viernes, 24 de noviembre de 2017

Raros y molones

JAVIER FERNÁNDEZ
22 Noviembre, 2017




'La patrulla condenada: Ladrillo a ladrillo'. Gerard Way, Nick Derington.ECC. 176 páginas. 15,95 euros.


En otro tiempo, La Patrulla Condenada de Gerard Way y Nick Derington habría sido publicada por el sello Vertigo, pero DC lleva unos años perdida en eventos y reinicios y ha acabado descuidando la que ha sido la línea más excitante del cómic mainstream estadounidense de las últimas dos décadas y media (con el permiso de la edad dorada de Wildstorm). Apenas queda ya nada del Vertigo de los Gaiman, Morrison, Milligan, Ennis o Ellis, y quizá sea por eso que la editorial se ha inventado la marca Young Animal para dar cabida a obras experimentales, títulos con el marchamo de adultos y una clara intención de agitar el panorama. Se ha contado, entre otros, con editores como Jamie S. Rich, que pasó por Dark Horse y Oni Press antes de recabar precisamente en Vertigo, o Shelly Bond, también ligada a Vertigo, y con creativos como Gerard Way, vocalista de My Chemical Romance y guionista de ese curioso y premiado tebeo de superhéroes que es The Umbrella Academy. Way participa en el desarrollo general del sello Young Animal y contribuye además como guionista de la nueva versión de La Patrulla Condenada, que comenzó su andadura con fecha de cubierta de diciembre de 2016.

Hablar de La Patrulla Condenada es hablar de un título de culto, del que vienen inmediatamente a la cabeza dos etapas primordiales: la inicial, de los años 60, una reunión de seres disfuncionales en forma de grupo de superhéroes, escrita por un visionario Arnold Drake y dibujada primorosamente por Bruno Premiani, y la muy celebrada de Grant Morrison y Richard Case, de los años 90. El estilo lisérgico de esta última etapa está muy presente en el trabajo de Way, que incluye a Flex Mentallo en la formación inicial, en la que no faltan Robotman, Crazy Jane o el Hombre Negativo, aunque el protagonismo se lo lleva la joven paramédica Casey Brinke. En cuanto al estilo visual, el dibujante Nick Derington y la colorista Tamra Bonvillain trabajan en la hebra indie que lleva varios años de moda, de modo que el producto final es muy bonito y elegante. La cosa promete.


Malaga Hoy


Nuevo orden mundial

ECC recupera una de las obras más influyente de los últimos 20 años y que supuso el comienzo de una nueva forma de hacer cómic

JAVIER FERNÁNDEZ
22 Noviembre, 2017


'The Authority: Infierno en la tierra'. Mark Millar, Frank Quitely, Dustin Nguyen.ECC. 416 páginas. 36,50 euros.


Decía Timothy Callahan en uno de sus atinados artículos para el sitio web Comic Book Resources que el tebeo de superhéroes más influyente de los últimos veinte años es el Stormwatch de Warren Ellis (y su continuación, The Authority). En sus propias palabras: "Si el Watchmen de Alan Moore alumbró la era moderna de los cómics, el Stormwatch de Warren Ellis engendró la era en la que estamos ahora, sea esta cual sea. Estamos probablemente en las postrimerías de la era post-Stormwatch (…), no quiero decir con esto que Stormwatch y [su continuación] The Authority estén al nivel de Watchmen, pero seguramente son el punto de ruptura con lo viejo y el comienzo de lo nuevo. Léete cualquier otro tebeo de 1996, y léete luego el Stormwatch de Ellis. Se lee como un cómic de la década de 2000, en tanto que el resto se lee como si fuesen cómics de 1989. El ritmo de los cómics actuales (el uso del diálogo y la acción muda frente a los textos de apoyo) abunda en Stormwatch. Incluso si se ignora la esencia temática de la historia, su trasfondo oscuro y su optimismo ante la inevitable fatalidad, uno puede apreciar la clase de escritura que se convertiría en norma media década más tarde. (…) Stormwatch y The Authority está en el ADN del 98% de los cómics de superhéroes publicados hoy día, pero se han asimilado tanto que ni se nota".

Teniendo en cuenta que el texto de Callahan estaba fechado en 2009 (y es que las cosas han variado levemente desde entonces, pero eso queda para otro artículo), lo cierto es que no puedo estar más de acuerdo con él. La mayoría de los tebeos de superhéroes publicados entre 1996 y (precisamente) 2009 son herederos de la narrativa de Ellis en Stormwatch, y tienen como modelo la puesta en escena panorámica (widescreen en inglés) del dibujante Brian Hitch en The Authority. Es por eso que considero esencial su lectura para cualquier aficionado al género, y celebro la recuperación de The Authority por parte de ECC (ojalá la reedición cuaje y la editorial se atreva también con Stormwatch).

