martes, 4 de julio de 2023

LOCA ACADEMIA DE POLICÍA GALÁCTICA

Manu González

Hal Jordan, el segundo Green Lantern del Universo DC, el primero con origen cósmico y no mágico, como el de Alan Scott de1940, se aburre en la Tierra. Ha sido retirado momentáneamente del servicio activo de la policía galáctica de Oa, armados con poderosos anillos de poder y voluntad verde. Pero unos ladrones alienígenas le obligarán a abandonar su apático retiro, cosa que desea con ganas, convirtiéndose de nuevo en el policía espacial del sector 2814 de la galaxia.

El verde personaje creado por John Broome y Gil Kane en 1959 nunca había sido tratado por Grant Morrison (Glasgow, 1960). En su larga etapa noventera de la Liga de la Justicia tenía al joven Kyle Rayner vestido con el leotardo verde y negro. Es más, en aquella época Jordan era malvado, lucía canas, gastaba más demagogia que un político de Vox y se hacía llamar Parallax... Los noventa, esa época oscura, cómo molaba. Tras su larga etapa con Batman, su renovación del joven Superman de los Nuevos 52 que ya casi nadie recuerda (y que siempre defenderé a capa y espada) y su revisión de Wonder Woman para Tierra 1, junto al voluptuoso arte de Yanick Paquette, Morrison ya había tocado con su lisérgica varita a los tres grandes de DC Comics.

Tras rescatar héroes olvidados como la Doom Patrol o Animal Man, la entrada del escocés en la colección de Linterna Verde ha sido tan impactante como cuando el guionista Geoff Johns se hizo cargó de él en los primeros dosmiles. Al igual que Johns con Ivan Reis en su día, Morrison ha encontrado su mejor aliado en el dibujante británico Liam Sharp (Derby, 1968), un curtido artista criado, como el propio Morrison, en la revista 2000 AD de la década de los ochenta, y que en las dos últimas décadas se ha dedicado casi en exclusiva a dibujar en los dos gigantes norteamericanos: DC y Marvel.

Tras encargarse del renacimiento de Wonder Woman a las ordenes de Greg Rucka, el nuevo encargo de DC le sienta como un guante a Liam Sharp, que disfruta tanto como Morrison al volver a aquellas historias cósmicas, cómicas y delirantes de finales de los cincuenta y los sesenta. «Volver a hacer los cómics estúpidos otra vez» es el lema de los dos autores, que han convertido a las nuevas aventuras de El Green Lantern en un delirio cósmico que aúna en sus guiones el punk de 2000 AD, la psicodelia de los primeros números de Métal Hurlant, el horror de los cómics de EC o de las publicaciones de Warren como Eerie o Vampirella, y una revisión de todas las locas ideas como las que el editor Julius Schwartz, los guionistas John Broome y Gardner Fox y el di- bujante Gil Kane inventaron entre 1960 y 1970 para la colección Green Lantern Vol 2. Al dibujo excelso, hiperrealista y psicodélico de Liam Sharp le acompaña uno de los mejores coloristas de la historia, Steve Oliff, que le da un tono a lo Philippe Druillet a una de las mejores series de DC Comics en la actualidad.

Entre la locura de la Edad de Plata con ecos de Harry el Sucio (1971) de Don Siegel, Morrison y Sharp actualizan a Hal Jordan como un viejo sabueso en un Oa que en sus dos primeros números parece Canción triste de Hill Street. Interrogatorio de poli malo y poli bueno incluido. No faltan los episodios de policía infiltrado al más puro estilo Andrew Lau (o Martin Scorsese), pero a escala cósmica y, cómo no, acaba con una visita a ese nuevo multiverso de DC, que el propio Grant Morrison reinventó, con unos Green Lantern Corps multiversales donde un Bruce Wayne con anillo verde comparte formación con un Linterna Verde hippy que parece surgido de la imaginación de Joe Simon y Jerry Grandenetti, creadores de Prez Rickard. En medio, Morrison y Sharp presentan ideas tan «estúpidas» como la Tierra siendo vendida al mejor postor en una subasta cósmica, con puja de Dios incluida; o un viaje onírico por el interior del anillo verde de Jordan que recuerda mucho al famoso capítulo de Neil Gaiman para la serie de la BBC Doctor Who, titulado La mujer del Doctor, donde supimos que su famosa nave TARDIS tenía una personalidad femenina viviendo en su interior. Loco, muy loco.





