jueves, 30 de octubre de 2025

Dino Buzzati, el desierto en viñetas

Altamarea publica la adaptación al cómic de ‘El desierto de los tártaros’, realizada por Pasquale Frisenda y Michele Medda sobre la obra más conocida del escritor y periodista del ‘Corriere della Sera’


Una de las viñetas que conforman la obra. / D. S.

Javier González-Cotta

26 de octubre 2025




La ficha

'El desierto de los tártaros'. Dino Buzzati (Pasquale Frisenda y Michele Medda). Traducción de Almudena Miralles. Altamarea. 176 páginas. 25,90 euros

Hasta 2006, fecha de su centenario, el nombre de Dino Buzzati (Busano, 1926-Milán, 1972) era conocido en España pero no elevado al trono de los clásicos contemporáneos, pese a los encomios, entre otros, de Italo Calvino y de Jorge Luis Borges. El sello Gadir (impagables las traducciones de Carlos Manzano), se convirtió en la editorial campeona en dar a conocer la obra toda o casi toda del hoy universal autor de El desierto de los tártaros, su obra más conocida, y de la que ahora, como veremos, se nos ofrece una estupenda versión en cómic –osado y difícil cometido– por obra de Michele Medda y de Pasquale Frisenda.

Se puede decir sin reparo alguno que existe un antes y un después tras leer a Buzzati. Dígase el escritor de la espera abstracta, el gran fabulador, el existencialista desde lo cotidiano fantástico y, en definitiva, “el más mágico de los escritores italianos” (Indro Montanelli). El secreto del Bosque Viejo, Bárnabo en las montañas y La famosa invasión de Sicilia por los osos (felizmente adaptada al cine por el ilustrador Lorenzo Mattoti), forman parte de esa gracia conocida como “literatura para todas las edades”. Gadir publicó también la novela que haría muy famoso a Buzzati entre el gran público italiano (Un amor), así como El gran retrato (considerada como ciencia ficción metafísica) y su híbrido en forma de collage, Poema en viñetas. Una novela gráfica, no siempre bien comprendido en su primera hora.

Más recientemente, Acantilado (en traducción de Mercedes Corral) reunió varios libros de relatos, género en el que el autor italiano fue todo un maestro con piezas gloriosas y forjadoras de imaginarios para lo por venir. De ahí sus 60 relatos (divertidamente angustioso el famoso cuento Siete pisos), El colombre (título que incluso da nombre a un espacio cultural en Sevilla) y Las noches díficiles (última gavilla de piezas breves que recoge todas las obsesiones buzzatianas). Periodista de raza en el Corriere della Sera y escritor nocturno (sus novelas y relatos solía escribirlos de noche a la vuelta del agotador trabajo), Gallonero publicó también las crónicas reunidas que Buzzati, gran aficionado a la épica ciclista, fue publicando en el rotativo durante el Giro de 1949, edición que acercó Italia a la Sicilia del bandido Giulano.

Con todo, decir hoy Dino Buzzati es decir mayormente El desierto de los tártaros. Es, en fin, recrear una y otra vez, sin que uno se canse, el imaginario literario y también geográfico en torno a la cartografía de la espera más incierta; allí donde un desierto sin nombre específico traza como un simulacro de frontera, y donde un bastión, la Fortaleza Bastiani, ejerce de parábola de la existencia, del nadir de la vida. A este puesto avanzado es destinado un buen día el oficial Giovanni Drogo. Más allá del paño de piedra de la fortaleza, de sus torres de vigilancia y de sus troneras, allí hasta donde alcanza el efecto titilante del fin del desierto, lo que puede otearse en la lejanía no es más que la ficción de una amenaza inconcreta y como aplazada, en torno a un enemigo que el paso del tiempo vuelve irreal, como si se hallara agazapado entre la ilusión óptica y la fantasmagoría, mientras la guarnición, de la que Drogo forma parte, se consume en la espera y, al cabo, en la más abstracta dilación del tiempo que los envejece.

Admirador de Buzzati, el Nobel Coetzee rindió homenaje a El desierto de los tártaros con su adaptación en Esperando a los bárbaros. El cine versionó igualmente la gran parábola de la espera en la película que hizo Valerio Zurlini (1976) con toda una pléyade de actores de altísimo caché. Más recientemente, la norteamericana afincada en Bélgica, Jessica Wordwoorth, ofreció su visión vanguardista en su estupenda Luka (2023). Faltaba, tal vez, la presente, arriesgada pero lograda edición en cómic. Como sugiere Michele Masiero en el prólogo a esta obra gráfica adaptada por Medda y Frisenda, nada más difícil que mostrar en viñetas el fluido que atraviesa la novela de Buzzati de inicio a fin, donde ocurre un hecho excepcional: nunca sucede nada. El cómic es en parte literatura y en parte cine en movimiento. El resultado es este óptimo trabajo, en el que se nos transmite, como en la novela, como en parte en el cine, el vacío de la nada arenosa y ese registro del tiempo que discurre a partir del espacio en blanco y de la sensación, pero jamás por la acción.

Es aceptada y conocida la idea de que Buzzati quiso tal vez mostrar a través de la Fortaleza Batiani una metáfora compasiva de la redacción del Corriere della Sera. Había ingresado en el periódico siendo joven, y allí convivió con colegas que fueron envejeciendo, a la espera, como Dogo en la guarnición en el desierto, de algo inconcreto que parecía no llegar.


Diario de Cadiz


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