La belleza es atemporal
Magalí Bereguer & Federico Echevarría
Este joven y sorprendente fotógrafo ha nacido en Munich, pero aunque nacido bávaro, todos aquellos que se han ocupado de la todavía corta biografía de Straulino dicen que en realidad, en lo que se refiere a su fulgurante carrera de fotógrafo, todo se desencadenó en 1995 en la romántica y misteriosa Praga, una ciudad en la que el muniqués y su amigo David Luther, todavía jóvenes estudiantes, estuvieron instalados durante algún tiempo en el estudio de un fotógrafo checo. Es allí donde, al parecer, se despertó su vocación.
Es en los años finales del milenio, cuando Straulino comienza a realizar sus primeras y sorprendentes fotografías. Porque, eso sí, desde el primer momento una cosa es evidente en el trabajodel fotógrafo de Munich, su espíritu investigador, su afán por encontrar la respuesta adecuada al reto que presenta cada nueva imagen. Una investigación en la que además todo aparece vibrante de fuerza, lúdico, pues como él mismo confiesa este bregar con las imágenes es como sentarse a jugar en la arena y divertirse de corazón.
Investigador, lúdico, pero al mismo tiempo firmemente anclado en la búsqueda de esa belleza que persigue de foto en foto. Audaz. Pero apasionadamente entregado a alcanzar su ideal fotográfico. Pues como dice alguien que le conoce muy bien, el impresor Erwin Rittenschober, a quien nuestro fotógrafo llama con admiración el Maestro de los colores, a Alexander Straulino no sólo le gusta coleccionar antiguos libros de fotografía, sino que
asegura encontrar en ellos, de vez en cuando, fotografías que sencillamente se adelantan a su tiempo y que, por ello, le sirven de inspiración. Sobre todo algunas fotografías de los años cuarenta, que expresan lo que él llama intemporalidad.
Y es que de una cosa está convencido el fotógrafo de Munich: una fotografía de calidad sólo puede ser intemporal. Lo esencial, piensa Straulino, es lograr facilitar el acceso a una experiencia estética liberada de la opresiva dictadura del tiempo. Lograr crear imágenes que lo que nos revelenen primer lugar sea precisamente nuestra -eternamente misteriosa- capacidad de imaginar.
Fotógrafo joven, impetuoso, experimentador. Pero, como decimos, en constante diálogo con lo arquetípico, con lo intemporal. Con lo que consigue que, pese a su evidente modernidad, se perciba también en su trabajo algo de clásico. Algo que le relaciona, efectivamente, con los grandes fotógrafos de la década de los cuarenta del siglo pasado. Claro que, aunque singular, peculiar, es decir, fácilmente reconocible, no es Straulino fotógrafo de un solo tema, de una sola faceta.
Puede discernirse en su trabajo publicado hasta la fecha fotografías que de alguna manera se agrupan en constelaciones, en lo que podríamos considerar series, bien por su temática, por ejemplo, los desnudos, o bien porque forman parte de un mismo proceso de investigación, de experimentación, por ejemplo, con los pigmentos o con esas singulares pinceladas de color que suele aplicar sobre los modelos.
Colores aplicados sobre el maquillaje de los personajes y modelos que posan para él o incorporados en una u otra fase de la elaboración de la fotografía. A veces ambas cosas a la vez. En ocasiones para crear así iconografías casi abstractas, en otras, para explorar soluciones más narrativas, más teatrales. Como, por ejemplo, esos rostros convertidos por el polvo en piedra, pero con algo de estelar, de cósmico, con las bocas muy juntas, como si se estuviesen transmitiendo el aliento, y con él, algo de la acongojada desazón que causa en nosotros la belleza. Pero también, en esa misma serie, los rostros transformados en máscaras, en emblemas del misterio.
Hay fotografías en las que lo que ha creado laboriosamente son atmósferas oníricas o surrealistas. Así, por ejemplo, todas aquellas imágenes en las que incorpora, entre volutas de humo, orquídeas o caracoles. Pero también hay algunas otras fotografías, más directas, más crudas, en las que lo que puede discernirse son influencias estéticas surgidas del teatro de vanguardia y las perfomances.
Y por supuesto están las fotos de Straulino en las que lo que domina sobre todo es la aproximación, el acercamiento... Hasta el fragmento del rostro, hasta la comisura de un labio o las pestañas de un ojo. Convirtiendo el segmento de figura en pinceladas expresivas de obras casi abstractas. Y aún ahí, el uso del color, emparentando también estos fragmentos de rostros con las máscaras.
Y luego, y ésta es sin duda una de las virtudes de este joven fotógrafo, está la sabia utilización
que sabe hacer de todos y cada uno de sus hallazgos realizados en estas fotografías, que podríamos considerar más experimentales, en las fotografías más evidentemente relacionadas con la moda, en las imágenes realizadas para éste o aquel cliente.
Sin duda alguna Alexander Straulino es un fotógrafo del que seguiremos oyendo hablar en las próximas décadas.
Nota: Todas las fotos van sin título.
Por cortesía:
Alexander Straulino
Playtime
Editado por Karsten Thormaehlen
Editorial Daab
Distribuidora Asspan
Album Letras-Artes nº97
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