domingo, 30 de diciembre de 2018

Las zonas grises

El sello Evolution de Panini ha encontrado un filón con Ed Brubaker y Sean Phillips. A las ediciones integrales de Criminal, Fatale y The Fade Out, se unen ahora el comienzo del nuevo éxito de la pareja artística, Kill Or Be Killed y la reedición, también en formato integral, de otra de sus series emblemáticas, Incógnito.

25 Diciembre, 2018



Empezando por este último, Incógnito fue una miniserie de seis números publicados desde finales de 2008 por el sello Icon de Marvel. Se trata de la historia de un supervillano, Zack Aniquilante, que ha dejado de ejercer como tal y lleva una nueva vida como testigo protegido, con sus poderes bloqueados mediante pastillas por los federales. Hastiado de su situación, empieza a experimentar con drogas y estas anulan los efectos de las pastillas, de modo que resurgen sus poderes aunque ahora decide canalizar el deseo de violencia actuando como vigilante para evitar problemas con la justicia.



Como en otras obras de Brubaker y Phillips, Incógnito desdibuja la visión de una sociedad en blanco y negro y se mete de lleno en las zonas grises, allí donde el bien y el mal son conceptos relativos. En esta ocasión, los autores basan su mundo en los pulps, con referencias a personajes como Doc Savage o La Sombra, siempre con esta forma tan característica de entender el género de superhéroes. El integral incluye también la perturbadora secuela Incógnito: Malas influencias, cinco números publicados entre 2010 y 2011, y el conjunto se completa con una jugosa sección de extras.




Kill Or Be Killed, por su parte, fue publicada entre 2016 y 2018 por Image, y narra la historia de un suicida arrepentido que, antes de morir, hace un pacto con un demonio: debe matar a una persona por cada mes que quiera seguir viviendo, una idea que sirve para explorar los lados más oscuros del vigilantismo, pues se dice a sí mismo que buscará víctimas que realmente merezcan morir. El volumen uno recoge los cuatro primeros números de esta nueva maravilla de uno de los equipos más apreciables del tebeo estadounidense.


Malaga Hoy

Vampiros y karatecas

La colección incluye numerosos artículos sobre películas de artes marciales, así como la reproducción a color de las portadas de la revista

POR JAVIER FERNÁNDEZ

25 Diciembre, 2018


'MARVEL LIMITED EDITION. LOS HIJOS DEL TIGRE' VVAA.Panini. 616 páginas. 47,95 euros.

La proverbial moda de las artes marciales de la década de 1970 dejó en Marvel personajes tan señeros como Shang-Chi o Puño de Hierro, que han gozado de una sólida trayectoria desde entonces, pero también otros de menor calado como los Hijos del Tigre, el Tigre Blanco o la Sota de Corazones (la verdad es que no sé muy bien qué pintaba este último al lado de los demás, pero lo cierto es que ahí estaba). Estos héroes, y otros tantos segundones de aquellos años, tienen un cierto halo que les ha granjeado la consideración de personajes de culto.

Los Hijos del Tigre, en concreto, surgieron en la cabecera Deadly Hands of Kung Fu, uno de aquellos magazines en blanco y negro publicados por el sello Curtis, con el que Marvel trataba de competir con las revistas para adultos de editoriales como la famosa Warren. De primeras, el reclamo principal de Deadly Hands of Kung Fu era, cómo no, Shang-Chi, del que se reeditó el origen para enganchar nuevos lectores, pero pronto la revista comenzó a producir otros seriales. En palabras del (aquí) prologuista Carlos Pacheco: "Para acompañar a las entregas sin color de aquel origen de Shang-Chi, Marvel encargó a Gerry Conway y a Dick Giordano poner en marchar las aventuras de un grupo de artistas marciales clonados de aquella película de [Bruce] Lee, Operación Dragón, tres protagonistas que respondían a los nombres de Lin Sun, Abe Brown y Bob Diamond (asiático, afroamericano y blanco), quienes, poseedores de unos amuletos (una cabeza de tigre, y dos zarpas, una para cada protagonista), les triplican las habilidades marciales cuando eran portados por cada uno de ellos. Al trío masculino protagonista se le unió una mujer, la asiática Lotus Shinchuko". Los creadores del asunto abandonaron pronto la serie, que recayó en el guionista Bill Mantlo y el dibujante George Pérez, hoy de sobra conocidos, y el crecimiento de este último a lo largo de las páginas es uno de los principales alicientes de este bonito tomo de la colección Marvel Limited Edition, que incluye numerosísimos artículos sobre películas de artes marciales, extraídos también de Deadly Hands of Kung Fu, así como la reproducción a color de las impactantes portadas de la revista.




