martes, 7 de agosto de 2018

¿Lee alguna vez alguno de los libros que quema?

'Fahrenheit 451 de Ray Bradbury' es una adaptación al cómic realizada por Tim Hamilton de esta famosa novela. La obra se desarrolla en un futuro distópico e inquietante


GERARDO MACÍAS
02 Agosto, 2018


'Fahrenheit 451 de Ray Bradbury'. Guion y dibujos: Tim Hamilton. 451 Editores, 2010.

La joven Clarisse McClellan le pregunta al bombero Guy Montag: "¿Lee alguna vez alguno de los libros que quema?". Esto sucede en la novela Farenheit 451, escrita y publicada por Ray Bradbury en 1953. El título de la novela se refiere a la temperatura a la que arden los libros.

Esta novela se desarrolla en un futuro distópico, en unos EEUU decadentes a punto de entrar en una guerra atómica. La población vive anestesiada en la fútil búsqueda de la felicidad a través de los entretenimientos masivos del deporte y la televisión. En una sociedad en que poca gente se atreve a pensar por sí misma y los libros y la gente que los lee se han ido convirtiendo poco a poco en parias incómodos a los que arrinconar, los bomberos, que controlan a una población alienada por la televisión, ya no apagan fuegos sino que se dedican a quemar libros (y no necesariamente sólo libros) que puedan provocar cualquier atisbo de pensamiento crítico. Una noche, un bombero llamado Guy Montag, que disfruta de su trabajo y del olor a queroseno, está de regreso a casa cuando se encuentra con la joven Clarisse McClellan. Desde este encuentro, empezará a replantearse su existencia y la del mundo tal y como lo conoce.

Montag se cuestiona su realidad a raíz de las reflexiones de Clarisse que, con un comportamiento antisocial, charla sobre una época pasada en la que los bomberos apagaban fuegos, no ve la televisión y disfruta del rocío de la mañana.

Más de medio siglo después de que Bradbury escribiera Farenheit 451, Tim Hamilton creó la versión en cómic. El propio Bradbury dice en el prólogo que está emocionado con este rejuvenecimiento de su obra, que salió en 2009 con un gran éxito. Los dibujos y el color del cómic han creado la sensación de crítica que pretendió su autor antaño. La historia la escribió Bradbury por entregas en 1953 en Playboy. Una denuncia de la censura de libros en Estados Unidos en los años del macarthismo a la vez que una reivindicación de la lectura.

Fahrenheit 451 fue adaptada al cine en 1966 por François Truffaut, pero Tim Hamilton no quiso ver esta película para que no influyese en su adaptación al cómic.

Esta adaptación que nos ofrece el noveno arte es más fiel al original literario que la que presenta el filme de Truffaut. Y sin embargo, el futuro que recrea el dibujante es similar al del filme. Estéticamente aséptico, procede del ideario de cualquier ciudadano de los años cincuenta. No existe alta tecnología como la entendemos en el siglo XXI.

Hamilton usa mayoritariamente la tinta negra para definir los dibujos, de corte realista, de manera que el color sólo se muestran en los detalles: ropa, rostros, pelo, etc., mientras que el negro más absoluto define el entorno urbano en que se sitúan. Otra técnica muy efectiva para dotar al cómic de un aire pesimista consiste en usar en cada página un único color pero con diferentes tonalidades. Por ejemplo las escenas con fuego tienen un rango basado en colores cálidos e intensos, mientras que las escenas urbanas se trazan con gamas frías, siempre muy claras y apagadas, y las que transcurren en las afueras de la ciudad y en el bosque donde el protagonista toma contacto con los hombres-libro destacan por los verdes muy oscuros.

Hamilton se hizo muy conocido en Estados Unidos en los años noventa por trabajos como ilustrador para The New York Book Review, Cicada Magazine, King Features y, antes de adaptar la obra de Bradbury, ya lo había hecho con La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson.

Hamilton reescribe Fahrenheit 451 de una manera inolvidable. Guy Montag y Clarisse McClellan cobran vida, y a veces parecen abandonar las dos dimensiones del papel, lo mismo que el fuego y el olor del queroseno.

