lunes, 4 de febrero de 2019

La gran novela americana es un cómic

‘Sabrina’, la obra con la que el veinteañero Nick Drnaso llegó a la final del Premio Booker, se suma a un canon narrativo en el que ya figuran tebeos como ‘Maus’, ‘Contrato con Dios’ o ‘American Splendor’

LAURA FERNÁNDEZ
2 FEB 2019



Nick Drnaso, autor de 'Sabrina', en su estudio en Chicago. OLIVIA OBINEME OBSERVER / EYEVINE / CONTACTO

Al lugar en el que se ha escrito y dibujado la primera gran novela americana del siglo XXI, una novela en viñetas que ha sido capaz de atrapar el mundo en el que vivimos a la manera en que Vladímir Nabokov atrapaba todas aquellas mariposas, se accede por el patio trasero de una imponente casa de ladrillo, propiedad de una familia de chefs. Esa es la razón, dice Nick Drnaso, el tipo de Palos Hills que todavía no acaba de creerse que su segunda novela gráfica acabase nominada al Man Booker, de que haya tantas barbacoas en el patio trasero. Todas están cubiertas de nieve. De hecho, hay al menos tres palmos de nieve cubriendo el patio. Y los copos siguen cayendo. “No creo que salga de casa hoy”, dice Nick. La casa de la que no piensa salir está en Chicago, aunque no la ha diseñado Frank Lloyd Wright. Es un pequeño apartamento, situado como una pieza de cubo de Rubik, en algún lugar de la casa de los chefs. Lo comparte con su mujer, también dibujante, y sus tres gatos. Cuadros inspirados en el juego de mesa Operación, cientos, puede que miles, de pequeños muñecos, y cientos, puede que miles también, de cómics y libros. En la cocina hay café recién hecho —en cafetera italiana— y galletas caseras de chocolate blanco.

La sorpresa fue mayúscula cuando, en algún momento del pasado julio, se supo que, por primera vez, una novela gráfica iba a competir por el Man Booker. Y aún más cuando se supo que esa novela gráfica era tan solo la segunda novela gráfica de un tipo de 29 años que hasta entonces trabajaba limpiando cristales en el Field Museum, el impresionante museo de historia natural de Chicago, famoso por albergar el mayor tiranosaurio rex que jamás se ha encontrado, un montón de huesos llamados Sue en honor a la paleontóloga que los encontró en 1997: Sue Hendrickson. Al igual que su única novela gráfica hasta la fecha (Beverly, publicada en castellano por Fungencio Pimentel), Sabrina (Salamandra) tenía nombre de chica, y estaba destinada a marcar una suerte de antes y después en la historia del género, a convertirse en un intenso y doloroso clásico instantáneo, doloroso a la manera en que lo fue el Jimmy Corrigan de Chris Ware, con no solo su profundidad, sino también una ambición tal vez imprevista pero sin duda totalizadora con el momento y el lugar, siendo el lugar el mundo entero.






“No querían hacerlo en realidad. No querían nominarme”, dice del premio que terminó ganando la nor­irlandesa Anna Burns con Milkman, que AdN publicará este año en castellano. “Con otro jurado, jamás me hubieran nominado. Fue una especie de accidente que lo hicieran. Y, bueno, es un honor, claro, pero también me hizo sentir algo incómodo. Parece que soy el representante de una clase de nuevo ciclo o algo parecido, y no me siento así para nada. Hubo gente que se enfadó muchísimo. Y yo estuve un tiempo pensando por qué. Y luego me pregunté si los cómics deberían ser considerados literatura. ¿Deberían? ¿Por qué? Son lo suficientemente distintos de la literatura como para tener su propia categoría, así que ¿por qué no la tienen? La gente se sintió insultada. Los entiendo. Lo del Nobel a Bob Dylan también fue muy raro”. A Nick no le gusta hablar con la gente. Le gusta observarla. Le gustaba su trabajo en el Field Museum porque podía observar a la gente y nadie se dirigía a él. Ahora es feliz porque no suele salir de casa. Se pasa el día dibujando. Cuando llega su mujer por las noches, ella está harta de haber pasado el día en la floristería en la que trabaja. Pero él necesita hablar con alguien. “A veces echo de menos trabajar”, dice.

