miércoles, 10 de enero de 2018

Revista MondoSonoro - Mejores comics nacionales 2017



Texto: Redacción | Fotos: David Sánchez (imagen de "Un millón de años") | 29 diciembre, 2017

Nivel alto
Tomen nuestra lista de diez títulos como referencia de imprescindibles, pero sepan que hay más, muchísimo más, que se nos queda fuera pese a su calidad e interés. Nos quedamos cortos, pero ya les decía lo mismo el mes pasado. Lo que sorprende es que la cosecha nacional tenga, una vez más, tanto y tan interesante. Así que vanagloriémonos de ello.

Podríamos empezar con algunos autores imprescindibles año tras año que, por diversos motivos, al final se quedan fuera de la lista definitiva. David Rubín, junto a Matt Kindt, con Ether; nuestro admirado Paco Roca que deja dos obras más que atractivas a tener muy en cuenta (La encrucijada y Confesiones de un hombre en pijama); Nazario, con la compilación de Anarcoma de Nazario; Beá con la reedición de Siete vidas; Tyto Alba con el precioso Fellini en Roma, Daniel Torres con Roco Vargas. Jupiter, por citar algunos. Y podríamos continuar con otras obras que no debemos dejar de lado. Apunten y así nuestra lista de diez cómics no se les quedará tan corta. Fragmentos seleccionados de Andrés Magán, El ruido secreto de Roberto Massó (autor también de Zona hadal), Carvalho. Tatuaje de Hernán Migoya y Bartolomé Seguí, Cuerda de presas, Monet, Carlitos Fax, La balada de Jolene Blackcountry o Conociendo a Jari, entre otros. Joan S. Luna


1.- Un millón de años
David Sánchez
(Astiberri)

Un millón de años es un trabajo maduro, bizarro y simbólico en el que Sánchez se rige ya por sus propias normas. Obviamente, la obra no es apta para todos los públicos, pero quienes hayan aceptado firmar un contrato imaginario con el autor pueden estar contentos, porque Un millón de años posiblemente sea su creación más inquietante, y eso hablando de él es mucho decir. Joan S. Luna


2.- Atraco a mano alzada
Lundi/Javier Ara
(Drakul)
 Animador, autor del fantástico cortometraje Dreaming A Whole Life y de diversos cómics digitales, Javier Ara se ha sacado de la manga una obra imaginativa que juega con la metaficción combinando el mundo del cómic con el thriller. El resultado atrapa desde el primer momento, jugando con el lector y dando como resultado una de las sorpresas de la temporada. Joan S. Luna


3.- Febrero para galgos 
Peter Jojaio
(Entrecómics)
Con ecos de Drnaso o del último Tomine, el albaceteño Peter Jojaio golpea nuestro cerebro bienpensante con un perturbador cómic no apto para gente feliz o amantes del escapismo ligero. Aquí brotan la violencia doméstica y la fantasía criminal mientras un escalofrío recorre cada viñeta y salta a cada una de las vértebras de tu espina dorsal. Poca broma. Magistral. Demoledor. Durísimo. Octavio Botana


4.- Cosmonauta
Pep Brocal
(Astiberri)
Héctor es un astronauta solitario a quien acompaña NIC, su particular HAL 9000, con quien interactúa durante toda la obra. A través de una narrativa fluída y un dibujo muy personal, Pep Brocal nos va explicando el destino de este viaje por el espacio. Humor, nihilismo y filosofía existencial se dan cita en un título interesante y, sobre todo, muy inquietante. Eduard Tuset

5.- Pinturas de guerra
Ángel de la Calle
(Reino de Cordelia)
El autor del reverenciado Modotti, firma una obra poblada de personajes diversos, momentos crudos y una planificación en la que todo ello encaja. Lo que empieza como el interés de un periodista por una actriz estadounidense acaba virando hacia una historia de represión, política latinoamericana y aquello que llaman las cloacas del sistema. Enrique Gijón


6.- Estamos todas bien 
Ana Penyas
(Salamandra Graphic)
Lo que nació como un homenaje de la autora a sus dos abuelas, acabó convirtiéndose -Premio Internacional de Novela Gráfica Fnac-Salamandra Graphic mediante-, en un diálogo con su pasado. Como consecuencia de esa conversación tenemos entre manos una auténtica historia cotidiana de nuestro país y una reivindicación necesaria de toda una generación. Óscar Gual


7.- La deuda   
Martín Romero
(La Cúpula)
Los efectos de la crisis son todavía muy visibles y lo serán durante mucho tiempo: sueños frustrados, renuncias obligadas, créditos impagados y deudas de por vida. Siguiendo el vagabundeo por la ciudad de un par de perdedores, un humorista fracasado y un cobrador del frac novato, experimentaremos un retorno a los orígenes que derivará en una tarde de perros. Óscar Gual


8.- Encuentros cercanos 
Anabel Colazo
(La Cúpula)
Anabel Colazo da un paso adelante con Encuentros cercanos, y lo hace con firmeza, por mucho que haya aspectos que, sin duda, pulirá en obras venideras. Si ya apuntaba maneras con El cristal imposible, aquí firma una obra divertida, simpática y con personajes bien definidos que gira alrededor de los contactos extraterrestres combinando humor y suspense. Enrique Gijón

9.- Disparen al humorista
Dario Adanti
(Astiberri)
 Adanti se ha posicionado como uno de los autores de 2017 con un trabajo en torno a límites y esencias de esto del hacernos partir la caja. La suya es una novela gráfica concienzuda que hibrida a Scott McCloud, el Gato Félix y Jim Woodring desde ese estilo único y reconocible que lleva practicando décadas. Octavio Beares



10.- Nuevas estructuras
Begoña García-Alén
(Apa-Apa Cómics)
Nuevas estructuras es la obra cumbre de una autora de discurso apasionante que, hasta la fecha, no ha hecho más que crecer. Abstracción y simbología cobran un nuevo sentido de narrativa libre y embriagadora plasticidad, una experiencia tan difícil de explicar con palabras como sublime cuando la disfrutamos con la vista. Alex Serrano



MondoSonoro












martes, 9 de enero de 2018

CARLOS NINE El patito Saubón




Edita: Reservoir Books
Por D. Foz | 13 diciembre, 2017


Carlos Nine (1944-2016), creador Argentino multidisciplinar, en su faceta de autor de historietas nos regaló trabajos personalísimos que vieron la luz en revistas como Fierro, L’Écho des Savanes o Playboy, entre otras.

