sábado, 28 de abril de 2012

Alfonso en 16 fotografías

Primera fotografía 
Abd el Krim se dejó retratar el 1 de agosto
de 1922 en su casa de Axdir (Alhucemas),
dentro del campo enemigo. Alfonso tenía
19 años y había llegado a Marruecos para
fotografiar a los prisioneros españoles de
Abd el Krim.



El escritor José Martínez Ruiz le hizo la siguiente dedicatoria, de
la que el profesional se dice especialmente orgulloso: "¿Es todo la
luz en la fotografía? No. ¿Es todo la expresión? No. ¿Es todo la
actitud? No. En las fotografías de Alfonso está todo. Azorín.
Madrid, 1953". En 1921 comenzaron a verse imágenes firmadas
por Alfonso. Hoy, a los 85 años, este fotógrafo madrileño sigue
haciendo arte del retrato.
Texto: Javier Figuero Fotografías: Alfonso




De sobra saben los que co­nocieron al pequeño filó­sofo que no andaba su fuerte en la improvisa­ción y el discurso, y Alfonso, que alardea por igual de un arte sesudo y conocedor, correspondió al maestro, luego de mucho tratarle y conversarle, con una imagen cari­caturizada en la que su cara es una geografía de cóncavo perfil donde la frente es el gran promontorio y la boca el punto escondido y re­cóndito. El retrato de Azorín se in­cluyó en la primera muestra de ca­ricaturas fotográficas realizada en Madrid el año 1949, y para cuya consecución el firmante hubo de superar la cautela advertida por el padre: "Ten cuidado con esos se­ñores, que son muy señores".
En el padre reconoce hoy Al­fonso Sánchez Portela, Alfonso,historia viva del retrato gráfico del siglo, al mentor y al maestro. El progenitor, inicio de una dinastía inconclusa, dejaba ya en 1902, año de nacimiento de nuestro persona­je, un rastro pionero de reportero en periódicos como El Día, El He­raldo, Claridad, El Liberal u otros, y estaba a punto de alcanzar su cumbre profesional en trabajos como los del Barranco del Lobo, el crimen del capitán Sánchez o el Consejo de Ministros de Alfonso XIII que, presidido por el monar­ca, sirvió para anunciar la neutra­lidad de España en la guerra de 1914, primer recuerdo gráfico tam­bién de una reunión ministerial en España. Es decir, que nuestro en­trevistado nació con el objetivo de la cámara abierto y con ganas de empezar a cerrarlo en beneficio , del propio testimonio.
A partir de ahí, la vida de Al­fonso es una secuencia gráfica cuya rememoración, azoriniana en lo que tiene de negación a toda in­sistencia improvisadora, exige de la copia positivada para avanzar a su través. Entiendan, pues, los lec­tores que la única forma posible para ordenar la entrevista no po­día ser otra que ésta:
Primera fotografía: "Yo tenía 18 años cuando en julio del 21 se pro­duce el desastre de El Annual, y la apetencia es emular la gesta de mi padre. Llego a Marruecos sabien­do que el verdadero reportaje está en los prisioneros españoles que tiene Abd el Krim. Con el perio­dista Luis Oteiza logro meterme en una barcaza que hace contra­bando de tabaco y llegar a Aydire, en la bahía de Alhucemas. Al sa­ber que estamos allí, el jefe rebelde nos da ciertas facilidades, pero se niega a dejarse retratar por limita­ciones religiosas. Yo le hago ver que sin ello el trabajo carecerá de credibilidad, y llega un día en que me invita a almorzar. El tío saca una sandía, y mientras se la come va escupiendo las pepitas sobre lo que queda de ella. Por supuesto, supero la repugnancia 'Y al final cede a mi insistencia. No creí estar a salvo hasta que me veo en alta mar. Luego, en España, tuve difi­cultades con las autoridades mili­tares, y se habló de incoamos un proceso por inteligencia con el enemigo. El reportaje se publicó en todo el mundo, pero a mí no me dieron ni una peseta".
Segunda fotografía: "Yo, hasta en­tonces, me había dedicado a retra­tar tipos populares de Madrid, que, al amparo de mi padre, iba publicando en diversos periódicos de la época. Pero al ver lo de Ma­rruecos, mi padre me dice que ya puedo caminar solo. Todavía los acontecimientos me hacen volver en dos ocasiones a África; una, para el rescate de prisioneros, y otra, para hacer el desembarco de Alhucemas con Primo de Rivera. Al general ya le conocía porque había tenido que hacer su primer despacho con el rey en palacio. Llegué nervioso y me puse a pre­parar el magnesio. Entonces Al­fonso XIII me dijo: 'De eso nada, Alfonsito, que luego tú te vas y queda todo esto lleno de humo'. Total, que tuve que trabajar con luz natu­ral, pero como la mesa de despacho no estaba bien situada, por ello su majestad se ofreció a ayudarme en el traslado. Era un hombre muy campechano. Un día, al ir a inaugu­rar una presa, se volvió hacia mí y, señalando a las damas de la familia real que le seguían con dificultad, me dijo: 'Fíjate, parece la familia del tío Mereje'. Sí, era muy castizo".
Tercera fotografía: "Primo era un poco... bestia. Sus cinco minutos primeros eran insufribles, aunque
luego siempre acababa invitándote a una copa de vino. Yo era un noc­támbulo empedernido, y cierta madrugada en que voy por la Cibe­les con un grupo de amigotes se le ocurre decir a uno: '¡Pobre diosa, el frío que está pasando!'. Mi ami­go se metió en la fuente y puso so­bre ella su capa. Yo hice la foto y la publiqué. A la mañana siguiente fue inevitable un cierto cachondeo entre los peatones que veían a la estatua de aquella guisa. Primo me hizo llamar para pedirme el nom­bre del culpable. Yo le dije: 'No puedo confesarlo, porque es secre‑
to profesional'. Fue la primera vez que utilicé la expresión y me sentí muy orgulloso de ello. El general me amenazó, pero al final entró en razones. Tomamos el vino de ri­gor. Entonces me dijo: 'Y ahora, en la intimidad, Alfonsito, ¿quién fue?...'. Me mantuve en mis trece y entonces pidió: 'Por lo menos dile a ese tío que se pase por la co­misaría cercana al Congreso a re­coger la capa, que se estará mu­riendo de frío'. En fin...".