Hamilton se muestra como un narrador sobrio y respetuoso con el original, puede que contando con el conocimiento previo de la obra por parte del lector para no profundizar demasiado en el tratamiento de los personajes que aparecen difusos y borrosos en medio de una sociedad gris y opresiva bien reflejada a través de su dibujo. Hamilton realiza una adaptación muy fiel y se muestra como un artista competente, especialmente brillante en sus elegantes composiciones de página y en el tratamiento que da al fuego en la historia.



Malaga Hoy

El fin de las andanzas

JAVIER FERNÁNDEZ
02 Agosto, 2018


'Marvel Gold. El Capitán Marvel: La tormenta de Saturno'. VV.AA. Panini. 224 pág. 21 euros.

Termina la recopilación de las aventuras clásicas del Capitán Marvel dentro de la colección Marvel Gold con el tomo titulado La tormenta de Saturno. Son los números 58 a 62 de Captain Marvel, publicados originalmente en 1978 y 1979, más su continuación en Marvel Spotlight (1979-80) y un episodio que se recuperó en 1990, en el número 3 de Marvel Super-Heroes. La mayoría de las páginas son de Doug Moench y Pat Broderick, aunque hay sitio también, entre otras cosas, para una interpretación de Steve Ditko y los primeros compases de Frank Miller en la Casa de las Ideas. Personajes como Drax el Destructor, Elysius, Mentor, Eros o Isaac se suman al fin de las andanzas de uno de los superhéroes cósmicos más queridos por los fans.


Malaga Hoy


El inicio contra el crimen

JAVIER FERNÁNDEZ
02 Agosto, 2018


'100% Marvel HC. Capa y puñal: Sombras y luz'. Bill Mantlo, Rick Leonardi y Ed Hannigan. Panini. 240 pág. 25 euros.

Creados por Bill Mantlo y Ed Hannigan en las páginas de Peter Parker, The Spectacular Spider-Man, Capa y Puñal son dos adolescentes raptados por narcotraficantes y transformados inesperadamente en vigilantes por efecto de una droga experimental. Lo sugestivo de la idea, que sirvió a un Mantlo en plena forma para retratar la crueldad y oscuridad de los bajos fondos neoyorkinos (en la onda de lo que venía desarrollando Frank Miller en su primera etapa en Daredevil), generó muy pronto una estupenda serie limitada, dibujada por Rick Leonardi, y la posterior serie regular, también con Mantlo y Leonardi de partida. El tomo de la colección 100% Marvel HC recupera los inicios de la lucha contra el crimen de estos misteriosos héroes de culto, tebeos fechados entre 1982 y 1986, entre los que se incluye el número 19 de la colección antológica Marvel Fanfare.


Malaga Hoy

De Colan a Brunner

'¡Saluda al maestro!' contiene los últimos episodios del primer volumen de la serie Doctor Strange, así como los números 3 a 14 de 'Marvel Premiere'


JAVIER FERNÁNDEZ
02 Agosto, 2018


'Marvel Gold. Doctor Extraño, 2: ¡Saluda al maestro!'. VV.AA. Panini. 656 páginas. 44,95 euros.

He titulado esta reseña "De Colan a Brunner" y bien podría haber sido "De Thomas a Englehart", si hubiese querido traer a primer plano el trabajo de los guionistas en lugar del de los dibujantes (algo que, en mí, suele ser habitual). Y no es por hacer de menos la labor de dos escritores que adoro y que marcaron época, pero si hay algo superlativo en¡Saluda al maestro!, segundo volumen de la recopilación cronológica de las aventuras del Doctor Extraño en la colección Marvel Gold es el apartado gráfico. Por un lado tenemos a Gene Colan en un momento dulce, embellecido por el entintador que mejor supo entender su lápices, Tom Palmer, jugando con las sombras y la composición de página para crear una atmósfera densa y un ritmo vibrante; y, por otro, tenemos a Frank Brunner, un artista de línea elegante y detallista que, por desgracia, no se prodigó demasiado y que abunda también en espectaculares composiciones de página, con la psicodelia como referente. El paso de Colan a Brunner (igual que el de Thomas a Englehart) es un signo de la entrada de Marvel en la década de los setenta, década en la que la editorial de Spiderman dio un nuevo golpe estético sobre la mesa y acabó por llevarse el gato al agua en el competido mundo de los superhéroes. Junto a uno y otro, el tomo ofrece otras propuestas visuales de menor nivel, pero no desdeñables, como son los aportes de los entintadores Dan Adkins y el citado Palmer, encargados de los lápices en diversos episodios, y de nombres propios del dibujo como John Buscema, Herb Trimpe, Marie Severin o unos jovencísimos Jim Starlin y Barry Smith (ya con estilos claramente definidos), una alegre tropa que asoma puntualmente.

