viernes, 3 de enero de 2020

El crepúsculo de las ideologías

'Las Falanges del Orden Negro' (1979), de Pierre Christin y Enki Bilal, muestra una visión cínica y desencantada del crepúsculo de las ideologías y el fin del romanticismo político



GERARDO MACÍAS
01 Enero, 2020




La serie de cómics Leyendas de Hoy es una colaboración entre el guionista Pierre Christin y el dibujante Enki Bilal en cinco álbumes que aparecieron entre 1975 y 1983. El mensaje antisistema de las primeras historias (El crucero de los olvidados y El navío de piedra), se atenúa en La ciudad que nunca existió y desaparece en Las Falanges del Orden Negro (1979) y Partida de caza (1983).

En el álbum Las Falanges del Orden Negro (1979), se muestra una visión cínica y desencantada de las ideologías y el fin del romanticismo político. Una noche de invierno de 1978, un escuadrón llega al pueblo turolense de Nieves y mata a todos sus habitantes, empezando por el alcalde comunista. La noticia llega a Jefferson Pritchard, editor de un periódico londinense, que comprende que la Falange del Orden Negro ha regresado.

Pritchard fue voluntario para combatir en la Guerra Civil Española integrado en las Brigadas Internacionales. Allí coincidió con un grupo multinacional de combatientes que creían defender la libertad. El otro bando tuvo su propia asociación internacional de luchadores por un ideal fascista: la Falange del Orden Negro. Pritchard contacta con sus antiguos compañeros para que se unan a él en una última misión: acabar con la Falange.

Las Falanges del Orden Negro es un tebeo al que hay que acercarse entendiendo el marco histórico: se sitúa en una España que, en plena Transición, elegía por primera vez en cuarenta años sus representantes políticos. Mientras, los jóvenes europeos se debatían entre el hippismo y la lucha proletaria y el Muro de Berlín dividía al viejo continente, que estaba amenazado por células terroristas de distintos signos que pugnaban por influir en el proceso. La obra es un alegato contra los peligros de los extremismos.

Tratándose de un cómic de tono realista, propone una idea de partida inverosímil: que cuarenta años después de la Guerra Civil, un grupo de ancianos fascistas orqueste una cadena de atentados de escala internacional. Para colmo, sus antiguas némesis toman también las armas cuando deberían estar en un geriátrico.

Cuando Pritchard les llama, no dudan en dejar atrás sus vidas anodinas. Sin embargo, a medida que mueren los camaradas y el objetivo no parece estar más cerca, el entusiasmo se convierte en obsesión.

Se equipara la brutalidad de falangistas y brigadistas, hasta el punto de que brigadistas y falangistas resultan idénticos: ambos grupos recurren a la violencia, más movidos por venganza que por justicia. Aquellos por los que los brigadistas dicen estar luchando, solamente ven muerte y decadencia. Ambos bandos están equivocados, pero se resisten a adaptarse a unos nuevos tiempos en los que su modo de dirimir los conflictos se ha visto superado.

Christin acentúa el pesimismo conforme avanza la historia. Los únicos supervivientes son María, que abandona el equipo por un joven artista con el que poder recuperar el tiempo perdido sin recurrir a la violencia; y Pritchard, que se da cuenta de que él es el responsable de enviar a todos sus camaradas a la tumba. Las últimas escenas muestran a un Pritchard amargado, esperando más la muerte que lo que le resta de vida. Bilal utiliza planos medios, con el fin de evitar que el lector simpatice con los protagonistas. Bilal demuestra su talento para dibujar todo tipo de ambientes, retratando las cimas nevadas de los Pirineos, las calles de Barcelona, las orillas del lago suizo Lemán, la Roma monumental, la Sicilia profunda o las bodegas de un mercante. La elección de tonos cromáticos contribuye al carácter crepuscular.

Pierre Christin (Saint Mandé, Francia, 1938), es guionista de cómics. Su primera historieta, Le Rhum du Punch (1966) fue dibujada por Jean-Claude Mézières y publicada en la revista Pilote. Al año siguiente, colaboró con Mèzières para crear la serie Valérian: Agente Espacio Temporal. Con Jacques Tardi y Enki Bilal creó la serie Leyendas de hoy.

