martes, 9 de marzo de 2010

La mapa de los sueños




La materia de los sueños ¿Puede crearse una historia nueva, original, a finales del segundo milenio después de Cristo? Según Borges, ni a fines del segundo ni a principios del primero. Desde el inicio de la humanidad sólo han existido cuatro argumentos posibles sobre los que se han establecido variaciones y giros a la hora de construir relatos. Desde esta perspectiva, tomada del pensamiento platónico, el trabajo de quienes nos cuentan historias se incorpora, con mayor o menor fortuna, a una continuidad narrativa germinal. Es fruto de un legado previo que, a su vez, genera uno nuevo. Partiendo de la literatura oral, con el paso del tiempo se han incorporado a este ciclo diferentes medios de expresión que, cada uno a su modo y utilizando recursos propios y compartidos, han recreado y actualizado esta herencia. Por supuesto, los casos más afortunados han convertido en novedosas y frescas algunas de las tramas evocadas en el pasado. No quiere esto decir que estas actualizaciones argumentales pueden enmarcarse en el ámbito de las adaptaciones, pues no estamos hablando de la canibalización explícita de textos e imágenes previos, sino de una participación inevitable de temas. Como medio narrativo desarrollado durante el siglo XX, la historieta no ha sido ajena a esta tónica y ha recogido el simiente de argumentos universales e intemporales para hacerlos suyos y reconvertirlos al lenguaje que le es propio. The Sandman, uno de los tebeos más alabados y representativos de este fin de milenio, hace explícita su pertenencia a esta continuidad de la que hablamos. Su creador, el guionista británico Neil Gaiman, ha partido de relatos populares, literatura, creencias religiosas (o, si se prefiere, mitologías), cine e historieta para tejer un tapiz en el que se imbrican multitud de referencias históricas y culturales que van más allá de la cita pedante y trascienden el homenaje por el homenaje. Planeando sobre todo ello, en ocasiones aterrizando en las páginas de la serie, se sitúa la figura de William Shakespeare, quine supo como pocos servirse del legado para incorporar al mismo el fruto de sus trabajos. Según el literato inglés, somos de la materia de los sueños que, realizados, frustrados o irrealizables, dan forma a nuestra personalidad. También lo son nuestras historias y creencias. Mucho se ha dicho sobre cómo la ignorancia de los principios que rigen el Universo es la raíz de la fe. Sin embargo, como supo darse cuenta Levi Strauss, los mitos (las creencias religiosas) tienen su origen en el sueño. Y el mito no es más que la génesis de las historias, de todas las historias. El número uno de The Sandman apareció con fecha de portada de enero de 1989, y nadie podía sospechar en aquel momento que estaba destinado a convertirse en uno de los tebeos más significativos e influyentes de la década de los noventa. The Sandman se inscribía dentro de la tendencia iniciada por DC de buscar un público más adulto, un público ansioso de propuestas heterodoxas que disfrutaba con revisiones poco convencionales de viejos héroes secundarios o extravagantes. Era una tendencia en la que había destacado una brillante hornada de guionistas británicos, y en la que se podían enmarcar títulos como Swamp Thing de Alan Moore -el detonante de todo, que había debutado en el nº 20, enero de 1984, de la Cosa del Pantano- la Doom Patrol (1989) y el Animal Man (1988) de Grant Morrison, el Hellblazer (1988) de Jamie Delano y el mismo Black Orchid (1988) de Gaiman y McKean. La segunda mitad de los ochenta habían sido una época emocionante para el comic book americano, con las demoledoras revisiones del mito superheroico propuestas por Frank Miller y Alan Moore en títulos como Batman: The Dark Knight Returns (1986) y Watchmen (1986-87), y las editoriales habían descubierto un hueco en el mercado para proyectos que se alejaran de los parámetros infantiles y coloridos que habían dominado la industria hasta entonces. En este contexto, The Sandman nació como una serie que cubría dos objetivos. El primero, "rescatar" y "reinventar" a un viejo héroe - o al menos su nombre -, maniobra tan en boga en aquel momento; el segundo, ofrecer otro título de lo que entonces se llamaba "terror y suspense sofisticado". Pronto, la serie viraría hacia otros territorios -fantasía moderna cargada de posos literarios-, atraería a un público creciente, y Gaiman se encontraría embarcado en una historia mucho mayor de lo que imaginó en un principio, cuando sus expectativas de éxito no llegaban a cubrir ni siquiera una docena de números. El éxito fenomenal de The Sandman, en el que por una vez coincidieron público y críticos, la llevó a convertirse en el superventas de DC, superando incluso las cifras de personajes tan carismáticos como Batman y Superman. A principios de los 90, cuando la nueva tendencia del comic comercial resultó ser el estrellato