¡Saluda al maestro! contiene los últimos episodios del primer volumen de la serie Doctor Strange, esto es, los números 169 a 183 (1968-69), así como los números 3 a 14 de Marvel Premiere, cabecera en la que volvió a asomar el hechicero marvelita a mediados de 1972, y en la que se quedó hasta 1974. Además, se incluyen otras historietas de aquellos años que gozan de una presencia destacada del personaje: The Avengers 61, Sub-Mariner 22, The Incredible Hulk 126 y Marvel Feature 1. Como el presente tomo reúne en un solo libro varios recopilatorios estadounidenses, Panini completa su edición con hasta tres jugosas introducciones, dos de Thomas y una de Englehart, quienes recuerdan su paso por la serie, los habituales comentarios de Raimon Fonseca y una nutrida sección de extras en la que van algunas portadas de Rafael López Espí para antiguas ediciones españolas, se reproducen diversas páginas originales de Colan, dos o tres cositas de Brunner y otras perlas. Todo este material muestra que el cambio de década fue una época excitante para el Doctor Extraño, superada al fin la nostalgia por el incomparable inicio de la serie a manos de Steve Ditko. Y aún queda por llegar la segunda mitad del trabajo de Englehart y Brunner, que acelerarían un poco más las revoluciones con el lanzamiento del volumen 2 de Doctor Strange en 1974.


Malaga Hoy


Buscando un refugio

JAVIER FERNÁNDEZ
02 Agosto, 2018

'Marvel Gold. Los Cuatro Fantásticos, 8: ¡Caos en el gran refugio! VV. AA. Panini. 698 páginas. 44,95 euros.

Partiendo de la base de que el primer centenar de tebeos de Los Cuatro Fantásticos son una de las cumbres de la historia del género de superhéroes, todo lo que se ha hecho posteriormente palidece ante la fuerza y belleza del trabajo de Stan Lee y Jack Kirby. Con todo, el célebre cuarteto, primera piedra del universo Marvel, ha disfrutado de etapas tan interesantes y significativas como la de John Byrne en la década de 1980 (con su proverbial Back to the Basics!), la de Mark Waid y Mike Wieringo a comienzos del presente siglo o el más reciente tapiz tejido por el guionista Jonathan Hickman, con ayuda de distintos dibujantes.

Panini viene reeditando las aventuras del supergrupo en distintas colecciones y formatos, reservando los gruesos tomos de Marvel Gold para el material anterior a la llegada de Byrne. ¡Caos en el Gran Refugio! es el título del octavo volumen de dicha serie, y nos acerca a los episodios publicados originalmente entre octubre de 1974 y octubre de 1976, un periodo de transición en el que participan escritores como Roy Thomas, Gerry Conway y Len Wein, junto a dibujantes como los hermanos Buscema, Rich Buckler y George Pérez. Es una época de crisis familiar (como melodía de fondo de argumentos eminentemente de acción, claro está) en la que asisten al grupo miembros eventuales como Medusa, Thundra o el mismísimo Powerman, y en la que la serie camina en busca de un nuevo rumbo (el que, un poco más tarde, hallarían Wein y Pérez). Se recopilan aquí los números 151 a 175 de Fantastic Four, así como los Giant-Size Fantastic Four 3 y 4, el Fantastic Four Annual 11, el Marvel Two-In-One 20 y el primer Annual de esta última colección. El jugoso reparto de secundarios incluye héroes y villanos como Mahkizmo, el Doctor Muerte, Estela Plateada, Xemu, los Inhumanos, Hulk, el Cruzado (con el que Thomas trajo de vuelta al clasiquísimo Marvel Boy), Galactus, el Alto Evolucionador o la Legión de la Libertad (otra excusa para que Thomas juegue con sus queridos superhéroes de la Edad de Oro).