De momento se han publicado los dos volúmenes del volumen 1 de The Authority, uno con la etapa completa de Ellis y Hitch, y este segundo titulado Infierno en la Tierra, que contiene los alucinantes episodios del guionista Mark Millar y dibujantes como Frank Quitely, Dustin Nguyen, John McCrea o Arthur Adams, es decir, los números 13 a 29 (y último) de la serie original, publicados por primera vez entre 2000 y 2002. Es cierto que el trabajo literario de Ellis en Stormwatch fue superior al de The Authority (que es visualmente mucho más espectacular gracias a Hitch), y también este segundo tomo es superior en muchos aspectos al primero, pues Millar tomó el concepto de la serie y lo llevó al siguiente nivel, aumentando la acción, el humor negro y la mala leche hasta cotas insospechadas. Los héroes de The Authority no se conforman con darle una paliza al supervillano de turno, quieren reformar el mundo y están convencidos de que el fin justifica los medios. A ver quién es el guapo que les lleva la contraria.


Malaga Hoy



El drama de los refugiados, en viñetas

Unos sesenta autores se han unido en la creación de un volumen que se centra en los desplazados por la guerra con el fin de recaudar fondos para Save the Children

1. La historieta 'Cinco millones' de Jorge García y Fidel Martínez denuncia la invisibilidad de los refugiados. 2. Una página de 'La tierra que me guarda', de Raule Fejzula. 3. 'Canciones de libertad, con guión de Raúl Deamo, guión de Montse Martín Juárez y color de Gabor. 4. Una de las historietas que apartan el foco de los desplazados de guerra.

MANUEL DONOSO
Málaga, 24 Noviembre, 2017

"Los ojos de Asaad no ven otra cosa que la gloria y el esplendor que Palmira tuvo antaño" es una de las frases que narra una de las historietas de Refugiados, Viñetas Solidarias. La atención se centra en el decano de los arqueólogos de esta ciudad antigua, que se niega a abandonar el complejo arqueológico ante la llegada de los terroristas de Daesh, que acabarían por destruir estos monumentos milenarios. Como este, un sin fin de relatos acompañan a los miles de desplazados por la guerra de Siria que buscan comenzar de nuevo en Europa. Para ayudarles, unos sesenta autores de cómic se han unido para crear una obra cuyos fondos irán destinados a la oenegé Save the Children.

A través de la plataforma de micromecenazgo Spaceman Project, estos guionistas y dibujantes buscan conseguir 9.500 euros para el apartado de ayuda a los refugiados sirios de Save the Children y poder distribuir el cómic. Para ello se puede adquirir directamente en la web, al igual que dibujos originales de distintos autores que también se destinan al fondo. De llegar a la meta que se han marcado -para la que quedan 21 días-, y quitando los gastos de impresión y distribución, las ganancias de las ventas en tiendas especializadas también serán para la oenegé.

La iniciativa surgió hace casi un año a raíz de la actividad en Facebook de varios autores, explicó ayer a este periódico el coordinador del proyecto y guionista, Álex Ogalla. "Teníamos en mente el invierno que habían pasado en el campo de refugiados, que habían estado muy faltos de mantas, de protección contra la lluvia y tal", precisó, por lo que su compañero Jorge Fornés publicó el comentario "Los autores de cómics deberíamos hacer algo", y entonces Ogalla le propuso hacer un cómic conjunto que él se encargaría de coordinar.

"Nos pusimos manos a la obra y fuimos contactando con compañeros de profesión y a la vuelta de casi un año que va a hacer ya tenemos listo el álbum, a ver si del crowfunding sale victorioso y podemos echarlo adelante", afirmó Ogalla en este sentido.

Con prológo de Carmen Chaparro, Refugiados, Viñetas Solidarias se centra en los desplazados de guerra sirios a lo largo de sus 192 páginas (128 en color y 64 en blanco y negro), con historias "de primera mano" en ocasiones, pues algunos autores conocen personalmente a refugiados. Sin embargo, también cuenta con viñetas "que no tienen nada que ver, que son entretenimiento", pues querían que "hubiera un poco de todo", explicó Ogalla.

Si bien hay variedad en la temática de las viñetas, -incluso en aquellas sobre los refugiados, como ocurre con la de los desplazados africanos de los 80 , de Carla Berrocal- "el tema de concienciación social está en muchas de las historietas", aseguró Ogalla. "Por ejemplo, los grandes Miki y Duarte han puesto seis tiras donde se le ataca mucho al tema este de España y parte de Europa, cómo no atienden a estas cosas como deberían", resaltó el guionista en referencia al incumplimiento del Gobierno español del número de refugiados acogidos y al trato que en europa reciben por parte de distintos sectores y países.

