La mirada indiscreta
Fotografo consagrado, Elliot Erwitt ha ido coleccionando una serie de imagenes a medio camino entre la fotografçia de prensa y su personal vision de las cosas, hoy recopiladas en su libro Personal Exposures
Estados Unidos, 1962
Estados Unidos, 1955
Gracias a Benito Mussolini soy americano. Mis padres tuvieron que abandonar Rusia después de la revolución. Yo nací en Francia y fui bautizado con el nombre de Elio Romano Ervitz-Romano porque mi padre había asistido durante un tiempo a la universidad de Roma y supongo que le gustaba. Pasé mis primeros 10 años en Italia, pero el fascismo nos hizo marchar en 1938. Acabé, con mi padre en 1941, en Los Ángeles, en el sur de California. Finalmente, mi madre nos siguió y todavía vive allí. Por aquel entonces el matrimonio había terminado hacía ya tiempo.
En Italia, mi padre quiso convertirse en arquitecto después de terminar su carrera, pero eso no traía comida a la mesa, así que comenzó con los negocios. A la edad de 65 años se convirtió en fotógrafo porque, según dijo, quería seguir los pasos de su hijo, y hay que reconocer que no es malo. En 1960 mi madre empezó en una escuela de Los Ángeles porque quería aprender a pintar. Su abuelo era un pintor de segunda fila en Rusia y se dedicaba a paisajes marinos: dibujaba una línea en el horizonte y después algo de mar, lo recortaba y lovendía. Mi hijo mayor es un fotógrafo de calle en Nueva York; por cierto, muy bueno. Por todo ello deduzco que algo anda suelto en nuestros genes.
La timidez me ayudó a convertirme en fotógrafo. Cuando estaba en el instituto descubrí que una cámara te introduce en lugares a los que no perteneces; entonces se trataba de bailes de fin de curso, ahora es en la Casa Blanca o en las habitaciones traseras del Kremlin. Mi primera cámara fue un viejo aparato de placas que compré cuando tenía 14 años como un objeto en sí mismo. Como me vi obligado a ganarme la vida a los 15 años, empecé a trabajar en un laboratorio fotográfico y me dediqué a hacer copias de fotos de artistas. Entonces conseguí una Rolleiflex, la cámara del momento. Mi dentista fue mi primer cliente.
Una fotografía de Henri Cartier Bresson en una estación de ferrocarril llamó mi atención desde las páginas de un libro técnico. El humor, la composición rectangular, la casualidad de todo ello me atrajeron. Apareció ante mí como una escena asequible a cualquiera. No necesitabas modelos, no tenías que organizar nada y no se re-
Las Vegas, Nevada (Estados Unidos), 1954
Neuilly (Francia), 1952
quería nada especial, excepto un equipo personal para registrar las cosas. Así que pensé que era una vía interesante a recorrer. Esa fotografía fue toda una revelación.
Me fui del sur de California porque no me aportaba nada. En Nueva York, Edward Steichen me ayudó mucho. Él me consiguió mi primer trabajo. También conocí a Robert Capa, que dirigía su pequeña agencia, que había fundado con un grupo de fotógrafos y de la que yo nunca había oído hablar. Por aquel entonces marché al Ejército, y Capa me invitó a visitarle en París. Mientras estaba de servicio en Francia llegué a enseñarle algunos de los trabajos que había realizado para diversas revistas, así que cuando me fui del Ejército, en 1953, sabía ya que la agencia Magnum estaba formada por un prestigioso y selecto equipo. Fue quitarme el uniforme y firmar con Magnum 20 minutos después.
Mi primer éxito importante llegó cuando estaba todavía en el Ejército. Llevaba siempre en el bolsillo de mi mono una Leica de objetivo plegable, así que hice montones de fotos de soldados descansando. La revista Life anunció un concurso y yo me presenté, y así fue como gané con un pequeño reportaje titulado Cama y aburrimiento. Gané 1.500 dólares, una cantidad astronómica en aquel tiempo.