Segunda fotografía 
El dictador Primo de Rivera despacha
por primera vez con el rey Alfonso XIII
en el palacio de Oriente.



Tercera fotografía 
Un amigo de Alfonso le puso una capa a la Cibeles tras una
noche de copas. Primo de Rivera, enfadado, convocó a Alfonso
para preguntarle quién había sido, pero éste se negó a decírselo.



Cuarta fotografía 
Diciembre de 1930. Los firmantes del manifiesto republicano, en la cárcel Modelo, tras la sublevación de Galán en Jaca. Entre ellos están Alcalá Zamora, Maura, Fernández de los Ríos, Casares Quiroga y
Galarza. La foto se hizo con un teleobjetivo especialmente fabricado para la ocasión.



Cuarta fotografía: "Es diciembre de 1930, y están en la cárcel Modelo los firmantes del manifiesto repu­blicano a raíz de la sublevación en Jaca de Galán. Es una foto que hay que hacer, y logro pasar ins­trucciones a los interesados para que al salir al patio por la mañana se coloquen en un sitio y de una manera determinada. Me fabrico un teleobjetivo artesanal, y desde una ventana de la casa de enfrente saco al grupo: Alcalá Zamora, Largo Caballero, Miguel Maura, Fernández de los Ríos, Casares Quiroga y algunos otros... La foto se publica en muchos periódicos extranjeros, pero aquí lo impide la censura. Logré unos cuantos rea­les por ella".
Quinta fotografía: "Siguen intere­sándome mucho los tipos y lugares madrileños, y eso me une a Ramón Gómez de la Serna, a quien cono­cía del Pombo. Hacemos juntos una sección en el periódico Luz. Él me enseña a ver, porque yo antes miraba las cosas sin verlas. Hizo una greguería para mí: 'El humo de tu magnesio es el incienso de nues­tra posteridad'. Quedábamos to­das las tardes a las tres, pero el día que ocurrió la sanjurjada el perió­dico me ocupó en otra cosa. Ra­món me llamó cabreado. No se ha­bía enterado de nada: 'Ves', me dijo cuando le expliqué, 'una de las ventajas de trasnochar es que no te enteras de nada'. Era un genio".
Sexta fotografía: "Yo iba mucho a casa de Valle-Inclán a tomar café. Don Ramón solía recostarse en una chaise longue de esos cuartos turcos que tan de moda estaban y se ponía a leer el periódico. Así pude apreciar los agujeros que lle­vaba en la suela de los zapatos. Cuando le hice la foto, el defecto estaba en primer plano. Al verla publicada me dijo que era algo así como la frase de Larra: 'Escribir en España...' Era muy ocu­rrente".
Séptima fotografía: "Yo iba mucho al cafés de las Salesas, donde, entre otros, se juntaban conspiradores contra Primo. Pero a mí lo que me atraía de verdad era la figura de don Antonio Machado con su bas­tón, su sombrero, su desaliño... Le pedí permiso y me lo dio. Es un re­trato que ha dado la vuelta al mun­do, aunque hasta hace muy pocos años nadie lo firmaba. Si ante un desastre tuviera que rescatar uno solo de todos ellos, éste sería el elegido".