Pero trabajar, trabaja. Y sin descanso. En la pequeña habitación de la pareja. Es allí, junto a la modesta cama de matrimonio, donde dibuja. Tiene una mesa de dibujo, una silla, que ocupa el mínimo espacio que queda entre la cama y la mesa, y otra mesa, tan pequeña como su portátil, tras la que se oculta la impresora y su paleta de colores: una cartulina en la que ha pintado pequeños cuadrados de colores que le sirven para decidir el aspecto que tendrá la página. “El color es muy importante”, dice. Durante mucho tiempo creyó que el cómic debía ser divertido. Luego descubrió que no tenía por qué serlo. No ha leído tanto como querría a Will Eisner, pero es capaz de utilizar sus encuadres —esos personajes de espaldas que permiten, siempre, que imaginemos lo peor— y sus silencios —que se convierten en empatía: un nexo de unión inquebrantable—. Alguien ha dicho que Sabrina es lo que ocurre cuando una tragedia personal —la desaparición de una chica y el posterior hallazgo de su cadáver— acaba triturada por las redes sociales y el imparable ciclón informativo deseoso de deformar y estirar la noticia hasta la aparición del próximo fenómeno. Y eso es justo lo que es. Y también son sus consecuencias, y de ahí el certero retrato de nuestra época.


Porque lo que ocurre cuando se pierde el control de la información, cuando los llamados Aburridos, es decir, toda esa parte de la población que vive de la actualidad, que solo respira cuando tiene ante sí un caso lo suficientemente morboso, que es por completo adicta a disponer de datos, sean o no fiables, empiezan a disparar rumores en todas direcciones, es que se da pie a las llamadas fake news y a las teorías conspiratorias, y éstas se traducen en puro canibalismo digital para con, en este caso, tres personas: el novio de Sabrina, Teddy; el mejor amigo de éste, Calvin, y su hermana, Sandra. Tres solitarios que nunca se han sentido tan solos. Y que, a la vez, nunca han deseado más poder desaparecer. Pero no pueden evitar vivir en el mundo en el que vivimos todos, en el que se diría, la vida es lo que pasa mientras consultas, una y otra vez, Facebook e Instagram. O el penúltimo vídeo viral. O las discusiones de Twitter. “Yo mismo tiendo a obsesionarme con las historias de asesinos, pero me dan miedo las redes sociales, no sería capaz de soportar saber lo que opinan de Sabrina, cualquier comentario podría destruirme”, dice.



Pero evidentemente no estaba pensando en sí mismo cuando escribió Sabrina. Estaba pensando en, por ejemplo, Justine Sacco, aquella directiva que, antes de subir a un avión con destino a África, en 2013, escribió un desafortunado y terriblemente racista tuit que decía: “Me voy a África. Espero no pillar el sida. Es broma. ¡Soy blanca!”, y cuya vida se convirtió en un infierno después de aquello. Humillación en las redes, el ensayo de Jon Ronson, le sirvió para atacar a cada uno de sus personajes desde un frente (hay quienes ni siquiera creen que Sabrina fuese real, otros que el asesino no es el verdadero asesino, otros que sigue viva, y, en cualquier caso, todos se sienten con derecho a opinar). Aunque sí hay una historia dentro de la historia — además de la soledad y la imposibilidad de conectar con otros seres humanos de los tres protagonistas, algo que Nick conoce y conoce bien— que tiene que ver con el dibujante. “La historia de los dos amigos, Teddy y Calvin, a los que la tragedia reconecta está basada en algo que me ocurrió con un amigo de Colorado. De hecho, fui a su casa y basé toda esa parte de la historia en lo que vi allí. Supongo que siempre necesito que algo sea real, partir de una especie de recuerdo propio”, confiesa.