Malaga Hoy



MAX, PREMIO NACIONAL DEL CÓMIC

"Incluso el cómic más banal y de serie B es arte para mí"

El dibujante que introdujo la historieta en el Museo del Prado participa con 'Bardín el Superrealista' en la muestra que la Casa de la Provincia dedica a los galardones otorgados por el Ministerio de Cultura a su disciplina 




Francesc Capdevila, Max (Barcelona, 1956) en la Casa de la Provincia. / BELÉN VARGAS

CHARO RAMOS
Sevilla, 28 Julio, 2018

Recién llegado de la isla de Mallorca, en cuyo interior reside desde hace décadas, Francesc Capdevila, más conocido como Max, recorre la muestra colectiva que la Casa de la Provincia dedica en Sevilla a los 10 primeros años del Premio Nacional del Cómic y comparte con sus seguidores algunos de los secretos de Bardín el Superrealista, libro con el que ganó en 2007 la primera edición del galardón. Es uno de los nombres esenciales del dibujo y la historieta pero también un pensador que nos ha acercado a través de sus imágenes algunos de los mayores logros de la cultura europea. Así ocurre con dos de sus libros ilustrados: el que dedicó al pintor El Bosco con motivo de la muestra que el Prado inauguró en el V Centenario de su muerte; o el que realizó en 1994 para la Fundación Luis Cernuda sobre el mito de Orfeo. Órficas, que Nórdica y La Cúpula reeditaron en 2017 tras llevar años agotado, es un título clave en la producción de este hombre afable y extremadamente fiel a sus afectos, a sus chanclas y sus paisajes mediterráneos. Ajeno a boatos y coches -o aviones- oficiales, Max es uno de los mayores artistas que ha dado este país.


-¿Qué supuso ganar con Bardín el primer premio del Ministerio de Cultura al cómic?

-Bardín me sirvió para reconectar con los cómics tras varios años haciendo obra menor o un poco dispersa y dedicándome sobre todo a la ilustración como medio de vida. Supuso mi regreso y el volver a hacerme fuerte en el cómic, y también el inicio de mi última etapa.

-¿Qué rasgos comparte Bardín con una obra que, desde sus inicios en los 80 en la revista El Víbora, ha abarcado trabajos tan diversos como carteles, portadas de discos, ilustraciones, viñetas y cómics?

-En cuanto a la temática hay una exploración del mundo de las ideas filosóficas, artísticas, religiosas... Bardín toma esos asuntos pero les mete una bomba retardada de humor dentro. Eso ha estado un poco presente en toda mi trayectoria anterior y en la posterior, donde el humor es cada vez más acusado. Con Bardín encontré el camino por donde transitar y el tema del humor desde entonces lo llevo como bandera. No voy a renunciar ya nunca al humor.

-Pepo Pérez, el comisario de esta muestra antológica sobre el Premio Nacional, destaca de su obra el equilibrio que logra entre la densidad de las ideas que maneja y la aparente ligereza -su admirada línea clara- con que las presenta. ¿Está de acuerdo?

-Creo que se refiere a mi manera de tratar unos temas que podrían ser muy áridos o pedantes si no les aplicara un poco de humor. Encontré esta fórmula de abordar asuntos que me interesan sin ser yo ningún especialista en nada pero sí un consumidor de cultura. Me permite expresar mis dudas sobre todo. A partir de ahí me han adjudicado a veces la etiqueta de dibujante filósofo pero yo no soy nada de eso. Mi nivel cultural es medio pero a mí el consumir arte y cultura me hace reflexionar, me plantea dudas, y esas dudas generan en mí ficciones que yo a mi vez dibujo y escribo para que continúe esta cadena de autor a lector. Digamos que el hueco que he encontrado en el mundo es éste: seguir la cadena.

-¿No le tienta realizar una novela gráfica sobre un icono cultural como hizo Zapico con su biografía de Joyce en Dublinés, Premio Nacional del Cómic en 2012?

-No. Podría hacerlo y ha habido algún encargo frustrado en ese sentido pero no es algo que me tiente. En todo caso tuve la oportunidad cuando el Museo del Prado me planteó hacer una obra original donde recreara la vida de El Bosco o trabajara a partir de su obra.