A la variedad de los relatos se une la de los estilos. "Hay una mezcla importante. Yo creo que enriquece mucho, es como cuando va uno a un bar y pide distintas tapas, pues esto sería lo mismo: estamos haciendo cómics pero con distintas formas de ver el dibujo, el trazo, la lína, el color...", subrayó.

A esto favorece el hecho de que la mayoría de los autores participantes trabajan para Marvel, DC y otras grandes editoriales. "El máximo exponente para mí, tanto en lo personal como guionista es que esté Enrique Sánchez Abulí con nosotros, porque es un referente de cuando yo era lector y decía: 'yo quiero escribir como este hombre'; y el día de mañana que haya podido trabajar con él para mí es una gozada", expresó.

Precisamente, el que el proyecto se desarrolle a lo largo de un año es debido al trabajo para las grandes editoriales, que Ogalla calificó de "agobiante" en ocasiones, el cual quita bastante tiempo a los autores para dedicarlo a estos fines benéficos.

Aunque parece verse una luz al final del túnel en Siria con las reconquistas de terreno al Daesh, el drama está lejos de acabar. Aún aguardan miles de personas a las puertas de Europa que dejan atrás pérdidas personales y hogares en ruinas.

"Creo que con el tiempo la televisión nos hace que nos duela menos y llega un momento en que nos inmunizamos y dejamos de ver estas cosas con la importancia que tienen. Entonces hay que hacer un ejercicio de ponernos en la piel de estas personas", reflexionó Ogalla en este sentido. "Debe ser una impotencia increíble lo de no poder hacer nada por los tuyos y a mí me llega y me apena mucho, y la intención esta de ayudar es si podemos sacar algo, 2.000, 3.000, 4.000 euros, lo que sea, y que vayan allí, pues buenos son", afirmó.


Malaga Hoy


domingo, 19 de noviembre de 2017

El Barón Rojo despega de nuevo convertido en un psicópata asesino

Cerca de cumplirse el centenario de la muerte del piloto, aparece la edición integral de sus aventuras en cómic, dibujadas por el español Carlos Puerta

JACINTO ANTÓN
Barcelona 18 NOV 2017


Boceto de Carlos Puerta para 'El Barón Rojo'.

A pocos meses de cumplirse los cien años de su derribo y muerte, vuelve el Barón Rojo convertido en personaje de cómic y retratado como un psicópata asesino: no puede decirse que sea precisamente un homenaje. Sabíamos que Manfred von Richthofen, el célebre aviador alemán de la I Guerra Mundial conocido como el Barón Rojo, el mayor as de caza de la contienda, con 80 victorias, no era un tipo lo que se dice simpático. Las biografías más recientes y sus propios escritos, como El avión rojo de combate, nos muestran a un hombre frío y calculador obsesionado con ganar prestigio y medallas (especialmente la Pour le Mérite, el Blauer Max) y que consideraba la guerra en el aire una actividad cinegética: derribar pilotos enemigos era como abatir presas de caza. Matar no le suponía ningún problema, al contrario. Despiadado, arrogante y ambicioso, Von Richthofen aparece todavía peor de lo que fue en el extraordinario Barón Rojo, del guionista francés Pierre Veys (pertinentemente nacido en Cambrai) y el dibujante madrileño Carlos Puerta, que retratan al aviador, mezclando su vida real con la ficción, en tonos muy negros. La imagen que ofrecen del piloto ha provocado controversia pues no son pocos los que lo admiran aún como un combatiente noble y caballeroso.


Norma editorial acaba de editar en un solo volumen la integral de los tres álbumes de que consta el insólito biopic dibujado del famoso y discutido aviador que se hizo especialmente temido en los cielos de la Gran Guerra a los mandos de su Fokker triplano rojo, uno de los iconos de aquella contienda (aunque en realidad el piloto consiguió más derribos volando en los Albatros). La publicación llega ya cerca del centenario de la muerte de Von Richthofen, que se produjo, de manera aún no del todo esclarecida, cuando fue abatido el 21 de abril de 1918 sobre el Somme.

Barón Rojo, dibujado de una manera impresionantemente realista, muestra todo el horror y la épica de la lucha en el aire en los tiempos pioneros de la aviación –hacía apenas diez años que los Wright habían realizado el primer vuelo- con una atención minuciosa al dibujo de los aviones y demás ingenios y equipo bélico (incluidos tanques, zepelines y hasta ¡un submarino!), así como a los uniformes y escenarios. Se trata de una de las mejores plasmaciones jamás hechas de la guerra aérea en las viñetas, comparable a ese otro espléndido cómic (también en formato de trilogía) que es El gran duque, de Hugault/ Yann, sobre otro aviador alemán, este de ficción y en la II Guerra Mundial. Hugault y Puerta fueron dos de los invitados el pasado Salón del Cómic de Barcelona, dedicado a la aviación, y protagonizaron una mesa redonda sobre los aeroplanos en las viñetas.


