miércoles, 16 de agosto de 2017

CUENTO CHINO Por Juan Diaz Canales y Ruben Pellejero

Cuento Chino es una historia corta firmada por el guionista Juan Diaz Canales y el dibujante Rubén Pellejero. El tándem pública a finales de septiembre Equatoria, la próxima aventura de Corto Maltés, el héroe ideado por Hugo Pratt hace ahora 60 años.









El Pais Semanal Nº 2.133 Domingo 13 de agosto de 2017


lunes, 14 de agosto de 2017

Noches de humo y jazz en Nueva York por Miguel Navia y Felipe H. Cava

El ilustrador Miguel Navia ha publicado Gran Vía (2011) y Chueca (2014). En la actualidad trabaja con el guionista Felipe H. Cava en Treinta y seis, una aproximación a los primeros meses de la Guerra Civil.



















El Pais Semanal Nº 2.130 Domingo 23 de julio de 2017

jueves, 10 de agosto de 2017

EDVIN BIUKOVIC

 Comenzaré diciendo que no soy demasiado aficionado al culto a los muertos en ninguna de sus versiones de distintas culturas o épocas. Tampoco soy demasiado aficionado a los panegíricos y a las esquelas en ninguno de sus formatos o estilos. Todo esto lo digo porque, contradiciendome en parte, quiero dedicar este texto a un autor de historietas recién fallecido:  Edvin Biukovic

Por Norman Fernández


Extraño fin para una homilía. Human Target, nº 1. Milligan yBiukovic. DC Comics, 1999

Edvin Biukovic

El mismo día en el que estoy comenzando a escribir estas líneas, acabo de enterarme de que hace dos días, el 5 de diciembre de 1999, ha fallecido Edvin Biukovic en un hospital de Zagreb, a los treinta años de edad; parece que debido a complicaciones cardiovasculares tras el diagnostico de un cáncer cerebral. Jorge Iván Argiz es quien me acaba de facilitar la noticia que él mismo recogió, de forma casi fortuita, de internet y cuya fuente directa era Darko Macan.

Resulta curioso cómo te puede afectar la muerte de alguien a quien no conoces; aunque en realidad yo sí conocía, sin haberle visto nunca, a Edvin Biukovic, lo conocía a través de sus obras, a través de las fantasías que surgían de sus lápices y de sus pinceles y que compartíamos. De ellas os quería hablar a continuación un rato, si no os importa.

Como la mayoría de los mortales aficionados a los tebeos, conocí a Edvin Biukovic gracias a Grendel; o lo que es lo mismo gracias a Matt Wagner y Diana Schutz. Con posterioridad al éxito de sus dos miniseries en Grendel Tales, la revista Negative Burn de la editorial Caliber recuperó trabajos anteriores del tándem Macan/Biukovic. Se trataba de historias cortas de extensión variable realizadas entre 1988 y 1993. La mayoría de ellas trataban temáticas bélicas, con escenarios muy variables -desde la primera y segunda guerras mundiales a la de Vietnam-, con un claro tono antimilitarista.

 Juego de miradas en Grendel Tales: Devils Choices n3 2. Macan y Biukovic Dark Horse 1995


La labor de Biukovic en estos trabajos mostraba en algunos aspectos su condición de debutante -no hay que olvidar que cuando realizó algunas de ellas tenía menos de veinte años-, pero ya se podían rastrear muchas de sus características, como su trazo limpio y preciso y su capacidad para visualizar la acción. El potencial de Biukovic como dibujante queda patente además en una de estas historias, consistente en un homenaje a Las Falanges del orden negro de Christin y Bilal -en la que los protagonistas de dicha obra andaban todavía intentando matarse unos a los otros en el geriatrico en el que se encontraban internados-, que consigue ilustrar con un mimetismo exacto con el dibujo de Enki Bilal.