Detalle de 'El tríptico de los encantados', su homenaje a El Bosco

-¿Qué elementos valoró al recibir en 2016 el encargo del Prado?

-Me facilitó las cosas el hecho de que se sabe muy poco de la vida de El Bosco, existen aún muchas lagunas. Eso me dio el pretexto para abordar con libertad su arte y meterme donde realmente yo podía hacerlo: en sus cuadros. El Bosco es un pintor por el que he tenido devoción desde siempre. Me llamaba la atención lo mismo que a todo el mundo, ese desfile de bichos raros y situaciones extrañas que en teoría él realizó para provocar miedo pero que a mí me parece que, por el contrario, dan risa o incitan a la lujuria. Tras estudiar a fondo lo poco que se sabe de su vida y de su obra logré hacer este libro porque me identifiqué con él en dos aspectos: en el hecho de que, al igual que yo, él trabajaba por encargo, como ocurría con todos los artistas de la pintura antigua; y en el tema del catolicismo, pues El Bosco debía ajustarse a esos temas que le pedían. Me eduqué en un colegio de curas y la religión es una carga con la que he tenido que lidiar muchos años después de dejarla. Y ese mundo torturado del Bosco, ese fardo del pecado, ha estado durante años en mi cabeza y me hacía sentirme muy cercano a él. Pensamos en El Bosco como una persona que siempre fue de la misma pieza pero no creo que eso fuera cierto.Lo imagino como alguien muy creyente de joven, con dudas después, y al final prácticamente ateo. Y aunque la cronología de sus cuadros también es confusa, El Jardín de las Delicias es una obra de madurez claramente, él ya es lo suficientemente descreído como para atreverse a jugar con el tema que le han encargado: esa ambigüedad entre lo terrorífico, lo risible y lo grotesco. Y después, si rastreas muchísimo el cuadro, ves cosas que los estudiosos del arte no han visto, como me ocurrió a mí: hay un ojo en mitad del primer panel, una fuente con un agujero y un búho dentro, y ahí insertó un ojo con su iris... Y ése es, para mí, el ojo del pintor, del Bosco. Y está situado justo allí, en el momento de la creación del paraíso.

-¿Quiere decir que advirtió un mensaje de afirmación del artista como creador?

-Sí. Y también saqué esa conclusión por la presencia de las aves nocturnas que dibuja, como búhos, lechuzas... Sólo en esta pintura hay cuatro o cinco diseminadas. Experimenté esto en carne propia: a mí también me dio durante un tiempo por incluir búhos en todas partes y al hacerlo estaba representando, sin saberlo, al artista, porque el ave rapaz nocturna es la que ve en la oscuridad lo que los demás no ven y, por tanto, la que enseña. Hay tantas teorías de los historiadores del arte sobre El Bosco y son tan distintas entre sí que pensé que no estaría tan equivocado si tenía la mía propia, tan particular como lo son las suyas. Pero quien me abrió los ojos a la hora de interpretar su cuadro más célebre no fue un historiador del arte sino el filósofo Michael de Certeau, que le dedica un capítulo en su libro sobre la mística de los siglos XV y XVI. Su visión no la encontré en los tratados clásicos sobre El Jardín de las Delicias pero es la que me abrió los ojos. Él dice que el cuadro no tiene ningún sentido y que El Bosco juega en él al despiste total, que es una obra llena de pistas falsas y callejones sin salida. Dice muchas más cosas pero ésta ya bastaba para dejarme boquiabierto.


Max ante los originales de 'Bardín' en la Casa de la Provincia / BELÉN VARGAS

-En su libro, titulado El tríptico de los encantados (Una pantomima bosquiana), tomó como punto de partida tres obras. El Jardín de las Delicias parecía una elección obvia pero se decantó además por La extracción de la piedra de la locura y Las tentaciones de San Antonio. ¿Por qué estas dos?