Enki Bilal (Belgrado, ex Yugoslavia, 1951) es guionista y dibujante de cómics; y cineasta. A los diez años se instala con su familia en París. Debuta en 1971 en la revista Pilote. Su primera obra larga, El crucero de los olvidados, con guion de Pierre Christin, aparece en 1975. Paralelamente, trabaja en obras con guion propio, como la trilogía Nikopol.


Malaga Hoy


Una nueva vigilancia


JAVIER FERNÁNDEZ
01 Enero, 2020

'Décadas. Marvel en los años 10'. VV. AA. Panini. 248 pág. 25 euros.

Leyendas y legado es el título del último volumen de la serie Décadas, y, en esta ocasión, se incluyen ejemplos seleccionados de la producción de Marvel durante la década de 2010. Nuevos héroes como el joven hispano Miles Morales (que tomó el manto de Spiderman en el universo Ultimate), una reivindicativa Capitana Marvel (inspirada por el gran Mar-Vell), la adolescente paquistaní Ms. Marvel (inspirada precisamente por la Capitana Marvel), un Thor femenino (la mismísima Jane Foster), los actuales Guardianes de la Galaxia, Pantera Negra o la Chica Ardilla dan aquí un paso al frente y convierten el universo Marvel en un territorio que representa la diversidad. En lo creativo, el tomo cuenta con autores de la talla de Brian Michael Bendis, Kieron Gillen, Kelly Sue Deconnick, G. Willow Wilson, Jason Aaron, Chris Samnee, Russell Dauterman o Jason Latour.


Malaga Hoy


Pieza de coleccionista


JAVIER FERNÁNDEZ
01 Enero, 2020

'La espada salvaje de Conan: Marvel Original, 2'. Roy Thomas y otros. Panini. 408 págs. 40,95 euros.

El segundo volumen de La Espada Salvaje de Conan: La etapa Marvel original recupera el contenido de los números 10 a 15 de la mítica cabecera The Savage Sword of Conan, publicados por primera vez en 1976. Se trata de la mejor adaptación a viñetas del universo creado para los pulps por Robert E. Howard, y uno de los mejores ejemplos de fantasía heroica de toda la historia del cómic, merced al trabajo de Roy Thomas, John Buscema, Alfredo Alcalá y otros ilustradores del calibre de Boris Vallejo, Ken Barr o Earl Norem. Esta edición de Panini, basada en los Omnibus estadounidenses, presenta el material en el orden de las revistas originales, con una alta calidad de reproducción y una enorme cantidad de extras. Vamos, una maravilla.


Malaga Hoy


A las puertas del infierno



JAVIER FERNÁNDEZ
01 Enero, 2020

'Marvel Gold. El poderoso Thor, 6'. VV. AA. Panini. 680 páginas. 44,95 euros.

El sexto tomo en cartoné de El poderoso Thor en la colección Marvel Gold contiene los números 210 a 241 de la serie The Mighty Thor, y enlaza con los volúmenes en rústica publicados hace unos años (¡Si Asgard pereciera...! era el título del primero de ellos). De este modo, Panini ha reeditado casi la totalidad de los episodios del dios del trueno hasta el número 300, a falta solo de sus primerísimos tebeos, que verán la luz el próximo enero, en el postergado primer tomo con el comienzo de la saga. De este largo periodo inaugural, destaca sobremanera la maravillosa etapa de Stan Lee y Jack Kirby (esto es, los tomos 2 a 4: En mis manos... ¡Este martillo!, Campo de batalla: la Tierra, Y ahora... ¡Galactus!), uno de los hitos de la creación del universo Marvel, tan rica conceptualmente como poderosa en lo visual, con un Kirby en verdadero estado de gracia.

Menos sublime, pero también digno de mención, es el trabajo de guionistas como Len Wein y Roy Thomas, embellecido por los lápices de John Buscema o Keith Pollard y las tintas de Joe Sinnott, Tony de Zúñiga o Chic Stone, que le dieron a algunas fases del conjunto una solidez notable.