Grendel
Diana Schutz, editora de Grendel, cuenta a menudo que un buen día tras volver de un corto viaje encontró en su despacho un paquete dirigido a ella procedente de Zagreb; lugar que tuvo que recurrir a un mapa para poder situar -algo que no creo que sea demasiado reprochable, porque conozco poca gente que sea capaz de situar la capital de Croacia en un mapa sin error, yo al menos no-. El susodicho paquete contenía un proyecto para un Grendel Tales realizado por dos autores desconocidos de nombres impronunciables. Cuando se lo presentó a Matt Wagner, éste quedó tan impresionado como ella. Sin duda uno de los elementos que más llamaron la atención a Wagner y Schutz, y que posibilitaron que aprobasen sin titubeos el proyecto, eran los impresionantes diseños gráficos de aquel joven desconocido -otros elementos igualmente destacables de su compañero, como su increíble capacidad para construir los personajes o su habilidad como dialoguista, seguramente no podían determinarlos en aquel momento-.

Poco tengo que añadir a lo dicho sobre estas obras en números anteriores de esta revista. Sí conviene resaltar que el conjunto formado por Devils and Deaths y Devil 's Choices -o su equivalente castellano Guerra de Clanes- es una de las obras que, en cuanto a la valoración de su calidad, mayor unanimidad ha conseguido entre todo el mundo que, en un nivel u otro, ha hablado sobre ella -incluídas revistas sobre tebeos que se caracterizan por una especial virulencia-. Sin embargo, existe una constante a la hora de referirse a ella no demasiado acertada; el valorarla en función de ser una obra sobre la guerra de Yugoslavia; algo que creo que devalúa la obra. No voy a negar que el trabajo de Macan y Biukovic pueda estar mediatizado por la situación de su lugar de residencia -aunque carezco de elementos para determinar en qué medida-, pero creo que sus historias de Grendel son en realidad mucho más universales; y lo son porque las temáticas que reflejan, tienen un tratamiento tan brillante, que se podrían aplicar a cualquier lugar en el que exista un conflicto bélico.

Algunas viñetas, de las menos tapadas por los textos, correspondientes a Third toe, left boot. En Strange Adventures nº 2. Por Bruce Jones y Biukovic DC Comics, 1999

Centrándonos de nuevo en Edvin Biukovic, la labor que desarrolla en sus Grendel Tales es realmente sorprendente desde muchos puntos de vista -como ya hemos reiterado en más de una ocasión-. Quizá lo más destacable para mí sea la increíble capacidad que tenía para narrar utilizando sólo la imagen: el lenguaje corporal, los rostros de sus personajes e incluso las miradas de éstos que conseguían trasmitir una infinidad de información al lector sin necesidad del apoyo de los textos. Por poner un ejemplo concreto, la capacidad de Biukovic de plasmar el movimiento de los personajes era de un nivel como apenas había vuelto a ver desde los trabajos de Víctor de la Fuente o Joe Kubert de los años setenta.

Star Wars
Tras Grendel, Macan y Biukovic, sin salir de Dark Horse, fichan por la línea de tebeos de Star Wars y realizan en 1995 los cuatro números de X-Wing Rogue Squadron: the Phanthom affair. Lo primero que hay que decir es que este traba¬jo no esta a la misma altura de su predecesor por varios motivos. El principal es que trabajan sobre un texto ajeno, del escritor Michael A. Stakpole y eso se nota. Además durante su desarrollo se nota también que Biukovic anduvo muy justo de tiempo y de hecho no pudo completar la obra, encargándose Gary Erskine de dibujar el último episodio -aunque basándose en el estilo del croata-. Este hecho contribuyó a aumentar la fama de dibujante lento de Biukovic, fama merecida ya que su perfeccionismo le hacía entregar siempre tarde sus trabajos.
A pesar de este hecho que acabamos de referir, el trabajo de Biukovic en esta obra no se aparta demasiado del realizado en Grendel. Lo más destacable es que va eliminando poco a poco aquellas ligeras caricaturizaciones que realizaba de los rostros de los personajes, con las que tan buenos resultados en expresividad conseguía, pero sin que ello represente una merma en la calidad del trabajo, sino una evolución estilística.

1915, un buen año para el vino...Por Macan y Biukovic.
Ejemplo de los beneficios de la disciplina militar. Historieta realizada en 1988 para el mercado francés, y recuperada en Negative Burn nº 44. Caliber, 1997


X-Wing Rogue Squadron: the Phanthom affair supone también la separación -ya definitiva, con una posible excepción de la que hablaré al final de este texto del tándem Macan-Biukovic. Darko y Edvin siguieron a partir de entonces carreras separadas con su talento como constante en la mayoría de sus obras, pero sin la magia propia de una de las parejas creativas, que a pesar de su brevedad, más nos impresionó durante la década recién terminada.

