viernes, 7 de julio de 2017

Los caballeros del cielo

Tanguy y Laverdure son los dos pilotos que protagonizan un cómic ambientado en la Guerra Fría. Las historietas fueron llevadas al cine y la TV y en España las editó Bruguera.

GERARDO MACÍAS
05 Julio, 2017




'Tanguy y Laverdure: Integral nº1' Guión: Jean-Michel Charlier. Dibujos: Albert Uderzo. Ponent Mon, 2014.

La serie Tanguy y Laverdure, inspirada en la tira de prensa norteamericana Steve Canyon de Milton Caniff, recopila las aventuras del alférez Michel Tanguy y su compañero, el también alférez Ernest Laverdure, oficiales de las Fuerzas Aéreas Francesas. A los mandos de esta fantástica serie de aviación están el guionista de El teniente Blueberry y anteriormente piloto, Jean-Michel Charlier; y el dibujante de Asterix, el galo, Albert Uderzo. Sin embargo, Uderzo tuvo que abandonar la serie precisamente a causa del éxito de los irreductibles galos, pasando a dibujarla sucesivamente Jijé, Patrice Serres y Coutelis.

Se trataba de ofrecer a los lectores de la revista Pilote una serie en respuesta a Buck Danny, del propio Jean-Michel Charlier y Victor Hubinon, que se publicaba en Le Journal de Spirou; y a Dan Cooper, de Albert Weinberg, que se podía leer en la revista Tintín.

Su publicación se inició en el primer número del mítico semanario francés, el día 29 octubre de 1959, aunque a partir de 1973 continuó publicándose en distintas revistas: Tintín, Super As, Le Pélerin y Moustique Junior. Estas aventuras fueron posteriormente editadas en álbumes por Editions Dargaud.

El sensato, valiente, y honestísimo Michel Tanguy y su inseparable compañero, el chiflado, payaso, excéntrico, y patoso pero entrañable Ernest Laverdure, caracterizado por su enorme verborrea y una mala suerte que le hará interpretar un papel netamente cómico, son dos grandes amigos. Sus caracteres son totalmente opuestos; sin embargo, tienen una cosa en común: ambos son excepcionales pilotos, virtuosos, apasionados, e intrépidos, siempre dispuestos a correr los riesgos más increíbles para defender el honor de sus insignias.

Al finalizar su formación en la Academia Militar del Aire de Salon-de-Provence, son enviados al norte de Marruecos, a Mequinez, para mejorar sus conocimientos en combate en el aire, concretamente, para especializarse en la Escuela de Cazas del Ejército. Al llegar, se les asigna su primera misión: buscar una cabeza de misil que contiene información confidencial.

Más tarde, Tanguy y Laverdure vuelven a Francia, donde inicialmente pilotan un cazabombardero Dassault Super Mystère, para posteriormente integrarse en el Escuadrón de los Cigognes, donde pasan a pilotar un Mirage III.

Ambientada en la época contemporánea a su publicación, es decir en la Guerra Fría, la serie nos muestra el progreso de los dos jóvenes en su carrera en las Fuerzas Aéreas Francesas, donde se verán envueltos en numerosos conflictos bélicos y de espionaje.

Tendrán que enfrentarse a agentes de potencias enemigas desconocidas, aunque con acento ruso o alemán, que tratarán de apoderarse de secretos militares franceses. En cada aventura, persecuciones aéreas y combates contra aviones pilotados por hombres que para evitar delatar su origen, no llevan marcas ni en su ropa interior. Los desiertos de Oriente Medio y los hielos de Groenlandia serán escenarios cuya dureza pondrá a prueba la pericia de Tanguy y Laverdure, quienes, tanto en la tierra como al control de su aeroplano, demuestran un patriotismo intachable.

En España, sus primeras aventuras pudieron leerse en álbumes de la Editorial Molino, en 1965, para pasar en 1967 a Editorial Bruguera.

