miércoles, 29 de junio de 2016

La crudeza de la guerra


JAVIER FERNÁNDEZ



¡CADÁVER EN EL IMJIN! Harvey Kurtzman y otros. Norma. 240 páginas. 25 euros.


A comienzos de la década de 1950, Harvey Kurtzman reinventó el género bélico acompañado de luminarias como John Severin, Alex Toth, Russ Heath, Joe Kubert o Reed Crandall. Les hablo, por supuesto, de los cómics que la mítica editorial EC publicó en las cabeceras Two-Fisted Tales y Frontline Combat. Los tebeos de guerra dejaron de ser meros instrumentos propagandísticos para reflejar, con una calidad artística inaudita, la crudeza y el sinsentido de la guerra. ¡Cadáver en el Imjim! y otras historias bélicas de Harvey Kurtzman recopila 24 historietas, así como todas las cubiertas dibujadas por Kurtzman y jugosos artículos que detallan el trabajo y la importancia de uno de los autores más influyentes del medio. Imprescindible.

Malaga Hoy

martes, 28 de junio de 2016

Las partículas elementales del color

La Colección de Pigmentos Forbes, en la Universidad de Harvard, custodia la mayor
recopilación de muestras antiguas y contemporáneas. Su acervo ha servido de base
para las investigaciones científicas sobre restauración de obras de arte en EE UU.

 Diferentes frascos de pigmentos negros, amarillos o rojos.

NUMEROSAS miniaturas indias de entre los siglos XV y XIX, con sus vistosas representaciones de dioses y hombres, incluyen en su paleta un llamativo color amarillo, profundo y brillante. Impresionados por su translúcida intensidad, los europeos comenzaron a interrogarse por la procedencia de aquel pigmento. Cuenta la leyenda que los locales, en una despiadada práctica, alimentaban a las cada vez más desnutridas vacas únicamente con hojas de mango. Su orina, convenientemente desecada, sería la fuente de ese tono chillón, el amarillo indio.

Desaparecida del mercado a principios del siglo XX, el relato de esta sustancia escribe solo una nota al pie de la tan longeva como prolija historia de los pigmentos, usados con fines artísticos, textiles o, más recientemente, culinarios. El muestrario más destacado del mundo, con más de 2.500 referencias, lo custodia la Universidad de Harvard en su Centro Straus para la Conservación y los Estudios Técnicos (antes conocido como Museo Fogg), impulsado a principios del siglo XX por el estadounidense Edward Waldo Forbes. Fascinado por el arte y preocupado por su conservación, el que fuera director de aquel museo entre 1909 y 1944 se lanzó en su juventud a coleccionar antiguos cuadros italianos. Con ellos, poco a poco, fue adquiriendo cada vez más ejemplos físicos y conocimientos teóricos sobre la procedencia y composición de los pigmentos. "Quería comprender los aspectos técnicos de la pintura, así como los procesos artísticos y sus materiales" explica Xarayan Khandekar, conservador científico y actual director de la institución. "Por eso se dedicó a acumular ejemplos de muy diferentes partes del mundo y de numerosos coloristas", incluidos españoles como el industrial Lluís Plandiura o el empresario Nemesio Diez.

 Diferentes frascos de pigmentos negros, amarillos o rojos.

Aunque su repertorio personal se guarda hoy en los archivos de la Universidad de Nueva York, la Colección de Pigmentos Forbes de Harvard ha servido de "referencia" a la hora de sentar las bases de la investigación científica sobre restauración de arte en EE UU. Ya en 1928, Forbes tomó la resolución de contratar a un químico, Rutherford John Gettens, cuyo trabajo en torno a la comprensión analítica de la composición de los pigmentos acercó a la modernidad la metodología de la conservación.



Panorámica de la Colección de Pigmentos Forbes, en Harvard. 