Otra moda que arrasaba esos días era el terror, y Marvel supo sacarle buen partido con personajes como Drácula, el Hombre Lobo, el Hijo de Satán o el Hombre-Cosa. De Drácula se recuerda sobre todo la espectacular cabecera La tumba de Drácula (reeditada al completo en la misma Marvel Limited Editon), aunque el señor de los vampiros sirvió también de reclamo en otra revista de Curtis, Dracula Lives! El grueso tomo editado por Panini recupera los trece números de la serie, en su glorioso blanco y negro (eso sí, con las reproducidas a color) y sus artículos sobre el género de terror. Entre los autores implicados, nombres tan conocidos como Roy Thomas, Gene Colan, Steve Gerber, John Buscema, Tony DeZúñiga o Pablo Marcos, y portadistas como Boris Vallejo, Neal Adams, Earl Norem, Luis Domínguez o Steve Fabian.


Malaga Hoy

lunes, 24 de diciembre de 2018

Max y los hilos (narrativos) de Marcel Duchamp

El dibujante se inspira en el genio de vanguardia para dar forma a su obra más experimental, la metagráfica 'Rey Carbón'

LAURA FERNÁNDEZ
Barcelona 14 DIC 2018


El dibujante Max, en Barcelona. JOAN SÁNCHEZ

El año 1913, Marcel Duchamp cortó tres hilos de un metro de longitud y los dejó caer, desde una altura de un metro, sobre tres lienzos. Los fijó después con barniz, respetando la forma en que cada uno de ellos había caído. La idea era explorar hasta qué punto el azar condiciona el mundo del arte, y sobre todo, hasta qué punto el azar de cada uno es, en cierto sentido, una expresión de su subconsciente. Un siglo y cinco años después, Max, el artista que se alzó con el primer Premio Nacional de Cómic (allá por 2007), sigue sus pasos en una obra, Rey Carbón (La Cúpula), en la que no pretendía explicar una historia, sino jugar a superponer sus propios “hilos”, estos, narrativos, sin más intención que la de superponerlos para ver qué ocurre: un personaje pintado de negro, solitario; uno completamente blanco, aburrido y sin sentido, algunos cuervos condenados a ser devorados, y una pared sobre la que dibujar desde una más que posible prehistoria de casi todo, el momento (y el espacio) en el que aún no se ha hecho nada. Y en el que no se dice nada. “Sí, era un reto para mí contar una historia sin palabras, en la que prescindía también del guión convencional”, admite Max.


Una de las páginas de 'Rey Carbón'. LA CÚPULA

El dibujante cita a Duchamp pero también a Tom McCarthy, escritor amante de la deconstrucción (es el autor de la novela, informe y fluir de tiempo impreso Satin Island), para insistir en el carácter experimental de la obra, que parte de la fábula de Plinio que explica cómo debió surgir el dibujo. “Cuenta Plinio en su fábula que la primera pintura fue el dibujo del contorno de la sombra que proyectaba en la pared una persona”, relata Max, nacido como Francesc Capdevila en Barcelona hace 62 años. Para él, un libro no deja de ser una pared portátil. Lo mismo un cuaderno. ¿El resto? Se lo dejó a la música free, y no necesariamente al free jazz, sino a toda aquella que se rige por la más absoluta libertad. ¿Es tan sencillo como en la música improvisar en el cómic? No, no lo es, admite Max, quizá por eso ha tardado tanto en que la sola idea se le pase por la cabeza. ¿Por qué? “El dibujo en el cómic es casi matemático: tienes un guión y debes seguirlo. A veces comparo la creación de un cómic con la construcción de una casa. Primero debes asegurar los cimientos, luego puedes empezar a edificar, y finalmente, le das color y decides dónde pones cada cosa”, contesta.