Fue así en Beverly, su debut. “Todo eran recuerdos”, dice. El gato que aparece en Sabrina es también uno de sus gatos. Y en el fondo está transmitiendo un miedo. “No me gusta la sociedad que estamos creando. Espero que en el futuro se advierta a los chavales en el colegio sobre los peligros de la exposición a las redes sociales, y a la información que circula por la Red en general”, asegura. También dice que lo más probable es que el 11-S cambiara para siempre el mundo tal y como lo conocemos. Él tenía 12 años en 2001. Está a punto de cumplir los 30. Aunque su dibujo recuerda a Joost Swarte, admira por igual a Robert Crumb y a Seth. Cree que el cine hipnótico de Kelly Reichardt es “un milagro”. E insiste en el asunto del 11-S. “Supongo que la dictadura del presente en la que vivimos nació ese día, cuando el primer avión se estrelló contra las torres”, dice. Se descubrió entonces que podíamos volvernos adictos a la realidad. O a lo que la red global que habíamos construido decidiera qué era la realidad. ¿Vivimos, cada vez más, en un mundo que no existe, en un mundo de ficción interesada? Nick se encoge de hombros. “Me incomoda que me pregunten cosas así. Puede que la novela sea una especie de reflexión, sí, sin duda estoy explorando eso, pero no he llegado a ninguna conclusión, no tengo una tesis, todo lo que ofrezco es una visión desenfocada. No consuela, quizá todo lo contrario”, contesta. Y así es. Afuera sigue nevando. Las barbacoas de sus caseros chefs dejaron de parecer barbacoas hace mucho. No hay ni un alma en Lowell Avenue. “Definitivamente”, dice, “creo que no voy a salir de casa hoy”.

Sabrina. Nick Drnaso. Traducción de Carlos Mayor Ortega. Salamandra, 2018. 204 páginas. 24 euros.


El Pais Babelia Nº 1.419. 2 de Febrero de 2019

domingo, 3 de febrero de 2019

TORPEDO por Bernet y Abulí: El Sórdido















El Pais Semanal

La aristocracia venida a menos

'Pascual, criado leal' (1953), de Ángel Nadal, es una serie de historietas cómicas sobre un mayordomo y su amo que debutó en el semanario 'Pulgarcito' nº 1.139 de Editorial Bruguera


GERARDO MACÍAS
30 Enero, 2019


'Clásicos del humor: Pascual, criado leal'. Guion y dibujos: Ángel Nadal. RBA Coleccionables, 2009.

En la España de posguerra, donde los tebeos contribuyeron a formar el imaginario colectivo, las revistas de la Editorial Bruguera elaboraron una crónica extraoficial y sarcástica de la época.

En los años 50, en la sociedad española circulaban bastantes ejemplos de aristócratas venidos a menos que intentaban aparentar un rango y fortuna que estaban lejos de disfrutar. Esta situación se ve reflejada en la serie de historietas Pascual, criado leal creada por Ángel Nadal para el semanario Pulgarcito nº 1139, en 1953. Se serió también en la revista Din Dan.

Pascual, criado leal está protagonizada por un mayordomo y su señor, Don Acisclo, un noble arruinado hasta tal punto que los dos protagonistas residen en un lujoso chalet de dos plantas, pero más adelante se mudan a un modesto pisito. Don Acisclo llega incluso a trabajar, aunque en empleos de señorito.

Don Acisclo es un hombre bajito, con bigote y pelo muy bien cuidados. Lleva un monóculo, símbolo de la aristocracia. Don Acisclo es envidioso, tacaño, y malhumorado; le gusta rodearse de personas de su misma clase social, en la que las apariencias son lo más relevante.

Pascual es un criado calvo, con patillas, y grandullón. Va ataviado con el clásico uniforme de mayordomo y luce corbata y bombín cuando sale a la calle. Guarda las formas como criado servicial, pero se aprovecha en algunas historias del carácter superficial de su señor.

Pascual, criado leal destaca por el efecto cómico que produce la diferencia de volumen entre amo y criado. También porque, por mucho que lleguen a enfadarse entre ellos, forman una pareja indisoluble, aunque siempre con el señor mostrando su superioridad ante Pascual, que en ocasiones incluso lleva en brazos a su amo.

Ángel Nadal Quirch (Barcelona, 1930-2016) publicó sus primeras historietas con 14 años y a los 18 debutó en Bruguera. Allí trabajó al lado de Escobar, Jorge, Peñarroya y Cifré, integrantes de la primera generación de dibujantes de la editorial, aunque por edad y afinidad se adscribe a la segunda generación, la del 57, con Vázquez, Figueras, Ibáñez, Gin y Raf.

En 1946 publicó los cuadernos de aventuras Azul y Tokán el invencible para la editorial Fantasio, pero finalmente se decantó hacia la historieta de humor, simultaneando sus trabajos entre Editorial Valenciana, con Sindulfo Sacarina (revista Jaimito, 1948); y Editorial Bruguera, donde, para la revista Pulgarcito, creó series como Casildo Calasparra (1948), Sandalio Pergamín (1948), Don Folio (1951), Don Cloroformo (1951) y Pascual, criado leal (1953).