Yo no estoy especializado en esta profesión tan especializada. Algunos clientes no saben muy bien cómo catalogarme, otros quizá piensan que me he muerto porque he estado perdido por ahí durante tanto tiempo. Además, me he mantenido alejado de este tema durante los últimos seis años porque me he concentrado en hacer películas.
La mayoría de la gente hace muy bien en no querer que le saquen fotos. A mí no me haría ninguna gracia que alguien me
Bakersfield, California (Estados Unidos), 1983
New Haven, Connecticut (Estados Unidos), 1955
plantara una cámara en las narices. Yo trato de ser rápido para que los fotografiados no se den cuenta. No lo hago por sentimiento de culpa, tampoco porque tenga la impresión de utilizar a la gente contra su voluntad, pero lo paso mal si pienso que puedo molestar a alguien (y todavía podría sufrir más si me dieran una paliza). Además, pienso que hay que jugar limpio y no herir los sentimientos de nadie.
Es un poco embarazoso, pero utilizo el siguiente truco al hacer retratos por encargo: llevo siempre la bocina de una bicicleta en mi bolsillo y cuando alguien se muestra desagradable o rígido, la hago sonar. Reconozco que es un truco que suena algo tonto, pero el hecho es que elimina barreras y funciona. Bueno, excepto en cierta ocasión, que fui a hacer una foto a los directores de una empresa, sentados en torno a una enorme mesa oscura, rodeados de paneles de caoba y con mirada ceñuda. Saqué mi bocina y la hice sonar, pero nadie cambió de expresión, excepto el relaciones públicas, que me miró como si le fuera a dar un ataque... Nunca me pidieron que volviera. Sin embargo, este truco funcionó con Jruschov. Yo quería que girara la cabeza y me mirara, así que toqué y él giró la cabeza buscando ese sonido extraño, y fue entonces cuando apreté el disparador e hice la foto. No le molestó.
Como free-lance trabajas dos veces más, porque cuando no haces nada estás preocupado por el próximo trabajo que te puede surgir. Alguna gente no soporta esa inseguridad, pero a mí nunca me preocupó. Yo he sido feliz. He tenido una gran vida: Venecia, París, Tokio... y no necesito pagar las facturas a final de mes. He tenido todo tipo de responsabilidades, tres mujeres y seis hijos.
Las primeras fotos publicadas sobre perros fueron hechas en 1946. Este animal como tema me parecía divertido. Corno tengo la costumbre de mirar los contac-
Carolina del Norte (Estados Unidos), 1950
Moscú (Unión Sovietica), 1959
tos con cierta frecuencia, un buen día me di cuenta de que en ellos había un montón de perros. Fue así como empezó ese asunto. Uno de los primeros trabajos relacionados con el tema lo hice para The New York Times Sunday Magazine, sobre zapatos femeninos. Decidí fotografiarlos desde el punto de vista de un perro, precisamente porque los perros ven más zapatos que nadie.
En realidad, prefiero fotografiar perros franceses. Siento que tienen personalidad, si bien no puedo decir por qué... No se trata de una personalidad a nivel nacional, sino de un cierto rasgo de carácter. Por ejemplo, no viajaría precisamente a América Central o a América del Sur para hacer fotos de perros porque son las criaturas más miserables de la Tierra, pero cuando estoy allí siempre les dedico algún tiempo.
Algunas veces el humor está en la fotografía y no en la escena que se está fotografiando. Quiero decir con esto que uno puede hacer una foto de una situación maravillosa y resultar algo sin vida que no refleja nada. Sin embargo, se puede tomar una instantánea de alguien que se está rascando la nariz y revelarse como una gran foto. Lo que ocurre en la escena en una determinada situación y lo que se refleja en la fotografía pueden ser dos cosas completamente diferentes.