El cómic, dice, tiene tendencia a ser convencional. Hay poca experimentación. Y cuando la hay, “es algo muy minoritario”. ¿Podría considerarse que está ejerciendo de David Lynch del cómic patrio al tratar de experimentar desde una posición de poder dentro del arte gráfico en viñetas? ¿Son figuras como la suya lo que necesita el cómic para avanzar en todas direcciones? Sonríe. Se mesa su barba gris. “Me gusta mucho David Lynch”, contesta. “Y sí, tenía ganas de liberarme, y no hacerlo a través de una instalación artística. Envidio el arte contemporáneo porque puede ser todo lo libre que quiera, pero quería romper esquemas sin abandonar el cómic para que llegue a tanta gente como sea posible. En ese sentido sí que podría tener que ver con lo que hace David Lynch, claro, salvando todas las distancias. Intentar desmontar la propia narrativa desde un medio accesible”, añade. Y de paso, rellenar la casilla que le faltaba en su carrera. Una carrera en la que, dice, “he ido haciendo zig-zags”.

Pero ¿de qué va Rey Carbón? Se diría que no pasa nada y pasa todo. Podría ser una historia sobre el descubrimiento del dibujo, y, por extensión, el arte, como herramienta de comunicación. El arma definitiva. Hay un personaje, el tal Rey Carbón, que vive solo en una especie de cueva, y que un buen día se encuentra con otro personaje – nariz larga, fondo blanco – que parece perdido – y que esta simplemente ahí, como la Realidad, con mayúsculas –. Comparten un cuervo a la brasa – que cocina el propio Rey Carbón – y éste acaba, como el personaje de la fábula de Plinio, dibujando el contorno de la sombra de su invitado en la pared. A partir de ahí, todo es pasión por esa suerte de poder recién descubierto. Y así, dejando caer sus hilos (narrativos) al azar, Max parece estar dibujándose a sí mismo. De hecho, eso es lo que ocurre. Al dejar las cosas al azar, lo que pasa es que Max se comunica consigo mismo. “El dibujo es comunicación. Yo seguiría dibujando aunque no hubiese nadie ahí fuera. Me seguiría comunicando conmigo mismo”, confiesa el artista. Y lanza una crítica a la manera en que se “enseña” el dibujo. “A los niños se les hace creer que deben dibujar bien. El acento está puesto en la belleza. Y se equivocan. El dibujo no debe ser bonito, no debe estar bien hecho, debe decirte algo”, sentencia.


El Pais

domingo, 23 de diciembre de 2018

Otro año de azul y negro

Tampoco es que pase los días y las noches enfrascado entre papel, lápiz y tinta, que sería lo suyo, pero algo hago de vez en cuando. Tal vez engañar al subconsciente. Ahí sigo, fiel al Faber Castel Janus 2160, lápiz azul y rojo, y estrenando  unos rotuladores Sakura Pigma en tres tamaños. 

Vamos lentos, pero seguros. Yo creo que para cuando cumpla los 65 años podré empezar a pensar en dedicarle más tiempo.










El futuro es cómic


Un regalo es un regalo es un regalo. FNAC obsequiaba a sus clientes con un cómic (pase por caja primero, por favor), y bueno, un amigo recibió el regalo y él me lo regaló a su vez a mí.




Tan solo un par de consideraciones, de entrada y por el título de la portada, bien. Ya lo de los mejores autores, pues eso, la verdad, son muy buenos, y un regalo es un regalo. El Futuro es Cómic, rezo por ello.

Los comics, las historietas que componen el libro, enlazan un año tras otro hasta sumar veinticinco años hacia adelante. Empieza Daniel Torres con un pequeño resumen desde 1993 (año de la llegada de FNAC a España, publicidad obligada ) hasta 2018. Del 2019 hasta el 2042 el resto de autores encadenan unas páginas en clara sintonia con sus trabajos habituales, un regalo es un regalo. Pero el conjunto no esta nada mal, aunque si digo la verdad, noto una ausencia, no lo puedo evitar. Yo hubiera hecho hueco para Albert Monteys, y mejor si apareciese su personaje, Carlitos Fax, pero como decíamos, un regalo es un regalo.

