sábado, 8 de septiembre de 2018

El hombre garabateado

JON SEDANO
7 septiembre 2018

Serge Lehman Frederik Peeters 328 págs. en b/n 26 euros Astiberri ediciones

Un extraño hombre, ataviado con plumas, llama a la puerta. La joven Carla abre minutos antes de que a su abuela le de un íctus. Max, que así se hace llamar este individuo, fija la cita de su próximo encuentro. Bajo esta premisa comienza una novela gráfica que se puede englobar dentro del thriller fantástico. Sus autores profundizan en el folclore clásico europeo y traen al siglo XXI la mitología y ritos paganos de los bosques. Sus protagonistas, tres generaciones de mujeres, tendrán que lidiar entre sí para ir desentrañando una serie de pistas que las llevarán a dar con el misterio que se esconde tras este terrorífico ser.

Diario Sur

Batman y Superman: Los mejores de otros mundos

JON SEDANO
7 septiembre 2018

VV.AA. 176 págs. a color 15,95 euros ECC Ediciones

Las historias de la línea Otros Mundos de DC Comics son una de las propuestas más interesantes, y a veces innovadoras, que se pueden encontrar. Narran relatos de los superhéroes habituales situándolos en otro tiempo y lugar. La primera de este volumen, de corte aventurero y ambientada en la mitad del siglo XX, presenta al periodista Clark Kent y al intrépido Bruce Wayne en una aventura, sin apenas trajes superheroicos, donde conocerán otra versión de Ra's al Ghul. La segunda en cambio, avanza años en el tiempo hacia Gotham para obligar a Batgirl y a Supergirl a compartir dúo y enfrentarse a un malvado Lex Luthor.


Diario Sur

Cara o cruz. Conviviendo con un trastorno mental

JON SEDANO
Viernes 7 de septiembre 2018



Lou Lubie 144 págs. en bitono 19´50 euros Norma Editorial


La autora francesa Lou Lubie decide romper una lanza dentro del mundo del cómic y convertirse en la primera artista que habla de la ciclotimia en viñetas. Esta enfermedad mental, similar al trastorno bipolar aunque algo menos fuerte, es tratada a lo largo de las páginas con humor. La lectura, que se hace muy amena gracias a la buena narración que tiene, cuenta la historia de una joven que tiene que lidiar con este problema junto a un zorro, la manifestación animal de su «yo salvaje». Dibujada con dos tonalidades, la novela gráfica no pierde nunca de rumbo su función principal: la divulgación.


Diario Sur

Joker. Quien ríe el último. Vol.1


JON SEDANO
Viernes, 7 septiembre 2018

Joker. Quien rie el último vol.1 VV.AA. 416 págs. a color 36´50 euros
ECC Ediciones

El señor del crimen de Gotham por excelencia ha recibido malas noticias mientras se encuentra recluido en una prisión de máxima seguridad. Joker tiene un tumor cerebral terminal y como no podía ser de otra forma, aprovechará sus últimos meses de vida para hacer lo que más le gusta: sembrar el caos y la locura. Contagiando al resto de presos con la toxina que le hace ser como es, el payaso loco preparará un motín que invade el resto de cómics de la editorial. Publicado como uno de los grandes eventos de comienzos de los 2000, las consecuencias se dejaron ver en numerosas series que aquí también se recopilan.


Diario Sur

viernes, 7 de septiembre de 2018

Una ciudad en la encrucijada

Considerada una de las mejores novelas gráficas de todos los tiempos, 'Berlín. Ciudad de piedras' ha llegado a su séptima edición

La crítica la define como una "obra de arte para mirar y releer"



JOSÉ ABAD
Granada, 06 Septiembre, 2018






Un tren -una locomotora negra, seis vagones blancos- cruza la primera viñeta de izquierda a derecha; la chimenea expele una nube de humo engañosamente limpio; un tendido eléctrico y unos árboles flanquean el paso de la máquina. A pesar del blanco y negro, el verdor de la campiña alemana es manifiesto. Hace un día magnífico. La siguiente viñeta nos acerca a uno de los vagones; ahora pueden verse las vetas sucias de la humareda. Nos asomamos a una ventanilla, nos introducimos en el vagón y ocupamos el asiento frente a una mujer que dibuja; es joven, pero la falta de maquillaje le hace parecer mayor. A su lado, un individuo con el uniforme del partido nacional-socialista duerme apoyado de mala manera entre el respaldo y la pared. En la última viñeta, una sombra se recorta en el cristal opaco de la puerta del compartimento, ¿quién? Pasamos la página.