¡La batalla a las puertas del infierno!, que es como se llama el presente volumen, cubre los años 1973 a 1975 y cuenta con la excelencia artística del mayor de los hermanos Buscema, acompañado por otros habituales del periodo como su hermano Sal o el inevitable Rich Buckler, en tanto los guiones son, en su mayoría, obra de Gerry Conway, el jovencito que sustituyó a Stan Lee en The Amazing Spider-Man y tuvo la ocurrencia de matar a Gwen Stacy. En las distintas aventuras del presente volumen, Thor se une a Hércules para combatir la amenaza de Plutón y Ares, asoman seres cósmicos como Ego, el Planeta Viviente, y Galactus (que toma al Señor del Fuego como nuevo heraldo) y regresa un personaje tan emblemático como Jane Foster. Como curiosidad, se incluye también el número 26 de Marvel Premiere, protagonizado por Hércules, más los extras de rigor.



Malaga Hoy



Cómo hemos cambiado

Volver, regresar a los orígenes, al esperado encuentro con los personajes de '¿Así es como me ves?', nacidos de la genial mente de Jaime Hernandez


JOSÉ LUIS VIDAL
24 Diciembre, 2019


¿Así es cómo me ves? Jaime Hernández. Rústica. 100 págs. 14,90 euros. Ediciones La Cúpula.

Aunque el título de la canción del grupo Presuntos Implicados no casa demasiado bien con el estilo de música preferido por las protagonistas de esta historia, sí que define bien el tono de este nuevo relato que reúne, una vez más, a este par de Locas, Maggie y Hopey.

¿El objeto de este reencuentro? Pues volver a Hoppers, a Huerta, ese lugar donde tantas y tantas situaciones han vivido juntas y por separado. El objetivo es reencontrarse con las viejas amistades y disfrutar de un buen bullicio de música punki.

Pero claro, las protagonistas ya comienzan a peinar canas, la agilidad ya no es la de antaño y, obviamente, el tiempo no pasa en balde… Ambas tienen sus respectivas parejas, y Hopey es hasta madre de un chaval, así que, pese al cariño que se profesan, el paso del tiempo es cruel y refrena los sentimientos, los impulsos, creando incómodos silencios entre estas amigas que lo compartieron todo y fueron locas protagonistas de mil y una peripecias, como seremos testigos a lo largo del relato, que viene trufado por varios flashblacks que remarcan aún más si cabe que las hojas del calendario no han ido cayendo en vano.

Pese al tono algo agridulce del relato, no van a faltar las situaciones divertidas, muchas de ellas surrealistas, e incluso habrá algo de suspense y tensión, como cuando Maggie y Hopey se vean metidas en una situación que parece sacada de un thriller.

Para nosotros, los lectores, también supone un agradable reencuentro con estos personajes a los que uno ve como a viejos amigos, personas con las que te vuelves a ver pasado el tiempo y te cuentan cómo les ha ido la vida, con sus cosas buenas y las malas. Son muchos años ya, las hemos visto crecer, cambiar de peinado y estilo de vestir una y mil veces, siempre rodeadas por esa fauna de amigos y conocidos, parte de la cual vuelve a asomar su rostro por estas viñetas.

Viñetas, por cierto, en las que el autor, excelso miembro del clan Hernández, vuelve a dejar muy claro que no solo posee un talento innato para contar historias, sino que es un excepcional dibujante, con un estilo reconocible a la legua y al que considero uno de los grandes maestros de la narración gráfica, el cómic, ya que sin grandes alardes visuales, tiene el control absoluto de la acción, que fluye a la perfección a lo largo de toda la historia que, por supuesto, nos mantiene hipnotizados en la página que estamos leyendo, obligándonos a continuar, embebidos en una trama apasionante, en la que, a veces, podemos encontrarnos con situaciones que no nos son para nada ajenas. ¿No os ha pasado nunca eso de que te has vuelto a reunir con los colegas de la infancia-juventud y la cosa ya no funcionaba, recurriendo una y otra vez al manido recurso de contar una y otra vez las viejas y trilladas anécdotas?

Pues no esperes más, si quieres saber cómo les va a Maggie y Hopey en esta esperadísima reunión, no tardes en leer ¿Así es cómo me ves? Una historia de Locas.