Desde entonces, la labor de investigación que han promovido ha dado lugar a diferentes descubrimientos sobre la filiación de ciertas obras de arte o la técnica de sus autores. Comparando muestras de sus fondos se pudo probar, por ejemplo, la falsedad de un pollock encontrado en 2007. El estudio del rojo de la pintura demostró que esta había sido ejecutada con posterioridad a la muerte del artista, en 1956, dado que el pigmento utilizado, sintético, no se creó hasta los años setenta. La revisión de la obra temprana de Georges Seurat, previa a su etapa puntillista, reveló por su parte la composición de un color del que Khandekar intuía el origen, que luego contrastó: activo en el siglo XIX, el francés fue uno de los últimos en usar el legendario amarillo indio.

Debido a los acontecimientos desencadenados tras la II Guerra Mundial, la colección dejó de incorporar elementos hasta "hace unos diez años", cuando se empezó a recopilar pigmentos nuevos. En el arcoíris de sus vitrinas conviven así sustancias empleadas por artistas como Mark Rothko (el rojo litol) o Richard Hamilton (copos de metales) con otras hace tiempo fuera de circulación. Por haber, las hay que provienen hasta de cadáveres, como el marrón momia, extraído de una especie de resina adherida a las envolturas de difuntos egipcios -humanos y animales-, que tuvo su momento de gloria durante los siglos XVIII y XIX.



Retrato de Edward Waido Forbes, fundador del proyecto que lleva su nombre.


Desde los tiempos de Gettens, el centro ha ido añadiendo progresivamente equipamientos que facilitan el trabajo de los restauradores. Por ejemplo, gracias a la tecnología, es posible identificar de manera poco invasiva la presencia de proteínas como la caseína, el colágeno o la queratina en un objeto pintado. Las temperas aglutinadas con yema de huevo o las colas con elementos de orígen animal pueden de este modo ser tratadas con los cuidados adecuados. Los mismos que necesitan los plásticos o metales que usan los creadores contemporáneos, nuevos ingredientes que plantean desafíos para los que, asegura Khandekar, ya se están preparando.

EL PAlS SEMANAL  Nº 2.074.  26.6.2016

Hay que decirlo más


Estamos rodeados de ellos. Tú mismo puedes serlo.
Alberto González Vázquez desconfía del género humano
y lo plasma con el título más contundente del año




Eduardo Inda como presidente de consenso; Pablo Iglesias convertido en tronísta; un Aznar con extrañas parafilias sexuales; Pedro Sánchez buscando el voto pederasta; Albert Rivera visitando al psiquiatra; Rajoy, una vez más, parapetado tras el plasma. Así aparece la clase política reflejada en Todos los hijos de puta del mundo (en el sello ¡Caramba!, de Astiberri Ediciones), de Alberto González Vázquez, conocido por ser el autor de los célebres montajes de vídeo de El intermedio y, además, de estos salvajes cómics. Humor hardcore y muy desconfiado del género humano con el que muchas veces no se sabe si reír o llorar. "Somos egoístas por imperativo genético", dice su autor. "Esto se refleja cada día en nuestro comportamiento y en el diseño feudal y perpetuamente injusto de la sociedad. Seamos sinceros: cuando sucede una catástrofe al otro lado del mundo nos mostramos compungidos en Twitter, pero dormimos a pierna suelta". Humor duro en tiempos de mojigatería y persecución. "Libertad de expresión hay, pero ejercerla puede llevarte a la cárcel o a los tribunales". No hace mucho, un videoclip que González hizo para Amaral, Ratonera, en el que los políticos aparecían amoratados, causó rechazo e indignación en algunos sectores. Y humor cada vez más político, por dos razones: por estar hecho para revistas de actualidad y por concienciación personal. Y es que "no se hablaba tanto de política desde la Transición".

SERGIO C.FANJUL

El Pais Tentaciones número 14- Julio 2016


domingo, 26 de junio de 2016

“El club de la lucha’ me compró la libertad”


Chuck Palahniuk publica la secuela de su obra más conocida en formato de novela gráfica

TOMMASO KOCH




No, no y no. Nadie quería publicar la primera novela de Chuck Palahniuk (Pasco, EE UU, 1962). Para los editores, Monstruos invisibles resulta demasiado incómoda, con su modelo desfigurada y frases como: “Todo lo que hace Dios es vernos y matarnos cuando nos aburrimos. No debemos nunca ser aburridos”. Fiel a sus propias palabras, Palahniuk decidió responder al rechazo con más provocación. “Había perdido toda esperanza de ser publicado, así que quería mandarles algo que nunca olvidaran”, relata por teléfono. Dicho, hecho. Envió una crítica salvaje del consumismo, en la que los hombres se juntaban en locales secretos para pegarse en busca de regeneración. Se titulaba El club de la lucha.