-Obviamente tenía que elegir pinturas suyas en las colecciones del Prado y la de la piedra es para mí como la viñeta de un cómic, una pintura que me servía a la perfección para iniciar la historia que quería contar. Curiosamente luego los holandeses pusieron en duda la autoría del cuadro y en el Prado se enfadaron muchísimo, por lo que yo me alegré más de haberlo elegido. Las tentaciones de San Antonio aborda un tema que él trató en varios otros cuadros pero éste del Prado siempre me pareció una delicia, con su formato pequeño, muy tierno. Y decidí hilar una historia con los tres. Mi relato arranca justamente con un tipo al que le extraen su locura y esa piedra viaja gracias a un pájaro -porque había quedado olvidada por ahí- hasta un lugar donde está San Antonio, que la recoge junto al cerdo. Pero no se trata de una piedra, sino de una canica translúcida donde, al mirar dentro, encuentran el mismísimo Jardín de las Delicias. En realidad la piedra no tiene un significado preciso, es como un Macguffin hitchcockiano, un elemento de suspense que me permite avanzar la historia. El asunto del libro no es la piedra aunque al final volvemos a ella para decir que si a uno le extirpan su locura la acaba añorando. Y quien dice su locura dice su imaginación, su capacidad de fantasear.


-¿Qué sintió al ser el artista que introdujo el cómic en el Prado?

-Fue un hecho importante pero no hay que perder de vista los orígenes turbios y de serie B del cómic. Ambas cosas tienen que coexistir, a mí el cómic más cutre y más banal me parece arte aunque no me parezca bueno. Porque también hay arte malo en el arte contemporáneo pero nadie le discute su carta de naturaleza, así que con el cómic debería ser lo mismo. Me considero un eslabón más en la historia de la creación y por eso me hace ilusión haber trabajado para el Prado, y que allí tengan el cuaderno de bocetos que sirvió para el libro, del que hice donación al museo. Ellos además me compraron tres originales relacionados con el proyecto. Así que, sí, tengo obra en el Prado aunque no está expuesta, se exhibió solamente unos días.

Ilustración de Max para el libro 'Órficas'

-En Órficas pintó, como en El tríptico de los encantados, numerosos animales. ¿Qué recuerda de la génesis del libro? ¿Conectaba especialmente con el tema del músico y su descenso a los infiernos?

-Desde hacía años estaba descatalogado y había gente que lo buscaba o me lo pedía. Órficas fue el primero de mis libros que no era sólo un cómic pues allí escribí textos, fue mi primera experiencia como escritor. Y además la Fundación Luis Cernuda y su extraordinario equipo me dieron carta blanca, al igual que el Prado ahora, así que pude experimentar mucho, tanto en dibujos en blanco y negro como en color. Incluí también historietas y unas estampas que embellecían cada acto de la ópera de Monterverdi... Disfruté mucho escribiendo y dibujando ese libro. Además me sentía muy cercano al tema de Orfeo en ese momento de mi vida. En cuanto a la presencia de los animales, lo cierto es que me gustan mucho y tiendo a dibujar aquello que me entusiasma, como mi perro.

-En esta exposición se recalca la influencia del surrealismo en su trabajo. ¿Qué otros referentes visuales destacaría?

-Bebo de muchas fuentes, desde la pintura paleolítica -que protagoniza mi próximo libro- al arte minoico y la pintura renacentista flamenca, el romanticismo y las vanguardias históricas. Y por supuesto del cine de Buñuel, de David Lynch... Hay una serie de directores y de músicos esenciales para mí, de los cuales aprendo mucho. Y luego están mis dos creadores favoritos del siglo XX, las dos influencias que siempre se cuelan en mi obra: Borges, esencial en la escritura de mis guiones, y la otra, tal vez menos evidente, es Kafka. Aunque ilustré un libro suyo –El fogonero– esa influencia aún resulta extraña pero está ahí, me interesa mucho ese humor torcidillo de Kafka.

-¿No echa de menos contar con un guionista con el que trabajar codo a codo regularmente?

-No, desde hace tiempo no. Aunque desde el principio me apañé como dibujante y fui creciendo, en cambio como guionista era un desastre. Tenía ideas en la cabeza pero organizar los temas para convertirlos en historias me costaba mucho. Finalmente aprendí con Mique Beltrán en un libro que hicimos juntos, Mujeres fatales, a convertir las ideas en historias y a partir de ahí me he sentido fuerte para hacer mis propios guiones. Además las cosas que me gustan a mí son tan personales que no podría trabajar con guionistas.