Tras la separación Biukovic permaneció en contacto con los personajes creados por George Lucas: realizó los seis números de la tercera entrega de la denominada trilogía de la Nueva República basada en las novelas de Timothy Zahn. The last command estaba escrita como sus dos predecesoras por Mike Barón y mayormente resulta incompresible para quien no este inmerso en el universo de Star Wars.

Supone para Biukovic la única ocasión en la que cedió el entintado de su trabajo a otro autor, Eric Shanower, y tampoco realizaba él mismo la rotulación como era su costumbre. A pesar de ello, tardo más de un año en completar la obra -la comenzó en el 96 y la terminó en el 98-. Aunque su indiscutible calidad quedó reflejada en el papel, no es un trabajo redondo. Para empezar el guión era demasiado denso, lo que le obligaba a introducir muchas más viñetas por página de las que acostumbraba, lo que también hacia perder dinamismo a la narración. Además constituía una obra de transición estilística, en la que la sombra iba comiendo terreno a la línea, a la par que ésta se hacía más gruesa.

Vertigo
Tras su paso por los tebeos de Star Wars Biukovic fichó por la línea Vértigo de DC. Su entrada fue por la puerta grande, como ilustrador de la miniserie The Human Target escrita por Peter Milligan: cuatro episodios que conforman la segunda obra maestra que lleva la firma de Edvin Biukovic -la primera es, lógicamente, la realizada con Grendel-. Puede sonar grandilocuente, pero creo que se ajusta con rigurosidad a la realidad.

The Human Target actualizaba un viejo personaje creado por Len Wein en la década de los setenta, aunque el tratamiento que Milligan y Biukovic le dieron no creo que tenga nada que ver con el primigenio. No creo tampoco que este sea el momento, ni las circunstancias, para explicar por qué esta obra puede merecer calificativos tan elevados, sin duda en un futuro cercano -y coincidiendo con su edición en castellano- habrá tiempo para hacerlo.

El Biukovic que nos encontramos en The Human Target puede resultar chocante, en estilo, para quien no lo hubiese seguido desde las historias de Grendel. Nos encontramos con un dibujo mucho más realista, en el que las sombras se han convertido en absolutas protagonistas. Sin embargo, pese a la estética, el Biukovic de The Human Target seguía siendo el mismo. Seguía captando el movimiento, y acentuando el dinamismo narrativo, merced a una impresionante gama de encuadres que incluía todo tipo de angulaciones, como un maestro. También seguía dominando la expresión -y en esta obra la expresión de los personajes era de capital importancia para su desarrollo- como pocos.

Third Toe, left boot, aparecida en Strange Adventures número 2, es una historia corta escrita por el recientemente recuperado por Vértigo Bruce Jones y que constituye el último material de Biukovic editado hasta este momento. Se trata de una historia de ciencia-ficción en la que los profusos textos de apoyo utilizados por Jones consiguen tapar la mayor parte del espacio de las viñetas. De todos modos, lo que aún se puede observar del trabajo de Biukovic está en la línea del de The Human   Target.

Restan todavía una serie de trabajos de Biukovic que han sido anunciados y que esperemos que aparezcan en próximos meses. Destaca sobre todo su participación el número unitario de Vértigo Weird War Tales Special, en el que según la publicidad aparecerá una historia corta realizada con Garth Ennis y otra que marcaría la reunificación del tándem con Darko Macan. En este momento desconocemos si habrá tenido tiempo de completarlas; de ser así, constituirán el último eslabón de su legado como autor de historietas. Un legado por fuerza no demasiado extenso, pero de una calidad y una calidez que harán que nos acompañe durante mucho tiempo a todos aquellos que queremos este medio; que hará que difícilmente olvidemos que una vez hubo un joven dibujante cuyo trabajo nos emocionó y que se llamó Edvin Biukovic.



Viñetas de The phantom afíair en Star Wars X-Wing Rogue Squadron nº 2. Dark Horse, 1996. Por Stackpole & Macan & Biukovic. Obsérvese el parecido dei personaje de la derecha con cierto guionista croata











Macan y Biukovic con una catedral al fondo, que el lector sagaz podrá reconocer también en alguna parte de las historietas de Grendel.



Dentro de la Viñeta Nº7, año 2.000.




