domingo, 15 de enero de 2012

La fotógrafa más íntima


Brigitte Lacombe empezó a retratar famosos con 17
años. Desde Julia Roberts hasta Al Pacino, Sharon
Stone o Gérard Depardieu han posado para ella. En
este reportaje cuenta cómo son los famosos ante la
intimidad de su cámara. Por Isabel Piquer


 Al Pacino, 1977. "Esta fotografía la hice en Múnich. Al Pacino acababa de hacer "El Padrino". Me gusta mucho porque es una imagen muy natural. Normalmente de Al Pacino se hacen retratos más oscuros;sin embargo, aquí se le ve despreocupado y sin posar".



Es fácil reconocer un retrato de Bri­gitte Lacombe. Son los mismos famosos, actores y cineastas que saturan las porta­das de las revistas, pero sin glamour pre­fabricado ni artificios. Sólo una increíble sencillez, casi absoluta fragilidad. Perso­nas en vez de personajes. En sus 25 años de carrera, esta fotógrafa francesa, afincada en Nueva York, ha desnudado, en el senti­do más escénico de la palabra, a todos los protagonistas del cine y del teatro. Muy pocos han resistido su mirada intensa y es­crutadora, y todos están en su primer libro retrospectivo que sale ahora en España.
Lacombe es una mujer estricta, que siempre va de negro, no lleva maquillaje yhabla con una densidad y sinceridad des­concertantes. La antítesis de lo que uno es­pera cuando se imagina a un profesional de las estrellas. Es una grata sorpresa. No habla de fiestas ni de saraos. sino de lo que pasa cuando se queda a solas con su mode­lo, con Mel Gibson. Sharon Stone, Susan Sarandon o Julia Roberts.
"La fotografía es una forma de tener relaciones íntimas con alguien. E algo muy personal por ambas partes. Es difícil ocultar algo o jugar en ese momento. Esta intimidad tan concentrada es muy emo­cionante. Es algo que no pasa en la vida co­tidiana, donde hace falta más tiempo. Eso es lo que me impulsa a hacer lo que hago.



 Gérard Depardieu, 1975. "Ésta es la primera vez que le fotografié, en 1975, en Cannes. Está con su hijo, que ahora debe tener más de 25 años. Le enseñé esta foto  a Depardieu hace poco y se puso muy triste. La vió como el símbolo de su fallida relación con su hijo".

 Julia Roberts. 1988. "Acababa de rodar Mistyc Pizza y todavía no había salido Pretty woman. Era antes de que fuera una estrella. Es un retrato muy puro, sin pretensiones. Tiene esa increíble sonrisa, aunque también tiene mucho más. Ahora es la reina de Hollywood y ha cambiado un poco".




Sigo buscando esos momentos, pero tienes que entregarte, estar ahí al cien por cien. No busco desestabilizar a la gente ni co­gerlos por sorpresa; al contrario, quiero ponerles en un entorno muy tranquiliza­dor y muy auténtico. No tengo ninguna mala intención. Quiero un momento que a mí me parezca verdadero".
Adam Gopnik, una de las firmas es­trella de la revista The New Yorker lo ex­plica perfectamente en la introducción del libro: 'Aunque desviste a sus modelos, siempre son más conmovedores que sexys. Están en sus camerinos, no en sus dormi­torios. Muestra a Natalie Portman, Cate Blanchett, Gwyneth Paltrow, tan bellas e individualistas como pueden ser las jóve­nes actrices, pero más como potenciales que como personas. (...) Lacombe trans­forma a una generación de estrellas en los actores que intentaron ser".
La fotógrafa explica con un ansia de contraste su interés, dedicación exclusiva, casi obsesión por los que se suben a un es­cenario. "Son el polo opuesto de lo que soy. Yo no me miro nunca. Llevo un uniforme, me visto todos los días igual. Encuentro extraordinario que los actores se expon­gan de esta forma y sean tan vulnerables. Tienen un valor que me conmueve mucho. Me parece muy peligroso y los admiro por ello. Es exponerse constantemente a que todo el mundo tenga una opinión sobre ti. Son riesgos íntimos, emocionales. Y ade­más deben soportar verse a sí mismos todo el tiempo. Creo que de alguna forma quiero protegerlos".
Sentada en una de las pocas banquetas de su estudio de Chelsea, a orillas del río Hudson, revisa las pruebas de lo que le ha costado tres años seleccionar. "Ha sido un arduo proceso. Nunca podrá ser del todo satisfactorio". Se ha puesto las gafas, lleva coleta y no hace caso del calor que despe­jan los enormes ventanales que dan a Man­hattan. Se concentra en lo que dice. "Esto no es un libro comercial, yo no soy tan co­nocida como Annie Leibovitz; mis fotos son más tranquilas, más introspectivas". Acaba de regresar de los estudios Cinecittá Roma, donde Martin Scorsese termina su última película, Gangs of New York. Así empezó, entre cámaras y decorados.
Tenía 17 años cuando Elle la mandó a Carnes en 1975. Había dejado los estudios para dedicarse a lo único que le ha intere­sado. Cayó bien por su aplomo y su suerte. "Allí tuve dos encuentros clave: Dustin Hoffman, que estaba a punto de hacer To­dos los hombres del presidente, y Donald Sutherland, que iba a interpretar El Casa­nova de Fellini. Y los dos me invitaron a ha­cer las fotos del rodaje. En ese momento pensaba que era normal y posible. Ahora me doy cuenta de que fue increíble.