-Colabora desde hace años con el suplemento cultural Babelia. ¿Nunca le falla la inspiración?

-Tengo que estar pendiente cada semana de dar con la idea y a veces no la encuentro hasta que está a punto de cumplirse el plazo pero siempre acaba saliendo.

-¿Qué proyecto le gustaría realizar si no hubiera trabas económicas, si tuviera un mecenas?

-Lo que más me gusta últimamente es escribir, incluso más que dibujar. Estoy escribiendo además muchas más cosas de las que puedo pintar y por primera vez igual soy yo quien acaba buscando dibujantes. Nunca escribo ensayos, es siempre ficción. Incluso he escrito un cuento infantil que está dibujando Flavia, una ilustradora mallorquina. Sin embargo, ahora estoy terminando un libro que llevaba cuatro años en mi cabeza y en el que no hay palabras, sólo imágenes. En cuanto a los mecenas, no los busco porque no existen. Soy lo suficientemente viejo para saber lo que me espera el resto de mi vida y a lo que me voy a tener que enfrentar; voy a continuar en la guerrilla. Tengo un proyecto para el que sería estupendo contar con un mecenas y es hacer una película real, no de animación, pero tampoco me empeñaré en ella. Si sale, bien, y si no, no. Seré el autor de la historia y el guionista, también de algún modo el director de arte y el creador del story-board pero no la dirigiré. La cámara y el cerebro lo pondrán, si llega el momento, otras personas que saben de cine mucho más.

Malaga Hoy







domingo, 29 de julio de 2018

MORTADELO Y FILEMÓN por FRANCISCO IBAÑEZ



Los agentes secretos Mortadelo y Filemón ingresan en la T.I.A. (Técnicos de Investigación Aeroterráquea), donde se las tendrán que ver, además de con cacos y malhechores, con el colérico Superintendente Vicente (el Super) y con los inventos del disparatado Profesor Bacterio.

Mortadelo, rey del disfraz, y Filemón, el Jefe, nacieron en 1958 en el mítico tebeo "Pulgarcito" Creados por Francisco Ibáñez como unos Holmes y Watson a la española, han sido traducidos a más de una decena de idiomas. "El sulfato atómico" fue la primera historieta larga que se publicó en formato álbum e inauguró, en 1969, la colección Ases del Humor de la revista "Gran Pulgarcito" En 1970 eran tan populares que se creó para ellos la revista "Mortadelo" y después, "Super Mortadelo" La película de Javier Fesser "La gran aventura de Mortadelo y Filemón", basada en "El sulfato atómico! cosechó en 2003 uno de los mayores éxitos de taquilla del cine español. Varias generaciones españolas han crecido con Mortadelo y Filemón; Ibáñez, que ha recibido el Gran Premio del Salón del Cómic por el conjunto de su obra y en 2002 la medalla de oro al Mérito en las Bellas Artes, asegura: "El niño que no lea cómics no leerá libros".



Mortadelo y Filemón reciben del Super el importante encargo de atrapar a todos y cada uno de los integrantes de la peligrosa banda de espías internacionales conocida como el "gang" del Chicharrón. Los criminales se han introducido en el país con su temible jefe, Gedeón el Chicharrón, al frente y vienen con planes de robo y sabotaje que los agentes de la T.I.A. tienen la misión de impedir.

Desternillante aventura publicada en 1970 con Mortadelo y Filemón, los más celebres personajes de Francisco Ibáñez (Barcelona, 1956). Autor también de otras inolvidables creaciones, como 13 Rue del Percebe, El botones Sacarino, Pepe botera y Otilio o Rompetechos, en los últimos años sus historietas han incorporado temas de actualidad (Mundiales de Fútbol, Juegos Olímpicos, escándalos políticos), representados por caricaturas de ilustres personalidades del cine, la cultura o la política que se han topado con los agentes de la T.I.A.: de Felipe González a José María Aznar; de Mitterrand o Clinton al príncipe Carlos de Inglaterra. Porque Ibáñez es el más valorado, editado y leído internacionalmente de los historietistas españoles.


Ediciones El Pais, año 2005