“Me compró la libertad. Si no, seguiría escribiendo solo en mi tiempo libre”, defiende Palahniuk, que pasó de mecánico experto en camiones a narrador mundialmente conocido. Porque El club de la lucha se convirtió en objeto de culto, sus frases son repetidas hasta la saciedad e incluso hay locales como los de la obra. De ahí que una gran expectación rodeara su secuela, El club de la lucha 2 (Reservoir Books), que expande ahora en formato de novela gráfica aquella locura liderada por Tyler Durden.

Ambientada una década después, la obra mantiene intacta la esencia del original. En el cómic, hay ríos de sangre, enfermos terminales, bombas caseras y Robert Paulson todavía luce sus enormes senos. Y, cómo no, ahí está Tyler Durden, más anárquico y convencido de la necesidad de un baño de violencia que despierte a la manada de compradores adormecidos que habita el planeta. El hombre que advertía de que nuestra vida “se acaba a cada minuto", el que viste y “folla” como todos querrían, ha vuelto. Y su álter ego, que se ha casado con Marla y trata de criar a su hijo, regresará al infierno del que creía haber huido.

“Una secuela nunca había entrado en mi mente”, destaca Palahniuk. Todo se debe a su amiga y escritora Chelsea Cain, quien le planteó la idea y le organizó una cita con dos autores de cómics. A partir de ahí, al escritor le costó una quincena de borradores dar con una fórmula satisfactoria. En 1996, cuando se publicó la obra original, Durden y Palahniuk se parecían: “Estaba rodeado de gente así, de verdad pensábamos en una revolución”. Pero el autor ha sufrido el avance escéptico del tiempo, mientras que el personaje continúa anclado a su utopía: “Estoy más viejo, mi vida ha cambiado y me resultaba complicado pensar en las cosas radicales que Tyler diría”.

OBRA Y JUICIO EXTREMOS
Las críticas de El club de la lucha 2 han sido casi igual de radicales que el libro. Se ha dicho que revoluciona el cómic o que ha arruinado el legado del original. Algunos han apreciado sus decisiones arriesgadas (como la presencia del propio Palahniuk en las viñetas, dibujadas por Cameron Stewart), otros las han despreciado. En todo caso, el autor zanja los ataques con un “que Dios los bendiga” y prefiere analizar el formato: “Fue como si no hubiera escrito un libro en mi vida. El tebeo me permitió usar gestos físicos y composiciones que limitaran los diálogos. Se convirtió en una batalla contra la palabra escrita”.

Al fin y al cabo, la novela original y su adaptación cinematográfica también sufrieron críticas e indiferencia al principio. “Fue recibida mal, cabreó a mucha gente, pero encantó a unos pocos y era suficientemente distinta como para quedarse en la memoria. Así surgen las ideas clásicas: tardan mucho en tener un público, pero eso les da una vida muy larga”.

Aun así, ambos todavía tienen puntos en común: “Aprecio su idea de un nuevo comienzo, sus objetivos en términos de paz y de hacer del mundo un lugar armonioso y productivo”. ¿Y su apología de la violencia? “No puedo apoyar eso en una entrevista”. Palahniuk no se muestra especialmente aterrado por un presente donde el ISIS roba vidas y libertades y una diputada británica puede morir de un disparo en plena calle, a la luz del día. Para él, es más de lo mismo: “Cuando era niño, el mundo me parecía un lugar muy violento. Estaban el conflicto con Eta, el Ira… Pero había tanta gente a favor de la paz que pensé que la lograríamos. Hoy me he rendido. He concluido que el ser humano es adicto al conflicto y ama pelearse”.

