A través de sus obras, los artistas no sólo narran historias, reflexionan sobre la realidad o su entorno, y transmiten sentimientos. También, con frecuencia, nos hablan sobre ellos mismos, sus inquietudes, sus aspiraciones o el lugar que creen ocupar en la sociedad donde les ha tocado vivir y en la historia de su propia disciplina creativa. En muchas ocasiones, la información de carácter personal que se infiere de los cuadros tiene un valor equiparable o superior a la que revelan las fuentes documentales escritas. Uno de esos casos es el de Velázquez. A través de documentación de archivo o antiguos tratados de pintura es posible conocer los episodios más importantes de su biografía, casi todos los aspectos de su vinculación laboral con la Corte o los avatares de sus dos viajes a Italia. Sin embargo, este tipo de fuentes deben ser completadas con el estudio de la información de carácter personal que revelan sus obras, que resulta muy útil para conocer la imagen propia que quería transmitir o su ideología artística.
Empecemos, por ejemplo, por su imagen física. De entre los autorretratos probables o seguros que han llegado hasta nosotros, el de más calidad y mayor valor informativo es el que aparece en Las meninas, una obra que realizó en 1656, en plena madurez creativa. Es uno de los cuadros de mayor tamaño que hizo nunca, y la complejidad de su contenido y de su construcción artística sugiere que era plenamente consciente de que estaba realizando una de las pinturas por las que en el futuro mejor se le recordaría. Se trata de una obra de arte abierta, que a lo largo de su historia ha estado sujeta a una infinidad de interpretaciones diferentes y se ha ido
enriqueciendo con nuevos significados. Aunque hay muchas divergencias sobre su sentido último, tanto el escenario como los personajes o los elementos principales de la acción están claramente identificados. En primer término vemos a la infanta Margarita rodeada de personas que trabajaban al servicio de la corte, como sus damas de honor, una pareja de enanos o un guardadamas. Al fondo, un espejo nos devuelve la imagen reflejada de los reyes Felipe IV y Mariana de Austria, padres de la infanta. En las paredes cuelgan varios cuadros, algunos de los cuales han sido identificados. La obra no es un mero retrato colectivo, pues le está asociada una red de contenidos políticos y artísticos que trascienden las fronteras del género retratístico, y la convierten en un cuadro de contenido histórico, en el que se reflexiona muy sutilmente sobre la monarquía española. No es cuestión de explayarse aquí sobre un cuadro tan rico en significados; pero sí de reflexionar sobre la posición que ocupa el pintor dentro del mismo.