El Green Lantern

Grant Morrison y Liam Sharp

Estados Unidos

ECC Ediciones

Grapa (serie abierta)

32 - 64 págs. (varían según grapa) 

Color

Obra relacionada

El Multiverso

Grant Morrison y VV. AA.

(ECC Ediciones)

El Maximortal

Rick Veitch

(Norma Editorial)

Doom Patrol

Grant Morrison y VV. AA. 

(ECC Ediciones)


Anuario 2019

Jot Down Comics




lunes, 3 de julio de 2023

La pirámide de cristal. Una aventura de Cleopatra por Mique Beltrán

 












Revista CAIRO nº 13,  Febrero 1983


Para leer con calor: el Afrika Korps vuelve a combatir con sus ‘panzers’ en un desierto de viñetas

EL FARO DEL FIN DEL MUNDO / JACINTO ANTÓN




Un espléndido álbum de cómic del belga Olivier Speltens, que ya dibujó la Segunda Guerra Mundial en el frente del Este en ‘El ejército de la sombra’, resucita la gran aventura de las tropas de Rommel


24 JUN 2023

El espléndido álbum de cómic Afrikakorps (Norma Editorial, 2023), del autor belga Olivier Speltens, de cuyas vívidas páginas parece brotar envuelta en el ruido de disparos la arena empujada por el khamsin, el ardiente viento de las dunas, me ha recordado la querencia absurda e injustificable que tengo por ese contingente militar alemán enviado al Norte de África en la Segunda Guerra Mundial y cuya cabeza visible fue el famoso Erwin Rommel, el zorro del desierto. De joven me atraían con pasión digna de mejor causa las historias de la unidad, caracterizada por el pantalón corto, las gafas para el polvo, la movilidad hiperactiva de sus panzers y la obsesión con Tobruk. De hecho, he de confesar que mi libido de adolescente se mezcló de manera inextricable con el Afrika Korps (es más habitual entre nosotros escribirlo así) de una manera extraña. Y me temo que algunos flecos psicológicos de aquello siguen enturbiando mi subconsciente, porque es ver un oficial de tanques de Rommel como el teniente Von Richter, el protagonista de las viñetas de Speltens, con los shorts tropicales y la gorra clásica feldmütze, y me entra un raro entusiasmo. Afortunadamente hoy no te encuentras muchos por la calle, aunque una vez me topé con uno, un antiguo oficial de un batallón de reconocimiento del Afrika Korps (Panzer-Aufklärungs-Abteilung), Herr Gottstein, visitando el contundente cementerio militar alemán de El Alamein, pero estaba muy viejecito el hombre. En ese viaje al campo de batalla, cerca de Alejandría, incluso me vestí yo mismo de miembro del Afrika Korps al dejarme un uniforme unos italianos que estaban haciendo unas jornadas de reconstrucción histórica: en el museo me hicieron pagar igual.

En fin, lo de la libido. Resulta que justo cuando descubría de jovencito la historia del Deutsches Afrikakorps (DAK) con un libro de la famosa colección militar de la editorial San Martín (Afrika Korps, del comandante K. J. Macksey, 1971, con introducción de Sir Basil Liddell Hart), un amigo, Elías García Camps, algo mayor que yo, que contaba 14 años, se dedicó a hacerme confidencias sobre su vida erótica, que debía ser muy de estar por casa pero a mí me pareció digna del marqués de Sade (si hubiera sabido entonces quién era el marqués de Sade).




Una unidad de reconocimiento del Afrika Korps en acción.