Su éxito posibilitó que llegaran en formato de teleserie a la televisión francesa. Les Chevaliers du Ciel (1967) pasó poco tiempo después a la pequeña pantalla española, donde se pudo disfrutar en blanco y negro de sus aventuras, traducidas y dobladas bajo el título de Los Caballeros del Cielo. Los actores protagonistas, Jacques Santi y Christian Marin, no podían estar mejor elegidos, pues eran clavados a los personajes del tebeo.

La nostalgia propició que esta teleserie obtuviese un remake en 1988 bajo el título de Les Nouveaux Chevaliers du Ciel, y protagonizado por Christian Vadim (quien fue sustituido por Marc Maury en la segunda temporada) y Thierry Redler.

El recuerdo de estas dos series de televisión motivó que se adaptasen libremente en un largometraje de cine en el año 2005: Les Chevaliers du Ciel fue dirigida por Gérard Pirès y protagonizada por Benoît Magimel y Clovis Cornillac. En España se estrenó con el título de Héroes del cielo.

Malaga Hoy


Se apagan las luces…

Con Alan Moore como guionista, varios autores nos ofrecen una antología de historietas de lo más variado publicada por Panini.

JOSÉ LUIS VIDAL
05 Julio, 2017





No sé si conocéis las historia, imagino que los más cinéfilos sí. Resulta que cada vez que el director de cine Woody Allen, con esa incansable capacidad creativa que tiene para dirigir una película al año, hace el casting de su siguiente película, los actores elegidos no se lo piensan dos veces a la hora de participar en la producción, aunque para ello deban rebajar su caché o incluso trabajar gratis…

Imagino que algo parecido debió de ocurrir cuando Alan Moore, el gran guionista de cómics de nuestros tiempos (me resulta innecesario listar aquí sus obras…) convocó a una serie de guionistas y dibujantes para crear una nueva propuesta: Cinema Purgatorio. Una publicación mensual que reúne a varios equipos creativos, de los mejorcito de la profesión, que se encargan de varias cabeceras, todas muy diferentes entre sí. Lo que al principio se iba a financiar con la ayuda de un crowdfunding, terminó bajo el sello de la editorial Avatar Press. Normal, debido a su interesante propuesta.


La primera de ellas es la que da título a la antología. En ella, con su particular estilo, Moore, junto a su partenaire de los últimos años, el genial Kevin O'Neill (saga de La Liga de los Extraordinarios Caballeros) nos conduce a este extraño cine, que no sabemos si es real o imaginario. Un lugar al que no se sabe cómo llegar, pero una vez allí, es imposible escapar a su hipnótico influjo. El tándem de autores nos regalan en cada historia, su particular versión de una película o un actor del cine más clásico, de los principios de aquel Hollywood en blanco y negro: desde una versión psicópata y violenta de los Keystone Cops, pasando por uno de los grandes actores de péplums de todos los tiempos o un folletín protagonizado por un héroe, La Llama del Remordimiento.

Y en este segundo tomo que publica Panini bajo su sello Evolution, Moore y O´Neill nos narran con sarcasmo, en primera persona, la historia de uno de los pioneros de la técnica del stop motion en el cine, así como la típica-tópica producción hollywoodiense que podría haber estado interpretada por Cary Grant y Audrey Hepburn, o Rock Hudson y Doris Day, pero que aquí se transforma en una historia que nos demuestra que el tiempo no pasa en balde, ni siquiera para las historias románticas…

Y como guinda a esta eterna sesión de cine, la verdadera historia de unos hermanos que nos hicieron reír con sus patochadas, pero que una vez que se apagaban las cámaras, su relación era bien distinta. Ellos fueron Los hermanos Warner.