La cámara crea una barrera entre la experiencia y yo. Recuerdo, por ejemplo, que en cierta ocasión tenía que fotografiar una operación de cáncer. El día anterior fui a ver cómo lo hacían para saber lo que me esperaba, pero, cuando empezaron a sacar los pulmones ensangrentados, el cirujano se dio cuenta de que yo estaba a punto de desmayarme y ordenó que me marchara. Sin embargo, al día siguiente, con mi cámara en la mano, ya no me importaba nada. Cualquier cosa,
Nueva Jersey (Estados Unidos), 1951
Colorado Estados Unidos, 1955
por muy horrible y peligrosa que fuera, la reflejaba la cámara. Yo estaba al otro lado.
No puedo librarme de la definición de mi obra como antifotografia. Esto lo inventó un redactor publicitario amigo mío y, por cierto, muy inteligente. Pensé que era una frase con garra y tuvo éxito. Mucha gente me recuerda como antifotografia, así que esa palabra cumplió su cometido, aunque ya pertenece al pasado.
Durante 40 años hice fotos personales porque me gustaba. Hace ahora 20 años se convirtieron de repente en algo rentable. No sólo en lo que a mí respecta, claro está. Las copias del mismo Ansel Adams, que se ofrecían por unos cuantos dólares en las tiendas de regalos de Yellowstone y Yosemite Park, empezaron a venderse a 20.000 dólares en las galerías de lujo y en las subastas. Entonces ocurrió otra cosa increíble: los expertos querían comprar copias en grandes cantidades para gente que buscaba un escape a sus impuestos, que las conservaba durante un determinado tiempo legal y luego las donaba a una institución, una biblioteca o un museo. En esa racha de suerte compré yo mi casa en East Hampton, Nueva York.
Claro que hay personas que compran mis fotos porque en realidad les gustan. Tal vez éste podría ser el secreto: la fotografía es la profesión del hombre perezoso. No tienes que ensayar, como en el caso de un músico, un médico o un bailarín. Sólo tienes que poseer la modesta capacidad de lograr el orden y composición, o encontrar el equilibrio justo. En ocasiones puedes descubrir un mensaje en lo que haces y esto es suficiente. Estar en el sitio adecuado y en el momento preciso también puede ayudar.
Hay dos tipos de composición: la enmarcada con el visor y la composición en la foto, con su propia dinámica. La segunda puede estar allí aunque la primera condición no esté lograda. Yo no estoy contra el hecho de cosechar cuando
Brastk, Siberia (Union Sovietica), 1967
Nueva York (Estados Unidos), 1977
sea verdaderamente necesario. Hay gente que se muestra fetichista con este tema, pero yo no creo que sea inmoral. Claro que es mucho mejor no tener que hacer eso si encuentras la dinámica de la composición de la foto y la casas con la composición en el visor. No olvido una frase de Flaubert: "Una obra de arte nunca está terminada, tan sólo abandonada".
Raras veces compongo las fotos; simplemente, las espero... Dejo que se tomen su tiempo. En ocasiones pienso que algo puede ocurrir y espero. Eso es lo maravilloso de la fotografía: las cosas pueden ocurrir. No se trata de que yo esté en contra de la escenificación ni de nada de eso, siempre y cuando no se hagan trampas o se engañe. Cuando se está esperando, también en cierto modo se están componiendo las cosas y manipulando. Uno se prepara para encuadrar el acontecimiento cuando éste ocurra y del modo que uno quiere enfocarlo. Quizá al decir todo esto me estoy contradiciendo, pero qué más da...
Los fotógrafos con vocación trabajan con su propia sensibilidad, con el instinto y la experiencia. Permanecen atentos a todo lo visible. El fotógrafo con vocación mira, mira otra vez y vuelve a mirar, porque ésa es la base fundamental de la fotografía. Y eso es todo... Mirar y crear tus propias conexiones.
