Las mujeres en los dibujos de Goya suplican, lloran y sufren. Las que pinta en sus cuadros despliegan, en cambio, riqueza y poderío. Para Goya las mujeres son un medio de expresar emociones, sentimientos. Escruta en ellas la vanidad, el halago, y da a sus rostros una mezcla de severidad y abandono. Ningún otro pintor ha sabido reflejar mejor a las mujeres que Goya. "Tienen una importancia fundamental en su pintura", a juicio del comisario de la exposición Goya y la imagen de la majen Francisco Calvo Serraller. "Hasta el siglo XVII, los niños y las mujeres eran artísticamente horripilantes por su aproximación a la naturaleza, algo imperfecto. En el XVIII, este concepto cambió y sus figuras son objeto de interés pictórico. Goya se acerca a las mujeres porque le interesan muchísimo".
En medio de ese siglo, el 30 de marzo de 1746, nace en Fuendetodos, Zaragoza, Francisco de Goya, hijo de José Goya, de oficio dorador, y de Gracia Lucientes. Reinaba en España Felipe V, el primer rey Borbón, al que poco después sucedería en el trono Fernando VI. Vivían entonces en España algo más de 7,3 millones de habitantes, de los que cerca de la mitad eran mujeres. Era "un siglo femenino", en palabras de la historiadora, académica de la lengua, catedrática de Historia de las Ideas y directora del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Carmen Iglesias, "un siglo que iría dando paulatinamente protagonismo a las mujeres en la vida pública". Según los censos de la época, las mujeres contraían matrimonio hacia los 22 años y los hombres hacia los 25. Ellos eran los instruidos. La enseñanza era un privilegio de los hombres. Las mujeres estaban destinadas al matrimonio o al convento, no había otras opciones. Incluso entre los miembros de la grandeza, las mujeres quedaban excluidas de cualquier veleidad intelectual: "Instruir a la mujer era considerado como sinónimo de querer prostituirla". Las mujeres de Goya reflejarán, y en cierto modo resumirán, la España del siglo XVIII: el matrimonio, las modas, el lujo, la instrucción femenina y también la prostitución.
Casi tres siglos después, en España hay censados 40.499.791 españoles, de los que aproximadamente algo más de la mitad son mujeres. La media de edad para el matrimonio ha variado un poco. Ellas se casan a los 27 y los hombres a los 29, aunque hay un alto porcentaje de mujeres que permanecen solteras por libre voluntad. La tasa de mortalidad infantil es la más baja del mundo, y el 53% de los universitarios son mujeres. Quizá al ver los cuadros de Goya consideren pioneras de su condición a la condesa de Chinchón, a la duquesa de Alba o a la reina María Luisa de Parma; quizá sólo las valoren como una parte de la historia, que Goya convirtió en obra maestra y en tratado sociológico de una España que ya no existe.
Goya repasa, en efecto, todos los prototipos de mujer de su tiempo: las trabajadoras, las charlatanas, las majas y las damas más selectas de la sociedad, por cuyas capas nobles o miserables se pasea el pintor aragonés. Goya exalta a las mujeres en sus cuadros, impone su presencia, y gracias a él sus pinturas documentan un siglo que va cediendo, aún con sutileza, a la voz de las mujeres. Una de ellas, la duquesa de Osuna, doña María Josefa Pimentel Téllez-Girón, condesa-duquesa de Benavente, grande de España, princesa y una de las mujeres más ricas de la época, se jacta de ser también una de las más avanzadas de su tiempo. No sólo se disfrazó de marinero para acompañar a su marido, el duque de Osuna, a la conquista de Menorca, sino que aspiraba a manifestar su superioridad en el plano intelectual y a brillar en la sociedad de hombres. Fue elegida presidenta de la Sociedad Económica de Madrid y demostró su valía gestora administrando ella misma sus tierras y hablando de igual a igual con sus contables. Poco antes de que le llegara la muerte, nada menos que a los 92 arios, la duquesa de Osuna esperaba con ilusión un telescopio que se había hecho traer de París para observar las estrellas.