Claro homenaje estético a Herriman y su Krazy Kat -aunque aquí nuestro protagonista no es apedreado con ladrillos por su amor platónico sino con migas de pan por todo Dios-, las historias que componen “El patito Saubón” se publicaron en blanco y negro en la primera época de la revista Argentina Fierro a partir de 1989, para posteriormente reunirse en un tomo a todo color a cargo de la editorial francesa Albin. Finalmente, Reservoir Books lo edita por primera vez en España en un bonito volumen de tapa dura.

Aunque catalogada como obra erótica, “El patito Saubón” es un tebeo surrealista poblado de personajes antropomórficos y situaciones disparatadas a lo largo del que el lector acompaña a un ave, hijo de un ganso y una oca, en sus patéticas conquistas y humillaciones amorosas.

Por él desfilan personajes tales como una rosquilla capaz de encender la libido de nuestro protagonista, una pollita que vende claveles por no vender su cuerpo, una muñeca Pepona que esconde terribles secretos en su interior, otras presas amorosas e incluso un maltratador autoconsciente que sucumbe al discurso político de nuestro antihéroe.

El circo de secundarios se acompaña de una suerte de lugares recurrentes: el Club Roxy, el Bar de Víctor en el que mojar en alcohol las derrotas, las casas de sus amantes… poéticos elementos de arquitectura urbana que dibujan un universo coherente y definido donde Nine va integrando sus historias con maestría.

Aunque al principio cueste arrancar debido a lo marciano de la propuesta, no se desanime el lector exigente con las primeras planchas del álbum; al cerrarlo, aflora esa sonrisa: viajar con Saubón en su autito a tracción pedestre merece la pena.


MondoSonoro


Bellas Artes de Sevilla inaugura una de las primeras 'fanzinotecas' de España (12 de julio de 1998)

SANTIAGO BELAUESTEGUIGOTIA, Sevilla

Cada generación es un mundo. El corte de las edades tiene más fuerza que un maremoto. Muchos jóvenes tienen como una de sus divisas los fanzines, unas publicaciones a medio camino entre los semanarios tradicionales y las revistas de estudiantes hechas con fotocopias grapadas. "Los fanzines son una expresión de las inquietudes juveniles", resume Fidel Martínez, estudiante de Bellas Artes de
19 años y, además, uno de los responsables de una de las primeras fanzinotecas que hay en España: la
de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla.



Estudiantes de Bellas Artes que participan en el proyecto de la fanzinoteca.
Un equipo de 30 estudiantes lleva adelante el proyecto

Padres e hijos son dos continentes temporales tau distantes como Oriente y Occidente en los versos de Kipling. Nunca se encontrarán y una expresión pueden ser estas publicaciones. Hay fanzines especializados en el cómic, en la literatura de género, en el cine... Cualquier asunto es válido para que un grupo de jóvenes plasmen su fuerza e ilusión.

Entrar en la biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla y toparse con las habituales cajas de madera donde se guardan las fichas de los libros guarda una sorpresa refrescante. Junto a las sempiternas cajas de títulos de libros y revistas hay una novedosa: la destinada a los fanzines.

La Facultad de Bellas Artes cuenta en su fanzinoteca con más de 100 publicaciones distintas. Y es como una marea que no ha hecho sino empezar porque la fanzinoteca se inauguró el pasado mayo. La facultad recibe cada día un promedio de dos fanzines. Amanecemos en Hawai, de la localidad valenciana de Xátiva, Amaniaco, de Barcelona, Craneo-grafia, de A Coruña, Cuchara y paso atrás, de Sevilla, y Morón suburbio, de Buenos Aires, son algunos de los ejemplos de fanzines que nutren esta biblioteca.

Contenido surrealista

Pero la facultad no se queda ahí. Una treintena de estudiantes de Bellas Artes edita varias publicaciones de este tipo. El primer número de Planeta nimbus salió a la calle en marzo de 1997. Uno de los responsables de este equipo de estudiantes, José Manuel Escribano, lo define como un fanzine "con un contenido surrealista y dadaísta". Lleva ya cuatro números publicados. El niño acuarelable surgió también en marzo de 1997. "Sus contenidos van más en la línea del cómic de autor", indica Escribano. Esta iniciativa cuenta ya con dos números publicados.

Comunicarte surgió en el otoño de 1997 y es la iniciativa más pujante de este equipo. Sus dos números son ya palabras mayores del cómic con una clara voluntad de calidad que se advierte,
 incluso, en lo costoso del papel. Es un fanzine comparable a los mejores que se hacen en España.
"Comunicarte tiene una temática ecléctica", manifiesta Fidel Martínez.

Recientemente este equipo de la Facultad de Bellas Artes sevillana ha sacado también dos monográficos dedicados a El Bute y al Doctor Metz, dibu-jados ambos por el cordobés Pepe Farruqo.