HYPNO The influencer de Matz Mainka




Matz Mainka (Hamburgo, 1959) es un ilustrador y autor de cómics de larga trayectoria. En España se han publicado sus obras La sospecha, los dos volúmenes de El retorno a Novogorod y Trilogía del Mar del Norte, este último junto a Ana Juan.

El Pais Tentaciones número 27- Agosto 2017

Carta a Hellboy, de un enamorado


Mike Mignola, creador del antihéroe, vuelve al tebeo que había jurado terminar con una historia con ecos de Coleridge titulada ‘En la mar silenciosa’

Una de las viñetas de 'En la mar silente', nuevo tebeo de Hellboy.

ÁNGEL LUIS SUCASAS
26 JUL 2017

Las grandes historias se niegan a morir. Hace poco más de un año, allá por junio de 2016, parecía que una de esas grandes historias en viñetas, la de Anung Un Rama, más conocido como Hellboy, llegaba a su fin. Su creador, Mike Mignola, tipo con talento donde los haya, decía basta. The Guardian, en una entrevista de Sam Thielman para enmarcar, se sacaba este titular de la manga: “¿Por qué termino Hellboy? Para ponerme a pintar acuarelas”. Maravilloso.

Llegando más allá de ese cartel de neón con el que nos peleamos cada día los periodistas, la cosa se ponía interesante. Mignola no sabía que su historia iba a terminar; siempre había dicho que se veía escribiéndola toda la vida. Fue la propia trama y su antihéroe, el maravilloso hijo de Satán y una hechicera de estirpe ilustre, los que le indicaron que llegaba el momento de decir adiós. “En principio, pensaba seguir para siempre [escribiendo sobre un Hellboy en el averno] y luego iban a ser cuatro libros, más tarde los condensé en tres… Creo que fue en el número ocho cuando me di cuenta: "Oh, esto es el final de la saga". Solo le queda una gran cosa por hacer. "A lo mejor dos”, indicaba el creador del personaje en dicha entrevista.

Portada del cómic 'En la mar silente'.

Hellboy en el infierno fue, desde luego, el mejor de los epitafios. Diez números cocinados a fuego lento durante tres años que Mignola volvía a asumir no solo como guionista, sino también como artista. Una maravilla capaz de conjugar el encanto pulp de este demonio detective con la profunda desazón que conjura Casa desolada, de Dickens. Mignola dijo que se quería dedicar a pintar acuarelas y que quien quisiera verlas que se pasara por su casa. Daba carpetazo y asumía, seguramente con sinceridad, que aquello era el último capítulo de Hellboy.

Pero las grandes historias se niegan a morir.

Into the silent sea. En la mar silente. En la mar callada. Qué bonito título. Mejor aún la dedicatoria de la reentré de Mignola, solo un año después de aquel supuesto retiro, en su personaje favorito: “Para John Houston, Ray Bradbury, Gregory Peck y Herman Melville, porque no podrían haberlo hecho sin él. Y, por supuesto, para William Hope Hodgson”. Después de tal arranque, es imposible que lo que sigue no sea maravilloso. En la mar silente, escrito a cuatro manos entre Mignola y Gary Gianni, este segundo también lo ilustra, cumple con semejante título y dedicatoria. Es maravilloso y me ha hecho escribir este artículo en el que intento transmitir tanto al ajeno como al conocedor —en uno busco el descubrimiento y en el otro la sonrisa cómplice teñida de cierta nostalgia— por qué este tebeo es uno de los imprescindibles.

Creo que hay que empezar por la primera viñeta. La primerísima. Una amplia panorámica de navíos descalabrados que se pierden en el horizonte. Y en una cartela, las siguientes palabras: “La gentil brisa sopló, la espuma blanca voló; el surco la siguió, libre; éramos los primeros en irrumpir, en aquella mar silente”. Debajo de ellas se nos informa de su autor, Samuel Coleridge, la quinta estrofa de la segunda parte de su Balada del viejo marinero.

La primera viñeta de 'En la mar silente'.

