Al otro lado de la línea telefónica, entre chasquidos oceánicos, se oye una voz casi infantil, tímida. Acaba de amanecer en Portland y Craig Thompson lleva sólo dos días en casa traes varias semanas de gira por todo el mundo. El culpable: Blankets, el descubrimiento del primer amor por parte de un chaval de un pueblo de Wisconsin. Una obra autobiográfica —"un 85% de lo que cuento me pasó de verdad"— que ha catapultado a Thompson, a sus 29 años, a la categoría de estrella mediática. Y qué obra: 582 páginas. Escritas y dibujadas, en un blanco y negro apoteósico y con un magistral ritmo pausado, por él solito. Es un hiperactivo: durante el viaje de promoción, ha aprovechado para realizar "otro diario". ¿Volvemos a la autobiografía? "Bueno, es sólo una cosa pequeña". A saber qué entiende por pequeña: los médicos le han mandado reposo absoluto en las manos.
Probablemente el éxito de Blankets se deba a su sinceridad naf. Thompson describe crudamente su adolescencia de bicho raro e incomprendido en medio de una comunidad rural y una familia muy religiosa. Hasta que en un campamento de verano conoce a Raina, otra bicho raro perdida en la grisura circundante. Juntos, descubren la magia, la vergüenza, la ingenuidad y el dolor del primer amor. "Nunca he vuelto a hablar con Rainaa. De golpe, hace unos días, me contaron que lo había leído, aunque aún no sé su opinión". ¿Y su familia? Su hermano Phil, tres años menor que Craig, sale mejor parado que sus padres, devotos religiosos que no entienden a sus hijos. Thompson ríe: "Mi madre cree que nunca leerá Blankets, pero dice que está muy orgullosa de mí. Mi hermano es diseñador gráfico".
Si quisiera hacer Blankets 2, Craig tendría material de sobra. De Wisconsin, con veintipocos años, se mudó a Portland. "Me robaron. Tuve miles de curros. Limpié casas. Trabajé en unos grandes almacenes... Todo antes de empezar como ilustrador y publicar, hace un lustro, Adiós, Chuck Rice [su primer libro]". Thompson desgrana, con humor, anécdotas sobre unos inicios que suenan durísimos. Se mudó a Portland "porque es una ciudad triste y siempre llueve", y para buscar un trabajo de ilustrador: allí residen los grandes dibujantes estadounidenses. Como Joe Sacco, padre del comicperiodismo con Gorazde o Palestina. "Resulta que es mi vecino. ¿Qué te parece?".
Otra de sus influencias es Chris Ware, de 36 años, creador que ha basado su éxito en una historia en parte autobiográfica: Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo, el drama de un treintañero apocado y enmadrado que desentraña el pasado de la familia de su padre. Una locura visual y puntillosa de 380 páginas que Ware publicó por entregas en una revista durante cinco años. Los premios Harvey —los oscars del cómic— se rindieron a sus pies en 2000 (en España se publica con retraso). Justo lo que le ha ocurrido a Thompson el pasado 26 de junio: ha obtenido tres Harvey. "Chris es grande", dice Thompson. Pues él no se queda a la zaga. n GREGORIO BELINCHÓN
Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo. Chris Ware. Planeta DeAgostini. 380 páginas. 30 euros. Blankets. Craig Thompson. Astiberri. 592 páginas. 35 euros.
Blankets yJimmy Corrigan te gustarán si odias... "Spider-Man y los superiores". Palabra de Thompson. Puntilloso: Thompson dice que Blankets no es una novela gráfica sino una novela ilustrada. "Es muy distinto". Sus autores favoritos: Gabriel García Márquez y Vladímir Nabokov.
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