Un maletín lleno de balas
Muerte, poder, sexo, dinero, secretos y balas: son las únicas cosas de las que vale la pena hablar. Por eso compro 100 Balas
Warren Ellis
Imagínate que alguien te ha despojado de lo que más querías. Que alguien ha arruinado tu vida de forma tan terrible, tan criminal que nada podrá volver a ser como antes. Quizá no tengas que imaginarlo. Quizá te ha pasado. Así que ahí estás, hundido en tu miseria sabiendo que los dias felices se ha acabado para siempre. Sientes odio, rencor, pero no sabes contra que o quien focalizarlo.
Quizá planeas una venganza, pero no tienes los medios para realizarla. Quizá simplemente no te atreves, tienes miedo a las consecuencias. Imagínate ahora que un día se te acerca un tipo alto, muy serio, gafas negras, traje negro y un maletín que parece casi adosado a su mano. Dice ser el agente Graves, y mientras te habla con una voz fría como el hielo, te muestra el contenido del maletín: pruebas irrefutables de quién es el culpable de tu desgracia, un arma, cien balas y la promesa de que si decides hacer uso de ellas contra la persona que arruinó tu vida todas las investigaciones oficiales se detendrán al llegar a esas balas. Este tipo te está ofreciendo, en resumen, la oportunidad de consumar tu venganza sabiendo que no habrá ninguna consecuencia legal por ello. Imagínate ahora que tienes a esa persona que tanto odias frente a ti. Levantas el arma. Tienes el dedo en el gatillo. ¿Qué vas a hacer ahora?
Este es el planteamiento que sirve de punto de partida para 100 Balas: un dilema moral en el que los ya de por si difusos conceptos de ley, justicia, venganza y retribución se entremezclan y confunden aún más. Azzarello nos presenta a una serie de personajes a los que el enigmático agente Graves plantea esta opción: la posibilidad de llevar a cabo una venganza – o de hacer justicia, según otro punto de vista- sabiendo que no serán luego inculpados o encarcelados por ese acto. Las diferentes reacciones de estos personajes así como las historias que hay tras ellos conforman la base sobre la que se sustenta la obra. El guionista ha tenido buen cuidado también de que las historias que van desarrollando esa misma premisa inicial sean bien distintas entre sí con lo que el esquema que podría resultar repetitivo tras unos cuantos números, no lo es en absoluto. De hecho lo único que parecen tener en común esos personajes –aparte de que su vida ha sido destruida de alguna manera- es que todos pertenecen al sector menos favorecido de la sociedad: una ex-convicta, un barman, un jugador callejero de dados, un vendedor de helados… y ofrecen una visión del mundo bastante menos brillante que la ofrecida por los triunfadores que tan habituales resultan en otros cómics o películas. Hay además otras preguntas, otras líneas argumentales que poco a poco se van planteando y desarrollando: ¿Quién es Graves realmente y porque escoge precisamente a esas personas? ¿Qué objetivos se esconden tras esas elecciones?
Las historias que componen 100 Balas se dividen en arcos argumentales de distinta duración, tres, dos o un episodio, y son prácticamente auto conclusivos; claro que quedan algunas cuestiones por resolver, en especial en lo tocante al agente Graves y sus motivaciones.
A medida que la serie avanza nos encontramos también con ciertas sorpresas, vueltas de tuerca a esa idea inicial que he comentado: Dizzy Cordoba, la pandillera ex-convicta a la que Graves revela la identidad de los asesinos de su esposo e hijo –un par de policias corruptos- vuelve a aparecer a partir del número 12 cada vez más enredada en los esquemas de Graves, y el propio Graves y sus sutiles maquinaciones son los protagonistas del nº8, que tiene por cierto, uno de esos finales ambiguos tan propios de Azzarello; finales que no son tan extraños en otros episodios de la serie: sólo por poner un ejemplo la historia titulada Shor Con, Long Odds termina con una discusión entre dos ex socios convertidos ahora en enemigos. Hay un disparo. Pero el cómic se cierra con un primer plano del rostro de una mujer –la amante de ambos- teniendo el lector que deducir – o decidir- el resultado de la confrontación.
Tampoco esta exenta esta serie de otra de las características que conforman el estilo del guionista: esas escenas que empiezan con una conversación trivial, pero la tensión va acumulandose hasta llegar a extremos de verdadera crueldad verbal. La más reseñable podría ser la escena central del episodio 11 –quizá uno de los mejores y más contundentes de la obra-, donde Graves le va relatando con todo lujo de detalles a una camarera, cuya hija preadolescente se fugó de casa hace años, el destino de la chica que comprende prostitución/violaciones/SIDA y su muerte. Todo ello sin dejar de saborear su café y su pastel mientras habla, aparentemente indiferente ante el dolor y la desesperación de la mujer.
No sería justo terminar este comentario sobre 100 Balas sin mencionar a los encargados de su apartado gráfico. Por un lado Dave Johnson, el dibujante que nos sorprendió tan agradablemente con Superpatriota y es ahora el responsable de arropar esta serie con esas excelentes portadas que evocan los carteles de cine de los 70. Pero sobre todo el remarcable trabajo del argentino Eduardo Risso en el dibujo. Reclutado por Axel Alonso para el mercado americano, Risso gozaba ya de una respetable y dilatada trayectoria en su país. De entre sus obras argentinas quizá las más conocidas aquí sean Parque Chas, con guión de Ricardo Barreiro –caóticamente publicada por el Totem de Toutain- o Borderline, con Trillo y sobre todo Boy Vampiro también con Carlos Trillo al guión, publicada recientemente por Glenat aquí en España. Es Risso un dibujante capaz de asimilar influencias tan diversas como las que van desde el José Muñoz del primer Alack Sinner –en ese gusto por dibujar cada detalle, cada colilla en el cenicero, ect- hasta el Frank Miller de Sin City; pero Risso es ante todo un soberbio narrador, que sabe encontrar siempre la angulación, el encuadre, la planificación de página más adecuada para cada escena, manteniendo a la vez el ritmo y una muy cuidada ambientación, con esa atención en el detalle antes comentada. Aunque a menudo hemos visto el trabajo de Risso en blanco y negro –y alguna gente parece pensar que esto es lo más adecuado para el género negro- el color de Grant Goleash ha dado una calidez y sensualidad a las páginas de 100 Balas muy de agradecer, aumentando la sensación de realismo.
La combinación de estos factores, trama, guión, dibujo, ect, está dando como resultado una de las series más apreciadas y aclamadas de las últimas temporadas. Gente como Garth Ennis, Jim Steranko, Warren Ellis o Greg Rucka se confiesan fans de la misma.
Fragmento de un artículo de Germán Menéndez Flóres publicado en el número 12 de la revista “Dentro de
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