Entra un viajero, saluda educadamente y la mujer corresponde; el tipo con uniforme nazi ni se entera. Por lo visto, el recién llegado se ha decidido por cambiar de sitio molesto con la presencia de otros especímenes uniformados -despiertos, insolentes tal vez- en el tren. El hombre se interesa por los dibujos de la mujer. Mientras vamos pasando páginas, ellos charlan. Él es periodista y se llama Kurt Severing. Ella, Marthe Müller. Él está de viaje por motivos laborales. Ella se dirige a la capital para estudiar Bellas Artes. El tiempo se desliza, el diálogo continúa y se inicia un zoom de retroceso. En una viñeta vemos la escena desde el exterior del vagón. En la siguiente, el tren se aleja de nosotros. Pasamos página y descubrimos su destino: Berlín. ¿En qué momento? Septiembre de 1928.

Estos son los compases iniciales de la extraordinaria novela gráfica Berlín. Ciudad de piedras (Astiberri Ediciones), fruto de una pulsión que echa raíces en los hondones del subconsciente. Según ha reconocido su autor, Jason Lutes (Nueva Jersey, 1967), cuando se puso manos a la obra carecía de un conocimiento profundo de lo que había sido la República de Weimar; le bastó una vaga intuición para comprender que en aquella encrucijada geográfica e histórica hallaría la materia prima idónea para ilustrar la gran tragedia del siglo XX. En Alemania, las posiciones se están radicalizando a izquierda y derecha: la Revolución Rusa todavía no ha frustrado sus muchas promesas, pero empiezan a espesarse sombrajos en torno al bolchevismo; en tanto, el nazismo ha hallado óptimos testaferros en comunistas y en judíos, un pueblo con una historia de desprecio detrás que refrenda el odio presente. En ese año de 1928, el mundo ignora que está irremediablemente abocado al desastre. Con la caída de la República de Weimar, se encenderá el rescoldo, el fuego, el incendio que arrasará Alemania, Europa, el planeta una década más tarde.

Berlín. Ciudad de piedras lleva a cabo una puntillosa reconstrucción de la época, atenta a la atmósfera, los sonidos, los sabores, los olores y los colores (sí, los colores, no importa que el dibujo sea en blanco y negro) de una ciudad varada en una grave crisis sociopolítica. La acción abarca ocho meses, hasta el 1 de mayo de 1929, y sigue las trayectorias de Herr Severing y Fräulein Müller, las de amigos y conocidos suyos, y las de otros personajes que entran y salen de un lienzo lleno de vida en el cual percibimos la fuerte (quizás ineludible) impronta del expresionismo de entreguerras. Más allá de este obvio referente, el volumen deviene un imponente catálogo de recursos narrativos, imposibles de enumerar: Lutes extrae todas las posibilidades dramáticas del punto de vista, la perspectiva o el montaje (la influencia del cine es fortísima), así como del retrato descarnado, sin afeites, de unas pobres gentes convencidas de vivir lejos del mejor de los mundos posibles.

Jason Lutes se muestra enormemente seguro en las grandes composiciones y sensible en los pequeños detalles. Hay páginas de una poesía rara. Hay gestos, objetos, paisajes o escorzos inesperados que parecen esbozados porque sí, en los cuales entrevemos jirones de una verdad incontestable. Berlín. Ciudad de piedras nace como obra de arte total. Una obra que, por una vez, despertó y satisfizo de inmediato todas las expectativas. Una obra para leer y mirar, y releer, y revisar, que es lo mejor que cabe decir en estos casos.

Malaga Hoy

jueves, 6 de septiembre de 2018

La canción del pirata

'Los Campbell', de José Luis Munuera, es una divertida serie de aventuras, humor y drama que presenta personajes carismáticos, situaciones divertidas y multitud de homenajes


GERARDO MACÍAS
05 Septiembre, 2018

'Los Campbell nº 1. Infierno'. Guion y dibujos: José Luis Munuera. Dibbuks, 2014.

Espronceda escribió el poema La canción del pirata (1835), exponente del Romanticismo español, cuyo protagonista tiene como ideal la libertad. Son conocidos los versos: "Con diez cañones por banda, viento en popa, a toda vela, no corta el mar, sino vuela, un velero bergantín...".

La piratería no sólo ha servido de inspiración para la literatura, también para otras artes, como el cine y el cómic. De éste último, es ejemplo el murciano José Luis Munuera (Lorca, 1972), que comenzó a publicar tebeos directamente en Francia a mediados de los noventa.