Es el mejor exponente de lo que Iglesias denomina "las señoras avisadas", mujeres excepcionales que saben mantener su hacienda y cultivar el espíritu. La duquesa es una mujer que pronuncia conferencias, se hace protectora de la literatura y congrega en torno a su figura a los jóvenes escritores ansiosos de gloria.
Goya pinta su retrato en 1785. Altanera, de rostro largo y huesudo, de escasa belleza y dominadora. Goya refleja el poder representado por una mujer que va a encumbrar al pintor a lo más alto de una sociedad que se disputará sus retratos. Las paredes del palacio de los Osuna se cubren de pinturas del aragonés. Goya escribe a su amigo Zapater: "Amigo, ando en el aire porque tengo a mi mujer mala y al niño peor y hasta la criada de la cocina ha caído con calentura". Es entonces cuando pinta el único retrato conocido de su mujer, Josefa Bayeu.
En el rostro de Josefa destacará la mirada triste de sus ojos.
Carlos IV ha sucedido en el trono a Carlos III y Goya inicia con el nuevo monarca su triunfal carrera como pintor de corte. Godoy, el favorito de la reina Maria Luisa, pasa por ser el protector de las artes y las letras. Goya pintó a esa reina fofa y fea, de labios hundidos sobre mandíbulas sin un solo diente, una reina ajada por los innumerables partos, como una mujer que vive inmersa en sus placeres. Las sucesivas pinturas de Goya serán una crónica formidable de aquel periodo de la historia de España. Goya retrata también a mujeres del pueblo, como la maja madrileña, pero como pintor de moda recibe encargos de los personajes distinguidos. Toda la sociedad española desfila ante un Goya complaciente que pone infinita ternura en sus pinceles cuando retrata a la condesa de Chinchón, María Teresa de Borbón, la joven e infeliz esposa de Godoy.
En 1795, Goya realiza el primer retrato del duque y de la duquesa de Alba. Ella luce un vestido de muselina blanco con ancha faja roja. Una voluminosa cascada de cabellos negros le cae sobre los hombros. María del Pilar Teresa Cayetana de Alba domina en los salones madrileños en franca rivalidad con la duquesa de Osuna y goza de la antipatía más absoluta de la reina María Luisa. De la pasión amorosa entre Goya y la duquesa quedan varias obras y el Cuaderno de Sanlúcar, lugar donde vivieron juntos una temporada. En este cuaderno Goya dibuja una especie de diario íntimo que refleja un humor cambiante. Garabatea actitudes, gestos, espía a su amada de la mañana a la noche y anota sus celos. Serán los primeros esbozos de los Caprichos, la serie en la que denuncia las injusticias, se burla de las convenciones y critica los matrimonios desiguales impuestos a las hijas; maridos seniles, deformes, una galería de horrores ilustrados en láminas como La boda, ¡Qué sacrificio! o Por casarse con quien quiso.
En el siglo XVIII las mujeres empiezan a leer y comienza, según Carmen Iglesias, "una socialización de ciertos hábitos y costumbres que anteriormente sólo se daban en grupos muy pequeños". La historiadora destaca como clave del momento la creación por primera vez de escuelas públicas para la mujer. En 1783 se establecen las escuelas de niñas por todo el país, donde además de labores se les enseñaba a leer y escribir. En paralelo se impulsa el cultivo de la inteligencia. "Anteriormente, para leer, las mujeres habían de recluirse en el convento. Allí era donde se les permitía adentrarse en el mundo del conocimiento". Josefa Amar y Borbón fue la primera mujer en estudiar latín y griego y en acceder así a la Palabra , a los libros sagrados, algo vedado a las mujeres durante siglos. Otra mujer, María Isidra Quintina de Guzmán y la Cerda , se doctoró con 17 años en Filosofía y Letras por la Universidad Com plutense. Otras, como Rosario Cepeda o Pascuala Caro, asombraron, a los 12 años, con sus conocimientos de latín, filosofía y artes. "Cambia, fundamentalmente, la visión de la mujer como un ser imperfecto o inferior, que hacía decir a Castiglione: 'La naturaleza que atiende a la perfección haría exclusivamente hombres".