Y de ahí saltamos a Código Pru, la serie firmada por Garth Ennis (Predicador) y el español Raulo Cáceres, en la que Prudence, la joven que da nombre al título, es una paramédica en la ciudad de New York. Está acostumbrada a encontrarse con los peores accidentes que uno pueda imaginar. Pero cuál será su sorpresa cuando se percate de que la ciudad está llena de monstruos, seres de ultratumba que conviven en paz y armonía (la mayoría) con los humanos… En este segundo volumen su camino se cruzará con una momia, un demonio y un cíborgbastante curioso. Además, comenzaremos a saber algo del pasado de la muchacha, que tal vez tenga relación con lo que ocurre en la Gran Manzana.

Kieron Gillen (The Wicked+The Divine) e Ignacio Calero nos demuestran con Modis la otra cara de un futuro postapocalíptico a lo Mad Max, en el que las personas van acompañados por los "modis", unos monstruos con los que se enfrentan en torneos. Cada uno tiene una particular característica (¿No os resulta familiar el concepto?) y resulta que a la joven Marginal le han robado el suyo, así que comienza su aventura junto a Sanguinaria Susan, que le ofrece su ayuda. ¿Podrá vencer a Tommy Cero con el pequeñajo Ultramiocito Menor?

¿Os van resultado atractivas las propuestas de los autores? Pues con Una Unión más perfecta, el novelista, guionista de cine y cómics Max Brooks (Guerra Mundial Z), junto a Michael DiPascale nos llevan a la guerra de Secesión norteamericana, pero en una versión que no sale en los libros de historia, ya que los ejércitos del Norte y Sur terminarán aliándose contra una letal amenaza que pretende borrar de las tierras americanas a la raza humana. Se tratan de unas gigantescas hormigas, a las que será muy difícil abatir con los medios que se contaba en aquellos tiempos…

Y para relatar esta genial antología llega Colosal, creada por Christos Gage, que ha trabajado mucho en Marvel y el dibujante Gabriel Andrade, que ilustró Crossed +One Hundred, junto a Alan Moore.

Pero en Colosal nos vamos a encontrar un mundo asolado por los gigantescos y letales "kaijus", monstruos de pesadilla contra los que el ejército parece que tiene poco que hacer. Janna Pleshette y dos militares irán descubriendo más y más información sobre estos seres cuando se encuentren aislados y perdidos en una tierra repleta de ellos.

Si "en la variedad está el gusto", éste es el ejemplo perfecto. Historias de géneros variados, firmadas por lo mejorcito del mundo de las viñetas.

¿Te atreverás a comprar un ticket para la segunda sesión de Cinema Purgatorio?


Malaga Hoy

sábado, 1 de julio de 2017

Mapa alegórico de un VIAJE IDEAL por Mireia Pérez





El Pais, Viajero julio 2017

De dirigir El Jueves a la élite mundial del cómic

Tres años después de dejar la revista satírica, Albert Monteys aspira con su tebeo digital 'Universo' a un premio Eisner, los Óscar de la viñeta

JAVIER BRAGADO Madrid
Domingo, 18 junio 2017

«Al final, de dejar El Jueves, que fue como un momento muy de crisis, ha surgido una de las mejores cosas que a nivel profesional he hecho en la vida. Ha sido una época mucho más estimulante, mucho más divertida y haciendo cosas que nunca habría pensado pero que sí que quería hacer». La confesión de Albert Monteys (Barcelona, 15-9-1971) revela un camino insospechado desde que en junio de 2014 abandonara la revista satírica por la censura a una publicación sobre la abdicación de Juan Carlos de Borbón. Primero trazó su nueva vida con otros dibujantes con los que se marchó a Orgullo y satisfacción -publicación que pasó a elaborarse de manera periódica y que tendrá su último número en diciembre de 2017-, y después encontró su mejor camino por una vía inesperada con '¡Universo!', un cómic digital con el que opta a un premio Eisner, los Óscar de la viñeta.