Malaga Hoy


Una telaraña no es suficiente

En la colección Marvel Team-Up, Spiderman compartiría multitud de aventuras con aliados de lo más variado

JOSÉ LUIS VIDAL
23 Diciembre, 2019

En este sello de La Casa de las Ideas se dio un momento único, la reunión de dos talentosos jóvenes que, por aquel entonces, los ya lejanos años setenta, comenzaban a despuntar por su talento.

Un inglés y un canadiense, juntos para llevar a Spiderman, uno de los grandes iconos de la editorial, a través de variadas peripecias que siempre lo pondrían en peligro, enfrentándose a multitud de villanos. Chris Claremont y John Byrne no eran desconocidos, ya cada uno sabía sacar lo mejor de su compañero de fatigas y, curiosamente, dentro de su etapa a lo largo de esta colección, incluso iban a rematar arcos argumentales que, por culpa de la tijera de la cancelación, habían quedado en el aire, como por ejemplo la colección protagonizada por Danny Rand, alias Puño de Hierro.

100% Marvel HC. Spiderman: Marvel Team-Up de Chris Claremont y John Byrne
Chris Claremont, John Byrne, VV.AA.
Cartoné
264 págs.
26 euros
Panini Cómics

Pero no adelantemos acontecimientos, sino más bien pongamos el acento en lo variado de estas aventuras, la mayoría eran resueltas en un par de entregas, por lo que no obligaba al lector a estar al tanto de la colección todos los meses si no quería. Aunque en este caso particular, tanto el acierto como guionista, aportando en muchas ocasiones ese talento para el drama que sería uno de los rasgos de identidad en las futuras historias surgidas de su máquina de escribir, como el papel de Byrne, al que considero como el dibujante perfecto de superhéroes. Pensadlo bien, ya a estas alturas se podía considerar que poseía un estilo gráfico identificable y sobre todo, era capaz de transportarnos a cualquier lugar de este, u otros, mundos con una facilidad pasmosa (en apariencia, claro).

Pues bien, con este tándem de genios a los controles poco podía ir mal, y como comprobaréis, los relatos contenidos en este volumen que recoge su etapa juntos al frente de esta colección, es una lectura de lo más distraída, que va a llevar al Cabeza de Red a enfrentarse con peligrosas amenazas como Equinoccio, un tipo que contiene en su interior el frío del hielo mezclado con el fuego más ardiente, o con un villano que reúne en su cuerpo los poderes de cierta familia de superhéroes… Se trata, cómo habréis imaginado, del imparable Super Skrull, un tipo con el que conviene no cruzarse.

Y antes os hablaba de sagas interrumpidas, como este encuentro con un peligroso as de las artes marciales, Serpiente de Acero, que ha escapado de la mítica ciudad de K´un Lun para ajustar cuentas con el poseedor del poder del dragón Shou-Lao…

¿Os gustan los parques temáticos? Bueno, al pobre Spidey no le va a dejar muy buen recuerdo el ideado por el letal Arcade, un lugar construido para su absoluta diversión y del que se entra pero no se suele salir.

Poco descanso va a tener el pobre Peter Parker, que se verá las caras con una interminable galería de villanos, cada uno con su propio y maléfico plan: Kraven el Cazador, D´Spayre, El Faraón Viviente, El Monolito Viviente y Kulan Gath (brujo con el que, en un futuro, volverá a cruzar su camino, en una de las escenas más impactantes jamás vistas).

Pero claro, os preguntaréis, ¿Solo villanos, y los otros héroes? Pues bien, ajustados los cinturones, porque aquí van, y son una auténtica legión: Chaqueta Amarilla, La Avispa, La Antorcha Humana, Ms. Marvel, Puño de Hierro, Misty Knight, Colleen Wing, Capitán Britania, Tigra, El Hombre-Cosa, Kaos, Thor, Power Man y, sí, aunque parezca imposible, la pelirroja y bárbara Red Sonja.

¿Qué, os habéis quedado con ganas de leer todas estas apasionantes aventuras? ¡Pues corred, insensatos, que os esperan en la librería más cercana!