Felices Fiestas a todos.

sábado, 22 de diciembre de 2018

Tebeorama Cronistas, poetas y revolucionarios: Un año en viñetas

En 2018, el tebeo español ha dado títulos que suman a su gran calidad la búsqueda de nuevos espacios formales y narrativos



 El método Gemini, de Magius

POR ALVARO PONS
No es tarea fácil lo de hacer listas del año, nunca lo es, pero me atrevo a apuntar que este año la cosa es especialmente arriesgada porque, aunque exista un amplio y lógico consenso en señalar la magistral Lo que más me gusta son los monstruos, de Emil Ferris (Reservoir Books), como la mejor obra del año, completar la lista se hace imposible en el limitado espacio de este artículo. Y, en ingenua decisión, se puede pensar que restringir la lista a los tebeos patrios puede ayudar, pero se tarda poco en comprobar que apenas resuelve el problema: la producción nacional ha sido este año espectacular, con una afortunada coincidencia de veteranía y juventud que claramente se retroalimenta para bien de los lectores. Ejemplos de la primera tenemos muchos, pero nada mejor que comenzar con la brillante reflexión sobre el lenguaje de la historieta que plantea Impertérrito, de Silvestre (Reino de Cordelia). El alias más vanguardista de Federico del Barrio (formado en las páginas de la revista Madriz con recordadas historias que la misma editorial ha recuperado en la indispensable Tiempo que dura esta claridad) vuelve para recuperar el discurso que inició con la ya avanzada Simple (Edicions de Ponent) y proseguir ese camino que analiza los límites de la narración gráfica para encontrar apasionantes lugares ignotos que explorar. Otro compañero suyo de aquellas páginas, Raúl, regresa también gracias a la editorial Dibbuks con La tierra sin mal, una apasionante inmersión por las imágenes que recorre los trazos estáticos para encontrar historias ocultas que cobran vida propia y se independizan. Experimentación formal que una generación de jóvenes autoras ha sabido prolongar hoy hacia nuevos espacios donde la narratividad tradicional del cómic se deja de lado para adentrarse en un nuevo paradigma, que se arremolina alrededor del concepto de "poesía gráfica". María Medem lo explora en Cénit (Apa Apa Cómics), jugando con el cromatismo y él trazo para generar ritmos visuales, transformando la página en un mándala hipnótico que, paradójicamente, no renuncia a esconder un thriller casi canónico.

Begoña García-Alén y Juan Fernández Navazas certifican las posibilidades de este nuevo discurso con Nueva Mística de Vigo (autoedición), enfrentando la poesía de la palabra con la del dibujo en un diálogo que seduce la vista del lector provocando extrañas pero sugestivas sensaciones. Un concepto que ha atraído la atención de Max, que con Rey Carbón (La Cúpula) se traslada a los tiempos de Plinio para encontrar el origen del dibujo y, de paso, experimentar y reflexionar sobre el sentido de la narración dibujada con esa ironía discreta que ha caracterizado siempre al autor.

Pero la lista de cómics de calidad es amplia: Albert Monteys ha demostrado que puede saltar desde su dominio del género humorístico a la ciencia-ficción más canónica con ¡Universo! (Astiberri), pero sin renunciar a sorprendentes requiebros que arropan un arriesgado discurso que deja sugerentes posos de reflexión; Kim se ha lanzado al relato en solitario contando una historia sorprendentemente inédita: el relato de la emigración española'a Alemania durante los años sesenta, descubriendo en Nieve en los bolsillos (Norma Editorial) unos testimonios que derrumban un argumentarlo comúnmente aceptado y vendido como justificación de políticas actuales. El relato periodístico en cómic sigue pujando con El día 3, de Miguel Á. Giner y Cristina Duran (Astiberri), que recoge con precisión milimétrica los hechos del terrible accidente de metro de Valencia, destapando actitudes vergonzantes, pero también dolorosos olvidos. Y aunque parte del periodismo, El tesoro del Cisne Negro (Astiberri) aprovecha la magistralidad narrativa de Paco Roca para transformar el itinerario por despachos y juicios de la reivindicación del tesoro descubierto por el Odyssey en una aventura apasionante, donde la realidad contada por Guillermo del Corral y la ficción se entrecruzan y empapan entre sí. Ficcionalización de la realidad que alcanza su máxima expresión en Picasso en la Guerra Civil (Norma Editorial), donde Daniel Torres parte de la pasión del pintor por el noveno arte para imaginar una historia alternativa donde la pirueta narrativa busca el más difícil todavía con éxito, creando una invención de atractiva verosimilitud.