«Marcos Martín (Daredevil) es el creador de la plataforma Panel Syndicate, que se creó para alojar el 'Private Eye' de Brian K. Vaughan ('Saga', 'Paper Girls'), y en un momento dado me planteó entrar con una apuesta muy loca porque yo no había demostrado poder hacer tebeos de otro tipo en ningún momento. Como lo que no había podido hacer durante los años de El Jueves y me gustaba mucho era hacer tebeos de ciencia ficción, pues me dije a ver qué tal», recuerda quien dirigió la revista de humor desde 2006 hasta 2009. «Yo venía de cada semana hacer lo mismo y me inventé algo en que cada número pudiera hacer una historia nueva y por eso en 'Universe!' -¡'Universo!, en su versión en español- cada historia es como empezar de cero aunque hay un nexo entre todos, es mucho más divertido», señala el autor catalán.

El cómic de Monteys orbita en torno a preguntas cósmicas que beben de los momentos de oro de la ficción para disfrute del autor en el aspecto visual y argumental. «Mi referente universal en cuanto a tebeo de ciencia ficción es Jack Kirby, pero sobre todo me gusta mucho el tebeo de ciencia ficción retro. Una de las ideas es esos tebeos de los años sesenta en que la portada te planteaba una hipótesis descacharrante y a veces no la respondía satisfactoriamente, pero este punto de 'high-concept' de tebeos bien hechos y de historia bien desarrollada debería ser la hostia. Un poco son esos tebeos de lo años sesenta muy de consumo, muy pop, muy serie B, pero al mismo tiempo con ideas muy chulas», explica Monteys sobre las inspiraciones para su actual joya.

Monteys ya ha recibido propuestas para trasladar su obra digital al formato del papel y 2018 aparece como fecha más clara, especialmente si es galardonado en julio al Eisner. Si es premiado, no se enterará en directo en la Comic Con de San Diego. «No me he sacado los pasajes. Estuve planteándome ir, pero al final es muy caro y aunque mi inglés no es es malo, mi terror escénico es mucho y a lo mejor decía alguna estupidez, así que prefiero verlo por Internet», confiesa al respecto.



Portada del número 5 de 'Universe!'.


Carlitos Fax

Por el momento, Monteys disfruta de la reedición de 'Carlitos Fax' (Astiberri), una recopilación de divertidas historias sobre un futuro en el que un robot-fax quiere ser un periodista con los mismos tintes amarillistas y oportunistas que podrían verse en el siglo XXI. «No soy periodista ni he estado nunca en un medio periodístico, pero sí que he estado muchos años en un medio humorístico y todas esas contradicciones sobre la diferencia entre la verdad y lo que sale publicado salen en 'Carlitos'. Tampoco había un plan para hacer algo así, pero como trabajas desde la sátira muchas veces las historias de 'Carlitos' son cosas que se van liando y al final se va formando una noticia que no tiene nada que ver con la realidad», analiza Monteys.

Monteys aprovecha para reivindicar esa otra vía para crear sus obras más allá de la ciencia ficción anglosajona de '¡Universo!': «El otro palo que aguanta mi vena creativa es el de la editorial Bruguera de los ochenta, sobre todo más de Vázquez que Ibáñez o que ninguno de todos. Para mí el era el ejemplo porque era consciente de que era el autor que hace sus historias, que trabaja desde un punto de vista muy personal». El origen de las aventuras del robot proviene de otro de sus múltiples encargos. «Viene de una revista que se hizo a principios del año 2.000 en El Jueves (Mister K). Era para recuperar el público infantil y no pensé tanto en los niños como en los tebeos que me gustaban a mí de niño. Me lo pasé muy bien haciéndolo y es totalmente 'brugueriano'. Ahí está mi pago de deuda final, porque como autor vas pagando tu deuda con los que te han gustado», reconoce con una sonrisa al recordar los cómics de su juventud.