de los dibujantes, que acaparaba la recién nacida y pujante editorial Image, The Sandman no sólo supuso un bastión de resistencia para la "vieja DC", sino la reivindicación de la figura del guionista por encima de cualquier filigrana gráfica. Pero más importante aún que las cifras de ventas, que el puro peso de los números, fue la clase de público que atrajo The Sandman. Muchos de sus lectores no consumían comics habitualmente, o no lo habían hecho nunca con anterioridad. ¡Aún más, mucho de ellos eran lectoras! The Sandman había conectado con una sensibilidad mucho mayor que la de los fans del cómic, y estaba introduciendo público nuevo en un medio que lo necesitaba desesperadamente. The Sandman convirtió la mencionada "tendencia" hacia tebeos sofisticados en una verdadera división editorial dentro de DC. Sus espectaculares resultados financieros acabaron de convencer a la empresa de que existía un público potencial que podía dar sustento a todo un sello homogéneo que se distinguiera de la producción normal de DC por objetivos, apariencia, presentación y libertad, ofreciendo historias más adultas, más arriesgadas y exentas de las limitaciones de la censura que sufren todos los tebeos de superhéroes. Así nació el sello Vertigo, dirigido por Karen Berger, que apareció por vez primera en The Sandman nº47, con fecha de portada de marzo de 1993. En esta nueva línea se agruparían Shade The Changing Man, Hellblazer, Animal Man, Swamp Thing y Doom Patrol junto a nuevos títulos como Muerte: El alto coste de la vida, Sandman Mystery Theatre o Mercy. Ese nuevo público que buscaba Vertigo era, como consecuencia lógica de su mayor edad, un público con mayor poder adquisitivo. De esta manera, los libros recopilatorios de las diversas series publicadas por la casa se convertirían en uno de sus rasgos definitorios, así como una de sus mayores bazas comerciales, al permitir el acceso a nuevas superficies de venta y la permanencia indefinida en el fondo del catálogo editorial. The Sandman se benficiaría de esta política de reediciones, que recopila la colección completa en diez volúmenes:Preludes & Nocturne, The Doll´s House, Dream Country, Seasons of Mist, A Game of you, Brief Lives, Fables and Reflections, World´s End, The Kindly Ones, The Wake, a los que habría que añadir Dust Covers, que reúne todas las portadas de la serie. A medida que las ventas aumentaban, los beneficios se incrementaban gracias a la creciente oferta de merchandising y los premios se convertían en una constante, se hizo cada vez más dolorosa la evidencia de que la serie acabaría tocando a su fin. Gaiman, que había empezado a escribir The Sandman pensando en poco más de media docena de números, había dicho en alguna ocasión que la historia terminaría en el cuarenta y tantos, y, superada esa cifra, el número 75 (marzo de 1996) acabó siendo el inevitable final del viaje. Aunque el personaje es propiedad de DC -hoy en día, series como Predicador o Transmetropolitan, las nuevas estrellas de Vertigo, también pertenecen a sus autores-, la editorial tuvo la sensatez de mantener su integridad haciendo lo insólito: cerrar un colección de éxito sólo porque el guionista la abandonaba. La práctica habitual en estos casos es sustituirlo por otro profesional y continuar exprimiendo cualquier posible beneficio que dé la continuación hasta que la serie y su prestigio se desvanecen en la más completa indiferencia (algo así le ocurrió a Swamp Thing tras la marcha de Alan Moore). Al no dejerse llevar por la codicia, DC consiguió, precisamente, prolongar la rentabilidad del universo onírico creado or Gaiman, que continúa en series respetuosamente derivadas de The Sandman, como The Dreaming o The Sandman Presents, las cuales utilizan multitud de personajes aparecidos en sus páginas. Pero sólo Gaiman podrá volver a escribir historias protagonizadas por Sueno y sus hermanos Eternos. En el balance final, The Sandman no solo resultó un éxito de ventas fenomenal y un acaparador de todo tipo de premios -el más importante, el World Fantasy Award-, sino que se convirtió en uno de los más claros modelos a imitar durante los 90, reflejando un espíritu romántico y existencialista al que no sólo han aspirado multitud de tebeos, sino que ha impregnado películas tan en sintonía con nuestra época como El Cuervo o The Matrix. Dentro de algunos años, cuando se revise la ficción popular de la década de los 90, The Sandman sobresaldrá entre la masa ingente de los comics para erigirse como punto de referencia fundamental. Este libro pretende ser una guia introductoria al mundo de los Sueños dominado por la pálida figura de Morfeo, y al entramado de referencias culturales que Gaiman ha entrelazado para tejer su relato. El Mapa de los Sueños (Guia de lectura de Sandman) de Trajano Bermúdez y Eduardo García Sánchez Noviembre de 1999 La Factoría de Ideas


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