Estas publicaciones se venden fundamentalmente en el mundo universitario, aunque, como no, también en esto hay clases. "Los estudiantes de Derecho no suelen comprar porque dicen que no tienen tiempo. Los de Arquitectura y Aparejadores sí que compran. Les interesa mucho el dibujo", explica Óscar Carámbano, otro de los integrantes del equipo. Los estudiantes de Ciencias Exactas compran también muchos fanzines. Nadie ofrece una explicación convincente de esta querencia, pero es un hecho que muchos futuros especialistas en matemáticas devoran los fanzines.
 
La magia celta y 'El sulfato atómico' de Mortadelo
 
s. B., Sevilla El grupo de jóvenes devotos del cómic que publica fanzines en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla tiene sus pasiones y sus maestros en este campo. Óscar Carámbano cita a Richard Corben. Escribano tiene una deuda con Simón Bisley. Escribano explica las razones de su respeto hacia la obra de Bisley. "Tiene muchos recursos gráficos. Slaine es una serie sobre el mundo celta mágico escrita por Pat Mills y con dibujos de Bisley. La serie mezcla realidad y ficción del mundo celta", señala Escribano. "Es muy elástico a la hora de dibujar. Aplica muchas técnicas", puntualiza Carámbano sobre Bisley.

Fidel Martínez apuesta por la obra de Frank Miller, uno de los dibujantes que pergeñó la figura de Batman, el hombre murciélago. "Frank Miller empezó con el cómic estadounidense más comercial. Esto no le dejaba desarrollarse como artista. Cuando cogió fama, se adentró en una temática más propia. De ahí surge Sin City, una combinación fabulosa del uso de blancos y negros", manifiesta Fidel Martínez.

Muy lejos se sitúa Carlos Peña, otro de los componentes del equipo, quien destaca como uno de sus maestros al dibujante Francisco Ibáñez, el padre de Mortadelo, Filemón, Rompetechos, el botones Sacarino y la familia Trapisonda.

Peña fija su atención en la perfección de un álbum como El sulfato atómico, protagonizado por los históricos Mortadelo y Filemón.


El Pais, domingo 12 de julio de 1998

 

Carmen seduce al dibujante de los dos millones de libros

Benjamin Lacombe expone en el Museo Abc el personaje poderoso y oscuro que ha creado para la novela de Prosper Mérimée

TEREIXA CONSTENLA

Madrid 8 ENE 2018



Ilustración de Benjamin Lacombe para la novela 'Carmen'.

Un día de otoño de 1831 Prosper Mérimée se sentó en Madrid a escribir una extensa carta al director de La Revue de Paris. Regresaba de una búsqueda por Andalucía tras el rastro de bandoleros, que había resultado un fracaso. “Casi siento vergüenza”, confesaba. Le acompañaba, sin embargo, todo el material que vertería en una novela corta, de título más corto aún, destinada a forjar uno de los arquetipos femeninos más largos: Carmen, la cigarrera de fatal final, que se popularizó masivamente tras convertirse en una ópera de Georges Bizet.


En otro día de otoño también se sentó en Madrid el dibujante Benjamin Lacombe (París, 1982). Provisto de rotuladores, empezó a perfilar el rostro de Carmen, atrapado en una mantilla-telaraña, mientras contestaba a algunas cuestiones. A su alrededor se asomaban 23 ilustraciones originales que ha realizado con tinta china, gouache y óleo para la obra de Mérimée y que estarán expuestas hasta el 4 de marzo en el Museo Abc. Su Carmen es todo ojos y cabello, todo oscuridad y desafío. “Es una figura feminista, que defiende la igualdad y se rebela. No considerarse un ser inferior es lo que la lleva al destino final”, expone. “Y se ha convertido en un icono del feminismo contra la voluntad de Mérimée, que le tenía miedo. Él era un hombre del siglo XIX, y habla de ella como si fuera una bruja”, añade.



El ilustrador Benjamin Lacombe. INMA FLORES

Los estereotipos decimonónicos están presentes en toda la obra, en especial en el capítulo cuarto, cuajado de prejuicios hacia los gitanos. “Hay que situar el libro en su contexto”, puntualiza Lacombe, “muchos podrían considerar racista al escritor, pero era alguien formado, que había viajado, que tenía pasión por España y que, simplemente, era un hombre de su tiempo”.



Para su versión de Carmen, publicada por Edelvives, Lacombe ha ideado una atmósfera entre melancólica y tenebrista, acorde con el espíritu romántico de la época en que se desarrolla la ficción que envuelve al triángulo formado alrededor de la cigarrera sevillana. Como en sus álbumes anteriores, Lacombe ha elegido todos los aspectos, desde la tipografía blanca sobre páginas negras hasta una portada cubierta en tela y parcialmente bordada que transforma el libro en un objeto preciosista. Junto a la singularidad artística –la telaraña de la gitana engarza unas páginas con otras-, se ofrece la versión de la obra traducida por Mauro Armiño y material adicional de gran interés como una de las cartas que el novelista Mérimée envía a La Revue de Paris, donde se anticipan algunos de los personajes que luego poblarán Carmen, publicada en 1845.



Ilustración de Benjamin Lacombe para 'Carmen'.

Es la segunda gitana que protagoniza un libro de Lacombe. Antes ilustró Nuestra señora de París, de Víctor Hugo, donde tiene un papel esencial la zíngara Esmeralda. “Aunque son gitanas y espíritus libres, son personajes diferentes. Carmen no es una víctima como Esmeralda. La andaluza es plenamente consciente del arma de seducción que tiene y defiende su libertad a costa de todo”, compara.

Hay personajes ojipláticos, uno de los rasgos característicos de este ilustrador francés que se está comiendo el mundo: ha vendido dos millones de ejemplares y ha publicado casi 40 obras, entre ilustraciones de clásicos como Alicia en el país de las maravillas, álbumes propios como el cómic El espíritu del tiempo o creaciones compartidas con los textos de Sebastien Pérez como el dedicado a Frida Kahlo o El herbario de las hadas. Aunque todos sus trabajos tienen personalidad propia, se puede rastrear el ADN de Lacombe en casi todos ellos. “Para mí lo interesante es la interpretación de la realidad. Para retratar lo real ya están la fotografía y el vídeo”, explica el dibujante, un inusual ejemplo de éxito precoz y talento prolífico.