En esta viñeta se sintetiza mucho de lo grande que tiene Hellboy. El hechizo de Mignola, su genialidad, no es tan epatante y evidente como la de un Alan Moore, un Warren Ellis o un Neil Gaiman. Cualesquiera de esos autores subrayan el enorme talento que poseen en cada esquirla de sus obras. Quieren que se los vea. Mignola pretende permanecer invisible y que la narración permee al lector con él como aparente mero intermediario. Es humilde hasta el punto de que muchas veces, los momentos más potentes de sus tebeos se nutren de la cita erudita, como por ejemplo esa inolvidable elipsis, tan fácil de pasar desapercibida si se lee con desaliño, del puñal pulcro y el puñal ensangrentado durante Hellboy en el infierno acompañada por las palabras de Lord y Lady Macbeth.

Pero lo suyo es mucho más que citar. Lo que hace Mignola es elegir con cuidado extremo una cita que ilustra e interpreta dentro de su tapiz narrativo con tremenda profundidad y poder fascinador. Aquí, con una imagen que epata, la de esos barcos hundidos, sin una sola figura animada sobre sus cubiertas ajadas, repitiéndose en la lontananza, transmitiendo como solo puede hacer el cómic, en una imagen, el peso de los siglos. Da la sensación de que el lector pueda quedarse embobado en esa estampa hasta tener un aspecto decrépito semejante al de los barcos.

Mignola se mueve pues en el arte de lo omitido, de la elipsis, de lo invisible. Muchas veces, a lo largo de Hellboy, él u otros personajes refieren hechos desconocidos que darían para relatos completos o quien sabe si incluso series inagotables. En la mar silente nace de uno de esos momentos. En Hellboy. La tormenta había una recapitulación de las cosas que le sucedieron al diablo humano en su periplo por el mar que encerraba uno de esos hilos narrativos de los que solo vemos la primera hebra. En ella se advertía a un Hellboy remando de espaldas en un esquife miserable mientras al fondo se veía a un gran navío, de aspecto espectral, que venía recto hacia él. El bocadillo de Hellboy en ese breve flashback de una viñeta contenía una sola palabra: “Mierda”.






Una de las páginas de 'En la mar silente', nuevo cómic de 'Hellboy'.

De ese “Mierda” nace toda esta narración que arranca con el poema de Coleridge y que enfrenta a Hellboy a muchas cosas que no entiende y que le traen sin cuidado. Es lo que este héroe bastante expeditivo, de enorme corazón y partido en dos por su destino, destruir el mundo, se ha pasado haciendo toda la vida: deambular pegándole a cosas y sin entender ni la mitad de las veces por qué lo hace. Una situación de desconcierto análoga a la del lector ante las fuerzas mitológicas que rigen los destinos del mundo en que transcurre este tebeo. Un ancla en común que genera una enorme simpatía por el personaje cada vez que la trama le pone la zancadilla con otro misterio más, acompañado de un bicho bestial con ganas de cruzarle la cara por haberle ofendido por romper vaya usted a saber qué protocolo esotérico.

Las peripecias de estas cincuenta y pico páginas son constantes. Que si el secuestro por parte de una tripulación enloquecida, que si el rescate nocturno de un grumete, que si la obsesión de una racionalista por descubrir una deidad primigenia que habita en el inicio del mundo, que si una horda de seres imposibles que brotan del mar en manadas… Pero la peripecia en Hellboy es lo que subyace, el telón de fondo a ese nihilismo socarrón que tiene no poco que ver con el espíritu de nuestro Quijote. Hellboy pasa por tantas y tantas cosas y sin embargo sigue igual, no con una bacía de cobre por sombrero pero sí con ese par de cuernos que se lima para negar lo evidente: que es el hijo de Satán y que tiene que destruir el mundo.

El final de Por quién dobla la campana, el último número de Hellboy en el infierno, sabía a final. Pero el propio Mignola dijo que al personaje le quedaban un par de cosas por hacer. Este retorno del exilio para contar una aventurilla que se ha quedado en el tintero cuesta creérselo como una mera zambullida sin mayores consecuencias. Cierto que la idea partió de Gianni y no de Mignola, pero se ve en las palabras de cada cartela, en cada concepción visual de la historia, que el americano sigue enamorado de su criatura.