Malaga Hoy


Rao Pingru, el dibujante que narró en cómic un siglo de vida en China


Anatxu Zabalbeascoa

El ilustrador y escritor Rao Pingru, en la casa de su hijo pequeño. YOLANDA VOM HAGEN

26 ABR 2018

Rao Pingru formó parte de la aristocracia imperial china, combatió a los japoneses y fue ‘reeducado’ por el comunismo. En 2008 decidió narrar en un cómic su vida, que es también un siglo de la historia de su país. A sus 96 años, lúcido y ágil, nos recibe en su casa de Shanghái.

AHORA QUE lo pueden tener todo no quieren perder la memoria”. Rao Pingru (Nanchang, 1922) interpreta así el éxito de su autobiografía: La historia de Pingru y Meitang (Salamandra). Jamás soñó con el reconocimiento internacional porque ni siquiera se imaginó publicándola: “Cuando mi mujer murió, quise contar nuestra vida a mis hijos y nietos. Nada más”.

Pingru y Meitang, su esposa, llegaron a Shanghái a finales de 1950. Primero se instalaron en una habitación alquilada y en verano de 1952 se mudaron al piso de 36 metros cuadrados y dos habitaciones donde el matrimonio y sus cinco hijos vivirían durante 51 años. En aquel momento, en la ciudad solo había un rascacielos, el Park Hotel. Hoy convive con cientos. Con cerca de 24 millones de habitantes, Shanghái es la urbe más poblada de China. Por eso cuesta hacerse una idea de cómo era cuando se mudaron para que él trabajara como contable y corrector en la editorial de su tío. “Fue la época más feliz de mi vida: ganaba dinero y no pasaba escasez”, recuerda tomando un té en el piso de su hijo pequeño, Shunzeng.



Una ilustración de 'La historia de Pingru y Meitang', que recorre la historia de China.

Aquella felicidad duró poco. En 1956, siete años después de que se proclamara la República Popular, la editorial fue nacionalizada y, en 1958, él enviado a un campo de reeducación, denominación utilizada durante la Revolución Cultural para aludir a los campos de concentración concebidos por Mao Zedong para sus purgas políticas. En la guerra civil que enfrentó a los partidos nacionalista y comunista, Pingru había luchado en el bando perdedor, así que fue enviado, sin juicio previo, a la provincia de Anhui. La primera década la pasó en la brigada de excavaciones, después trabajaría en una fábrica de piezas de transmisión para coches. Durante los 22 años que duró la separación, Pingru y Meitang tan solo se veían dos semanas al año, cuando él volvía a Shanghái para celebrar con su mujer y sus hijos el Año Nuevo. En 1979, meses antes de que naciera su primer nieto, regresó a casa para quedarse. La familia lo festejó en el estudio de un fotógrafo. Un dibujo del libro recrea ese momento. Los dos ya tenían el pelo cano.

Pingru y su mujer, Meitang, fotografiados en 1948.

A sus 96 años, Rao Pingru muestra una agilidad, mental y física, sobresaliente. Cocina, toca el piano, dibuja y ha escrito otro libro. “Pero mis hijos ya no me dejan ir en bicicleta”, se lamenta. Su hijo pequeño explica que se lo prohibieron cuando pedaleó 20 kilómetros para comprar pastelitos de arroz rellenos de carne. “Perdió la llave del candado y apareció cargando la bicicleta sobre los hombros”. Shunzeng tiene 64 años y es psiquiatra. También fue enviado al campo para su reeducación cuando tenía 15. El Partido Comunista exigía que los estudiantes trabajaran la tierra. La mayoría de sus pacientes son jóvenes: “O están deprimidos porque no les gusta lo que ven, o sufren ansiedad porque no llegan donde quisieran”.

Pingru asegura que nunca se deprimió. “Cambiamos nuestra identidad”. Y aclara que aprendió inglés en aquella época. “Cada día memorizaba una frase. Cuando recordé 408, fui capaz de hablar”. La dureza de los trabajos forzados variaba según la provincia: “En Anhui no abusaban de ti. Te dejaban decidir si podías cargar 30, 40 o 50 kilos. Cuando descubrieron que sabía escribir me pusieron a redactar artículos”.

El ilustrador muestra sus pinceles en su casa de Shanghái, donde vive con uno de sus hijos. YOLANDA VOM HAGEN

—¿Y qué escribía?