 El Barón Rojo despega de nuevo convertido en un psicópata asesino

Barón Rojo, compuesto por El baile de las ametralladoras, Lluvia de sangre y Torreones y dragones, empieza con un preámbulo estremecedor en el que Von Richthofen da caza implacablemente a un Spad francés y tras obligar a aterrizar al piloto malherido desciende él también y lo observa agonizar en la carlinga. “Le he metido una bala y lo veo morir. Y para mí este espectáculo supone un placer extraño”, monologa el as alemán mientras las viñetas nos lo aproximan en un zoom dibujado hasta un primer plano de sus ojos de rapaz, de un gris acerado. “No conozco nada mejor en el mundo. La guerra es algo fantástico”. El piloto alemán real solía aterrizar junto a sus presas para obtener algún elemento del aeroplano vencido que se exhibía luego como trofeo.

El cómic nos lleva a continuación a Berlín diez años antes. Cuando Von Richthofen es aún un estudiante. Se enfrenta a un grupo de compañeros que le acosan por su éxito en gimnasia y su arrogancia. Y descubre que posee la facultad de prever los movimientos de sus adversarios, lo que le permite adelantarse y vencerlos. Imbuido de una sensación de poder omnímodo, el joven Manfred disfruta viciosamente con su don, desarrollando una personalidad violenta y criminal que se deleita en matar.

La historia salta al inicio de la I Guerra Mundial y podemos seguir la carrera militar de Von Richthofen desde su primer destino en los ulanos, la caballería ligera (es cierto que su unidad ahorcó monjes en Lorena, lo contó él mismo), hasta su etapa de aviador, primero como observador en un aeroplano AEG, luego piloto de caza en diferentes modelos de Albatros y Fokkers, en los que va perfeccionando su instinto asesino hasta devenir el mayor as de la guerra. El que decidiera pintar sus aparatos de rojo se explica en el cómic porque así despierta mejor en el rival el miedo o el odio que permiten al aviador alemán prever sus reacciones.

“Nos apetecía hacer algo sobre el Barón Rojo, y nadie nos hacía caso, hasta que a Pierre se le ocurrió que tuviera poderes sobrenaturales”, explica Carlos Puerta (Madrid, 1965), que ya le había cogido gusto a la aviación de combate dibujando sendas historias sobre la aviadora nazi Hanna Reitsch y Godwin Brumowski , el as de caza austrohúngaro coetáneo de Richthofen. “No queríamos una biografía al uso así que seguimos la carrera real de Von Richthofen con la evolución al mismo tiempo de esa característica tan particular de que lo habíamos dotado, convirtiéndolo en un asesino nato”. ¿El Barón Rojo un psicópata? “Algo debía tener en realidad un señor que va a la guerra a derribar aviones y que disfruta con ello. Nuestra versión incluye cosas que obviamente nada tienen que ver con la biografía real del personaje, inventadas, pero también posee mucho rigor histórico en todo lo demás. Esencialmente, lo que hacemos es llevar al límite al personaje convirtiéndolo en un verdadero mal nacido”.


Dibujo preparatorio de Carlos Puerta para una escena de duelo aéreo de 'El Barón Rojo'.

La documentación del álbum es exhaustiva y los modelos de los aviones (aparecen una decena distintos), por ejemplo, están impecablemente dibujados. “Soy un obseso con eso, y me lo paso pipa documentándome e investigando. Me encanta que en el salpicadero los mandos e indicadores estén en su sitio exacto”. El dibujante, en cuya carrera figuran títulos como La casa de Pollack Street, El Perdición o Adamson, y que ilustró las aventuras del Capitán Alatriste de Arturo Pérez-Reverte,  vio todas las películas ambientadas en la I Guerra Mundial, pero, “no me fiaba de que hubieran puesto los aviones correctos, así que contacté con gente que reconstruye esos aeroplanos y luego los vuelan, y ahí me nutrí de detalles”. Algunos dibujos tuvo que corregirlos, como los del episodio de los bombarderos Gotha atacando el nudo ferroviario ruso: “Me hicieron ver que los aparatos tenían que moverse de otra manera”. De los aviones dice que prefiere el Albatros, “un puro con alas”, que le parece el más bonito. El que menos le gusta es precisamente el Fokker triplano, “un horror para dibujarlo”.

