hablar en las próximas décadas.

Nota: Todas las fotos van sin título.

Por cortesía:

Alexander Straulino

Playtime

Editado por Karsten Thormaehlen

Editorial Daab

Distribuidora Asspan





Album Letras-Artes nº97

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