                                                    
Quinta fotografía 
Ramón Gómez de la Serna, fotografiado en una trapería por Alfonso, al que le unía una buena amistad. Juntos trabajaban en la revista Luz y ambos iban a las tertulias del café Pombo.


                                         
Sexta fotografía 
El escritor Valle-Inclán, fotografiado en su casa de Madrid leyendo el periódico sobre una cama turca.
Alfonso destaca el detalle de los agujeros en la suela de uno de sus zapatos.



Séptima fotografía 
Antonio Machado, fotografiado por Alfonso en el
café de las Salesas, de Madrid, al que acudía
diariamente. Es el retrato preferido del fotógrafo.







Octava fotografía: "A Lorca le traté poco. Un día me pidió que fuera a fotografiarle a su casa. Yo sabía eso que se decía de él, bueno, que si era tal o cual... Cuando llegué es­taba en batín. Me dijo: 'Voy a ves­tirme'. Pero le pedí que no lo hicie­se, pensaba que así se reflejaba más... Al acabar me advirtió: `Una mañana voy a ir por tu estu­dio para que me hagas un retrato más serio'. Y yo le dije: 'Éste es de verdad un retrato'. Ahí está el re­sultado".
Novena fotografía: "Unamuno era un señor muy dificil. Yo asistí a la última de sus clases en Salaman­ca. El aula estaba repleta de per­sonalidades... Empiezo a dispa­rar el objetivo y de pronto don Mi­guel deja de hablar, da un golpe con los folios en la mesa y dice:
`O acaba usted o acabo yo'. Que­ría que me tragara la tierra, por­que todo el mundo me miraba... Pese a todo, pude hacer la foto que quería. Al final, don Niceto Alcalá Zamora le preguntó: 'Don Mi­guel, ¿qué le hasía a uzté Arfonsito?'. El profesor se disculpó, pero yo ya conocía sus prontos. Re­cuerdo que una vez nos recibió a un periodista y a mí en la cama, y cuando, después de la entrevista, le preguntó aquél que si no quería levantarse para la foto, contestó: `Ustedes, ¿a qué han venido aquí, a hacerme una interviú o a sacar­me de la cama?'. Tenía un gran ca­rácter".
Décima fotografía: "Don Pío Baroja era como un padre. Ibas a hacerle un reportaje y te ofrecía una manta para que te la liaras a las piernas como él las llevaba. Cuan­do más susto pasé fue con la caricatura: yo había visto en un esca­parate una boina para la cabeza de un pequeño muñeco y quería hacérsela poner. Mi padre me dijo: 'Ten cuidado, que tiene muy mala leche'. Luego no hubo problemas".
Undécima fotografía: "Ortega era un señor. Se le notaba el carácter en la cara, y eso es bueno para el retrato. Sólo que tenía su coquete‑ría y no quería que se le viera la calva. Era de esos que con tres pe­los se cubren toda la cabeza. Él mismo me lo dijo: 'Alfonso, no me saque con luz cenital, porque se descubre'. Por supuesto, le ponía siempre la luz lateral".
Duodécima fotografía: "Alcalá Za­mora me distinguió con su amis­tad. Solía llevarme a su casa y ha­cía de mí la voz de la calle: `¿,Qué fe dife por ahí, amigo Arfonsito?', me preguntaba, y yo le comentaba tal o cual nombramiento o rumor. Un día íbamos con Prieto, que creo que era ministro de Obras Públicas, a la inauguración de un embalse, y don Inda se apartó y se puse a orinar. Don Niceto me dijo: Efe eztá impafiente por llenar el embalze'. Le hice muchos re­tratos".




Octava fotografía 
Federico García Lorca, retratado en su casa.
Lorca quería vestirse para la foto, pero Alfonso
le rogó que no se quitara el batín.





Novena fotografía 
Miguel de Unamuno, fotografiado en la última de sus clases en la universidad de Salamanca. El
escritor y catedrático interrumpió su intervención cuando el fotógrafo empezó a disparar su cámara.




Décima fotografía 
Pío Baroja, en una foto‑caricatura. Alfonso logró
convencer a Baroja ("era como un padre") para que posara con
una boina pequeña sobre su cráneo.




Undécima fotografía 
José Ortega y Gasset. Alfonso recuerda su
coquetería y que su rostro era el espejo de su
personalidad: "Era un señor".





Duodécima fotografía 
En la foto, Alfonso, junto a Niceto Alcalá Zamora, el que fuera presidente de la II República, con quien tenía amistad y al que hizo muchos retratos.





Decimotercera fotografía 
Azaña era poco amigo de fotografías. Ésta se logró con una treta para lograr que se detuviera en su
rápida salida del palacio de Oriente tras un despacho con el rey.