Puerta destaca que tuvo total libertad para desarrollar plásticamente la narración, que incluye secuencias sensacionales de una expresividad magistral, como la del duelo con el aeroplano Farman que termina estrellándose contra una catedral (una de las escenas favoritas del propio artista, junto con el salvaje ametrallamiento desde el aire de un escuadrón de cosacos). Si los aeroplanos y los escenarios resultan impactantes en su realismo, no lo son menos los rostros de los personajes, especialmente los de los aviadores sometidos al estrés y el horror del combate, y que caen envueltos en llamas, con la cabeza reventada por los disparos o quemándose vivos. Uno casi cree percibir el hedor de beicon frito del que hablan los testimonios de la época. “Lo más importante es tener un espejo delante al dibujar”, explica Puerta de su habilidad para plasmar rostros. “La gestualidad la pones tú”. El dibujante dice que para el Barón Rojo, se ha basado en los rasgos de distintos actores, entre ellos Christian Bale.

De la controversia que ha provocado el cómic, Puerta señala que “hay mucha gente indignada, igual que aplauden mi rigor al dibujar, les parece horrible que hayamos convertido al Barón Rojo en un monstruo. Y lo que más les molesta es que lo hayamos dotado de poderes paranormales”.

Al final de la trilogía, Veys y Puerta hacen caer a su negro (y rojo) héroe de una manera que no es la histórica. ¿Una forma de distanciarse definitivamente de su biografía? “Ese final puede no ser definitivo y abre posibilidades de recuperarlo”, responde Puerta, que avanza que existe el proyecto de una continuación en la que se explicarán algunos de los secretos de su Barón Rojo...



Ilustración de 'El Barón Rojo', dibujado por Carlos Puerta.


El Pais

viernes, 17 de noviembre de 2017

Aquí se llama tebeo

Una exposición en el Museo ABC de Madrid reivindica la tradición del tebeo español

SERGIO C. FANJUL
Madrid 3 NOV 2017


Exposicion 100 años del TBO en el Museo ABC. JULIÁN ROJAS

En 1917 nacía la revista de historietas gráficas TBO, gran popularizadora del género entre el público español, que albergaría secciones como La familia Ulises, Los grandes inventos del TBO o Las aventuras de Morcillón y Babali. Tan icónica fue que le dio su particular nombre al género: el tebeo, término que reconoció la Real Academia Española en 1968. Su nacimiento es también el punto de partida de la exposición Historietas del tebeo, 1917-1977, que se puede ver en el Museo ABC (Amaniel, 29) hasta el 4 de febrero y que recoge buena parte del historietismo patrio del siglo XX. Sus protagonistas: El Capitán Trueno, El Coyote, El Guerrero del Antifaz, Pulgarcito, Roberto Alcázar y Pedrín, Zipi y Zape, Mortadelo y Filemón, entre muchos otros personajes dibujados.

“El tebeo es parte de nuestro patrimonio artístico, y forma parte de la educación sentimental y cultural de millones de españoles”, dice el comisario Antoni Guiral, y lo trata de demostrar en esta muestra que reúne 300 obras entre las que se encuentran 180 dibujos originales y 120 revistas.

En los años cuarenta y cincuenta los tebeos vivieron un pico de popularidad, una “etapa dorada”. “En esto influyen muchos factores: la televisión no se asienta hasta los primeros años sesenta, no existen muchos entretenimientos, los tebeos son baratos y aptos para todo el mundo, y son un eficaz método de evasión hacia otros mundos”, dice Guiral. Las temáticas tendían a lo humorístico, lo aventurero, lo histórico, lo policíaco o lo bélico, y se llegaban a vender tiradas de más de 300.000 ejemplares.


También reivindica la exposición la gran labor de aquellos profesionales que realizaban los tebeos en aquella época y nunca fueron lo suficientemente valorados (a veces ni firmaban sus trabajos, en un caso parecido al de escritores de las novelitas populares o de “a duro”). “Aunque hoy en día solo el 15% de lo que se publica es de autor español, entonces era la mayoría”, explica el comisario. Entre los grandes autores españoles de cómic de todas las épocas se cuentan Víctor Mora, Ambrós, Jesús Blasco, Manuel Gago, Benejam, Coll o Ibáñez.

Las publicaciones infantiles y juveniles, entre ellas los tebeos, también sufrieron un extra de control y censura durante el Régimen. Se suavizaba la violencia haciendo desaparecer por arte de magia armas blancas y se ponía bajo la lupa el humor audaz que publicaban editoriales como Bruguera, la gran reina de ese periodo histórico, sobre todo en los años sesenta. “Se trataba de evitar o dulcificar una visión crítica con el entorno, con la autoridad familiar”, dice Guiral. Hay ejemplos curiosos: en 13 Rue del Percebe, de Ibáñez, el científico loco no podía crear monstruos porque solo Dios otorgaba la vida.


Un ejemplar de 1948.