Munuera visita el Salón del Cómic de Angulema (Francia), donde coincide con Joann Sfar. Juntos publican en Delcourt Los Potamoks (1996). Munuera desarrolla su carrera en el mercado francófono, con más de veinte títulos publicados de sus diversas series, siempre con guionista francés: Merlin (1999), Sir Pyle (1999), Nävis (2004) o Spirou y Fantasio (2004). Sus cómics se han traducido a la mayoría de las lenguas europeas, e incluso al chino cantonés.

También dibujó la adaptación al cómic de la película de Dreamworks La ruta hacia El Dorado. Ha publicado títulos como El juego de la Luna (con Enrique Bonet, por el que fue seleccionado en el Salón del Cómic de Angulema); Fraternity (con Juan Díaz Canales, guionista de Blacksad); y Walter el lobo, una serie realizada enteramente por él, igual que Los Campbell.

Los Campbell es una serie de aventuras, humor, drama y piratas que presenta personajes carismáticos, situaciones divertidas y multitud de homenajes. En el centro de todo, Campbell: una leyenda de la piratería. Pero, cinco años antes, su mujer fue asesinada, y Campbell se retiró. Ahora cuida de sus hijas Ítaca y Génova, lejos de dolorosos recuerdos.

Carapepino no lo pone fácil, desesperado por ser favorecido por el temible corsario Inferno. Campbell se ve obligado a huir con sus hijas y esconderse en una comunidad de leprosos. Pero el enfrentamiento parece inevitable, porque el vínculo entre Campbell e Inferno es complejo.

Más allá de algunos guiños a clásicos como Astérix el galo o Lucky Luke, y de lo bien definidos que están los personajes, es notable el nivel de recreación de la época dorada de la piratería, aderezado con ingredientes de cosecha propia.

Las historias de piratas presentan acción, aventura, humor e incluso drama. Sin embargo, si tenemos que elegir uno solo de estos temas, no hay duda de que lo que destaca por ser algo inherente en cualquier pirata es su afán aventurero.

La familia Campbell tiene sangre de pirata y alma aventurera, que hará que se oculten en una isla de leprosos mientras Carapepino y el malvado Inferno intentan dar con ellos. El elemento familiar estará muy presente, pues la relación entre las hermanas Campbell será fundamental.

Los colores vivos que emplea Sedyas nos trasladan a las islas del Caribe por donde se mueven los Campbell, Inferno o Carapepino. Otro elemento que enriquece es la textura sepia de los flashbacks en contraposición con el resto de la historia.

Munuera trata de renovar el género con las dos jóvenes heroínas en las que se convierten Ítaca, la adolescente; y la pequeña y revoltosa Génova.

Los Campbell no es una parodia. Ni siquiera es un cómic de humor, aunque lo tiene, y muy bueno. Munuera dosifica la información para presentar a cuentagotas a todos los personajes de Los Campbell. Y así es como consigue que el lector quede atrapado en sus páginas.

Es asombrosa la cantidad de información que el lector recibe en este primer álbum sin apenas darse cuenta: la figura del protagonista, Campbell; la personalidad de sus dos hijas, Ítaca y Génova, ávida lectora la mayor y muy traviesa la menor; las motivaciones de Inferno como rival de Campbell, y la relación que hay entre ambos; la sugerente presencia de Fanny; los misterios de la isla Bakaloo...

Además de la caricatura, el ilustrador realiza un formidable trabajo de ambientación y documentación. Pocas tramas se prestan a unos paisajes más idílicos: islas desiertas, océanos embravecidos, pueblos costeros, tabernas donde se respira ron, tesoros escondidos...

Munuera nos muestra en este álbum unas páginas magníficas de narrativa ágil, imparable y que satisfará a lectores de un muy amplio abanico de gustos y edades.

Malaga Hoy



miércoles, 5 de septiembre de 2018

La mirada de Juan Rulfo


El autor de 'Pedro Páramo', una de las grandes novelas del siglo XX, sentía pasión por la fotografía. Su mirada captó la gente y los desiertos de México con un lenguaje de gran belleza. Una exposición muestra ahora su legado. Por Carlos Fuentes











En 1955 publiqué un breve ensayo sobre Pedro Páramo, de Juan Rulfo, en la revista francesa L'Esprit des Lettres. No iba yo mal acompañado, pues en el mismo número (6 de noviembre-diciembre de 1955) escribían Jules Supervielle y Lanza del Vasto, Paul Éluard y Jean Giono. Señalo este hecho para recordar el esfuerzo que llevamos a cabo algunos escritores de ese momento en defensa de una novela que, medio siglo más tarde, es considerada una de las mayores, en cualquier lengua, de la pasada centuria, y, para mí, la mejor novela mexicana de todos los tiempos.