 Decimotercera fotografía: "Azaña, sin embargo, era refractario a las fotos. Mi mejor logro con él fue cuando acudió a palacio en cali­dad de jefe de su partido para eva­cuar consultas con el rey. La Voz y otros periódicos me presionaban para que consiguiera la imagen, y yo confiaba poco en su predisposi­ción. Entonces me acerqué al taxi en que había llegado y dije al con­ductor: `¿,No sabe que no se puede aparcar aquí? Márchese, que se la
va a cargar. En los momentos de confusión que se produjeron al sa­lir Abaña pude dispararle a placer".
Decimocuarta fotografía: "El ase­sinato de Calvo Sotelo lo vi como un gran acontecimiento histórico que era indispensable registrar. Lo malo es que las autoridades impidieron la presencia de repor­teros gráficos. Por fortuna logré convencer al forense Piga para que me dejara pasar vestido con bata blanca y como si fuese su
ayudante. Fue una gran exclusiva que se ha publicado en todo el mundo, aunque entonces la cen­sura impidió que saliera en los periódicos".
Decimoquinta fotografía: "La gue­rra me pilló en Madrid y serví a la parte leal. Estuve también en los frentes de Teruel y Guadalajara. Quizá en el desastre de los italia­nos en esta ciudad hice mis mejo­res fotos de la contienda incivil. Pero a mí nunca me ha interesado la fotografía de guerra, porque yo no destruyo, sólo creo; no siento el odio".


Decimocuarta fotografía 
Una exclusiva mundial de Alfonso. La imagen del cadáver de
Calvo Sotelo horas después de ser asesinado. La censura
impidió su publicación en los periódicos.






 Decimoquinta fotografía
Alfonso estuvo en el bando republicano
durante la guerra e hizo fotos en Madrid, Teruel y Guadalajara.
En la imagen, la población de Madrid
durmiendo en el metro.


 Decimosexta fotografía 
Franco llamó a Alfonso para que le
retratara, aunque le habían retirado
el carné por colaborar con los vencidos.




 Decimosexta fotografía: "Al acabar la guerra me retiran el carné de prensa por colaboración con los vencidos. Pese a todo, Franco me llama algunas veces para hacerle retratos. Uno de ellos me lo dedica afectuosamente. Un día me dice: `¿Se acuerda cuando en África yo era Franquito y usted Alfonsito?'. Yo intento hablarle de mi caso, pero el entorno me lo impide, di­cen que al caudillo hay que irle con cosas agradables y no con proble­mas. Cuando en el año 1954 me devuelven el carné, ya he perdido
los contactos, y entonces ya no me interesa. Me refugio en el estudio. Fue otra forma de ejercer la profe­sión en la que sigo".
La otra forma numeraría tam­bién incontables retratos: Eins­tein, Fleming, Moscardó, Esteban Bilbao, Alberti, Belmonte, Joseli­to, Carrere, Ángel Herrera... En su archivo están Clara Campoa­mor, la Bella Otero, Raquel Me­ller, Benlliure, Benavente, Sender, Ridruejo, Lalanda y hasta un Gal­dós anciano unido a un perro an­ciano que, como él, se estaba que­dando ciego. Al prolífico novelista lo conoció una noche triunfal en que tras el estreno de Electro la multitud le conducía a casa en volandas. Él iba cerca de los que sos­tenían las gloriosas posaderas y oyó los gritos de "¡Viva Galdós!" y también el no menos sincero de uno de los sufridores, que respon­dió con el suyo: "¡Sí, pero que viva más cerca!". Entonces Alfonso era nada más que un niño vocacional que se daba cuenta, pese a todo, que la limitación de la fotografía es precisar de un texto que agrande su historia y hasta su anécdota.
Hoy tiene 85 años, es decir, tie­ne el siglo retratado. Cobrad 12.000 pesetas por imagen, pero afirma que la fotografía de calidad apenas da en España para comer. Es presi­dente de la Asociación de Amigos de la Capa, y nunca llevó un abrigo, porque es un caballero que apren­dió a serlo cuando en España los caballeros aprendían esgrima por si tenían que defender el honor en duelo. Añora el Madrid de cuando se cenaba por un duro a las cuatro de la madrugada. Lo añora desde la medalla de oro de la Villa que le impuso el alcalde Tierno Galván.
Alfonso ha congelado con mag­nesio y flashes inservibles los gestos espontáneos de los mayores parla­mentarios de sus mejores años, las mujeres más sensuales, las inteligencias más preclaras, y no puede dejar de lamentar que esta época de gran tecnología no le vea ya en sus mejores años. Y, para que nin­gún evento le sorprenda, ha reali­zado también su autorretrato: el lu­gar de la cara lo ocupa una cámara Mamiya y el cuerpo es una solemne capa española. 

El Pais Semanal 1987




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