Recogido el trabajo sembrado durante varios años, el final de 'Orgullo y satisfacción' y el reconocimiento internacional han abierto nuevas miras a Monteys. «Esta año dibujo una novela gráfica para Estados Unidos con guion de Matt Fraction que sale en julio en las librerías. Para el año que viene lo que me gustaría sería dedicarme a '¡Universo!' exclusivamente, apostar durante un año entero como mínimo, hacer números más seguidos porque soy un poco irregular en cuanto a cadencia y ver qué sale de ahí. Porque, de hecho, la mayoría de las alegrías que me he llevado en los últimos años han salido de ahí. Me lo paso muy bien haciéndolo y es lo que quiero hacer en los próximos años», avanza.



Carlitos Fax

Autor: Albert Monteys
Editorial: ¡Caramba! (Astiberri)
176 páginas. Color
Cartoné. 20 x 27 cm
Género: Humor. Infantil. Juvenil.
Precio: 22 euros.


Diario Sur

La Plaza de España, una del Oeste

La editorial Traspiés acaba de publicar una muy atractiva novela gráfica, 'Un disparo en el desierto' (colección Vagamundos), que recupera la épica del western



1, 2 y 3. Las deudas contraídas por Adrián Manuel García no se agotan en el western: el uso de un contrastado blanco y negro y el recurso a unas pinceladas de rojo para manchar de sangre la viñeta me hicieron pensar en Frank Miller y 'Sin City'… Adrián Manuel García reconoce asimismo la influencia de Alex Maleev, Marcelo Frusin y Eduardo Risso. REPORTAJE GRÁFICO: ANTONIO PIZARRO


JOSÉ ABAD
29 Junio, 2017


La pasión por el western entre los de mi generación tiene un porqué muy sencillo. De pequeños, el western se inmiscuía en todo cuanto hacíamos para distraer el tiempo libre. El western estaba en los tebeos manoseados que nos intercambiábamos la chiquillería allá en el pueblo -el sheriff King primero, el teniente Blueberry después- y estaba en las primeras novelas que leímos: Keith Luger, Silver Kane, Marcial Lafuente Estefanía, etc. El western reinaba en televisión en forma de películas de sobremesa y series vespertinas, se mantenía tenazmente en la cartelera, y formaba parte de nuestros juegos. De niños todavía jugábamos a indios y vaqueros; una mano con el índice tieso hacía las veces de un Colt 45 (las balas no se agotaban nunca) y un palitroque cualquiera se convertía en una lanza mortal. (Recuerdo que un compañero de juegos a punto estuvo de vaciarme un ojo). El generó sufrió una grave crisis en la década de 1980: en las salas de cine, la épica galáctica sustituyó la épica del jinete solitario; y en los kioscos, las novelas y los tebeos de antaño desaparecieron sin dejar rastro. El western resistió en televisión, que seguía emitiendo los grandes títulos de John Ford, Anthony Mann o Howard Hawks en horarios de máxima audiencia. Luego pasaron a las tantas de la madrugada antes de ser erradicados de la programación.

Aunque muchos lo han dado por muerto, el western se resiste a sucumbir. Nunca recuperará el esplendor de los viejos buenos tiempos, pero las tres artes narrativas por excelencia -el cine, la novela, el cómic- continúan ofreciendo de tarde en tarde obras estimables, concebidas desde un amor incondicional por el género, que el buen aficionado valora como se debe. Así ha sido concebida Un disparo en el desierto (Traspiés, 2017), una novela gráfica con guión de José Carlos García y dibujos de Adrián Manuel García. Los autores entran en los vastos territorios del Viejo Oeste como el creyente entra en los grandes templos de la fe, muy conscientes del significado de cada uno de los elementos empleados en la construcción. En la contraportada, Un disparo en el desierto se anuncia como un homenaje a grandes maestros como Sergio Leone, Clint Eastwood y… Quentin Tarantino. Personalmente, me niego a reconocerle el rango de maestro a Tarantino, no así a Clint Eastwood o Sergio Leone, un cineasta cuya obra se está aquilatando con el tiempo. La influencia de este último es manifiesta; en un par de viñetas el lector alerta distinguirá sendos planos de El bueno, el feo y el malo (1966). No obstante, las deudas contraídas por Adrián Manuel García no se agotan en el western: por su uso de un contrastado blanco y negro y por el recurso a unas pinceladas de rojo para manchar de sangre la viñeta, este artista ha tenido también presente a Frank Miller y su Sin City… Y también a Alex Maleev, Marcelo Frusin y Eduardo Risso, según me ha confesado él mismo.