Son curiosos los llamados tebeos oficiales que eran editados durante el régimen de Franco por entidades políticas y religiosas a mayor gloria de la grandeza de España y los valores del nacionalcatolicismo. Ya en plena Guerra Civil se había descubierto el poder de la historieta para el adoctrinamiento de las mentes más jóvenes a través de publicaciones como Pelayos, publicada por la Junta Nacional Carlista de la Guerra, o Flecha, por la Falange Española Tradicionalista de las JONS, que se reconvertirían en 1938 en Flechas y Pelayos y posteriormente en Clarín. También los tebeos románticos dirigidos a niñas y adolescentes que daban una imagen de la mujer familiar, sumisa, amable y servil (hoy diríamos heteropatriarcal) pero que, al mismo tiempo, permitió la actividad profesional de mujeres guionistas y dibujantes.

¿Cómo ha sido aceptado el tebeo dentro del ecosistema cultural? Aunque tradicionalmente se consideró un entretenimiento para las clases populares, ha sido progresivamente aceptado en el terreno de lo cultural. “No creo en la diferencia entre alta y baja cultura”, dice Guiral, “pero lo cierto es que lentamente el tebeo ha sido aceptado, porque es cultura y arte a todos los niveles, aunque su raíz sea popular”. Una buena muestra de ello es que, además de esta exposición, el museo Reina Sofía le dedica en esta temporada (hasta el 26 de febrero) otra a George Herriman, creador durante la primera mitad del s. XX de la tira cómica Krazy Kat.

A principios de los setenta se comienzan a trabajar los temas político-sociales, nace el comix underground o el semanario satírico El Papus, que sufriría un atentado por parte de la extrema derecha en 1977. La aparición de la revista El Jueves o del cómic Paracuellos, de Carlos Giménez, también suponen hitos en este giro temático. La muestra pone punto y seguido en 1977 cuando se inicia el boom del cómic adulto a través de la revista Totem, que continuarían otras como 1984, Cimoc o El Víbora.

El término tebeo parece que se diluye y se reserva para lo infantil y juvenil, mientras que se populariza el vocablo cómic. Hoy en día lo que predomina en el mercado son los superhéroes, el manga o las novelas gráficas. ¿Pero son esto tebeos? “Para mí está claro que sí”, concluye el comisario, “tebeo es un término muy nuestro y para mí designa a una historieta sea del formato que sea”.


El Pais

El cómic entra en el Reina Sofía

El museo acoge la mayor exposición sobre George Herriman, el autor de ‘Krazy Kat’, uno de los pioneros de la historieta

BORJA HERMOSO
Madrid 17 OCT 2017


Sala de la exposición 'Krazy Kat es Krazy Kat es Krazy Kat', dedicada a George Herriman, en el Museo Reina Sofía. JOAQUÍN CORTÉS/ROMÁN LORES

Un asunto muy interesante en el ámbito de la crítica cultural es la comparación entre las mil y una interpretaciones que ciertas creaciones suscitan… y la interpretación que de ellas hacen sus propios autores. Por ejemplo, Krazy Kat, la tira cómica que George Herriman publicó durante más de 30 años (1913-1944) en diferentes periódicos estadounidenses, fue y es vista por expertos en artes visuales de todo el mundo como una absoluta obra maestra del cómic y, sobre todo, como un trabajo de complejísima orquestación en la forma y aún más complejo mensaje en el fondo. Para George Herriman, en cambio, era “una tira sobre un gato, un ratón y un perro”.


Esa doble lectura es una de las vertientes del análisis que sobre el legado de Herriman (Nueva Orleans, 1880-Los Ángeles, 1944) pretenden llevar a cabo los responsables del Museo Reina Sofía con la extraordinaria exposición George Herriman. Krazy Kat es Krazy Kat es Krazy Kat. Un conjunto de 160 piezas entre planchas originales y páginas de diarios procedentes de colecciones privadas y museos de EE UU, que permanecerá abierta hasta el 26 de febrero. Con esta primera y espectacular entrada del cómic en el Reina Sofía, el museo aspira a “borrar por fin las fronteras entre la alta y la baja cultura”, según Rafael García, uno de los comisarios de la muestra y conservador del centro.

El ensayista e historiador de los cómics estadounidense Brian Walker —el otro comisario— asegura que nunca se había montado en ningún lugar del mundo una muestra tan importante sobre el que fuera uno de los pioneros de la historieta como arte secuencial. Los otros se llamaron Richard F. Outcault (autor del personaje Yellow Kid, en 1895) y Winsor McCay (el padre de Little Nemo allá por 1905). Los tres, con permiso de otros maestros, revolucionaron desde los periódicos de magnates de la prensa como Gordon Bennett, Robert Pulitzer y William Randolph Hearst la senda hacia la codificación del lenguaje que en un momento dado dio en llamarse cómic, tebeo o historieta, tanto da.