El nihilismo socarrón de Hellboy tiene mucho que ver con el espíritu de nuestro Quijote
Ojalá la haga caminar, ya bajo el peso de su cornamenta, para resolver ese par de asuntillos pendientes. Porque este largo Gólgota, lleno de humor, al que somete a su antihéroe es de lo mejor que jamás ha dado el cómic en su ya no tan breve historia. Es ese Quijote sobrenatural que, al contrario que el caballero de la triste figura, ha sobrevivido a su propia muerte y a algo peor: a ser consciente de su locura. ¿No sería interesante fabular con un Quijote que sigue viviendo plenamente consciente de su locura? ¿Elegiría seguir desfaciendo entuertos o viviría aceptando el mundo que lo rodea? Mignola aún puede contestarnos allí donde Cervantes lo tiene difícil. Esperemos que le apetezca.

Y si es que no, pues hay nueva película en marcha. Reboot, que los llaman. Algo es algo.


El Pais


lunes, 7 de agosto de 2017

Un cambio radical


En estos 20 años la historieta ha abandonado su escenario endogámico y ha avanzado en el reconocimiento social

ÁLVARO PONS


Viñeta de 'Jamás tendré 20 años', de Jaime Martín, que recreó la biografía de sus abuelos.

A finales de los años noventa, el mercado del cómic en España había olvidado ya esa burbuja de euforia y reconocimiento que supuso el llamado“boom del cómic adulto”. Las revistas de Toutain, Norma o Nueva Frontera habían dejado paso en los quioscos a los cómics en grapa de Marvel o Forum, que dominaban el mercado junto a la emergente fuerza del manga. El cómic español se refugió en el activo circuito de librerías especializadas nacido en esa década, que actuó de muro de resistencia permitiendo la popularización del cómic más mainstream, pero también de respaldo de una escena de edición independiente donde los fanzines resurgieron con fuerza, actuando de impulso para nuevos modelos editoriales como el de Edicions de Ponent, Inrevés o Sins Entido, que buscaban salir del círculo cerrado donde el cómic era publicado por editoriales que solo publicaban tebeos, para aficionados casi profesionales que compraban las publicaciones en librerías especializadas.


Casi 20 años después, el panorama no puede ser más diferente: el mercado y las formas de consumir el cómic han abandonado ese escenario endogámico y es casi imposible reconocer hoy herencias de la etapa anterior. El popular formato de cuadernillo sigue presente, pero ha sido ampliamente sustituido por el de libro, que ha permitido que la novela gráfica rompa antiguas fronteras y aparezca ahora de forma natural en librerías generalistas. Pero, además, se ha avanzado con claridad en el reconocimiento sociocultural de la historieta: del olvido mediático se ha pasado a una presencia cotidiana en los medios de comunicación, apoyada en el impulso de superación de prejuicios pasados que ha supuesto el Premio Nacional de Cómic. Un auténtico rompehielos que ha puesto en el punto de mira del interés social obras que han actuado a su vez de ejemplo y llamada a una increíble generación de jóvenes autores que, desde la ausencia de prejuicios creativos preconcebidos, ha irrumpido con fuerza en el panorama del cómic español.

Una situación que se ha aliado con un gran cambio del mercado editorial patrio hacia el cómic: las microeditoriales, que aprovechan los avances tecnológicos y los nuevos modelos de venta y distribución, junto con el renovado auge de la autoedición, la edición colaborativa y, también, la bajada de ventas del libro tradicional, han favorecido una nueva visión de las grandes editoriales, que ven ahora en el cómic un nicho de expansión de interés, expresado en la inclusión de colecciones de novela gráfica en su catálogo. Un proceso en el que, también, se han asumido como propios los problemas de la industria del libro, de las tiradas raquíticas a la ausencia de lectores y el reto digital, pero que posiciona al cómic ante una novedosa situación, tan ilusionante como impredecible.





Álvaro Pons (Barcelona, 1966) acaba de publicar ‘La cárcel de papel’ (Confluencias), una antología de artículos sobre cómics.



El Pais Babelia Nº 1.340 Sábado 29 de julio de 2017


El siglo de oro del cómic español


La explosión creativa de la novela gráfica conquista espacios antes vedados al tebeo

TEREIXA CONSTENLA





Ilustración de Kiko da Silva, para la portada de Babelia, que contiene referencias a 72 autores de cómic.