Nadal practica el dibujo realista en los fondos y la indumentaria de los personajes, y la caricatura en los rostros. Sus guiones, de corte costumbrista, desprenden cierto tono crítico, como se refleja en Matildita y Anacleto, un matrimonio completo, o Maripili y Gustavito, todavía sin pisito.

En una época en la que dibujar a una mujer era una osadía -había que lidiar con la censura- Nadal destacó por sus estilizadas figuras femeninas, que respondían a la imagen idealizada por Hollywood, destacando las series Rosita, la vampiresa (1951); Las mujeres de Nadal (1954); Las chicas de Nadal (1959); y Marilín, chica moderna (1959).

Abandonó el mercado español en 1960 y empezó a trabajar para el Reino Unido a través de la agencia Bardon Art. Su obra apareció en la editorial británica Fleetway gracias a series como Buster, Lazy Sprocket, Milkiway y The Nuts. Irónicamente, muchas de estas páginas acabaron publicándose en España a través de las revistas de Bruguera.

Nadal se introduce también en el mercado alemán, para el que desarrolla varias historietas de humor, publicadas en revistas. En los años 70 y 80 dibuja varios cómics de Disney, como Goofy y Mickey Mouse, para el grupo danés Egmont-Gutenberghus.

En homenaje a la serie Pascual, criado leal, y a sugerencia de Gin, director por entonces del semanario El Jueves, se tituló así Pascual, mayordomo real, de Idígoras y Pachi, en 1996.

Nadal siguió activo hasta su jubilación, en 2013, y desde entonces repartió su tiempo entre su Barcelona natal y Cadaqués. En ese mismo año, el Museo del Cómic de La Massana, en Andorra, le dedicó una exposición retrospectiva.


Malaga Hoy




De la convivencia

La editorial bilbaína 'Astiberri' ofrece una propuesta ecléctica de la que forman parte tebeos de los más diversos estilos y nacionalidades


JAVIER FERNÁNDEZ
30 Enero, 2019


'Los puentes de Moscú'. Alfonso Zapico. Astiberri. 200 páginas. 14 euros.


Radicada en Bilbao, Astiberri es una de las editoriales más prestigiosas de nuestro país, con una propuesta ecléctica en la que caben tebeos de los más diversos estilos y nacionalidades, siempre con un excelente marchamo de calidad. Hoy les traigo tres títulos que dan cuenta de la amplitud de miras de un catálogo imprescindible para entender el desarrollo de la historieta española en el siglo XXI.



El primero de ellos es Los puentes de Moscú, el último trabajo del premio nacional Alfonso Zapico, autor de títulos tan apreciables como Dublinés, La ruta Joyce o la trilogía en marcha La balada del norte. El presente volumen documenta la conversación entre Eduardo Madina, político socialista que sobrevivió a un atentado de ETA en 2002, y el músico Fermín Muguruza, líder de Kortatu. Con línea suelta y un protagonismo destacado del texto, Los puentes de Moscú es una oda al diálogo en un momento en que la confusión ideológica inunda nuestro pensamiento, así como un repaso a la convulsa historia reciente de Euskadi y un homenaje a varias generaciones de jóvenes vascos, atrapados entre el ahogo del fascismo y el absurdo del terrorismo. Una historieta de puentes necesarios para construir la convivencia frente a los extremismos. Zapico se considera a sí mismo un dibujante de conflictos, y en sus propias palabras: "Ninguno tan difícil de comprender -y de explicar- como este de aquí. Tan cruel en sus pequeños detalles, tan doloroso en sus silencios. Dibujar los años negros de Euskadi es embarrar los zapatos en un charco. ¿Por qué lo hago? Por curiosidad, por ver la desembocadura. Tal vez el charco sea ya la desembocadura. Al fondo se ve el mar".



Los enciclopedistas, por su parte, es una excelente ficción histórica escrita por el bilbaíno José A. Pérez Ledo y dibujada por el también vasco Álex Orbe. Con un ritmo y un estilo visual que remite directamente al cómic francobelga, la obra nos lleva al París de 1750, donde se reúnen los intelectuales Diderot, Hume, D'Alembert, el barón d'Holbach y la joven ilustradora Marie, quienes ultiman la, hasta entonces, obra definitiva sobre el saber universal, L'Encyclopédie. El "despertar de la pesadilla de la religión y de la incultura, del pesado yugo de la ignorancia", citando a Juan Gómez-Jurado, son los ejes de este thriller protagonizado por figuras esenciales del pensamiento occidental y que contó con una beca a la creación de cómic por parte del Departamento de Cultura del Gobierno Vasco.