Tengo mis fotos favoritas. La que tomé en el palacio Matrimonial en Bratsk, en Siberia, es mi regalo de bodas para mis amigos cuando se casan, porque es algo divertido. Quizá debido a mi propio récord matrimonial, esa foto parece sugerirme el destino inevitable de la mayoría de los matrimonios. ¿No es divertida?
No me interesan los paisajes; tan sólo la gente. Además, me gustan las flores de plástico. Me atrae de forma especial América del Sur. La gente tiene
Nueva York (Estados Unidos), 1953
Kent (Reino Unido), 1968
esa maravillosa manera de ser, tan afable... hasta que tocas algo que supuestamente no deberías haber tocado y entonces puedes ver la dureza debajo de esa máscara de maneras delicadas. Pero me gusta esa superficie, porque, siendo fotógrafo, trabajo con esa superficie más que con otra cosa. Lo que parece ser es precisamente con lo que yo funciono.
Hay una gran diferencia entre la simple cámara que no es Reflex y la cámara de perspectiva directa (como un visor Leica) o una simple lente de cámara Reflex. Con una Reflex tiendes a hacer la foto en la cámara; con la otra tienes que ver la foto y hacer un marco alrededor. La cámara con telémetro también es más rápida en el enfoque y hace menos ruido, y además es más pequeña, pero esas ventajas no son tan importantes como la diferencia fundamental.
Sencillez. Tengo un gran arsenal en mi equipo para mi trabajo como profesional, pero de forma informal utilizo una lente de 50 milímetros, en ocasiones de 90. Me gusta trabajar con un solo tipo de película cada vez porque me equivoco fácilmente. Cuando mezclo las películas, normalmente me confundo y disparo con la que no es. TRIX es la que más utilizo. No me gustan las pruebas; prefiero que sean otros fotógrafos los que las hagan y me den los resultados. Yo confío en ellos. En los casos de objetivo angular, teleobjetivo o filtros de color que tiran a rosado hay que poner interés cuando allí no hay ninguno. Puedes obtener un resultado que nada tiene que ver con la observación. He hecho muchas cosas difíciles por encargo, pero esto es trabajo; puede incluso resultar divertido, pero yo prefiero algo completamente diferente, algo que va más allá de la obediente creatividad.
Yo no hago fotos en color para mis exposiciones personales. El color es para trabajar. Mi vida es ya demasiado complicada, así que me limito al blanco y negro; ya es bastante. A blanco y negro queda reducido lo esencial, es mucho más dificil acertar. El color funciona mejor para la información.
Las ideas, esos hermosos entretenimientos que pueden aparecer en una conversación y en la fase de seducción, tienen muy poco que ver con la fotografía. La fotografía es el momento, la síntesis de una situación, un instante en el que todo se une. Es el fugitivo ideal.
El ojo fotográfico probablemente no se puede aprender, o por lo menos no a nivel profundo. Es a través del ojo, pero se trata también del corazón. Creo que tengo un buen ojo fotográfico para los trabajos de los demás, aunque en ocasiones no valoro rápidamente mis propias fotos. Años después, cuando ha pasado mucho tiempo sobre ese material que yo pensaba que no valía nada, lo vuelvo a mirar y puedo ver que parte de él es muy bueno o al revés.
Mis fotos son en cierto sentido políticas, porque están pensadas para mostrar la comedia humana. ¿Acaso eso no es política? Si se me hubiera preguntado quién me gustaba menos, si Nixon o Johnson, lo hubiera tenido difícil para dar una respuesta clara y concisa. Johnson era la personificación de la vulgaridad, pero ¿puede apreciarse eso en las fotos?