Un fin de semana en el apartamento de veraneo de su familia en Vilassar y cuando a la sazón yo estaba en el capítulo de mi libro titulado Contragolpe hacia Gazala y con la cabeza llena de tanques, semiorugas, defensas en profundidad y los letales cañones de 88 mm (y por encima Stukas, Marseille y las Cigüeñas), Elías, que debía pensar que era mejor que me corrompiera él que Rommel (y no iba descaminado), me contó una de sus tórridas historias. Poco antes había salido con una chica de abundantes formas (destacó este extremo) a la que ya había besado (como se apresuró también a puntualizar), y cuando circulaban en moto por un solitario camino de tierra habían derrapado y se habían caído. Al tratar de ayudarla, Elías observó estupefacto que debajo de la camisa de ella brotaban bolas y bolas de algodón de farmacia que se había puesto dentro del sujetador para conseguir volumen. A mi amigo aquello le pareció muy gracioso, pero para mí supuso un atisbo perturbador e inesperado del mundo íntimo del otro sexo y me provocó un torbellino de emociones digno de descubrirte en medio de un campo de minas en Marsa Matruh: o sea la vida, sus aventuras y peligros.

Azorado y sin nada que aportar, me abismé en mi libro y sus estampas de guerra en el desierto. Y desde entonces tengo esa rara sensibilidad hacia el Afrika Korps, sobre todo a las recurrentes imágenes de motos en la arena (el DAK las usaba extensivamente), como la tan icónica de dos soldados derrapando en una BMW R75 con sidecar, o la de la película El baile de los malditos (The young lions, 1958) en que atraviesan el campo de batalla incendiado el teniente Diestl (Marlon Brando) y el capitán Hardenberg (Maximilian Schell) del Afrika Korps, subidos en la misma motocicleta.


Panzers en 'Afrikakorps'.

Después del libro de la editorial San Martín leí la bibliografía básica de la unidad, los clásicos Rommel, de Desmond Young; El mariscal Rommel, de Lutz Koch (que fue corresponsal de guerra con el Afrika Korps), o Con Rommel en el desierto, de Heinz Werner Schmidt (ayuda de campo del mariscal y curiosamente nacido en Sudáfrica). Con el tiempo vi pelis que me acercaron a los británicos, al Octavo ejército y las Ratas del desierto, por ejemplo Tobruk, con Rock Hudson y George Peppard, y sobre todo Amarga victoria, de Nicholas Ray. El libro del tanquista poeta inglés Keith Douglas, De El Alamein a Zam Zam; el Montgomery y la Trilogía africana de Alan Moorehead... Y biografías que no dejaban tan bien a Rommel, como la de Ralf Georg Reuth (Rommel, fin de una leyenda, 2004), que lo muestra como un personaje ambiguo (aunque finalmente Hitler lo obligara a cometer suicidio) y ambicioso. Acabé entendiendo que el Afrika Korps no dejaba de ser un ejército del Tercer Reich nazi; que había plantado la palmera sobre la esvástica, vamos, y que, de haber conquistado Egipto y luego Palestina (con lo que habría supuesto para los judíos), Rommel podría haber seguido hasta el Cáucaso y las cosas quizá habrían sido distintas en Rusia, aparte de que Zahi Hawass hablaría hoy alemán y la máscara de Tutankamón le haría compañía a Nefertiti en Berlín. Por suerte nunca tuvo Rommel los medios necesarios.

Brando y Schell en la escena de la moto en el desierto de 'El baile de los malditos', basada en la novela de Irwin Shaw.

He leído algunas cosas perturbadoras sobre el comportamiento de miembros del Afrika Korps en relación con los judíos del Norte de África (por no hablar de lo que le hacen en los dedos a Willem Dafoe en El paciente inglés). Y aunque en ese frente se acuñó la expresión “guerra sin odio”, “Krieg ohne hass”, título de las memorias de Rommel, en alusión al pretendido carácter caballeresco del trato a vencidos y prisioneros, y es cierto que nunca se acusó al Afrika Korps de crímenes de guerra, los combates en sí fueron tan espantosos como en cualquier otro lugar: abrasarte en un tanque da lo mismo en El Alamein que en Kursk, y las viñetas de Afrikakorps lo muestran de manera espeluznante.


Un soldado del Afrika Korps, con pañuelo y gafas contra el polvo.