No es que faltaran los elogios a Pedro Páramo en 1955, fecha de su aparición. Pero resulta asombroso hoy leer consideraciones acerca de la "desordenada composición", la falta de unidad, la ausencia de argumento central, las escenas deshilvanadas, el esquematismo. Una "mera sinopsis", una exposición "irresuelta" y "relatos inconexos que naufragan por falta de unidad". Todos estos reproches partían de concepciones inánimes de la novela como unidad de personajes, argumento y estilo. La elipsis narrativa de Rulfo desconcertaba a los críticos y lectores de novelas bien hechas, es decir, adheridas a la lógica y sin resquicio de misterio. La cercanía de Pedro Páramo a la forma poética enajenaba también a críticos y lectores acostumbrados a novelas que lo eran porque, a la manera de Zola, describían detalladamente muebles, calles, carnicerías y burdeles...

Rulfo estaba haciendo y diciendo algo distinto y tan simple como esto: la creación literaria pertenece al mundo plurívoco de la poesía. No se la puede juzgar con el criterio unívoco de la lógica. En la lógica, los hechos tienen un solo sentido. En la poética tienen muchos sentidos. Éste es el hallazgo que separa a Rulfo délas categorías "realista", "naturalista", "costumbrista", "documental" y otros "fieles reflejos de la realidad" que la preceptiva crítica mexicana de mediados del siglo XX exigía. Incluso, como para hacerle el gran favor, algunos críticos dijeron que Rulfo era un realista, para contraponerlo a la fantasía o "el arte por el arte" practicado por los malos (y reaccionarios) escritores no sólo mexicanos, sino de la urbe y del mundo.
  
Semejantes excomuniones pontificias no afectaron, desde luego, el aplauso crítico y el entusiasmo de los lectores iniciales de Rulfo en México. Su fama europea se debe en gran medida a la devoción de la gran filóloga y traductora alemana Marianna Frenk, avecindada en México con su marido, el crítico e historiador de arte Paul Westheim, y salvados así del Holocausto nazi. La fama norteamericana proviene de la traducción publicada por el lúcido editor Barney Rosset en The Grove Press, y culmina, en nuestros días, con los prólogos críticos de Susan Sontag. En España e Hispanoamérica, en fin, hubo un sordo y profundo acontecer, como si el título original de la novela, Los murmullos, hubiese concertado una admiración soterrada que fue ganando legiones de elocuentes admiradores con el tiempo.



Cultura mexicana. Tradición y floclor en "Tres danzantes". Abajo,  a la derecha, la actriz María Felix durante el rodaje de "La escondida".


Arriba, fotografía que Rulfo tituló: "Quedará alguna esperanza"

El desconcierto saludable que produjo la obra de Rulfo no es ajeno al hecho de que todos los elementos de la novela realista tradicional mexicana están allí, pero elaborados de una manera insólita, poética, renovadora. Yo lo decía de esta manera en mi reseña de 1955: la descripción de la naturaleza en Rulfo nunca se da como fenómeno aparte, jamás es descanso lírico, sino más bien un todo completo que desde las primeras páginas penetra la conciencia del lector y de los personajes: "Mi pueblo, levantado sobre la llanura. Lleno de árboles y hojas, como una alcancía donde hemos guardado nuestros recuerdos".

Así es la naturaleza en Rulfo porque así la ven, o la recuerdan, o pueden llegar a verla los seres (vivos y muertos) que pueblan su novela. Enseguida hay que decir que no se trata de una naturaleza apacible. Representa un conflicto, el de un país que se crea y se sueña en la luz, pero que vive en un llano de polvo seco, rocas ardientes y tumbas inquietas.
Hay un México de luz en Rulfo: "En
la reverberación del sol, la llanura parecía una laguna transparente, deshecha en vapores trasluciendo un horizonte gris. Y más allá, una línea de montañas. Y todavía más allá, una remota lejanía".
Hay un México de fuego, sombrío: "Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno. Con decirle que muchos de los que allí se mueren, al llegar al infierno regresan por su cobija".

Y el resumen de las dos tierras, agria y dulce: "Son acidas, padre... Vivimos en una tierra en que todo se da, gracias a la Providencia; pero todo se da con acidez".

Por eso, los personajes son prisioneros de dos sueños. "Y todo fue culpa de un maldito sueño. He tenidos dos: a uno de ellos lo llamo el maldito, y al otro, el bendito".