“Elegimos a Herriman para introducir el cómic en el museo porque nos parece de lejos el autor que más ha influido en las generaciones posteriores, y no solo eso, sino también en numerosos artistas y escritores”, explica Manuel Borja-Villel, director del museo. En efecto, pintores como William De Kooning o Pablo Picasso, escritores como T.S. Eliot o Jack Kerouac (quien dijo que los personajes de Herriman eran directamente “los progenitores de la Generación Beat”) y cineastas como Frank Capra o Fritz Lang se declararon seguidores de las alocadas criaturas antropomórficas del historietista de Nueva Orleans: el gato (¿o gata?) Krazy Kat y sus compañeros de tira cómica, el ratón Ignatz y el perro Bull Pupp.

La exposición da cuenta de la vasta misión de George Herriman: a través de lo aparentemente trivial, contar un mundo. La supuesta ingenuidad de los personajes y sus andanzas contrasta con los telones de fondo que corren por detrás: una revolución en la puesta en página, una tensión entre lo metafórico y lo narrativo, abundantes referencias a la literatura clásica (muy particularmente a Shakespeare y Cervantes), una ilimitada riqueza expresiva, incluido el uso de varias lenguas a la vez como el inglés, el francés, el español, el alemán o el yiddish, y la posibilidad de diversos mensajes ocultos. Vamos a ellos.



'Baron Bean', tira cómica de 1918 del artista George Herriman, expuesta en el Museo Reina Sofía. KING FEATURES SYNDICATE

Ciudadano negro

Uno: el mensaje antirracista. George Herriman era blanco… pero era negro. Entiéndase. Descendía de afroamericanos y, de hecho, 30 años después de su muerte, se conoció que en su partida de nacimiento ponía que era un ciudadano negro. Pero la familia Herriman huyó de la muy racista Nueva Orleans en 1890 y se instaló en Los Ángeles. A partir de ahí, la biografía del autor de Krazy Kat sería la de un hombre blanco. De hecho, su color de piel ni siquiera llegaba al de un mulato. “Si Herriman no hubiese hecho creer que era blanco, nunca habría podido publicar tantas tiras durante tantos años en tantos periódicos”, sostiene el comisario Brian Walker.

El otro de los posibles mensaje crípticos se refiere a la ambigüedad sexual. ¿Krazy Kat es un gato o una gata? Herriman nunca lo dejó claro. De ahí que muchos acabaran convirtiéndolo en un abanderado póstumo de la causa queer. No está demostrado empíricamente el orgullo gay de George Herriman. Él, sostenía, solo hacía “una tira sobre un gato [O GATA], un ratón y un perro”.

TIBURONES DE LA PRENSA, MECENAS DEL TEBEO

Krazy Kat nació como tira cómica el 28 de octubre de 1913 en el New York Evening Journal, periódico del magnate de la prensa William Randolph Hearst. Antes, el New York World de Robert Pulitzer, en 1895, y el New York Herald de Gordon Bennett, en 1905, habían dado a luz, respectivamente, a The Yellow Kid, de Richard F. Outcault, y Little Nemo in Slumberland, de Winsor McCay. Los tres tiburones de la prensa de EE UU fueron los verdaderos mecenas de los pioneros del cómic. Dos éxitos suplementarios coronan esta exposición: la firma de Chris Ware —una de las actuales estrellas mundiales del género— en el catálogo, y la próxima presencia (20 de diciembre) en el museo de Art Spiegelman, el autor de Maus y el único autor de cómic ganador de un Pulitzer.





Autor: George Herriman.

Editorial: Norma Editorial (2013).

Formato: tapa dura (160 páginas).


El Pais

La pólvora del dadaísmo


Una novela gráfica recrea la vida de Emmy Ball-Hennings, fundadora del cabaret Voltaire, cuna de la vanguardia artística europea surgida durante la Primera Guerra Mundial

RAÚL LIMÓN

Sevilla 15 OCT 2017

Emmy Ball-Hennings, en un dibujo de José Lázaro para el libro 'El ángel dadá'


Emmy Ball-Hennings fue dadá. Como el movimiento nacido en el cabaret Voltaire de Zúrich, que fundó con Hugo Ball en 1916 y del que fue la artista principal, su vida fue un camino de destrucción de todos los códigos establecidos, una negación de todo ideal y una reivindicación de la irracionalidad. “En el futuro robaré bancos y escribiré poemas”, contestó de niña a su madre. Fue poeta, pero también prostituta, actriz, cantante, drogadicta y, sobre todo, la musa de una Europa convulsa mientras se desangraba por la Primera Guerra Mundial. El ángel dadá (El Paseo), una novela gráfica del historiador y traductor cordobés Fernando González Viñas con dibujos del alicantino José Lázaro, recrea su historia.