 Kevin Kline.1983. "Es en una habitación de hotel en Francia. Acababa de terminar "The Pirates of Penzance", por el que obtuvo un premio de teatro Tony. Estaba a punto de hacer "La decision de Sophie", con Meryl Streep, y dar su salto al cine. Es alguien que me es muy cercano, soy muy amiga suya y de su familia".


                                               
 Sharon Stone. 1996. "Es un momento de abandono. Esta muy guapa sin ser dura o provocativa. Sensual sin ser sexual. Es la unica vez que la he fotografiado".

 Susan Sarandon.1983. "La he fotografiado varias veces, aunque ahora le he perdido un poco la pista. Siempre sale muy "sexy";  para mi gusto, demasiado. No le hace falta. Tiene mucha fuerza y es muy directa. Es increiblemente bella, tal cual, sin artificios".



Fueron dos amistades profundas y determinan­tes. Empecé en la cumbre. Luego, en Los Ángeles me presentaron a Steven Spiel­berg, que acababa de terminar Tiburón. Entonces nadie sabía que iba a tener esa increíble carrera. Y también nos hici­mos amigos, me presentó a mucha gen­te del cine y me ayudó a conseguir un permiso de trabajo (la codiciada Green Card). Al final acabé instalándome en Nueva York, en un apartamento que aún tengo, a principios de los ochenta".
Estaba, como dicen los norteame­ricanos, en el sitio adecuado en el mo­mento justo. "Cuando Lacombe llegó a EE UU a mediados de los setenta. coin­cidió con la primera nueva generación innovadora de cineastas y actores desde los años veinte", dice Gopnik.
Al poco tiempo. Lacombe conoció al escritor David Mamet, que sigue siendo uno de sus mejores amigos. "Estaba a punto de estrenar en Chicago Glengarry Glen Ross, bajo la dirección de Gregory Mosher. Cuando a Gregory le ofrecieron reabrir el teatro Vivianne Beaumont del Lincoln Center, que había tenido una
Tengo un contrato con Condé Nast Tra­veller desde su primer número, hace 12 años, y para ellos he recorrido el mun­do. Será el tema de mi próximo libro. en el que ya he empezado a trabajar. Todo esto me abstrae completamente de la realidad y de la vida cotidiana. No sé qué es la rutina. Siempre estoy viajan­do. Vivo en un mundo de ilusión".
En ese mundo pocas cosas han cam­biado. Los rostros son distintos, las si­tuaciones diferentes, pero el punto de vista permanece. "Siempre he tenido la misma visión de la gente. La única dife­rencia es que ahora, en vez de llegar sola con mi pequeña cámara de 35 mm, vengo con más material y ayudantes. Trabajo en un formato más grande, pero no utilizo accesorios. Eso envejece las fotos. Se adivina la fecha de mis re­tratos porque la gente cambia con los años, pero no por el maquillaje o el pei­nado. Siempre prefiero a la gente depu­rada. Me acuerdo muy bien, por ejem­plo. de Julia Roberts. Acababa de empe­zar. Tenía un encanto increíble. Luego, las actrices, que en el fondo sueñan con ser modelos, pasan por las manos dedo una serie de contactos que hice para Time Magazine sobre los rodajes de To­dos los hombres del presidente y En­cuentros en la tercera fase. Es lo único que queda, el resto se ha perdido, y es una pena porque son mis primeros tra­bajos. Luego vuelves a encontrar cosas que no te esperabas. Las fotos para mí son como un cuaderno de notas porque no tengo ningún diario".
Reconoce que algunos modelos han escapado a su mirada. "Glen Close. Nunca he sentido que se acercaba a mí. Y la he fotografiado muchas veces. Pero nunca te mira. A lo mejor es algo perso­nal. También me ha pasado con Mel Gibson. Tiene que ponerse en escena. Él sienta las reglas. Y no hay nada que yo pueda hacer. A veces puede ser intere­sante que no quieran entregarse".
Otros momentos fueron más inten­sos. "Jeanne Moreau me sedujo mucho. La conocí ya mayor (hace cinco años), pero en los pocos minutos que pasé con ella me acordé de esa increíble seduc­ción, tiene los mismos gestos, la misma voz, una increíble presencia".