Las fotografías de Juan Rulfo ahora reunidas parecerían atestiguar, a primera vista, por más que retraten desiertos, pedregales y muros desnudos, una maravillosa transparencia líquida, como si fuesen retratos de agua. Es como si Rulfo se asomase fuera de las tumbas de Cómala para descubrir la luminosidad de las sombras.

Pero esta belleza pura de luz e imagen del Rulfo fotógrafo no debe invitarnos a un reposo desatento. Con Rulfo siempre hay que estar alerta y preguntarse: ¿por qué tanta calma, tanta belleza, tanta luz? Habría que preguntarse por las sombras de esa luz, por las inquietudes detrás de esta serenidad.

FUEGO Y RELIGIÓN. Erupción del Paricutín y templo de Parangaricutín.


Rulfo contrapone, en dos fotografías, dos formalidades disímbolas que son como dos maneras de hacerse presente en el espacio. Una es la foto de la geometría creada por un cruce de rieles de ferrocarril que se desplazan, entreveran y diseñan como las líneas incásicas de Nazca. Éstas, creadas por los dioses, no tienen origen conocido para la cultura. Los rieles, en cambio, son líneas de Nazca totalmente utilitarias, producto del diseño humano y de las necesidades del transporte... Otra es la foto de ese símbolo del paisaje mexicano, el maguey, o sea, la pita, "planta vivaz", la llama el Diccionario de la Lengua Española, planta de pencas radicales, con espinas en la punta y formas de pirámide triangular. Es el agave, la planta embriagante del pulque y el tequila. Y es, en inglés, la century plant, la planta del siglo.

Escojo estas dos imágenes modestas porque me hablan de un Rulfo que, en busca de las geometrías del mundo, retrata los extremos de unas formas totalmente artificiales y de otras totalmente naturales, casi como alfa y omega de un mundo material, fabricado o natural, que es apenas el paréntesis de una vida que se hace la pregunta fundamental de Julio Caro Baroja: ¿cómo habitamos el espacio?
Entre los rieles y los magueyes, la humanidad rulfiana transita o se detiene en espacios históricos de los muchos Méxicos. Aparecen aquí los monumentos del pasado indígena, pero también los del pasado español. Las ruinas zapotecas y las ruinas barrocas. Lo extraordinario de la fotografía de Rulfo es que esa asociación refleja del pasado con la ruina desaparece para descubrirse como actualidad estática. Y algo más: como sostén cultural de una humanidad que parece surgir de las tumbas del pasado, como emerge la iglesia de Michoacán entre el mar de lava de un volcán.
En sus fotografías, Juan Rulfo resucita al pueblo entero de Pedro Páramo y El llano en llamas para darle su actualidad más precisa y más preciosa. Cada uno de los hombres, mujeres y niños de las fotografías de Rulfo poseen una riqueza inmediatamente reconocible. Se llama la dignidad. No siempre la alegría. Pero la dignidad, sí. Yo veo en estas bellísimas figuras humanas un amor que ha decidido no sepultarse -lo contrario de Pedro Páramo- para dar cuenta de la persistencia de la dignidad a través del tiempo.

Las calamidades de la historia no están ausentes. Pero Juan Rulfo nos recuerda que si el espacio es configuración (el no-yo que protege al yo, para citar de nuevo al Baroja de Paisajes y ciudades), el tiempo es transformación. Podemos configurar un espacio, pero ello no nos salva de transformar y ser transformados por el tiempo. México, sus montañas, sus llanos, sus cielos, son el horizonte protector. El tiempo -la historia- es la clepsidra que va goteando las horas de nuestras vidas.

La maravillosa dignidad de las figuras humanas retratadas por Rulfo no es ajena a su estar enraizadas ante el espacio que configura y el tiempo que transforma. Paradoja de México: las ruinas son eternas, la novedad es ruinosa. Las construcciones indígenas y españolas que retrata Rulfo han durado siglos. El rascacielos más reciente está destinado a desaparecer en 50 años.

No podemos, por ello, divorciar las figuras rulfianas de un saberse mortal que consiste en reclamar una parcela de inmortalidad. Cada hombre, mujer o niño de esta maravillosa colección de fotos posee la belleza de las formas que se niegan a ser olvidadas. En este punto convergen el arte literario y el arte plástico de Juan Rulfo. •

La exposición 'México, Juan Rulfo, fotógrafo" puede verse, desde el 20 de abril hasta el 25 de junio, en el Palau de la Virreina, de Barcelona. El libro catálogo es de Lunwerg Editores.


El Pais Semanal Número 1,281 Domingo 15 de abril de 2001