sábado, 23 de junio de 2012

El Cómic y la Lietratura




Vittorio Giardino con su personaje Max Fridmann en el comic "La Puerta de Oriente"




Jaime Pedrol  Profesor de literatura

Me llamó mucho la atención el título de aquel libro que parecía gritarme desde el fondo del escaparate: Querido Corto Maltés. No pude resistir la tentación y hube de entrar en la librería y comprarlo. No voy a analizar aquí la novela de Susana Fortes, no viene al caso, pero sí he de hablar de lo que aquel título me sugi­rió. Hay en él una clara incitación a la aventura a través de un personaje mítico en el mundo de la historieta; un persona­je al que sus lectores siempre hemos deseado parecernos y emular. Ese perso­naje que en los albores de mi primera juventud me arrastraba a la lectura y compartía espacio en mi biblioteca con otros "más literarios" (el coronel Aureliano Buendía, el Piioaparte o Andrés
Hurtado, por ejemplo). ¡Más literarios! ¿Pero hay ciertamente algo que pueda más literario que el personaje de Hugo Pratt? Es muy clara la vinculación del cómic a la literatura, al menos de un determinado tipo de cómic; el hecho de que se trate de narración de aconteci­mientos a través de personajes delimita claramente ese ámbito narrativo que por fuerza es o resulta literario. Sin embargo a pesar de esta clara vinculación los espe cialistas y estudiosos han pasado como d puntillas sobre el tema, sin abordarlo seriamente y, así, dando por sentada esa influencia, que por otro lado resulta evi­dente, se han centrado más en las cone­xiones que existen entre el cine y el cómic. Podríamos decir que la literatura, como el valor, se ha dado por supuesta en el mundo de la historieta. En cualquier caso, ese estudio, que está por hacer, traspasaría con mucho las pocas líneas de que aquí dispongo, pero desearía apuntar algunos rasgos que pueden resultar orientativos en este sentido.
En primer lugar, cabe señalar que resulta muy claro el influjo de la literatura en el cómic europeo en general, sobre todo en el francés y en el belga (recordemos a modo de ejemplo a



Jacques Tardi y su personaje Nestor Burma


Giardino o a Tardi) que encontraría en el personaje de Pratt, Corto Maltés, su mejor exponente. Es, pues, este personaje el que con mayor claridad manifiesta est influencia, como ya señalara Antoni Guiral (1) quien menciona explícitamente a London, Conrad, Melville y Stevenson como autores que inspiraron a Pratt. No obstante, ese carácter se observa en otro elementos como el dibujo sencillo y con­creto, sutil, que le da un "tono" muy lite­rario; también, y en gran medida, lo apre ciamos en la biografía con la que Pratt dota a su personaje que cumple todos los requisitos del héroe romántico.
En segundo lugar, tenemos también las historietas de la "serie negra" o policíacas que han sido vinculadas al apogeo de este género en el cine a partir, sobre todo, de 1945. Resulta imposible no recordar películas como El Halcón Maltés o Cayo Largo porque, en verdad, crearon escuela. Sin embargo, solemos olvidar con inusitada frecuencia que la popularidad de dicho género se produjo en América con anterioridad a su plasmación en el cine, de la mano de un puñado de escri­tores entre los cuales podemos destacar, entre otros, a Dashiell Hammet y S. Maugham. Fueron ellos quienes crearon una determinada forma de entender el género y sentaron sus bases, construyen­do esa atmósfera tan peculiar que tuvo su traslación al mundo del cine y del cómic.
Por último, me gustaría aventurar una idea que, tal vez, pueda sorprender a muchos. Probablemente algunos lectores no consideren como literaria esa línea de la historieta gráfica que podríamos llamar "vulgar" (sin un sentido peyorativo) o "cutre", recordemos como ejemplo el genial personaje de Makoki o muchas de as historias dibujadas por Pons (Marie Lanuit). Es cierto que, al menos en apa­-iencia, podrían resultar poco literarias por su trama un tanto desmadrada, tru y muchas veces sórdida, y por los ersonajes que suelen ser marginado o miembros del hampa; todo ello en un tono jocoso y ácido y destilando, además
de una importante dosis de mala leche, una evidente crítica de determinados comportamientos y actitudes sociales. Sí, se podría creer que no hay tradición lite­raria que ampare este tipo de historias; sin embargo, no es cierto. Debo recordar aquí que fue precisamente en nuestro país donde surgió un género literario que luego se extendería por toda Europa, me refiero, naturalmente, a la picaresca. Y los comics citados antes cumplen, al menos en gran parte, los requisitos del género: realismo, personajes marginados y crítica social y de las costumbres. Así, pues, de esto resulta que Makoki derivaría directa­mente de Lázaro de Tormes.
En definitiva, es clara la imbricación de la literatura y el cómic a través de distin­tos puntos en contacto y es, además, muy interesante analizar esa vinculación, por­que no podemos olvidar que ningún cre­ador, sea del ámbito que fuere, crea desde la nada: al contrario, todo artista parte de una tradición y se inserta en ella, ya sea para afirmarla o ya sea para negarla. 

Catálogo del 14º Salón del Comic de Barcelona 1996

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