Su primera obra, elaborada como proyecto de fin de carrera para la Escuela de Artes Decorativas de París, se publicó en marzo de 2006. Elegido al año siguiente como uno de los mejores libros juveniles editado en EE UU por Time Magazine, se convirtió en seguida en un superventas. Desde entonces, Lacombe vive una escalada de ventas y proyectos. Muchos de ellos protagonizados por mujeres icónicas, ya fueran reales como María Antonieta o ficticias como Blancanieves. Siempre con un punto oscuro, incluso cuando se trata de proyectos infantiles, porque sostiene que los niños no quieren ser tratados como tontos.

ICONOS FEMENINOS REALES Y FICTICIOS

Frida (2017). Con textos de Sébastien Pérez, el álbum abraza el universo colorido de la pintora mexicana a través de flores, joyas, calaveras o piezas ortopédicas.

Alicia en el país de las maravillas (2016). Lacombe va más allá de la ilustración: juega con la tipografía y apuntala el libro con material adicional como las cartas de Lewis Carroll.

María Antonieta. Diario secreto de una reina (2015). Una explosión rococó que evoca en ocasiones las composiciones florales y frutales de Giuseppe Arcimboldo. Usa cartas reales para tratar de armar un retrato íntimo de la reina que perdió su cabeza.

Blancanieves (2011). Su protagonista es una joven demacrada de ojos saltones perseguida por pérfidos cuervos. Sus revisiones sitúan a los protagonistas de cuentos infantiles en escenarios desasosegantes y tenebrosos.

Nuestra Señora de París (2010). Editado por Mondadori, fue su primera incursión en un clásico, a la que luego seguirían Cuentos macabros, de Edgar Allan Poe, en la traducción de Julio Cortázar.

El Pais


JORDI SOCÍAS NATURALISMO COSMOPOLITA

 JORDI SOCÍAS

HA RETRATADO UN PAÍS A LO LARGO DE MÁS DE 40 AÑOS. AL FRENTE DE LA AGENCIA COVER QUE FUNDÓ EN 1979, 0 EN SUS 13 AÑOS COMO EDITOR GRÁFICO DE "EL PAÍS SEMANAL", DEFINIÓ UNA FORMA DE MIRAR LA FOTOGRAFÍA. UN LIBRO Y UNA EXPOSICIÓN ITINERANTE POR EUROPA REVELAN EL PAISAJE DE ESTE FOTÓGRAFO QUE SE DEFINE ENTRE EL NATURALISMO Y SU VISIÓN COSMOPOLITA ARTISTA CIUDADANO, HIJO DE BARCELONA y AMANTE DE MADRID, HA PENETRADO COMO POCOS EN EL ARTE Y EN LA CALLE. ÉSTE ES EL PRIMERO DE UNA SERIE DE CUATRO "PORTFOLIOS" QUE EL PAÍS SEMANAL'OFRECERÁ DE SU TRABAJO ESTE AÑO.

Por JESÚS RUIZ MANTILLA

'COSMOPOLITA'. Joaquín Gran, Dodot, en 1985.


"PARA MI, EL OJO ES LA FOTOGRAFÍA SIN CÁMARA"
'EN EL NOMBRE DEL PADRE'. Lourdes, 1977.

A Jordi Socías le pasa un poco como a Josep Pla. Si el sabio escritor catalán era un punto de vista andante con boina, como lo definió Manuel Vázquez Montalbán, este fotógrafo barcelonés de los Madriles camina entre la gente como un voyeur con bufanda y una cámara nunca aparatosa. Mirar es su vicio; de eso ha hecho virtud y arte. Una forma de vida.

Los ojos de Jordi apenas mienten. Lo justo para un cuatrero de la imagen, como es él. Parpadea lento y pisa fuerte la calle. Come siempre fuera de casa y viaja con su cartera de cuero negro raída y sus manías. Trata de hacer su santa voluntad, que siempre tiene que ver con disfrutar lo que le dejen cada día. Huye de la M-30, se mete en los atascos del centro y reza para que los semáforos se le pongan en rojo. ¿Para qué? Para mirar. Para poder mirar. "El ojo es la fotografía sin cámara", comenta mientras se toma un cafetito y enseña parte de las fotos que mueve estos meses por Europa en una exposición itinerante que le ha llevado de Tirana a Viena, y ahora a Roma, Cracovia y Belgrado.

EN ELLA MUESTRA FOTOS que publicará en un libro la editorial La Fábrica, en su colección Biblioteca de Fotógrafos Españoles, y que se deslizan por nuestras pupilas como ajenas al tiempo y al espacio. Entre neones, alquitrán y piel, en blanco y negro. "Es un tono más expresivo. Hallo más emoción ahí que en el color. Lo encuentro entre la historia y la poesía, como un tiempo detenido".
Un tiempo que muestra en estas fotografías, colgado en la enigmática gabardina de ese ciudadano Dodot que ha titulado Cosmopolita, pululando por el ordenado azar probablemente divino que halló en la piadosa Lourdes para captar En el nombre del padre, en la oscuridad iluminada de su Gran Vía o en ese crudo y paródico autorretrato con cicatriz que ha llamado My way.

Son ejemplos del "naturalismo cosmopolita" que ha convertido en marca quien ha retratado la historia de España a lo largo de las últimas cinco décadas desde la agencia Cover, que fundó en 1979, y desde publicaciones como El Europeo, Madrid Me Mata, La Calle, Cambio 16 y en su última etapa a través de El País Semanal.