Viñetas de Picasso en la Guerra Civil, de Daniel Torres, y cubiertas de los libros Poulou y el resto de mi familia, de Camille Vannier, y Nieve en los bolsillos, de Kim.



Ha sido también el año del descubrimiento de la frescura y desparpajo de Camille Vannier, que ha conseguido con Poulou y el resto de mi familia (Sapristi) una obra chispeante y delirante que invita a la relectura; o el de la insólita El método Gemini, de Magius (Autsaider), que se adentra en la Mafia con planteamientos que beben de los clásicos del cine para desarrollar una narrativa propia de violentos cromatismos que atrapan lo escabroso con igual efectividad que las películas de Scorsese. Pero también el de nuevas entregas de series de obligado seguimiento, como el cuarto volumen de Orlando y el juego, de Luis Duran (Diábolo), maravillosa zambullida por la magia de la cultura popular; La Última Curda (Panini), nueva incursión en ese paradójico universo diminuto del Capitán Torrezno de Santiago Valenzuela; o Yo, loco (Norma Editorial), con la que Antonio Altarriba y Keko prosiguen su exploración del ego dando de paso un buen capón al apetito feroz de las farmacéuticas.
Y todo esto es tan solo una ínfima muestra de lo que ha sido el año...



El Pais Babelia Nº 1.413 Sábado 22 de Diciembre de 2018

Un vistazo a los 80 años de Superman

La editorial ECC lanza un volumen recopilatorio con los cómics que han marcado un antes y un después en la historia del primer superhéroe

JON SEDANO Málaga

Viernes, 7 diciembre 2018,

Superman se hace mayor. Aunque su cuerpo envejezca de forma más lenta que el de los seres humanos, aquellos chavales que se acercaron a él en 1938, hoy tienen más de 80 años. El primer Action Comics, que se publicó en abril, mostraba en su portada un superhombre estampando un coche de color verde contra unas rocas ante los ojos atónitos de sus ocupantes. Unos maleantes que habían raptado a la célebre reportera Lois Lane y a los que Superman quería dar una lección. Un cómic que, leído en la actualidad, sorprende por sus diferencias. Superman no volaba, su origen era algo distinto y, sobre todo, su personalidad no tenía nada que ver con la que estamos acostumbrados: se encaraba contra quien hiciera falta y no dudaba en utilizar la fuerza. Pero con el tiempo, sus creadores, el guionista Jerry Siegel y el dibujante Joe Shuster, fueron incorporando variaciones, algunas por el éxito del personaje en otros medios, como la radio, y otras que se autoimponían para hacerlo más interesante.

Y así, nació Superman. El primer superhéroe. Icono del héroe americano durante la Segunda Guerra Mundial. Siempre ligado a EE UU, o casi siempre, ya que en el Action Comics 900 rehusó a la ciudadanía estadounidense por estar cansado de que sus acciones se relacionaran con un país. Pero es difícil olvidar sus orígenes, sobre todo cuando los cómics de superhéroes nacieron en parte como instrumento para motivar a las tropas durante la guerra.


VV. AA 384 págs. a color 34,50 euros ECC Ediciones


Ahora, siguiendo el patrón de hace cinco años, se publica un volumen recopilatorio bajo el título 'Action Comics: 80 años de Superman'. En él, se incluyen historias que por una u otra razón se convirtieron en hitos dentro de las publicaciones del superhéroe por antonomasia. Desde el primer Action Comics hasta un relato corto de 2018 llamado 'El Juego', donde el kriptoniano reta a su némesis al ajedrez. El alien contra la mayor mente humana de la Tierra, Lex Luthor. Un personaje que, como el héroe, ha evolucionado, hasta establecer un discurso bastante coherente: Superman es un peligro, no por sus acciones, sino porque su presencia hace que los seres humanos se sientan seguros y eviten mejorar.

