Jordi Costa
La ineludible evolución de nuestros modos sociales hacia la total y democrática asepsia mental está provocando un curioso fenómeno: la manera más rápida y eficaz para ser subversivo dentro de este nuevo orden educado y tolerante es convertirse en un individuo «políticamente incorrecto». En el árido terreno del humor gráfico español, autores como Álvarez Rabo y Mauro Entrialgo parecen haberlo entendido a la perfección y, cada uno a su manera, han acabado por convertirse en las firmas más estimulantes dentro de un panorama que empezaba a manifestar signos de agonía. Mientras en las páginas de Álvarez Rabo la misoginia, tan salvaje como ingeniosa, parece ser el tema rector, Mauro Entrialgo consigue atender en sus trabajos a todas las «minorías sensibles» que integran el cada vez más heterogéneo mosaico social: mujeres, jubilados, católicos, modernos, yonquis, homosexuales, parados, negros y niños, entre otros, pueden acabar la lectura de un álbum de Mauro -este álbum, sin ir más lejos- con el pulso ostensiblemente alterado.
Con su trazo anguloso y sintético, Herminio Bolaextra -periodista canalla bendecido por la Madre Naturaleza con tres atributos testiculares-es el personaje más carismático de la historieta de humor española después del Tío Vázquez, obra del ínclito ídem. Como él, Herminio hace de una actitud rotundamente anti-social su fe de vida, pero propone un brutal cambio de talante con respecto al incombustible moroso: si Tío Vázquez era un superviviente, capaz de ingeniarse mil argucias para burlar a sus agresores (acreedores), Herminio adopta en todo momento el rol de agresor, de amenaza imbatible para cualquiera de sus interlocutores. Situado en ese punto en el que el gamberrismo linda con el terrorismo de taberna, Herminio Bolaextra atraviesa las concisas historietas de Mauro escupiendo vitriolo y exponiendo su biliosa visión del mundo, ya sea a través de los más sardónicos comentarios o de las más bajas perrerías. No es, efectivamente, un modelo de moral, sino todo lo contrario: un modelo anti-moral, que actúa como perfecto revulsivo para lo que podríamos llamar el creciente «pazguatismo» de fin de siglo.
El álbum, barato y -quizá por eso mismo- trufado de molestas páginas de publicidad, recoge algunas de las perlas cultivadas de Herminio Bolaextra, que vieron la luz originalmente en las páginas del TMEO, quizá la revista más obscenamente viva en el actual camposanto que es el mercado español de las revistas de historietas. El trazo de Mauro evoluciona rápidamente de la desnuda tosquedad de las primeras entregas Hacia la sabia -y humorísticamente eficaz- síntesis que marcará el canon estético de la serie. Escatología, mal gusto, chanzas groseras, insultos elevados a forma de arte, chistes verdes y tropelías salvajes conforman la materia prima que alimenta el humor de Mauro: muchas de sus historietas parecen la simple puesta en escena de un chiste «bestia y sangriento» o de una ocurrencia que no todo el mundo se atrevería a soltar en público. ¿Cuál es, pues, el secreto de Mauro? ¿Qué le hace trascender esos innobles puntos de partida?¿Por qué en este Herminio Bolaextra puede detectarse un grado de hidalguía artística que está ausente, por ejemplo, de los cassettes de Arévalo que pueden adquirirse en las gasolineras? Pues, probablemente, porque Mauro posee esa inefable virtud que separa al graciosillo del gran humorista. En otras palabras, el vitoriano es lo mejor que le ha pasado a la historieta de humor española desde Vázquez. Cualquier página de Mauro garantiza risas -varias risas- y no está el panorama para andarse con remilgos. Autor de la estirpe de Michael O'Donoghue -el legendario guionista del Saturday Night Live que propuso en las páginas del National Lampoon un artículo sobre ropa interior para muertos-, Mauro y su humor políticamente incorrecto tienen la fórmula infalible para suscitar la hilaridad, y de paso han creado a un personaje -hijo de puta redomado- con madera de clásico. No es magro balance.
Ezten Kultur Taldea Ed.
Con su trazo anguloso y sintético, Herminio Bolaextra -periodista canalla bendecido por la Madre Naturaleza con tres atributos testiculares-es el personaje más carismático de la historieta de humor española después del Tío Vázquez, obra del ínclito ídem. Como él, Herminio hace de una actitud rotundamente anti-social su fe de vida, pero propone un brutal cambio de talante con respecto al incombustible moroso: si Tío Vázquez era un superviviente, capaz de ingeniarse mil argucias para burlar a sus agresores (acreedores), Herminio adopta en todo momento el rol de agresor, de amenaza imbatible para cualquiera de sus interlocutores. Situado en ese punto en el que el gamberrismo linda con el terrorismo de taberna, Herminio Bolaextra atraviesa las concisas historietas de Mauro escupiendo vitriolo y exponiendo su biliosa visión del mundo, ya sea a través de los más sardónicos comentarios o de las más bajas perrerías. No es, efectivamente, un modelo de moral, sino todo lo contrario: un modelo anti-moral, que actúa como perfecto revulsivo para lo que podríamos llamar el creciente «pazguatismo» de fin de siglo.
El álbum, barato y -quizá por eso mismo- trufado de molestas páginas de publicidad, recoge algunas de las perlas cultivadas de Herminio Bolaextra, que vieron la luz originalmente en las páginas del TMEO, quizá la revista más obscenamente viva en el actual camposanto que es el mercado español de las revistas de historietas. El trazo de Mauro evoluciona rápidamente de la desnuda tosquedad de las primeras entregas Hacia la sabia -y humorísticamente eficaz- síntesis que marcará el canon estético de la serie. Escatología, mal gusto, chanzas groseras, insultos elevados a forma de arte, chistes verdes y tropelías salvajes conforman la materia prima que alimenta el humor de Mauro: muchas de sus historietas parecen la simple puesta en escena de un chiste «bestia y sangriento» o de una ocurrencia que no todo el mundo se atrevería a soltar en público. ¿Cuál es, pues, el secreto de Mauro? ¿Qué le hace trascender esos innobles puntos de partida?¿Por qué en este Herminio Bolaextra puede detectarse un grado de hidalguía artística que está ausente, por ejemplo, de los cassettes de Arévalo que pueden adquirirse en las gasolineras? Pues, probablemente, porque Mauro posee esa inefable virtud que separa al graciosillo del gran humorista. En otras palabras, el vitoriano es lo mejor que le ha pasado a la historieta de humor española desde Vázquez. Cualquier página de Mauro garantiza risas -varias risas- y no está el panorama para andarse con remilgos. Autor de la estirpe de Michael O'Donoghue -el legendario guionista del Saturday Night Live que propuso en las páginas del National Lampoon un artículo sobre ropa interior para muertos-, Mauro y su humor políticamente incorrecto tienen la fórmula infalible para suscitar la hilaridad, y de paso han creado a un personaje -hijo de puta redomado- con madera de clásico. No es magro balance.