Una edición de lujo, con narraciones e ilustraciones de Howard Pyle, recuperan a un autor y artista que se adentra en las aventuras de los piratas y filibusteros, reales e imaginarios, que poblaron el mar de las Antillas español.
EL LIBRO DE LOS PIRATAS
Howard Pyle
Traducción de José
María Nebreda
Valdemar. Madrid, 2001 256 páginas. 3.200 pesetas
JOSÉ MARÍA GUELBENZU
No es ninguna casualidad que la editorial Valdemar dedique esta edición de un libro clásica a un clásico de la traducción, Francisco Torres Oliver. Dentro de la literatura de terror, misterio y aventura —y no solamente en ella—, los lectores españoles le debemos un homenaje. En este caso se ha elegida con acierto un libro ideal para el caso y se ha hecho una edición impecablemente cuidada, de homenaje. El libro de Pyle se subtitula 'Ficción, realidad y fantasía sobre los bucaneros, piratas y maroneros que poblaron el mar de las Antillas español, a partir de los escritos y pinturas de Howard Pyle'. La editorial dice de Pyle (1853-1911) que fue un "ilustrador y autor de narraciones de aventuras norteamericano, creó un estilo propio de ilustración lleno de vida, fuerza y realismo histórico que ha hecho volar la imaginación de varias generaciones de lectores". Lacónico y preciso comentario, en verdad.
El libro ilustrado es algo que ha desaparecido casi por completo en la actualidad. Me refiero, claro está, a narraciones ilustradas, que hasta los años sesenta tuvieron gran aceptación en nuestro país, lo que equivale a decir hasta que aparecieron los cómics por un lada y la televisión por otro. Las novelas o relatos ilustrados dieron fama a numerosos dibujantes de muy variados estilos, y todavía hoy, si uno acude a esas ferias del libro de ocasión que se
celebran por el país, puede encontrar esos ejemplares que cada equis páginas subrayaban un momento culminante de la acción con un dibujo, casi siempre de corte realista que, en aquellos tiempos, se convertía en un compinche de la lectura. Hoy son mitad joyas editoriales, mitad nostalgia de unos libros más bellos.
La edición de estos relatos de Pyle, acompañados por ilustraciones suyas en color y en blanco y negro, es un regalo excepcional; no sólo por la edición en sí, que nos remite al libro como objeto de belleza, sino por las propias historias que en él se cuentan. Howard Pyle no es un escritor de primera fila, pero es un escritor cuyo respeto a las leyes de la narración tra
dicional y cuyo estilo noble aseguran una lectura feliz. El libro se abre con una sucinta historia de la piratería en el Caribe español a la que siguen una serie de relatos realmente curiosos y extraordinarios que, sin embargo, no están protagonizados por los grandes nombres del mundo del filibusterismo, como El Olo‑
¿Quién será el capitán?
Y aquí reside su encanto, pues muestra hasta qué punto la piratería fue un auténtico oficio por encima de las ocasionales alianzas con unos u otros países en perjuicio de terceros, con sus reglas y leyes, su experiencia y su continuidad. Esto no es una novedad, claro, pero la amenidad de la escritura de su autor les da un aire de cuento y, a la vez, de relato verídico de otros tiempos, que resulta sumamente seductor. ¿Seductora la lectura de toda clase de barbaridades? Ah, pero ésa es la ley de la aventura.
Pyle utiliza un modo de relato que se acerca bastante a la crónica, pero que posee mucho de la invención narrativa y hasta se atreve a ingresar en el territorio de lo fantástico. Están narrados con toda sencillez e incluso ingenuidad en la medidaque no oculta lo que va a suceder aunque mantenga siempre un último aire de especulación. La identidad del pirata Pielazul —un relato verdaderamente ingenioso— la intuye enseguida el lector, pero eso no es más que un acicate para seguir adelante hasta ver cómo termina el asunto. Lo mismo puede decirse del cuento titulado El rubí de Kishmor. Pyle no es un escritor original, pero es un seguro de lectura.
El lector español se preguntará cómo los golpes de audacia de los grandes bucaneros contra las posesiones españolas de ultramar acaban en éxitos inverosímiles de manera constante y sistemática. Poco a poco, a medida que se adentre en los relatos, descubrirá cómo la corrupción, la desidia y el afán de poder por encima de toda justificación o eficiencia dio lugar a derrotas tan tremendas de las plazas españolas —algunas del calibre de Maracaibo, Cartagena o Panamá— ante las anárquicas fuerzas piratas. Cuánto haya de verdad o de ficción en ellas es lo de menos y, al final, no hay país que no salga malparado ni gobernadores de plaza que no tuviesen alguna forma de colusión con el filibusterismo.
En fin, un libro precioso en todos los sentidos. No se pierdan, por cierto, una especie de historia de Dr. Jekyll y Mr. Hyde en el relato titulado El capitán Scarfield.
El Pais, 11 de agosto de 2001
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