Tyler Durden y Cara de Ángel, en una página de 'El club de la lucha 2'.

Tras 20 minutos de conversación, la resignación de Palahniuk sorprende hasta cierto punto. He aquí un narrador capaz de imaginar a un hombre masturbándose con un cilindro de cera introducido en su miembro u otro que para sacar dinero finge ahogarse en los restaurantes. Pero desde el otro lado del teléfono llega una voz lenta y ponderada, que a veces se ríe pero mantiene una compostura que nada comparte con sus disparatados personajes. Un escritor “de verbos más que adjetivos”, como se define, que jura que nunca se ha pegado con nadie o ha estado en algún club de la lucha. Un tipo que soñó de pequeño con ser cura - “para escuchar todas las confesiones más secretas”-, pero que optó por novelista, porque así además podía contar aquellas historias. Le han llamado nihilista, pero él responde que es un “romántico”: “La mayoría de mis obras termina con alguien enamorándose y con un enlace”.

A su catálogo pronto se añadirá El club de la lucha 3, de nuevo en forma de cómic. ¿Y aquel musical de la obra original que preparaba con el director David Fincher? “Lo siento, ya no estoy autorizado a comentarlo”. Por mucho que uno insista, el autor repite hasta tres veces que no piensa añadir nada más. Es lo que tiene la primera regla del club de la lucha: no se puede hablar de ello.


El Pais

miércoles, 22 de junio de 2016

La realidad y lo sagrado


ECC recopila en un volumen 'Daytripper', de los brasileños Fábio Moon y Gabriel Bá, una espléndida miniserie de diez números publicada en 2010.

JAVIER FERNÁNDEZ


DAYTRIPPER. Fábio Moon, Gabriel Bá. ECC. 272 páginas. 27 euros.

Misterio y trascendencia se dan la mano en tres de los títulos que nos propone ECC en estos días previos al solsticio. El primero de ellos es Daytripper, de los gemelos brasileños Fábio Moon y Gabriel Bá, una espléndida miniserie de diez números publicada en 2010 por Vertigo y recopilada aquí en un solo volumen con diversos extras. Entre estos destaca la bonita introducción escrita y dibujada por Craig Thompson, el autor de Blankets y Habibi, quien afirma: "Desde hace mucho tiempo, el mundo de los cómics se ha dividido en dos escuelas: la fantasía contra el realismo. El superhéroe es escapista. El sueño. Claramente, una distracción. Pero lo otro es su propia abstracción, condensando la vida hasta lo mundano, reprimiendo el sueño con cinismo. Gabriel Bá y Fábio Moon danzan entre ambas cosas, mezclando la realidad con lo sagrado. Daytripper es una meditación honesta sobre la mortalidad". La historieta en cuestión nos introduce en la vida y los recuerdos (mezclados en la narración, en una suerte de recreación de los mecanismos de la memoria) de Brás de Oliva Domingos, hijo de un novelista brasileño, que trabaja escribiendo necrológicas y sueña con poder escribir sus propias historias. En palabras del también historietista Terry Moore: "La historia de Gabriel Bá y Fabio Moon sobre la vida y las muertes de un escritor brasileño es la descendencia creativa de Eisner y Fellini en su mejor momento (…), un rompecabezas fascinante que contemplaré el resto de mi vida".

Otra obra que merece la pena leer y releer es, sin duda, Promethea, el alucinante viaje por lo esotérico realizado entre 1999 y 2005 por Alan Moore y J. H. Williams III. En mi opinión, Promethea es una de las obras mayores de Moore, un auténtico conjuro artístico cuya intención es plasmar (y provocar en última instancia) una revolución ética, un cambio de paradigma en los valores que definen el mundo contemporáneo. Para ello, Moore se sirve de su ingente conocimiento de la magia y lo pone al servicio de una historieta con superheroína incluida y múltiples capas de lectura. Hay tanto contenido y tanta experimentación gráfica en Promethea que el cómic resulta abrumador, y merece la pena destacar su singularidad, su ambición y sus logros artísticos. Claro que la cosa no habría sido la misma con un dibujante menos audaz o menos dotado que Williams III, capaz de dejar al lector con la boca abierta, página tras página. ECC recupera esta maravilla de la línea America's Best Comics en solo tres volúmenes.