OTTO (BUNDESARCHIV)

“No hay guerra limpia”, recalca el propio Speltens al hablar de su nuevo álbum, “aunque es verdad que en África los adversarios se respetaban, y, hasta donde se me alcanza, no hubo abusos cometidos por el Afrika Korps ni por los británicos. Un prisionero de guerra tenía el derecho de evadirse, y si era capturado, no lo ejecutaban. Además, los prisioneros eran relativamente bien tratados en los dos bandos. ¿Era cosa de Rommel?, ¿o dependía de que los alemanes consideraban a los británicos como sus primos? En todo caso, después de la contienda Rommel no fue acusado de crímenes de guerra”. Es verdad que ya estaba muerto, pero sus enemigos, sobre todo los militares de Gran Bretaña, siempre le profesaron una curiosa admiración casi deportiva. El general Auchinleck llegó a ordenar que se dejara de alabarlo tanto y añadió “y que conste que no estoy celoso”.

Afrikakorps, el álbum de Speltens, sigue la historia del contingente desde su llegada a Libia a principios de 1941 a través del ficticio Von Richter, y recoge, con un dibujo muy realista y un gran trabajo de documentación, episodios históricos como la captura de Tobruk, la batalla de Bir Hakeim o la derrota de Rommel en El Alamein. También cosas como las dificultades de mantenimiento de los panzers en el desierto, por culpa de la arena; los peligrosos viajes de reconocimiento del propio Rommel en su avioneta Fiesler Storch Cigüeña, a la cabeza de sus tropas mecanizadas, o la ocasión en que un vehículo alemán —aquí un Kubelwagen— circuló sin darse cuenta en medio de una columna enemiga durante una tormenta de arena. Speltens dibuja la guerra en el desierto con toda su espectacularidad e intensidad (alguna escena recuerda el combate de tanques de Fury-Corazones de acero) y toda su crudeza infernal. En unas viñetas antológicas, los carros del Afrika Korps se encuentran en medio del desierto con un fortín abandonado igualito que Zinderneuf, el de Beau Geste.


Comandante de tanque alemán en una viñeta de 'Afrikakorps'.

¿Tiene un interés especial por el Afrika Korps, no sé, como el mío? “No es solo el Afrika Korps sino la Segunda Guerra Mundial en general. Intento siempre encontrar temas que no hayan sido muy explotados en cómic. Y trabajar desde el lado alemán, como hice antes en El ejército de la sombra, me pareció una buena idea para hacer descubrir otro punto de vista a los lectores”. De Von Richter dice que no se ha basado en un personaje real, aunque su poca sintonía con los nazis (no le gusta nada como manipulan a su hijo en las Juventudes Hitlerianas) y el que lo hieran y condecoren recuerda un poco a Stauffenberg. “Todos mis personajes son inventados, pero las situaciones con las que se confrontan son reales. Hago un gran trabajo de investigación para que el cómic sea lo más creíble posible”.

En cuanto a lo de relatar desde dentro la historia del Afrika Korps (o de la campaña de Rusia a partir de 1943 en el álbum precedente) dice que ha leído muchas memorias de soldados alemanes y que lo que le ha sorprendido es que si cambias los nombres de las ciudades en los mapas y los apellidos de los soldados “no hay ninguna diferencia entre el testimonio de un soldado alemán, americano, británico o ruso… No tenían más que una misma idea en la cabeza: que la guerra acabara pronto y volver a casa. Desgraciadamente, sabemos lo que hicieron los soldados de las SS (y en menor medida de la Wehrmacht) en el frente del Este, y por eso he escogido cuidadosamente mis personajes. Tendría verdadera dificultad de contar la historia de un nazi convencido porque no sentiría ninguna empatía con él”. Speltens muestra el miedo antes de la batalla y el progresivo desencanto de los combatientes alemanes con su lucha.


Rommel, al fondo en el centro, con oficiales del Afrika Korps.