Un relato inédito que data de 1945; la creación de la Fortaleza de la Soledad; el primer enfrentamiento de Superman con Brainiac, la llegada de Supergirl a los cómics en 1959, u otras historias creadas por célebres autores, como John Byrne, Rogern Stern o Grant Morrison, se dan la mano en un volumen digno de estar en la colección de un buen amante del cómic americano.

LAS RECOMENDACIONES


N de Stephen King


Marc Guggenheim Alex Maleev 112 págs. a color 16 euros Panini Cómics

El maestro del terror regresa al cómic. En esta ocasión de la mano de consagrados autores del noveno arte, como son Marc Guggenheim y Alex Maleev. La historia, basada en el relato corto 'Después del anochecer' de Stephen King, nos sitúa en Maine, donde el suicidio de un hombre lleva a los protagonistas del relato a sumergirse en un mundo de obsesiones y locura. Todo comienza con la fotografía de siete, o mejor dicho, ocho, extraños monolitos, que pondrán en jaque los límites de la realidad. Una historia oscura que sobresale por su dibujo realista, que llega en ocasiones a jugar con la fotonovela.


Kill or be Killed vol.1
Ed Brubaker Sean Philips 128 págs. a color 16 euros Panini Cómics

Brubaker y Phillips son sinónimo de cómic de calidad y de género negro. Partiendo de esa premisa, aunque en su inicio esta novela gráfica pueda parecer que se aleja de esa concepción, en el fondo sumerge al lector de lleno en lo que sus autores mejor saben hacer. Todo empieza cuando un ser oscuro ofrece al protagonista, Dylan, un trato: Matar a alguien que se lo merezca a cambio de la vida que quería desperdiciar al suicidarse. A partir de aquí, acompañaremos a Dylan para conocer cómo trata de pagar ese 'alquiler' que se le ha impuesto. Y la mejor forma de hacerlo, es convirtiéndose en una especie de vigilante nocturno.


La casa de la penitencia
Peter J. Tomasi Ian Bertram 184 págs. a color 18,95 euros Planeta Cómics

Desde que en 1866 se fabricara el primer fusil de repetición Winchester, son muchas las vidas que han caído a manos de sus disparos. Se utilizó en la parte final de las Guerras Indias y fue uno de los grandes protagonistas del Salvaje Oeste. Pero todas las almas que segó deambulaban, según creía la viuda de su creador, en la Mansión Winchester. Para poder evitar que salieran de ella, Sarah mantuvo la casa en constante construcción durante 38 años, con puertas y escaleras que llevaban a ninguna parte. Ahora, su historia ha dado el salto al cómic con una novela gráfica que aterra e incomoda al lector en cada página.


El Universo DC de Mike Mignola
VV. AA. 496 págs. a color 41,50 euros ECC Ediciones

El padre de Hellboy, antes de dar vida al personaje en la editorial americana Dark Horse, había trabajado con las dos grandes, Marvel y DC Comics. En la primera, se encargó sobre todo de entintar, pero en la segunda tuvo la oportunidad de demostrar que era un autor completo de sobrada calidad. ECC Ediciones ha unido en un solo tomo sus trabajos en DC, creando un tomo repleto de cómics recomendables: las historias del Fantasma Errante; la visión de Krypton en la que se basó la serie homónima; el Batman que luchó a finales del siglo XIX contra Jack el destripador, y la continuación de Ironwolf.


El vals del gulag
Denis Lapiére Rubén Pellejero 72 págs. a color 18 euros Astiberri Ediciones

¿Qué haría una mujer para recuperar a su amado marido? Denis Lapière y Rubén Pellejero se encargan de contar la dura historia de Víktor Kolomeytsev y de su mujer Kalia. Una denuncia anónima hace que Víktor sea detenido en la Unión Soviética de finales de 1940 y sea condenado a diez años de trabajos forzados. Años después, con la muerte de Stalin y el regreso de muchos otros prisioneros, su mujer viaja a Siberia para encontrarle. Pero el camino hasta llegar a él le enseñará la crueldad con la que se trataba a los «enemigos del pueblo» en un relato donde el amor se contrapone con la atrocidad.



Diario Sur