Por último, Criaturas de la noche es el título del tomito que recopila dos relatos del siempre notable Neil Gaiman, procedentes de su colección Humo y espejos, pero convenientemente adaptados al cómic por Michael Zulli. La publicación original corrió por cuenta de Dark Horse en 2004, y viene a engrosar ahora la abultada bibliografía del autor de Sandman disponible en nuestro idioma gracias a ECC. Hay aquí animales misteriosos (gatos, búhos), obsesiones y destellos de lo sobrenatural a la manera de Gaiman. Muy bonito, en dos palabras.


Malaga Hoy

Surrealismo en viñetas


JAVIER FERNÁNDEZ
PHILÉMON, INTEGRAL 1. Fred. ECC. 304 páginas. 35 euros.

La editorial ECC sigue empeñada en demostrar que su catálogo es más que una mera traducción del material de DC. Así, su incipiente línea de cómic europeo acaba de enriquecerse con una de las joyas del cómic francés de todos los tiempos: Philémon, de Fred (París, 1931-2013). Como escribe Jorge García, que firma dos epílogos en el primer volumen integral de la serie, uno sobre la obra y otro sobre el autor: "Philémon es una cima de la imaginación en el mundo de la historieta, comparable a clásicos como Little Nemo de Winsor McCay o Krazy Kat de George Herriman. El protagonista de la serie es un adolescente vestido con vaqueros y un jersey a rayas al que siempre acompaña un asno llamado Anatole. Vive inmerso en la atmósfera apacible de un pequeño villorrio. Pero la irrupción de un mundo mágico de límites imprecisos quiebra con frecuencia la paz de esa campiña".



Philémon debutó en el número 300 de Pilote, allá por julio de 1965, cuando la mítica revista de Dargaud estaba dirigida por los mismísimos René Goscinny y Jean-Michel Charlier. La serie avanzó sin descanso hasta mediados de la década de los 80, recopilándose al tiempo en 15 álbumes imprescindibles, alabados por la crítica internacional, más un décimo sexto, Le Train où vont les choses, publicado en 2013. Juntos conforman una de las experiencias de lectura más gozosas del medio, fascinante a nivel literario y rompedora en lo gráfico, se trata de una verdadera obra maestra que permanecía prácticamente inédita en castellano (solo un puñado de historietas cortas asomaron por nuestro mercado hace más de cuatro décadas en la revista Gran Pulgarcito). Se puede, por tanto, calificar de hito esta edición integral en tres volúmenes propuesta por ECC, de la que ya ha visto la luz el primero, con los cinco álbumes iniciales: Al pie de la letra, El náufrago de la "A", El piano salvaje, El castillo colgado y El viaje del incrédulo. Dice también García que Philémon "nos invita a soñarnos más ingenuos, más afectuosos, más libres". No se lo pierdan, la diversión está servida.



Malaga Hoy

Un relato de redención


JAVIER FERNÁNDEZ


LA GRAN PATRAÑA. Carlos Trillo, Roberto Mandrafina. ECC. 128 páginas. 16,95 euros.



Dos grandes de la historieta argentina, los bonaerenses Carlos Trillo y Roberto Mandrafina, regresan a nuestras librerías con La gran patraña, novela gráfica que se alzó en 1999 con el premio al mejor guión en el Festival Internacional de Cómic de Angulema. Fallecido en 2011, Trillo fue un escritor irrepetible, autor de una larguísima bibliografía que incluye títulos tan apreciados como Un tal Daneri, El loco Chávez o Alvar Mayor (consignarlos todos sería imposible), y de Mandrafina se recuerdan especialmente sus historietas cortas de género negro, que dan cuenta de una maestría narrativa en la estela de Hugo Pratt o Alberto Breccia. Juntos firmaron este magnífico cómic ambientado en la república bananera de La Colonia, relato de redención, atmosférico y detectivesco, que es también una fábula moral y que luce impecable en la cuidada edición de ECC.


Malaga Hoy