Por último, Los doce nacimientos de Miguel Mármol, del ilustrador guipuzcoano Dani Fano, es un fascinante viaje a El Salvador. Como dice Carlos Henríquez Consalvi en su prólogo, Fano "recrea con fidelidad paisajes, identidades y memorias", "metáfora representativa de pueblos resistentes a cíclicos desafíos, pueblos que se levantan con la terquedad del azote", "la intensa vida de Miguel Mármol (es el) hilo conductor que nos lleva en un viaje ilustrado a través de toda la historia salvadoreña del siglo XX, con vasos comunicantes hacia las memorias de toda América Latina".


Malaga Hoy


De la aventura

JAVIER FERNÁNDEZ
30 Enero, 2019



'El tesoro del Cisne Negro'. Paco Roca, Guillermo Corral. Astiberri. 224 páginas. 20 euros.

Obra tras obra, Paco Roca ha edificado una bibliografía impresionante hasta convertirse en uno de los historietistas españoles más laureados por la crítica y apreciados por el público. No creo que necesite presentación, pero por si queda algún despistado por ahí, les recuerdo que Roca es el autor de Arrugas (Premio Nacional del Cómic en 2008, premios al mejor guión y mejor obra en el Salón del Cómic de Barcelona 2008 y Goya al Mejor Guión en 2012, esto último por la película de animación que adapta el libro; El invierno del dibujante (premios al mejor guión y mejor obra en el Salón de Cómic de Barcelona 2011); Memorias de un hombre en pijama (nominada a mejor obra nacional en el Salón de Cómic de Barcelona 2012, primera parte de una trilogía que se completa con Andanzas de un hombre en pijama y Confesiones de un hombre en pijama) y un largo etcétera del que me gustaría destacar otros dos títulos, Los surcos del azar y La casa. Once, nada más y nada menos, son las obras de Roca publicadas por Astiberri, que tiene en el dibujante valenciano uno de sus valores más contrastados.

El tesoro del cisne negro es el fruto más reciente de esta gozosa relación editorial, un álbum de aventuras que, en palabras de Jesús Marchamalo, es "un relato deslumbrante en el que se mezcla la documentación histórica con una trama casi policial y unos escenarios tan minuciosamente recreados que nos traen el recuerdo de los tebeos de Tintín, el regusto de las grandes epopeyas de Salgari o los documentales del capitán Cousteau". Con guión del diplomático y escritor Guillermo Corral, el cómic arranca con el anuncio del descubrimiento en aguas del Atlántico, por parte de una empresa internacional, del mayor tesoro submarino de la historia, lo que da pie a una absorbente intriga con elementos jurídicos y políticos que mantienen al lector pegado a las páginas de principio a fin. La narrativa de Roca tiene esa capacidad, y aquí se luce además con casi una veintena de ilustraciones que demuestran su maestría también en ese campo.

Malaga Hoy


viernes, 1 de febrero de 2019

El olvido de la felicidad


JAVIER FERNÁNDEZ
30 Enero, 2019



'Cómo ser un perfecto infeliz'. The Oatmeal. Astiberri. 48 páginas. 10 euros.

Diseñador y desarrollador de páginas web, Matthew Inman creó en 2009 la web The Oatmeal, que recibe más de cinco millones de visitas al mes y ha enlazado más de 250.000 blogs y web. En cuanto a su faceta gráfica, Inman está influido por Gary Larson, y su bibliografía incluye títulos como Cómo saber si tu gato planea matarte, Mi perro: esa paradoja, Por qué los osos deberían llevar calzoncillos, 5 excelentes razones para sacudirle a un delfín en los morros y Las horribles y maravillosas razones de por qué corro largas distancias, todos ellos en el catálogo de Astiberri. La editorial vasca publica ahora Cómo ser un perfecto infeliz, un librito inspirado por el ensayo de Augusten Burroughs How to Live Unhappily Ever After, en el que el autor propone que nos olvidemos de la felicidad y nos dediquemos a cosas que nos mantenga ocupados y fascinados.


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