Un disparo en el desierto es un relato circular que empieza por el final -un desafío, una declaración de intenciones- para mostrarnos la insensatez de todo acto de venganza. En abril de 1886, un carretero hace un macabro descubrimiento en mitad del desierto: el cadáver mondo y lirondo de un hombre enterrado hasta el cuello. De la arena sobresalen únicamente la cabeza y la mano izquierda. A su lado, un revólver con el cargador vacío. ¿Quién es este infeliz? La historia remonta el turbión del tiempo para rememorar cómo nació el odio visceral entre un cazador de recompensas de nombre Richard Brown y un bandido ambidiestro, Shane Wallace, apodado La Parca. (El nombre, no el hombre, hace pensar en el pistolero silencioso de Raíces profundas, 1953). Una noche, lo que tenía que haber sido una partida de póquer más se trastoca en humillación para Brown: Wallace le roba el dinero y el caballo, da caza al forajido que él andaba buscando y lo deja tirado en mitad de un saloon, con tres balazos en el cuerpo. Incluso el lector menos curtido sabe que el cazarrecompensas saldrá de ésta; lo que no adivina son los derroteros que tomará la venganza. El desenlace plantea una situación que estoy seguro que a Quentin Tarantino no le importaría incluir en una película de las suyas.

Malaga Hoy


CÓMIC Cursos de verano de El Escorial

"Nos mueve más la empatía que la crueldad a la hora de mostrar nuestro trabajo"

PEDRO DEL CORRAL

28 JUN. 2017


Hernández Cava (izqda.) y 'El Roto' (dcha.) conversan sobre el futuro de la viñeta en los cursos de verano de la Universidad Complutense NACHO CALONGE



Andrés Rábago 'El Roto' y Felipe Hernández Cava dialogan sobre el presente y el devenir de la viñeta en los medios de comunicación españoles

A Felipe Hernández Cava y Andrés Rábago 'El Roto' les une algo más que su trabajo como viñetistas. Son animales en peligro de extinción y así lo han reconocido en varias ocasiones: "Somos dinosaurios". Sin embargo, lo primero que habría que dejar por sentado sobre ellos es que, en sus respectivos medios de comunicación, las ideas preconcebidas, los intereses económicos e ideológicos quedan en papel mojado. De lo contrario, estaríamos ante un hombre de derechas y otro de izquierdas, sin más. Y la cosa no queda ahí."Cada vez más, los editores no tienen demasiado claro por qué se da un espacio a las viñetas", ha subrayado, en el marco de los cursos de verano de la Universidad Complutense, en El Escorial, Hernández Cava. De ahí que busquen continuamente nuevas estrategias para combatir muchos de los males que aqueja la profesión, como el vértigo contra la capacidad de reflexión de los lectores y la falta de tiempo para introducirlo en sus dibujos. "Nos mueve más la empatía que la crueldad a la hora de mostrar nuestro trabajo". Por eso han debatido siempre y no sobre por si se consideran dinosaurios de la profesión.