—Historias de gente que trabajaba mucho.

—¿Propaganda? [risas].

—Sí, sí, propaganda.

Su carácter fue su salvación. “En el campo muchos se suicidaron. No soportaban la perspectiva. No se nos permitía estudiar, pero yo tenía un libro en inglés. Estoy más cerca del lado luminoso que del oscuro. Siempre creo que todo mejorará”.

¿Cómo lograba ser tan optimista? “Cuando me alisté con 18 años pensé que estaba salvando a mi país de los invasores japoneses; luego, de los comunistas insurrectos de Mao Zedong. No sabía diferenciar entre los nacionalistas del Kuomintang y los comunistas. No supimos que estábamos en uno de los bandos hasta que se enfrentaron. Quise luchar por China, no contra los chinos. No me sacrifiqué por mantener mis privilegios, creía que luchaba por mi país. Saqué fuerza de saber que no había hecho mal a nadie. No poseo una gran casa ni coches, pero he tenido una mujer que me comprendió. Y puedo escribir y dibujar. No soy un inútil. Sabía que, si lograba sobrevivir, vería la luz. La única libertad que necesito es la mental”.


Una viñeta de su cómic 'La historia de Pingru y Meitang'. CONTACTO

Hace un año, Rao Pingru salió por primera vez de China. Viajó a Francia para presentar su libro en el festival de Angulema, el salón del cómic más importante del mundo. Fue el invitado de honor. “La comida y las costumbres son distintas, pero el sentido común es el mismo: nos gusta la paz y la amistad”. De repente, se le iluminan los ojos y pregunta:

—¿Franco fue bueno o malo?

—Fue un dictador.

—¿Qué quiere decir?

—Dio un golpe de Estado. No fue elegido.

—La democracia es una ilusión, algo relativo.

—¿Ha tenido problemas por publicar el libro?

—No. Es la verdad. El antiguo Gobierno comunista hizo cosas duras, pero también cosas buenas. Mi hijo se perdió cuando tenía cinco años y la policía lo encontró.

—¿Todo está bien entonces?

—No todo. Tenemos ladrones. Incluso asesinos. Pero no aquí, en el campo. En Shanghái no porque es una ciudad internacional. Progresamos.

—El Gobierno comunista quiso convencer a su mujer de que se divorciara de usted.

—Pero ella dijo que yo no era ni ladrón, ni asesino, ni traidor, ni mal marido. Cuando la conocí era rica y luego trabajó hasta que el cuerpo le aguantó. Creíamos el uno en el otro. Eso nos salvó. Mi madre era budista y nos enseñó que debíamos ayudar a la gente pobre. Eso también nos salvó. Siempre supimos convivir.

Pingru, retratado en su casa de Shanghái. YOLANDA VOM HAGEN

Estos días Rao Pingru convive con su hijo y su nuera en un piso de unos 100 metros cuadrados. También viven allí su nieta y su marido. Lo conoció gracias al abuelo: “Es cámara de televisión y vino a filmarme. Mi nieta de 32 años, que nunca había tenido novio, se enamoró”. Los tiempos han cambiado, a Pingru le buscó esposa su padre. “Meitang era la hija de su íntimo amigo”.

De niño, Rao Pingru vivía en Nanchang, capital de la provincia de Jiangxi, en una casa con seis patios y una habitación para el culto budista. Tenía criados, un salón para recepciones, un despacho para su padre, abogado, y un jardín del que su abuela cogía flores para freírlas. En el libro revela su recuerdo más antiguo: la ceremonia del despertar. Los sirvientes lo hacían a las tres de la madrugada. Sus padres y su preceptor aguardaban ante un retrato de Confucio. Sobre la mesa: un pincel, papel, una barra de tinta y una piedra de entintar. El preceptor guio su mano para trazar unos caracteres sencillos. Cuenta también que, a pesar de que tenían criados, desde los ocho años era él quien servía el arroz a sus padres. ¿Se han perdido esas tradiciones? “Sí. Éramos ricos, pero la riqueza no puede atontarte. Ahora los padres sirven a sus hijos eternamente”. ¿Sucede porque solo tienen un hijo? “Ahora se puede tener dos, pero están mimados. De pequeños aprendíamos de Confucio y Mencio que la tolerancia es la principal virtud. También que la felicidad está en el interior. El comunismo trataba igual a hombres y mujeres. Su ideario es la igualdad. Pero ha habido también miseria generalizada”.