Aprendió a fotografiar con un curso por correspondencia. Una manera de buscar salida a la venta ambulante de relojes en la que andaba metido entonces. Una forma de acercarse y meterse en el ajo de la España antifranquista, cuando pasar a Perpiñán era algo así como viajar a Ítaca. Fue activista y rebelde. Pronto se metió en los círculos radicales barceloneses, donde hizo amigos de por vida y fotografías a los escritores del barrio chino, las figuras de la nova cançó y al Barca de Cruyff.

DESPUÉS, A COMIENZOS de la transición democrática, aterrizó en Madrid. Cuarenta años más tarde, no ha habido manera de que pierda el acento catalán ni visitando a menudo Segovia, la ciudad de su familia materna. Pero en cuestión de progenitores, Socías es claro: "Barcelona es mi madre, y Madrid, mi amante".

En la capital siguió metido en política activa. Pero descubrió otro mundo que le fascinó mucho más: el de la movida, el cine, la música. Eran tiempos de agitación que él se bebió a lingotazos en buenas y malas compañías. Tiempos de búsqueda e influencias. Cuando la modernidad se vomitaba en los bares y el mejor escenario era una calle de crestas de colores, motos y tachuelas. En ese ambiente, Socías seguía formándose a sí mismo: "Siempre he tenido muy presente la responsabilidad del aprendizaje, la lucha por un conocimiento que me impida conformarme. Amor propio: es el problema que tengo...".

Amor propio y alergia al aburrimiento. "Eso también...". Así ha ido construyendo un mundo de referencias personales que va desde Cartier-Bresson y Robert Doisneau hasta Eugéne Atget, Richard Avedon o William Klein, que bebe mucho del cine de Truffaut y toda la nouvelle vague, pero también del neorrealismo italiano.

Aunque sin huir nunca del escenario principal. "La calle", comenta Jordi. Entre la calle y el cuerpo de todos los hombres y las mujeres que se ha topado en vida, Socías ha compuesto a estas alturas de su carrera, con 64 años, una sinfonía de actitudes y credos, toda una coreografía vital por la que se encuentran en un cruce de caminos España, Europa o Cuba, China y Nueva York. La ciudad y la vida en dimensiones compartimentadas: de sus egregios salones a las alcantarillas, de los tiovivos a las mesas de los restaurantes, de las sábanas donde ha captado intimidad a la feria y las manifestaciones de la Transición.

NO HAY NADA DIGNO de ser captado que repudie el ojo de Jordi Socías. Pero si en algo pone mimo es en el retrato. Ese magno momento en el que rapta a la actriz de turno y le dice: "Nena, ahora, tú tranquila. Mírame a los ojos". Y le dan siempre lo que pide. "El retrato es un encuentro que generalmente se produce con alguien desconocido. Frente al fotógrafo siempre tenemos reservas, y es normal porque, a diferencia del cine, en el que la imagen está en movimiento, un fotógrafo va a congelar un momento, a detenerlo. Por eso la fotografía parte de un concepto que tiene que ver con la eternidad".

Si alguien piensa así, demuestra su responsabilidad. Pero eso no debe impedir que afloren otras cosas. "La fotografía es también pulso e impulso. Lo decía Roland Barthes: lo más interesante es cuando no sabes qué te ha llevado a tomarla, a apretar el botón". Esa reacción inconsciente, ese no saber muy bien por qué se ha hecho, le ha ayudado a conformar una obra llena de matices. Un fresco en el que habla la calle y brilla una alegría tamizada por cierto surrealismo, por una ironía buscada como bálsamo, sabia y poco conformista, carnosa y viva, profunda y amable. •




















"ROCK AND ROLL"
Santiago Auserón, 1996

"MY WAY"
Autorretrato, 2005

LA CLASE OBRERA VA AL PARAISO
Entierro de los abogados de Atocha asesinados, 1977






DECÓ
La Coupole de París, 2002


BELLE DE JOUR
Penélope Cruz, 1993

domingo, 7 de enero de 2018

Los artistas alegres

La Bauhaus fue la institución artística alemana más influyente desde 1919 hasta 1933. Por ella pasaron los mejores arquitectos y pintores de la época. Una exposición en Barcelona muestra el modo de vida y las fiestas que organizaban los profesores (Mies van der Rohe, Gropius, Kandisky, Paul Klee...) y sus alumnos. Por Ignacio Vidal-Folch 

Diplomas y disfraces. Estudiantes del taller textil de la Bauhaus muestran los diplomas humorísticos entregados por su profesora Guta Stölz (la segunda por la derecha en la fila de atrás) en septiembre de 1930.

Invitaciones a fiestas, carteles, disfraces, cometas, decorados, tiques de entradas, tarjetas, fotografías, adornos, paquetes de regalos artísticos: estos pecios de una travesía fenomenal, en los cuales se advierte el talento a raudales de la tripulación, se reúnen en una exposición titulada La Bauhaus se divierte, en la sala Caixaforum de Barcelona. Son un testimonio de la vida que llevaban en las horas de recreo, y de la creatividad que aplicaban a toda ocasión, los miembros de la institución artística más influyente del siglo XX.

La Bauhaus (Casa de Construcción), la escuela oficial de artes y oficios de Weimar, vino a sustituir, después de la I Guerra Mundial, a la Academia de Artes del Gran Ducado Sajón y a la Academia de Artes y Oficios del Gran Ducado Sajón, y reunió -primero en esa ciudad, luego en la de Dessau y por fin, muy fugazmente, en Berlín- a algunos de los más destacados arquitectos, artistas y artesanos de Europa central. Habían crecido en la estética recargada, el biedermeier, el art déco y el modern style, pero estaban convencidos de que todo eso merecía ser arrumbado en el desván de los trastos viejos y los baúles de la abuelita. Fue una escuela decisiva en la ruptura de la jerarquía que separaba las artes de las artes aplicadas, y en proponer un arte y un diseño funcionales, proporcionados y accesibles para una sociedad de masas crecientemente industrializada. Inventó lo que hoy entendemos por diseño moderno.