La hija del librero mallorquín Leonardo Sainz coleccionaba tintines. Cuando el librero editó una revista, Nosotros somos los muertos, su hija Ana sucumbió ante una estética que no entendía: el underground. Luego llegaron de la mano la adolescencia y el manga; y más tarde Bellas Artes y descubrimientos gráficos como Felipe Almendros. Meses después de la muerte del librero mallorquín, su hija Ana se refugió en Alemania para aprender técnicas de grabado. A la vuelta escribió y dibujó una historia, parcialmente autobiográfica, que arrancaba en el mismo punto en el que había perdido a su padre. La tituló Chucrut. Con un rotulador naranja y bolis de tinta negra, trenzó un relato que exorcizaba el duelo y aprovechaba un tren (el premio internacional de novela gráfica Fnac-Salamandra Graphic, que ganó en 2015).


Ana Sainz, que firma Anapurna (Palma, 1990), ha logrado que su primera obra se haya traducido al francés. Un hecho que habría resultado exótico en los días en que leía a Tintín. Y de eso, francamente, no hace tanto.

Un año referencial fue 2007: se creó el Premio Nacional y se publicaron ‘Arrugas’ y ‘María y yo’

Sin embargo, parece otra era. Como cada boom tiene su burbuja, en aquellos noventa se enterraba el fenómeno del cómix de adultos. Antes, con el franquismo racionando el entretenimiento, había arrasado el tebeo infantil, que acabaría desplazado por la tele. Así que, como afirma el guionista y crítico Santiago García en Spanish Fever (versión en inglés de Panorama, su antología sobre novela gráfica española, que aspiró a un Eisner), “si me hubieran preguntado en 1997, habría dicho que los cómics españoles estaban muertos y nunca regresarían”.

Más que regresar, se han transformado. Otro boom que tendrá acaso su burbuja dentro (entretanto disfruten de la música). Una fiesta creativa e intergeneracional, empujada por pequeñas editoriales sin pasado, nuevas tecnologías y estímulos internacionales como Persépolis, Blankets o Fun home. “Nunca antes, ni siquiera en los ochenta o noventa, ha habido tanto talento de autor, y no me refiero a mano de obra trabajando para la industria extranjera”, opina Jaume Bo­fill, director de Reservoir Books, el sello de gráfica que ha relanzado a Carlos Giménez, el visionario que se adelantó décadas a hacer memoria y crítica armado de viñetas (Paracuellos), y que pertenece a Penguin Random House, la primera editorial literaria que olfateó las nuevas posibilidades del tebeo y a la que secundarían, entre otras, Salamandra, Roca o Nórdica. “Aparecen escuelas de cómic, está Internet, viajar es fácil, y de tanto autor con afición, salen algunos muy buenos”, reflexiona Rafael Martínez, que fundó Norma hace tres décadas.


Página de 'Gran bola de helado', de Conxita Herrero.

Otro cómic era posible. El que se parece a cualquier otra novela, pero no es solo una novela. El que se parece a un libro ilustrado, pero no es solo un libro ilustrado. El que puede contarlo todo (desde la bulimia de Yo, gorda a la crónica periodística de Los vagabundos de la chatarra). El que lo mismo revive la revolución y represión asturiana en 1934 (La balada del norte) que indaga en la rabia de la generación que intuye que el futuro tal vez sea un mito (El mundo a tus pies). En definitiva, el que penetra en cualquier universo: adolescencias de navaja afilada, fantasías futuristas, ensayos sobre el aquí y el ahora, gestas mitológicas, urgencias sociales, ficciones noir, memorias de perdedores, crisis de identidad… El que, además de reír, puede hacer llorar. El que da al lector un arsenal de sensaciones similar al de una serie o una novela.

Y si alguna duda persistía sobre el exceso de optimismo, desde fuera del mundillo ayudan a despejarla. Se traducen más obras españolas que nunca. Se organizan exposiciones en museos (el IVAM le ha abierto las puertas de par en par). Las librerías generalistas venden cómics y la prensa (no solo especializada) habla de ellos. Se adaptan al cine. Quienes gestionan el legado de Hugo Pratt han elegido a Rubén Pellejero y Juan Díaz Canales (artífice a su vez, junto a Juanjo Guarnido, del fenómeno internacional Blacksad, una producción francesa) para revivir a Corto Maltés. Aunque para contener el entusiasmo, conviene aclarar que, salvo excepciones, las ventas son modestas. “Ahora hay más oportunidades para publicar, pero para vivir del cómic te tienes que ir fuera”, puntualiza Susanna Martín, dibujante de Alicia en el mundo real (Norma). Kiko da Silva, autor de El infierno del dibujante (Dibbuks) y fundador de la escuela de cómic O Garaxe Hermético, tiene otra visión: “Aquí tampoco nadie vive sólo de la literatura. Uno hace cómics porque necesita contar historias”.