Destaca en Afrikakorps la extraordinaria reproducción de tanques, aviones y todo el equipo militar en general. De los Panzer III y IV y los tractores de artillería Sdkfz 8 a los M13/ 40 italianos de la Ariete pasando por los Matildas, Grants y Crusaders británicos. “Como decía, hago una investigación muy seria antes de embarcarme en un proyecto así. Y me gusta mucho dibujar los vehículos, ¡aunque no es siempre fácil! Afortunadamente hoy encuentras mucha documentación. Lo más difícil para mí es dibujar el mecanismo de locomoción de un carro de combate, sobre todo las cadenas, ¡una verdadera pesadilla! Entre las seis ruedas del Pzkw III y los engarces de las cadenas hace falta mucha paciencia. ¿Mi tanque preferido? No tengo uno verdaderamente, por supuesto me gusta el Tiger I, que aparece en El ejército de la sombra pero no en este álbum porque a este teatro no llegaron hasta más tarde, en Túnez, y esa última etapa del Afrika Korps no la cubro”.

Hay un cambio radical de escenario entre El ejército de la sombra (el gran éxito anterior de Speltens, publicado también por Norma, en 2021), con tantas escenas de nieve y frío, y Afrikakorps. ¿Cuál prefiere? “Los dos temas me gustan mucho. Fue realmente un reto dibujar el frío de las estepas de Rusia. Naturalmente, utilicé mucho de azul y de blanco en las atmósferas. Para las del Afrika Korps son en tonos ocre y amarillo. Hay una diferencia de cien grados centígrados entre los dos frentes y dibujar las dificultades que se encontraban los soldados, de un lado la niebla y la nieve, y del otro la arena era complicado, pero muy interesante de trabajar. Lo más difícil era hacer sentir el frío o el calor a los lectores. Creo que lo he conseguido mejor en El ejército de la sombra porque algunos lectores me han dicho que si lees el álbum delante de la nevera abierta te crees que estás ahí”.

Speltens trabaja ya en un nuevo frente. “¡Oh, sí! En la guerra del Pacífico. Cuento una historia sobre los pilotos japoneses. Habrá pues otro cambio de atmósfera: mucho azul cielo y mar esta vez”. ¡Pilotos japoneses!, ¡fantástico!; alguna historia personal también tengo con ellos...


El Pais. Cultura, 24 de junio de 2023


sábado, 1 de julio de 2023

Tiempo de leer al Sol

Tommaso Koch



Contrition

Carlos Portela y Keko. Norma, 2023 168 páginas. 25 euros

Quien asocie las vacaciones con obras ligeras puede detenerse aquí. El que no, encontrará uno de los mejores tebeos del año. Un thriller tan magistral como incómodo. Por su temática, la pedofilia. Por su búsqueda de zonas grises e incluso molestas al lector. Por un dibujo que encuentra todos los matices debajo del blanco y negro. Por las páginas que golpean y quitan el aliento. O la sonrisa.




Biblioteca Marvel 1. Los Cuatro Fantásticos 1 

Jack Kirby y Stan Lee. Panini, 2022. 160 páginas. 11,40 euros

Hoy cualquiera conoce a Spiderman o Los Cuatro Fantásticos. Muchos hasta recuerdan sus orígenes, ya sea el mordisco de una araña radiactiva o la exposición a rayos gamma. Y, pese a ello, todavía resulta placentero adentrarse en sus primeras historias 60 años después.




Ruido

Antonio Hitos. Astiberri, 2023. 160 páginas. 22 euros.

Dos ratas reflexionan sobre el vacío. Parece que se ponen muy metafísicas y sofisticadas. Pero ¿acaso no hablan de la existencia de cualquiera? Hitos continúa el camino personalísimo e independiente que ya cosechó premios con su debut, Inercia. Aquí hay chicles que andan en monopatín, monstruos provocadores o criaturas conspiranoicas que salen del váter.




Hinterhof. Vida de una dominatrix

Anna Rakhmanko y Mikkel Sommer. Traducción de Inger-Lise Ostrem. Garbuix, 2023. 128 páginas. 16,95 euros.

Aunque las sociedades avancen, siempre quedan tabúes. Como las fantasías bajo las siglas BDSM. De ahí que el testimonio íntimo que Dasa Hink comparte en Hinterhof resulte valioso. Frente a los estereotipos, verdad. Al menos la suya. Es dominatrix, toda su familia lo sabe. Y también cineasta, artista... A veces hiere a sus clientes. Otras basta con enseñarles la lengua. Y las reglas están claras: solo ella decide "lo lejos que llega".