Su breve, precaria historia se extiende a lo largo de la República de Weimar, desde 1919 hasta 1933; o sea, desde su institución hasta que cerró bajo presión del nuevo régimen nacionalsocialista, pese a las concesiones y garantías de apoliticismo y pureza de sangre que el fundador, Walter Gropius, y su último director, Mies van der Rohe, ofrecieron alguna vez a las autoridades políticas en aras de un posibilismo inoperante para retrasar lo inevitable; inevitable no porque el nuevo régimen no defendiese a ratos, abandonando sus primeros postulados kitsch, una estética industria "absolutamente moderna", sino por el olor a azufre que los segmentos más reaccionarios de la sociedad alemana creían percibir en las inmediaciones de la escuela, y por las tendencias izquierdosas y comunistas de algunos de sus miembros, como el segundo director de la Bauhaus, Hannes Meyer. Pero cuando la Bauhaus cerró, Gropius llevó sus ideas a Harvard; Mies van der Rohe, a Chicago, y el fotógrafo Moholy-Nahy fundó la New Bauhaus, luego Institute of Design, en Chicago.

Cuando Gropius fundó la escuela, Alemania acababa de ser catastróficamente derrotada y mutilada en la I Guerra Mundial, estaba endeudada con las potencias vencedoras y sumida en un clima de guerra civil; pero las experiencias del campo de batalla habían revelado a muchos que la renovación, la redención y el porvenir del país estaban en la técnica, la industria, la ingeniería...

De aquellos años desbordantes de conflictos sociales nos han quedado, como ilustración canónica, los dibujos y pinturas de Grosz y de Dix, llenos de soldados lisiados, de amputados, de mendigos y de oficiales porcinos en la víspera de la apoplejía. En cuanto a las ideas artísticas, las academias tradicionales estaban siendo amenazadas por una pléyade de movimientos -el expresionismo (Alemania), el futurismo (Italia), el cubismo y el constructivismo (por todas partes)- que se consideraban más acordes con los tiempos modernos. Gropius y su formidable elenco de profesores (Paul Klee, para la clase de pintura y cristal; Kandinsky, para el taller de murales; Moholy-Nagy, para el de fotografía; Herbert Bayer, para tipografía y anuncios; Lionel Feininger, para artes gráficas, etcétera) opinaban que en el fondo todos estos movimientos prolongaban de hecho los mitos del romanticismo, el enfrentamiento del artista heroico e individualista con la academia; esa clase de conflictos estaban obsoletos. Según escribió Gropius en 1923, "el espíritu dominante de nuestra época ya es reconocible, aunque su forma aún no está claramente definida. El viejo concepto universal dualista que contempla el ego en oposición al universo está perdiendo terreno rápidamente. En su lugar crece la idea de una unidad universal en la que todas las fuerzas opuestas coexisten en un estado de absoluto equilibrio". El verdadero desafío era otro: ofrecer a las masas los objetos de calidad que antaño se ofrecían a las clases más favorecidas.

La Bauhaus se presentaba como una revolución espiritual y al mismo tiempo como un vehículo de investigación práctica, especialmente para la construcción de viviendas, el interiorismo, el desarrollo de prototipos para la industria y la artesanía. En beneficio de la cooperación y armonía entre artistas, artesanos, comerciantes y fabricantes, cada taller contaba con un profesor artista y otro artesano, uno para la enseñanza práctica y otro para la teórica.



LA MÚSICA DE LA BAUHAUS. La orquesta de la Bauhaus, formada por los alumnos del taller de música, tocaba en las celebraciones.


 Cartel de Wolfgang Tümpel para la última fiesta en Weimar, el 29 de abril de 1925.


OBRAS DE RECUERDO.
01. Tarjeta pintada por Paul Klee para la Fiesta de los Farolillos (1922). 02. Esta entrada de 3,50 marcos fue diseñada por Johan Niegemann para la Fiesta Metálica de 1929. Reproduce la silueta del edificio de la Bauhaus y el plano para llegar a ella. 03. Desplegable para celebrar el 44° cumpleaños de Walter Gropius (1927). Este 'collage' lo realizó Herbert Bayer en papel con textos recortados de periódicos y otros con firmas y con los labios de alumnos y profesores de la Bauhaus. 04. Cuando Gropius se despidió de la escuela, en 1928, los profesores y estudiantes le regalaron un libro hecho por todos y titulado '9 años Bauhaus, una crónica'.  05. Obra de Georg Muche incluida en el libro.

 REGALO PARA GROPIUS.
El pintor Vasili Kandisky realizó esta acuarela-pintura, titulada "Weimar", 18 de mayo e 1924, para Walter Gropius, director de la Bauhaus.

DIVERTIDOS.
Miembros de la Bauhaus en Weimar. El pintor Carl Schelmmer, en primer término. Tras él, a la derecha, el también pintor y diseñador Josef Albers, y a la izquierda, Werner Gilles. El pintor Oskar Schlemmer aparece el primero por la izquierda en la segunda fila por atrás.



