Como fotógrafo de las estrellas, se había hecho tan notorious, retomando el título de uno de sus principales álbumes, como sus célebres modelos. Por eso, tras su desaparición hace algunas semanas como consecuencia de una neumonía, Herb Ritts fue celebrado en el mundo entero tanto por los medios artísticos como por los del cine o la música. Finalmente, aquel que tanto había contribuido, en estos tiempos de famosos triunfantes, al éxito de aquellas y aquellos cuya imagen había forjado se había convertido en uno de los VIP internacionales.
Nacido en Los Ángeles en 1952, se traslada a la Costa Este para seguir los cursos del Barnard College, donde estudia economía. El azar le pone en relación con el medio del cine en los años setenta y comienza a fotografiar a sus amigos. A finales de los años setenta, un retrato de Richard Gere, prácticamente desconocido por aquel entonces, le propulsa a la escena internacional. El joven actor es la revelación de American gigolo, y es un retrato hecho por Herb Ritts el que es utilizado profusamente para la publicidad del filme. Este retrato, que muestra al bello joven vestido con una camiseta blanca mojada, con los brazos sobre la cabeza y un cigarrillo que le cuelga de la comisura de los labios, tiene una fuerte carga erótica, como muchas de las imágenes masculinas del autor. Y es fruto de un puro azar: tras salir para una sesión fotográfica en el desierto, los dos amigos deben detenerse a consecuencia de un pinchazo. Cambian la rueda, y Ritts acribilla con su cámara al actor cubierto de sudor. Un año más tarde, la imagen recorre el mundo, y toda la beautiful people se pone a disposición de un fotógrafo sumamente cortés, atento, respetuoso y agradable.
Elizabeth Taylor, Jack Nicholson, Mick Jagger y Cindy Crawford figuran entre sus modelos favoritos, pero Madonna será, sin discusión, su heroína y su musa. Su retrato de perfil, con la cabeza echada hacia atrás haciendo resaltar su cuello mientras cierra los ojos, se convierte en un icono. Y el fotógrafo se revelará como un excepcional director para la actriz cuando, para Vanity Fair, la hace posar para ilustrar la evolución del cuerpo y el vestido femeninos de decenio en decenio durante el siglo XX.
Como es natural, sus fotografías, esencialmente en blanco y negro, se encuentran en las páginas y en las portadas de Vogue, de Rolling Stone y de Vanity Fair que aprecian el saber hacer de este artesano refinado. Y estas publicaciones, en la perfecta lógica del sistema, le abren las puertas de la publicidad, entre otros para DKNY y Calvin Klein, marcas para las cuales realizará igualmente filmes publicitarios. Y con toda lógica, firmará uno de los objetos publicitarios más codiciados por los fotógrafos y coleccionado en el mundo entero: el calendario Pirelli.
Herb Ritts, fascinado por la perfección física, de acuerdo con una lógica totalmente californiana, ha desarrollado un conjunto muy abundante de desnudos, llegando incluso a realizar una gran serie de atletas en el traje de Adán con ocasión de los Juegos Olímpicos de Atlanta, en 1996. Sus investigaciones sobre el desnudo se centran esencialmente en torno al cuerpo masculino, ya que retrata a bellos jóvenes imberbes, negros esculturales o parejas homosexuales, que reúne en el libro Dúo. Esta tonalidad homoerótica de su obra es enormemente importante, ya que sus imágenes, aunque a veces demasiado perfectas, con frecuencia huelen a artificio y no alcanzan nunca la potencia de un Robert Mapplethorpe. Hay que decir igualmente que el ambiente de los años noventa no tiene nada que ver con las reivindicaciones del periodo de los setenta. Y Herb Ritts es perfectamente un actor de su tiempo y de la aceleración del consumo y la supremacía de los objetos con marcas triunfantes hasta, y quizá sobre todo, para la ropa interior.
El hecho de que sus efebos musculosos, sumergiéndose en mares paradisiacos o exhibiendo sus cuerpos sensuales, hayan recibido los honores de numerosos grandes museos, como el de Boston o la Fundación Cartier para el Arte Contemporáneo, no basta, sin embargo, para convencer del hecho de que sea realmente un artista. Si este calificativo es innegable para un Richard Avedon, que evidentemente ha renovado por completo la práctica del retrato, así como la de la fotografía de moda, es mucho más difícil que sirva para señalar las innovaciones de Herb Ritts. De linaje clásico, sigue siendo uno de los más brillantes actores del mundo de la fotografía aplicada, ya que llevó a la perfección la realización de ideas a menudo divertidas en el retrato, dentro de una forma perfectamente controlada (demasiado quizá, lo que le llevó a caer en el ejercicio formalista), pues se comportó como un buen artesano enamorado de las obras bellas. Respetó los códigos, los exaltó con pasión y amor, pero nunca los transgredió. Fue, como no han dejado de subrayar sus célebres modelos del mundo del espectáculo o el cine que expresaban su tristeza por haber perdido a un amigo, el mejor servidor y uno de los más exigentes de un mundo cimentado sobre las imágenes que él inventaba. •
El Pais Semanal Número 1380 Domingo 9 de marzo de 2003
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