Una página de 'Sansamba', de Susanna Martín e Isabel Franc.

Hay un año referencial: 2007. Ocurren algunas cosas. El Ministerio de Cultura crea el Premio Nacional de Cómic, que se estrena distinguiendo a un viejo rockero, Max, por las historietas de Bardín, el Superrealista (La Cúpula). Miguel Gallardo publica María y yo, donde cuenta unas vacaciones con su hija autista, con un trazo minimalista que atenúa la crudeza. Paco Roca relata la vida de un enfermo de alzhéimer en Arrugas. Aunque ambos ya habían publicado novelas gráficas — Gallardo, leyenda del underground por Makoki, fue un precursor de la memoria histórica con Un largo silencio en 1997—, estas se convierten en fenómenos comerciales, con versión cinematográfica incluida.

Detrás de ellos está Astiberri, una editorial creada en 2001 en Bilbao por Fernando Tarancón y Jesús Serrano, a partir de la librería Joker. “Teníamos el pequeño problema de los bilbaínos. Empezamos a pensar que aquí no se hacían las cosas tan bien como en Francia. Hasta 2000 apenas había editoriales independientes, aunque el fenómeno surge gracias a la tecnología, que te permite editar desde casa”, recuerda Tarancón. Al principio se conforman con traducir y, poco a poco, abren su catálogo a proyectos originales como la tetralogía Los viajes de Juan Sin Tierra, a partir de las experiencias del dibujante Javier de Isusi en América. “Lo que había sido el modus operandi de los noventa, el formato grapa, no nos interesaba nada. Era perecedero, sin durabilidad. Nos gustaba el formato libro de L’Association [editores de David B., Marjane Satrapi, Joann Sfar o Riad Sattouf]. Queríamos llegar a un público generalista y creíamos que había que hacerlo con un producto digno”.

Hacen llorar, además de reír. Dan al lector un arsenal de sensaciones similar al de una serie o una novela

Porque los lectores también habían cambiado. Antes los adultos leían tebeos por “nostalgia”, ahora “porque la lectura les resulta tan apetecible como la última novela de Paul Auster”, compara Santiago García en Supercómic (Errata Naturae). Pese a ello, el mercado español es débil. Y hay quien explica la efervescencia creativa por esta fragilidad. Como se vende y se paga poco, se constriñe menos. Pero Jaime Martín (Barcelona, 1966), que publica con la francesa Dupuis desde 2004 y que acaba de ganar el Premio a la Mejor Obra de Autor Español en el Salón de Barcelona por Jamás tendré 20 años (Norma), discrepa: “Yo siempre he hecho lo que he querido hacer”. Con tres décadas de historial, incide en un paradoja: “Para el lector es una etapa fabulosa porque hay más editoriales, se edita con más calidad y los temas son muy variados, pero los autores siguen estando mal”. Los franceses pueden multiplicar por 10 el anticipo de una novela gráfica en España. “Y no es porque los editores aquí sean tacaños, es porque el mercado es el que es”, aclara Martín, que contrasta las tiradas iniciales de sus libros en Francia (11.000) con las de España (2.500). Digamos que hay una edad de oro para el lector y una edad de hielo para el autor.

La opinión de Pablo Auladell (Alicante, 1972), último premio Nacional de Cómic por El paraíso perdido (Sexto Piso), es aún más cruda: “Las editoriales ofrecen una grandísima variedad de títulos, pero eso significa también que no apuestan por ninguno ni arriesgan. Muchos autores noveles no publicarán más que su debut”.

Conxita Herrero (Barcelona, 1993) ya lo ha hecho con Gran bola de helado (Apa Apa). Nació casi cuando se desvanecía el anterior fenómeno gráfico: “Tanto el talento de la gente como la calidad de las historias son altísimas, pero si la precariedad en que vivimos no mejora, terminará por deshincharse”. Y este boom tendrá también su burbuja.

El Pais Babelia Nº 1.340 Sábado 29 de julio de 2017