Uno de sus primeros estudiantes explicaba en una carta la poderosa impresión que le causó leer la primera declaración de intenciones de la nueva escuela: "Cuando vi el manifiesto fundacional de la Bauhaus, ornamentado con el grabado en madera de Feininger, pregunté a todo el mundo qué era aquello en realidad. Me dijeron que durante el examen de ingreso cada aspirante era encerrado en un cuarto oscuro. Se le arrojaban truenos y luces para sumirlo en un estado de intensa agitación. Su aceptación dependería de lo bien que supiese describir sus reacciones. Este informe, aunque exageraba la realidad, encendió mi entusiasmo. Mi futuro económico estaba lejos de estar asegurado, pero no me lo pensé dos veces y decidí unirme a la Bauhaus. Esto fue durante los años de la posguerra, y hoy todavía me pregunto de qué vivía la mayoría de los miembros de la Bauhaus. Pero la alegría y la satisfacción de esos años nos hacían olvidar nuestra pobreza. Los miembros de la Bauhaus venían de todas las clases sociales. Ofrecían una apariencia de lo más vivido: algunos todavía en uniforme, otros descalzos o en sandalias, otros con largas barbas de artistas o ascetas".

¿Qué decía, que fuese tan revolucionario y excitante, esa primera proclama? Entre otras cosas, lo siguiente: "Arquitectos, escultores, pintores: todos debemos volvernos hacia las artesanías. El arte no es una profesión. No hay una diferencia esencial entre el artista y el artesano. El artista es un artesano exaltado. En raros momentos de inspiración, momentos que están más allá del control de su propia voluntad, la gracia del cielo puede hacer que su trabajo florezca en arte. Pero la profesionalidad en su artesanía es esencial para todo artista. Ahí radica una fuente de imaginación creativa. Formemos una nueva corporación de artesanos sin distinciones de clase que levanten la arrogante barrera entre artesanos y artistas. Concibamos y creemos juntos el nuevo edificio del futuro, que reunirá arquitectura, escultura y pintura en una unidad, y que un día subirá hacia el cielo desde las manos de un millón de trabajadores como el símbolo cristalino de una nueva fe".

Gropius aspiraba a formar en la escuela una comunidad armoniosa, inspirada en los gremios medievales; una de las normas de la Bauhaus era promover la convivencia y la amistad entre profesores y alumnos. Trabajaban juntos, vivían cerca y se divertían juntos también. El programa de festejos tenía una doble finalidad: por una parte, intentaba fomentar el contacto entre la escuela y la población, para aplacar los recelos de ésta hacia la institución; por otra, reforzaban el espíritu corporativo y servían para aliviar las tensiones y conflictos entre los profesores y los alumnos. El programa era asombrosamente denso, y cuajaba en numerosas fiestas, bailes, mascaradas, conciertos, representaciones teatrales; en celebraciones de aniversarios, de matrimonios, del nacimiento de los hijos. En todos estos casos tenía ocasión de manifestarse el talento de los diferentes talleres.

Cuatro veces al año, la ciudad de Weimar se convertía en escenario de otros tantos happenings que los estudiantes preparaban obsesivamente durante semanas. El 18 de mayo se celebraba el cumpleaños de Gropius y la Fiesta de las Linternas: después de la caída de la noche, cada estudiante, portando la linterna más bonita que hubiera podido diseñar, recorría la ciudad desde el río hasta la escuela y de la casa de unos profesores a otros; la procesión de las linternas parecía una migración de luciérnagas que por fin cruzaba el parque hasta el Ilmschlóschen, el "pequeño castillo sobre el Ilm", donde se celebraba una fiesta amenizada por los virtuosos del taller de música, con disfraces, máscaras y marionetas de los respectivos talleres... En verano se celebraba la Fiesta Pagana del Solsticio, con representaciones, hogueras, etcétera. En octubre, el nuevo semestre comenzaba con la Fiesta de las Cometas, algunas tan elaboradas que no podían levantar el vuelo, pero eran llevadas orgullosamente en procesión hasta la colina elegida entre las que dominan la ciudad para hacerlas volar al viento otoñal. Y las navidades se festejaban con un intercambio de regalos.

Además de estas cuatro fiestas oficiales, que solían terminar con discursos cómicamente pomposos, cada mes se celebraba un baile de máscaras. Y cada sábado había la posibilidad de participar en una excursión, a la que se invitaba con las palabras "¡habrá música!". También la conclusión de cualquier obra especialmente laboriosa, difícil, complicada o hermosa merecía ser rubricada con una fiesta en el taller. Lotear Schreyer cuenta cómo se desarrollaba una de estas celebraciones: "Cuando Ida Kerkovius completó su primera gran alfombra en el taller de tejeduría celebramos el acontecimiento en mi pequeño apartamento en la vieja casa de la señora Von Stein, junto al parque. La hermosa alfombra, que medía cuatro metros cuadrados, ocupaba casi toda la habitación; la enmarcamos con velas encendidas y nos distribuimos alrededor, hablando tranquila y alegremente, con el murmullo de la fuente tras la ventana".

Se organizaban además, en la escuela y fuera de ella, lecturas, conferencias, recitales y soirées, a las que seguían reuniones relajadas e informales en las que no faltaban los músicos con sus instrumentos. Los carnavales y los bailes de máscaras se hicieron progresivamente complejos y organizados. La más recordada luego por sus participantes fue la Fiesta Metálica del 9 de febrero de 1929: los invitados entraban en el edificio de la escuela, espléndidamente iluminado, a través de una alfombra metálica; eran recibidos por un trompeteo de la banda, y se reflejaban, distorsionados, en las paredes cubiertas con láminas de metal brillante, en las fuentes metálicas para fruta colgadas del techo y en una enorme cantidad de bolas de cristal; por todas partes resonaba ruido de campanillas y las notas que sonaban al pisar cada escalón de una escalera musical...

Aún se oye el eco de esa música de pisadas. •

'La Bauhaus se divierte. Fiestas y vida  cotidiana 'puede verse desde el día 28 hasta finales de septiembre en Caixaforum, de la Fundación La Caixa. Barcelona.