Lacombe asegura que es cada vez trayectoria muy difícil, me pidió que fuera la fotógrafa oficial. Y allí me que­dé durante siete años". En el prólogo, Mamet cuenta aquellos momentos: "Los primeros días, Brigitte estuvo mirando los ensayos desde la platea. Y luego se quedó entre bastidores. Al rato se aven­turó hasta el escenario, mientras los ac­tores ensayaban, y se movió entre ellos. Al final se trajo la cámara".
Lacombe nació en el sur de Fran­cia hace algo más de 40 años. Su padre, arquitecto de formación, estaba obse­sionado con la fotografía. "Eso me in­fluenció mucho, nos hacía fotos todo el tiempo. Me contagió su obsesión. Dejé de ir a clase muy joven y entré de aprendiz con 17 años en el laboratorio de Elle. Así fue como me mandaron al festival de Cannes". Y desde entonces no ha parado. "Mi vida está completa­mente ligada a mi trabajo, lo que me ha obligado a tomar decisiones bastante drásticas, como no tener familia. Ésta ha sido y sigue siendo mi pasión. Y lo decidí siendo muy joven. Fue la prime­ra cosa que quise hacer y se ha conver­tido en todo. Excluyo todo el resto. Lo único que me gusta casi tanto es viajar.todo tipo de estilistas y pierden su ori­ginalidad, se vuelven más uniformes. Y eso me interesa mucho menos".
Es una cuestión de química. La que se establece entre el fotógrafo y el foto­grafiado. "Lo que sale depende tanto del momento, a solas, como de mi persona­lidad. Intento establecer una relación muy directa. Cuando tenía 25 años uti­lizaba mucho la seducción, sobre todo con los hombres. Y conseguía ese mo­mento que ando buscando, en el que re­conozco la auténtica belleza de la per­sona, algo que no es ni edulcorado ni perfecto. Lo reconozco enseguida. A ve­ces los actores tardan en relajarse, se re­sisten. Se ganan la vida siendo otras personas, escondiéndose bajo el maqui­llaje, rodeados de admiradores. No les gusta cuando pido que todo el mundo se vaya. Pero no puedo evitarlo. Si hay otra mirada que la mía, se me escapa la ima­gen; entonces el retrato ya no es perso­nal, es una imagen bonita y comercial. Sé hacerlo, pero no es lo que quiero".
"¿Ha tenido sorpresas al revivir sus 25 años de fotografía?". "Sí. Buenas y malas. Al principio del libro he inclui­más dcil fotografiar famosos. No tan­to porque no se dejen, sino. al contrario, porque están en todas partes. La satu­ración quita contenido a las imágenes. "Quizá mi libro pase inadvertido. Hay tantas que ya se centran en las celebri­dades... pero no me da miedo. Confío mucho en lo que hago. Aunque reco­nozco que es cada más dificil hacer algo interesante para una revista. Hace 10 años te pedían cosas más originales. Ahora todo parece bastante ordinario, intercambiable. Ya no hay revistas vi­suales que tengan un contenido. Sólo quieren algo brillante y superficial".
Todo lo que Lacombe no es. O como resalta David Mamet: "Como tiene un gusto perfecto y simple, siempre me he referido a ella como el árbitro de la ele­gancia. (...) Una vez le traje una nueva cámara que me había comprado. Le en­señé todo lo que se podía hacer con ella. Se limitó a reír, porque la diferencia no está en la cámara". •
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Las fotografias de este reportaje son del libro: Lacombe. Cinema/ theatre' (Schi­mer/Mosel). En España sale a la venta a partir de mañana. También se puede encargar en: www.shimer-mosel.com.


Vanessa Redgrave. 1996. "Estaba interpretando "Antonio y Cleopatra". Hice la fotografia para "The New Yorker". Encuentro su blancura muy bella. Tiene una personalidad increiblemente fuerte".




El Pais Semanal numero 1.302 Domingo 9 de septiembre de 2001

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