No ha habido nadie más anti-Níxon que yo; sin embargo, hice una foto que alguna gente consideró de gran ayuda para él. Westinghouse me envió a Moscú en 1959 para hacer unas fotos de sus neveras en una exposición industrial. Claro que yo intentaba ver otras posibilidades fotográficas en la Unión Soviética al mismo tiempo. El vicepresidente Nixon estaba en esa ciudad, haciendo manifestaciones tan estúpidas como: "Vosotros coméis repollo, y nosotros, buena carne". Jruschov, que estaba hasta las narices, dijo algo así como: "Vete a joder a mi abuela", una
Reno, Nevada (Estados Unidos), 1960
Pittburg, Pennsylvania (Estados Unidos), 1950
vieja expresión que no suena tan fuerte en ruso como en inglés, pero que también significa "vete a la mierda". Nixon actuaba para la Prensa americana y Jruschov se mostraba como era, porque por ese tiempo los soviéticos no tenían una cobertura de prensa de tipo informal y no entendían realmente las relaciones públicas. Mi foto encantó a la gente de Nixon, claro está, y es posible que fuera el origen de la carrera de William Safire, relaciones publicas de los grandes almacenes Macy, que vio inmediatamente que esa foto podía dar la imagen del Nixon que buscaba, es decir, un tipo lo bastante fuerte como para poner en su sitio a los rusos. La copia le cayó en las manos a alguien y la utilizaron en la campaña de 1960... sin mi permiso. Yo estaba muy enfadado, pero no podía hacer nada.
La suerte, de forma completamente casual, hizo que lograra una de las primeras fotografías de los misiles en la Unión Soviética, en 1957, durante el desfile del 40º aniversario de la Revolución de Octubre. Yo hablo algo de ruso, y me insinué a un equipo de televisión soviética con tal suerte que atravesé tres filas de guardias que rodeaban la plaza Roja. Como es de suponer, no le estaba permitida la entrada a ningún extranjero, y mucho menos a fotógrafos extranjeros. Hice las fotos y telefoneé a Life. Las revelé en mi habitación del hotel, de modo que no pudieran ser destruidas por los rayos X en el aeropuerto. Life organizó un equipo de laboratorio y nos pusimos de acuerdo para encontrarnos en Helsinki, en donde se hicieron copias a toda velocidad y fueron distribuidas como una gran primicia mundial.
Participé varias veces en las coronaciones del sha de Irán, que se había coronado a si mismo tan a menudo que no podía contar con la asistencia de invitados de real importancia.
Asistían tan sólo estrellas de cine de segunda fila, oficiales de banca y gente similar. Se parecía a Imelda Marcos dando grandes fiestas, pero la mejor de todas fue la de Persépolis por el supuesto 5.000º aniversario de la monarquía. Todo el mundo recuerda las tiendas especiales colocadas para la ocasión; eso sí, no estaba permitido entrar en ninguna de ellas si no se era jefe de Estado o peluquero. Es verdad. Los peluqueros eran para las esposas de los jefes de Estado, o quién sabe si para ellos mismos.
Rara vez he hecho una exposición de Marilyn Monroe, pero la gente consigue las fotos de todos modos. De hecho se convirtió en una de mis obras más vendidas. Físicamente era una mujer poco atractiva, de una belleza prefabricada, pero era increíblemente inteligente, sensible y deseable.
Para el trabajo acostumbro a utilizar una cámara con un teleobjetivo cuando es necesario.
No necesitas perder mucho tiempo editando, porque haces varias fotos. No hay nada inesperado, sabes lo que el cliente quiere antes de hacerlo. A menudo cuentas con un boceto a seguir, y si es un trabajo publicitario, le muestras al director de arte de la agencia y al cliente una Polaroid, que equivale a una cinta de vídeo; lo demás es cosa hecha. Te pagan un montón de dinero, que sobrepasa el esfuerzo realizado y la capacidad necesaria, y estás seguro de tu éxito. A esto le llamo ganarse la vida. Es incluso divertido, y para los raros clientes de excepción hago fotos en las que es básico buscar lo inesperado. Es como pescar: el resultado demuestra que ese riesgo, normalmente, vale la pena.
En cualquier caso, no tienes que luchar con tu cámara o razonar con ella. Tienes que ponerte detrás, enfocar y acordarte siempre de utilizar una exposición larga en la puesta de sol.
El Pais Semanal
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