Aunque ese aspecto lo hayan adquirido, con el tiempo, los medios en los que trabajan. "Ellos han decidido convertirse en tales", ha señalado 'El Roto'. Algo que le irrita con profundidad. "Yo estoy convencido de que si, en el futuro, se salva alguno de nuestros trabajos será por haber utilizado diferentes mecanismos para que no sean una imagen más para consumir deprisa y corriendo", le ha respondido el guionista miembro del colectivo El Cubri. De ahí que vean con cierta prudencia el proceso de digitalización que están viviendo los diarios. "Somos unas islas que tratamos de cargar de sentido y de profundidad con los recursos más dispares para evitar que sea un elemento que resulta muerto casi desde su nacimiento. Si este peligro lo tenemos en papel, imaginaos los soportes de las pantallas, donde el trabajo que hacemos queda totalmente desvirtuado".Para ambos, el formato papel permite la presentación de los testimonios como documentos de una época que pueden ser revisados y que contrarresta el paso del tiempo. Aspectos que los diarios digitales, por el momento, no han conseguido. "Todos ellos", ha añadido el Premio Nacional de Ilustración 2012, "han sido abandonados por los propios lectores para acogerse a sistemas más fáciles de transmisión. Sin embargo, en los digitales, tanto la parte gráfica como el contenido, son demasiado efímeros. No dejan poso".Un "espolio de la mirada"Una de las cosas que siempre han hecho, en ese sentido, para salvarse de la quema que han vivido los profesionales en el sector ha sido tratar de insertarse en esa tradición artística que poco tiene en común con la del medio humorístico. "Algo que tiene el arte mayúsculo es la posibilidad de escoger de quién quieres ser más contemporáneo. Así, uno de los asuntos que más preocupa de estos tiempos es que la única tradición, ahora, parece ser el descrédito de la propia tradición", ha dicho Hernández Cava, quien siempre ha tratado de preservar la memoria de todos aquellos que, a su juicio, valieron la pena en este campo.Por eso, entiende 'El Roto' que no deben fijarse en otros dibujantes, sino en las tradiciones plásticas pictóricas de otras épocas, las del arte occidental e, incluso, la del oriental. "Por un lado, están los grandes artistas y, por otro, los regulares. Los primeros traspasan el tiempo por su lenguaje y no crean escuela porque son inimitables". Esa reproducción es lo que está produciendo un "espolio de la mirada" que algunos atisban con recelo al no identificarse con la verdadera realidad. "Tenemos, así, este oxímoron de la realidad virtual, como si ambas pudieran convivir".Para evitarlo, ambos coinciden en la solución: "Hemos de entablar conversación con nosotros mismos, intentar escucharnos y ver dónde estamos". Sólo de esa forma el lector podrá culminar su trabajo, convertirse en coautor de lo que hacen y encontrar la certeza que busca. "Es el que completa algo que das parcialmente y que dejas en puntos suspensivos". Sin embargo, para muchos de ellos, ha bromeado Hernández Cava, "el periódico ideal sería aquel que le da la razón que principio a fin y en el que las esquelas fueran todas de enemigos". Aunque, al final, a lo que aspiran es a hacerles dudar.


El Mundo


Insignes velocistas

JAVIER FERNÁNDEZ
28 Junio, 2017



'Flash de Mark Waid: El regreso de Barry Allen'. Mark Waid y otros. ECC. 416 páginas. 36,50 euros.

El regreso de Barry Allen, segundo tomo del rescate de la memorable etapa de Mark Waid al frente del superhéroe, recoge los números 73 a 83 de Flash, publicados originalmente en 1993, más los anuales 5 y 6 (1992 y 1993). Wally West se reencuentra aquí con el mismísimo Barry Allen redivivo, así como con otros insignes velocistas del universo DC, todos con raíces en la década de 1940: Jay Garrick (el primer Flash), Johnny Quick (¿para cuándo una reedición de los episodios que dibujó Mort Meskin?) y Max Mercury (variación del Quicksilver de la editorial Quality). Acompañan a Waid en la serie regular los dibujantes Greg LaRocque y Mike Wieringo, en tanto que los anuales son cosa de Phil Hester y un principiante Travis Charest.

Malaga Hoy