ARQUITECTURA. Moholy-Nagy, pintor y profesor de la Bauhaus, se interesaba por la fotografía y la escenografía. Esta foto de los balcones de la Bauhaus la tomó en Dessau en 1927. Moholy-Nagy dirigió la nueva Bauhaus en Chicago en 1937.


El Pais Semanal Nº 1.500. Domingo 26 de junio de 2005

sábado, 6 de enero de 2018

La Magia está en el aire…

Panini Comics recoge, en un tomo integral, la colección que reunió a todos los magos del universo marvelita




JOSÉ LUIS VIDAL
05 Enero, 2018

Si comparamos al comic mainstream norteamericano (léase las editoriales Marvel y DC, aunque nos centremos hoy en la primera) con un inmenso y profundo océano donde los lectores acudimos a "pescar" piezas que nos deleiten, tendríamos que conformarnos con el hallazgo, de vez en cuando, de una ostra que contiene una impresionante perla.

En resumidas cuentas, la periodicidad de las publicaciones (mensuales, quincenales y, en ocasiones, hasta semanales) hace que la mayoría de títulos, sus personajes y, claro está, sus autores, sufran de un agotamiento incurable. ¿Qué queda por contar de todos esos personajes a los que ya hemos visto morir, renacer, casarse, formar una familia para, inmediatamente después perderla…?

En los últimos años, la Casa de las Ideas, bajo la batuta de cierto ratón, publica docenas de colecciones, miniseries. Cómic-books de todos los formatos imaginables y de un solo personaje o grupo, se editan no una, sino varias colecciones. Pero, hete aquí, que, como decía al principio, algo reluce, destaca, de vez en cuando entre todas estas olvidables obras. Y precisamente me gustaría hablaros de uno de esos cómics con los que te lo pasas pipa. Se trata de Doctor Extraño y los Hechiceros Supremos: Nacida a raíz del "renacimiento" del personaje (gracias, sobre todo, a su versión fílmica) y de la calidad de la colección que protagoniza en solitario (Jason Aaron y Chris Bachalo han sido los principales "culpables…).

En ella, sus creadores, el guionista Robbie Thompson y el dibujante Javier Rodríguez nos proponen un tour de force mágico en el que, como si de una versión mística del "Grupo Salvaje" de Peckinpah se tratara, el anciano mago Merlín reúne en un grupo a los diferentes y más poderoso magos de las diferentes épocas: Stephen Strange, al que ya todos conocemos; Wiccan, un mago que viene del futuro y al que los fans de los X-Men conocerán muy bien; ¿Isaac Newton? Sí, ése Isaac Newton… Kushala, una nativa india, que lleva en su interior a cierto "espíritu de la venganza" que igual os suena de algo; Nina la Maga, una hechicera que proviene de los años 50; Conmente, un ser artificial creado por Newton, pero que posee unos sentimientos muy humanos y, finalmente el joven Yao, que es, ni más ni menos, que la versión juvenil de El Anciano, el maestro que formó a Stephen Strange en las artes místicas…

Todos ellos van a iniciar un vertiginoso viaje que los llevará de un lugar a otro, diferentes épocas, dimensiones… Para luchar contra el poderoso Olvidado, un ser que contiene en su interior mucho, mucho más de lo que aparenta y que está buscando un objeto mágico, pero muy peligroso. Y esta, por desgracia, no será la única amenaza…

Pero, por si esto no fuera suficiente, Stephen Strange tiene un "pequeño" problemilla. Como sabréis los que seguís su colección en solitario, el Empirikul eliminó la magia en el presente, por lo que va a sentirse bastante desvalido y en desventaja ante los peligros que habrá de enfrentarse junto al resto de los magos.

Místicos a los que iremos conociendo mejor a los largo de los diferentes episodios de esta espectacular historia. Y es que resulta que todos tienen algo que ocultar, unas pesadas cadenas que arrastrar, secretos inconfesables…

¿Y qué decir del tándem de autores que insuflan vida a esta colección? El guionista Robbie Thompson, proveniente del mundo de la televisión (Sobrenatural, Jericho, Human Target…) se movió, desde su entrada en Marvel, en los alrededores del universo arácnido, concretamente escribiendo las series y miniseries de personajes como Silk, Venom o Spidey. Esta ha sido su primera "salida" de entre tanta tela de araña y cumple con una nota alta, regalándonos una trama que te atrapa desde el primer momento, manteniéndote en vilo hasta que disfrutas de la última página.

Pero nada de esto podría haber sido posible sin la presencia del dibujante español Javier Rodriguez en ella. Autor que, con una ya reconocida trayectoria en nuestro páis (Love Gun, Wake up, Miedo, Comprobando al realidad…) decidió dar el salto a otros mercados (como el francés, con Lolita HR) y recalando finalmente en el norteamericano (formando parte de esa "segunda generación" de artistas españoles en la que se incluye Marcos Martín, Javier Pulido, David Aja, entre otros…) como, en un principio, colorista (Batgirl: Año Uno) y ya más tarde, en Marvel, como dibujante de colecciones como la dedicada al Lanzarredes o Daredevil y, sobre todo, la protagonizada por Jessica Drew, Spider-Woman, donde se ha revelado como un dibujante espectacular, maestro de la narración gráfica, dejándonos boquiabiertos con la composición de sus páginas.

Y lo vuelve a hacer, aún mejor si cabe, en este integral que recoge la serie completa, donde os lo vais a pasar realmente bien. Si no ya veréis, en el sexto número se nos plantea un auténtico juego que rememora aquellas divertidas "Crea tu propia aventura" en el que nosotros, los lectores, decidiremos el destino de los protagonistas. Genial.

El también dibujante Nathan Stockman completa la nómina de creadores de esta joya en doce capítulos que no debe faltar entre vuestras lecturas. Os aseguro que volveréis a creer en la Magia. La de la viñeta, claro.


Malaga Hoy