“Emmy Ball-Hennings fue dinamita necesaria para la explosión del dadaísmo”, afirma González Viñas, quien se ha lanzado a la novela gráfica como el mejor medio para dar a conocer una figura poco conocida en España, pese a su relevancia en el movimiento artístico atribuido a Tristan Tzara. Alemania reeditó las obras de Emmy Ball-Hennings el pasado año con motivo del centenario de la revolución cultural dadaísta. "Pero en España era necesario reivindicar su figura y su papel en un mundo donde el caos era la vida”, afirma el autor.

Nacida en Flensburg (Alemania) en 1885, se casa en 1904 con un actor aficionado que la abandonó al morir su primer hijo, vuelve a quedar embarazada del húngaro Wilhelm Vio, se lanza a actuar por los caminos de Europa y vuelve a verse sola con una niña, que Emmy termina por entregar a su madre. Consigue sus primeros contratos como artista y se entrega a la vida, a la droga y a la literatura hasta recabar en un Berlín bohemio donde el arte bullía en cada rincón. Actúa en el Linden Cabaret, publica Las otras estrofas del éter (que ella tituló La última alegría) y conoce todos los tugurios de París, “el ombligo del mundo donde habitan las almas libres”, según escribe González. De vuelta a Múnich conoce a Kandinski, al poeta Van Hoddis, a algunos de sus amantes y a quien sería su pareja final, Hugo Ball, con quien años más tarde fundaría el cabaret Voltaire.

Viaja con Ball a Zúrich, donde el autor colabora con la revista pacifista Der mistral, es detenido por portar un pasaporte que ella robó y sobreviven con la ayuda de amigos alemanes. El 5 de febrero de 1916 abren el cabaret Voltaire, al que acuden Sami Rosenstock, conocido como Tristan Tzara, Georges Janco, Marcel Janco y Max Oppenheimer. González Viñas lo recrea: “Era un teatro con mesas en el patio de butacas donde se combinaba la lectura simultánea de poemas en diferentes idiomas con música de piano, la declamación de versos guturales, debates acalorados sobre arte y política y exposiciones con la menuda y magnética figura de Emmy Ball-Hennings, que abrió el local con la canción Danza de los muertos, a escasos kilómetros del campo de batalla. Por allí pasan James Joyce, Herman Hesse y algunos autores aseguran que también Lenin, que vivió nueve casas más arriba del local.

Viñeta de la novela gráfica 'El ángel dadá'

Pero como el dadaísmo es ruptura, la pareja deja el cabaret en cinco meses y se refugia en Ascona (Suiza), donde una comunidad precursora de lo que después sería el movimiento hippie, clama por el naturismo y el amor libre. Es la comuna de Monte Veritá, en la que se alojaron Hesse, Isadora Duncan y Rainer Maria Rilke, entre otros. Emmy Ball-Hennings murió el 10 de agosto de 1948 en Lugano, después de que un cáncer se llevara a su pareja y la vida le devolviera a su hija.

“Lo más conocido del dadaísmo es la explosión de este movimiento. Pero para que eso sucediera fue necesario el volcán que supuso Emmy Ball-Hennings. Fue la musa de todos y también del expresionismo”, resume el autor de la novela gráfica, que bebe de fuentes documentales y deja solo un escaso margen a la ficción. González Viñas incluso le atribuye la creación de la denominación dadá, que en rumano, origen de Tzara, significa sí sí; en francés, balancín; y en alemán, allí allí, que era la expresión que utilizaba Emmy Ball-Hennings cuando quería salir. “Es una rebelde que se reengancha a muchas vidas. El libro relata en cada uno de los nueve capítulos algunas de ellas. Fue la primera dadaísta y, como tal, fue la primera en acatar la premisa fundamental del movimiento: la ruptura”, resume el autor.


LA CONEXIÓN ESPAÑOLA

Emmy Ball-Hennings y Julio Álvarez del Vayo, según el dibujo de José Lázaro.
Entre los hombres con los que compartió su intensa vida Emmy Ball-Hennings destaca el español Julio Álvarez del Vayo, a quien conoció en 1917 como corresponsal de guerra. Álvarez del Vayo sería ministro de Estado de la II República española, embajador en México y fundador del FRAP, el Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico que luchó contra la dictadura de Francisco Franco.

El español compartió con la artista los días de gloria de esta en Zúrich, hasta que Ball, según relata González Viñas, le persiguió con un arma por las calles. La joven terminó alejándose de Álvarez del Vayo para volver “con el hombre con el que podía rezar” y que se comportó como un padre con su hija.


Autor: Fernando Gonzalez Viña.

Editorial: El Paseo (2017).

Formato: tapa blanda (240 páginas).

El Pais