Cintas, sedas, gasas. También de la moda del siglo XVIII en España es Goya un perfecto cronista. La ostentación de joyas y telas de la reina María Luisa abre el debate del lujo, todo un despilfarro que hará recaer del lado de las mujeres lo más grueso del debate moral. Los ilustrados del siglo proponen la creación de un traje nacional, un uniforme con distintos grados, que todas las mujeres llevarían sin excepción. La idea quedó sólo en proyecto, pero lo que sí caló fue la adopción del traje de maja: una chaquetilla y falda con encajes, galones y volantes. Las damas de la alta sociedad acogieron con gusto el disfraz y la duquesa de Alba lo popularizó. Goya la retrató en 1797 con chaquetilla de brocado y una mantilla envolviéndole el pecho. El cuadro, que preside hoy una de las sala de la Hispanic So ciety, en Nueva York, fue la prueba de sus amores que el pintor aragonés dio al mundo. Efectivamente, la duquesa señala al suelo con una mano con dos anillos: en uno está escrito Alba: en el otro, Goya.
En su serie de los 'Disparates', Goya pinta a viejas monstruosas, brujas de aquelarre en las que ridiculiza las pasiones que han rodeado su existencia. La vida que dibuja compulsivamente es una mascarada con personajes que inspiran terror. En 1826 se instala en Francia, y allí, en su exilio de Burdeos, su mano traza de nuevo el perfil de los mendigos, los borrachos y las modistillas. Pinta con ternura recobrada La lechera de Burdeos. Es su último retrato de una mujer. Dos años después, Goya muere en aquella ciudad francesa. •
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'Goya, la imagen de la mujer' puede verse,
desde el 30 de octubre al 9 de febrero de
2002, en el Museo del Prado. Madrid.
desde el 30 de octubre al 9 de febrero de
2002, en el Museo del Prado. Madrid.
La exposición `Goya y la imagen de la mujer' celebra el 20° aniversario de la Fundación Amigos del Museo del Prado. "Toda la historia de esta asociación ha tenido que ver con Goya", señala el comisario de la muestra y crítico de arte Francisco Calvo Serraller. "Su primer director, Lafuente Ferrari (1980-1985), dedicó su vida de estudioso del arte a Goya, y, por otra parte, en los últimos 25 años, el Museo del Prado ha adquirido varios cuadros importantísimos de Goya: la marquesa de Santa Cruz, la condesa de Chinchón, la duquesa de Abrantes, la duquesa de Alba y su dueña, el 'Vuelo de brujas' y un autorretrato de Goya. El museo ha dedicado también una atención especialísima a las salas de Goya, las ha reformado y les ha dado más relevancia".
Amigos del Museo del Prado cuenta como socios con 4.500 particulares, más un centenar de empresas y una treintena de medios de comunicación. Su órgano directivo es un patronato formado por una veintena de personalidades del mundo de la cultura y de la empresa, presidido en la actualidad por Carlos Zurita, duque de Soria.
Desde su fundación, los Amigos divulgan el conocimiento deEl Prado. Ayudan a ver las salas de la pinacoteca, explican al visitante los cuadros y editan unas guías en pequeño formato para cada sala que ayudan a comprender la obra del pintor y lo enmarcan históricamente. Para Josefina Aldecoa: "Sumergirse en la sala de tu pintor favorito, con una de esas publicaciones cuidadas y magníficamente escritas, es un verdadero placer". El gabinete didáctico organiza visitas monográficas, exposiciones y conferencias a las que invita a escritores y pintores.
Otro de los objetivos de la fundación es acrecentar el patrimonio de El Prado. En estos años ha donado al museo cinco pinturas: 'Retrato de la condesa de Santovenia', de Eduardo Rosales; 'Retrato de enano', de Van der Hamen; 'Martirio de san Esteban', de Bernardo Cavallino; 'Retrato de Aureliano de Beruete y Moret', de Sorolla, y 'Autorretrato en el estudio', de Luis Paret. Además de cinco dibujos de Fortuny, Murillo, Herrera el Viejo. José del Castillo y Goya, y una serie de 48 grabados de artistas contemporáneos: Alfaro, Arroyo, Barceló, Chillida. Gaya. Gordillo, Pérez Villaita, Ráfols-Casamada. Manuel Rivera Gerardo Rueda, Saura y Tomer. •
El Pais Semanal Número 1309 Domingo 28 de Octubre de 2001
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