Ilustración de su biografía. El año pasado, el autor chino fue el invitado de honor del festival de Angulema, el salón del cómic más importante del mundo.

—¿Cuándo cambió todo eso?

—Cuando China se abrió al mundo, en 1978. Den Xiaoping trajo la libertad.

—¿Qué pasó entonces en la plaza de Tiananmen 10 años después?

—No recuerdo ese incidente.

—Fue portada en los periódicos.

—No sé de qué me habla. Nuestra vida mejoró. No solo la mía. Se revisaron casos de miles de personas. Los viejos oficiales del Partido Comunista fueron sustituidos.

Así es Pingru. Cuando se le pregunta si es libre responde: “Soy feliz”. Y añade: “La tradición china hace que cuando uno muere se escriba un epitafio en dos columnas. Tengo el mío preparado”. Lo canta y luego lo traduce: “Cuando nuestra nación estaba en peligro abandoné la academia. Fui a la escuela militar de ­Huangpu y me convertí en soldado. Fui a la batalla y luché contra los japoneses. No temí dar la vida por mi país”. Luego hace una pausa y canta la segunda columna: “Ahora soy viejo y feliz. La nación china está en una época próspera con un Gobierno cercano a la gente. Por eso sonreiré cuando abandone este mundo”.

Caracteres chinos dibujados por Pingru. Tenía tres años cuando comenzó a aprender YOLANDA VOM HAGEN

“Soy bastante libre”, insiste. “Podemos hablar con los extranjeros como usted. Hasta los ochenta no pudimos. Aquí puedes decir lo que piensas mientras sigas los principios del Partido Comunista”. Pingru observa con desconcierto la nueva sociedadad china. “Los jóvenes han tenido demasiada suerte. No conocen la guerra. Solo quieren divertirse. Antes no teníamos información. Si sabes lo que tienen los demás, quieres tenerlo. Eso genera frustración y ansiedad. Cuando éramos jóvenes, éramos todos iguales. Por eso creíamos en el comunismo. Ahora hemos perdido ideales. Nuestra vida física es mejor. Pero la mente es más débil, y la vida espiritual, más pobre. Confucio dijo que todo el mundo quiere ser rico y poderoso, pero que, si ese objetivo se alcanza de manera deshonesta, arruina a las personas”.

Según Pingru, cada generación pierde y gana algo. “Nosotros nos movíamos en bicicleta o en autobús. Hoy mis hijos y nietos conducen”. Al escuchar que en Europa estamos dejando el coche y regresando a la bici, asiente: “Vamos 20 años por detrás. Esta es una etapa de transición y la gente quiere conseguir cambios inmediatos. Pero los cambios reales no son así. Aunque llegan novedades como el teléfono inteligente”. Él no tiene. “Por miedo a que me genere adicción. La gente no lo suelta”.


Ilustración de su biografía.

Cuando me despido y me calzo junto a la puerta, pregunto si es habitual que cuando uno entra en una casa china se quite los zapatos, como en Japón. “¿Sabe por qué Japón es un país tan fuerte?”, pregunta retóricamente, “porque ­primero aprendieron de nosotros, y luego, del mundo occidental. Y prosperaron. Así es la vida”.

—Antes de que la dibujara, ¿sus nietos sabían cómo había sido la suya?

—En absoluto. Por eso hice el libro. Empecé siendo rico. Luego me llegó una vida dura. Ahora soy una persona corriente con una existencia plena. El secreto no ha sido la resignación, sino la curiosidad. No he dejado de aprender. Uno educa con lo que hace, no con lo que dice. Pero hoy todo el mundo tiene prisa y todo parece tener la misma importancia, pero lo más importante es la memoria. Si pierdes dinero, puedes volver a conseguirlo. La memoria es otra cosa. Si se pierde, desapareces como persona.


El Pais Semanal Nº 2.169 22/04/2018