Yo, Julio César, del guionista Alfred de Montesquiou y el dibujante Névil, reconstruye desde el rigor y la documentación la vida del caudillo que destruyó la República romano en un tebeo trepidante
Por Guillermo Altares
Hasta ahora solo existía un Julio César de tebeo: el personaje de Astérix y Obélix, al que los irreductibles galos llaman simplemente Julio y al que vuelven completamente loco. Sin embargo, le ha salido un competidor: Yo, Julio César, de Alfred de Montesquiou como guionista y Névil como dibujante, una recreación en cómic de la vida del político y militar que destruyó la República romana y uno de los personajes más famosos de la historia occidental. Aunque Montsquiou es un gran admirador del Julio César de Goscinny y Uderzo, su trabajo no tiene nada que ver con el gran clásico del tebeo. Se trata de una minuciosa reconstrucción de la existencia del autor de La guerra de las Galias: todo lo que cuenta está documentado con fuentes clásicas, como Suetonio o Plutarco, además de los propios textos de César, o con estudios de grandes eruditos en historia romana, como Jérôme Carcopino o Adrian Coldsworthy.
Solo para explicar el "tu también, hijo mío", que César pronunció mientras era apuñalado en el Senado en los idus de marzo del año 44 antes de Cristo. Montesquiou escribe en la notas que acompañan al libro: "Esta frase fue pronunciada en griego, "Kai su teknon", cuando, tras ver a Bruto entre sus agresores, dejó de defenderse", antes de lanzarse a un análisis filológico que explica las dudas que siempre han rodeado estas últimas palabras y sobre si realmente utilizó la palabra hijo. Además, ni siquiera fueron las últimas porque mientras expiraba, afirmó: "No te guardo rencor, Bruto. Gracias a ti, muero de forma rápida e inesperada con la alegría de saber que tu minúscula persona, condenada a desaparecer de la historia, estará unida a mi nombre para la eternidad".
"Cada época mira a César como espejo de su propia sociedad", explica Montesquiou en una entrevista por videoconferencia. Nacido en París hace 47 años, ganador del Premio Albert Londres en 2012 por su cobertura de la guerra civil en Libia, su último libro, Le crépuscule des hommes, es una novela sobre los juicios de Nuremberg que está en las listas de los principales premios literarios franceses del otoño. Como periodista ha recorrido muchos de los escenarios bélicos del siglo XXI e incluso colaboró con el Tribunal Penal Internacional para documentar los crímenes contra la humanidad en la región sudanesa de Darfur.
Este libro -trepidante, lleno de acción, pero también de intrigas políticas, dibujado con una expresiva y precisa línea clara por Névil- reúne el interés por la historia de su autor con la mirada de alguien que ha contemplado lo peor que la humanidad puede hacerse a sí misma. Julio César fue uno de los militares más despiadados de la historia, incluso para los estándares romanos. En una época en la que no existía nada parecido a las leyes de la guerra, Plinio el Viejo consideró que era responsable de humani generis iniuriam, "un crimen contra la humanidad", durante la conquista de las Galias.
Este cómic no solo conecta con el presente a través de la guerra: César fue el primero de los Julios-Claudios, la dinastía que destruyó la República romana para convertirla en una dictadura. "La idea del libro surgió durante la primera presidencia de Trump", explica. "Encontré apasionante cómo la corrupción, el dinero, la ambición, el cinismo pueden destruir las instituciones. Y se trata siempre de un camino sin retorno. Cuando se destruyen las instituciones, el tejido social, los valores perdidos, es algo irrevocable. Se puede reconstruir otra cosa después, pero el pasado no volverá".
César no fue un personaje unidireccional y tampoco lo es el tebeo. Fue un asesino de masas, capaz de aniquilar a tribus enteras, de crucificar decenas de piratas que le secuestraron, de matar a todos sus rivales. Y, a la vez, pocos políticos en la historia han hecho tanto por la unión de ambas orillas del Mediterraneo. "César es bicéfalo, tiene aspectos positivos, no solo sombríos, fue que concebía el Mediterraneo como un solo espacio. Fue a tres continentes y se sentía en casa en todos lados: en Libia, en Turquía, en Francia, España, Albania... Lo que para nosotros se ha convertido en una barrera para proteger a Europa de otro continente, para Julio César era un puente. Para él no existían las diferencias de razas".
El momento crucial de su vida fue seguramente el paso del Rubicón en el 49 antes de Cristo, cuando cruzó este río del norte de Italia con sus legiones, algo prohibido por las viejas leyes romanas, desatando la guerra civil. Allí pronunció su frase: "Alea jacta est", la suerte está echada. Sin embargo, actualmente no está nada claro dónde se encuentra el Rubicón. El lugar donde cambió para siempre la historia de Europa se ha perdido en los recovecos de la geografía. "La mayoría de los historiadores creen que que cruzó el Rubicón en la llanura, pero ahora ha cambiado por completo su curso. Sin embargo, existe un puente con una inscripción que señala que allí es donde César lo atravesó. Lo interesante es que este busto fue instalado por Mussolini, que quiso apropiarse del mito y decidió el lugar en función de su propia agenda política".
La historia no se repite, el pasado nunca puede ser un espejo, pero sí una advertencia. "No se puede volver atrás, no se puede remontar el río. Eso es lo que nos explica la historia cuando se produce un profundo deterioro de las instituciones", insiste Montesquiou. Julio César no solo mira al presente, sino también al futuro en este apasionante tebeo.
Yo, Julio César
Montesquiou/Névil
Traducción de Xica Mas
Reservoir Books, 2025
255 páginas. 29,90 euros
Babelia Núm. 1.770. Sábado 25 de octubre de 2025


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