El Pais. Babelia nº 1.649. Sábado 1 de julio de 2023



Viejas y nuevas formas de reír

Desde el puente / Manuel Vicent




Exposición de viñetas originales de la revista Hermano Lobo, en Bilbao en 2012. / Santos Cirilo

Quién se acuerda de La Codorniz, de Hermano Lobo, de Por favor, de tantas revistas que en un día desataron las carcajadas de los españoles? Prácticamente nadie. La gente suele cambiar de humor cada cuatro años; de pronto le hacen gracia otras cosas y empieza a reír de otra manera. También cambian los tics en las formas de hablar, expresiones que un día se ponen de moda y de repente desaparecen. En la década de los sesenta del siglo pasado, los jóvenes modernos del madrileño barrio de Salamanca para pedirte fuego te decían: "Por favor, incinérame el cilindrín" o "acelérame el cáncer". El ingenio para retorcer el significado de las palabras era entonces muy celebrado. En ese tiempo se estaba agotando ya el humor de La codorniz, escrita por humoristas muy inteligentes, aunque menesterosos y precavidos como gatos escaldados con arreglo a la miseria y la represión de la posguerra. En cambio, su director, Álvaro de Laiglesia, era propiamente un señorito de Serrano con su tupé, blazer azul de cachemir con botonadura de ancla, pantalón gris de franela y jersey blanco de cuello de cisne. Álvaro tenía la voz engolada y exhibía un frívolo desparpajo de anarcofalangista de la División Azul, de vermut al pie de la barra de Balmoral, muy a la madrileña, ya se sabe, una mano para el vaso y la otra en el bolsillo rascándose los genitales.

El éxito de sus novelas era arrollador. Miguel lo conoció ya en plena decadencia. Un día en la Feria del Libro se acercó a su caseta donde firmaba ejemplares, ya sin la aglomeración de antaño y bromeando le dijo que el doctor Barnard, famoso en todo el mundo, llegado a España después de realizar el primer transplante de corazón, firmaba su libro con una cola interminable. Álvaro de Laiglesia contestó: "Sí, sí, pero yo no he tenido que matar a nadie".

La codorniz presumía de un humor audaz e inteligente, pero su audacia solo llegaba hasta la crítica del retraso de los trenes o de los baches de la carretera; en cambio, se alimentaba del falso rumor de que se atrevía a publicar chistes contra Franco, algo inimaginable. Por ejemplo, todo el mundo juraba haber leído en La codorniz este parte meteorológico: "Gobierna en toda España un fresco general procedente de Galicia". Se dijo que a causa de este chiste fue cerrada la redacción y que la revista publicó como respuesta la siguiente regla de tres: "Un bombín es a un bombón como un cojín es a equis y nos importan tres equis que nos cierren la redacción". Falso. Esas cosas se decían en los cafés y de hecho en la calle funcionaba una codorniz paralela, los memes orales de entonces, en los que la gente vertía todo su malicioso ingenio. Recién llegado a la capital de España, como el mosquito atraído por un farol, Miguel soñaba con que un día podría escribir en esa revista, donde firmaban humoristas míticos, Azcona, Acevedo, Alfonso Sánchez, los italianos Mosca y Pitigrilli, a los que leía de chaval en el pueblo. Lo logró cuando ya no la dirigía Álvaro de Laiglesia. La codorniz era una forma de reír de derechas pareciendo de izquierdas. 

Miguel se preguntaba si eso era posible. Los humoristas de izquierdas al final del franquismo se habían especializado en sortear la represión, jugando al ratón y al gato con la censura en el filo de la navaja. Corría el año 1972. Pues bien, había llegado el momento de reír de otra forma. En aquel tiempo el humorista Chumy Chúmez era simplemente un joven alegre y airado que se había convertido en un mito de la oposición democrática, entonces aún muy soterrada, muda y clandestina. En la tercera página del diario Madrid, dibujaba con trazos expresionistas muy feroces a unos capitalistas con chisteras y un puro en la boca azotando obreros, a señoritos montados en la espalda de su criado, a jornaleros cargados con un pedrusco, a prebostes con el lazo de Isabel la Católica y una querida a los pies. En la revista Triunfo, entre análisis de política internacional, que tenían siempre una lectura crítica y sesgada de la política interior, se podía contemplar su dibujo de un capitalista dándole consejos a un hijo ácrata, o de un latifundista subido en los riñones de la mujer del capataz, el chafarriñon de un sádico con garrota de nudos y carcajada de lobo sindical.

Chumy aprovechó el cierre definitivo del diario Madrid para poner en pie una nueva revista de humor y para este empeño aglutinó a su alrededor a un grupo de dibujantes de primer nivel: Forges, Summers, Perich, Ops, que también firmaba como El Roto, y con ellos fundó la revista Hermano lobo. Si el humor envejece cada cuatro años, si un día los españoles reían según la fórmula de La codorniz, de Hermano lobo, de Por favor, el El Jueves, ¿quién los hace reír hoy? Se ríen con los millones de memes que se mandan unos a los otros todos los días por las redes. Esa es la revista de humor crítica, disparatada, ingeniosa y malvada de un mundo que va al precipicio con un concierto de nuevas carcajadas.


El Pais. Cultura. Sábado 1 de julio de 2023

Al otro lado del túnel

¿Cómo lidiar ante lo inevitable?


JOSÉ LUIS VIDAL

28 Junio, 2023 

Junto a Jeff Lemire hemos viajado a distantes planetas, perseguidos por hordas de monstruos, compartido aventuras y misterios junto a los mayores héroes de Spiral City, conocido el terror verdadero que se escondía dentro del Granero Negro…

Pero en cualquier género en el que trabaje, hay siempre un nexo común. El factor humano, que es precisamente una de las principales claves del éxito de este canadiense de aspecto tranquilo que sabe dotar a sus creaciones de personalidades con las que empatizamos desde la primera viñeta. Los problemas, traumas, etc, que padecen son muy reales y los compartimos en muchas ocasiones.



Cazarranas

Autor: Jeff Lemire

Blanco y negro

112 págs.

16 euros

Astiberri


Lemire, como guionista, tiene una producción constante y brutal. Casi no hay un mes en el que no presente una nueva serie o miniserie en la que comparte autoría con algunos de los mejores dibujantes del panorama internacional.

Pero, de vez en cuando, se reserva para sí las labores de ilustrador (Essex County, Un tipo duro, Rotal City…) y nos regala relatos donde demuestra con su característico trazo, que además de poseer una imaginación de lo más fértil, es un narrador gráfico de primera categoría.

En Cazarranas vamos a conocer a un niño que se divierte atrapando a los escurridizos animales que dan título a este cómic, aunque éste es un recuerdo, una ensoñación si preferís llamarla así, que nos conduce a un hombre que despierta en la habitación de un hotel.

No sabe muy bien dónde se encuentra, y algo desconcertado sale al pasillo donde hay diferentes puertas numeradas. A lo largo de su recorrido por el desierto lugar, se topará con algún objeto que es una pista sobre esos recuerdos que están difusos en la cabeza del protagonista: una lata de margarina, el nombre del lugar…

Y, de pronto, el chaval que atrapaba ranas se planta frente a él y, cómo si de un experto guía se tratar, le advertirá sobre el peligro que se esconde tras una de las puertas del lugar.

Pero también, en un nuevo salto narrativo y temporal, en una aséptica habitación de hospital, una envejecida y terminal versión del hombre que, casi sin fuerzas ya, trata de rememorar, de volver a recuperar esos recuerdos que se le escapan de entre los dedos, y que son episodios, imágenes de esa vida imperfecta, en la que le falló a los suyos.

Una de las grandes preguntas que el hombre se hace constantemente es conocer qué encontraremos tras dejar este mundo, la envoltura mortal. ¿Hay algo al final de este oscuro túnel? ¿Nos acompañaran nuestros recuerdos? ¿Existe redención para los errores cometidos a lo largo de nuestra existencia?

Con una narración donde prima lo visual en gran parte, Jeff Lemire nos lleva de la mano a través de los recuerdos del protagonista, en un viaje extraño, con una fuerte carga onírica y de misterio, un recorrido donde finalmente todas las preguntas serán respondidas.


Malaga Hoy