sábado, 27 de septiembre de 2025

Variaciones WOODY

Un acto de fe. Teoría y práctica de la comedia y la tragedia. El autor de Los jardines de Kensington cuenta por qué Melinda y Melinda es el mejor filme de Allen en muchos años

Por Rodrigo Fresán




Hay personas que todos los años hacen el Camino de Santiago para pedir o para agradecer. Otros optan por internarse en un spa para así intentar conjurar el inevitable paso del tiempo. Y hay muchos que- más o menos cada doce meses, en lo que puede ser considerada otra de las tantas formas de la fe- acuden expectantes a ver la nueva película de Woody Allen. Son los que ordenan sus vidas -tanto en lo trascendente como en lo superficial- remontando el río de sus películas: "Estuvo con ella desde Granujas de medio pelo hasta La maldición del escorpión de jade; no fue un gran amor", "Llevo escribiendo esta novela desde Manhattan, no creo que la termine nunca". Para todos ellos llega ahora, puntual, Melinda y Melinda. Y buena y mala noticia. Primero la mala: Melinda y Melinda es una de esas películas de Woody Allen no actúa en ella y, sí, esa sensación de que te sirven un buen martini pero sin aceituna. La buena noticia es que Melinda y Melinda es -pese a la ausencia de su dueño en el reparto- la mejor y más redonda y más claramente woodyallenesca película en mucho, mucho tiempo. Es la película que, por fin, permite a los fieles confesar que los últimos filmes del director no estaban mal pero que, también, no eran más que bosquejos fáciles donde un único y cómodo gag se alargaba casi hasta el agotamiento. O, seamos sinceros, que eran pésimos.


UNA NUEVA GENERACIÓN

Melinda y Melinda es todo lo contrario: es imprevisible en su discurrir y es, además, dos películas al precio de una. Dos ejercicios sobre el mismo personaje en una película donde los pianos funcionan como instrumentos de seducción. Dos Melindas ensambladas como Ying y Yang y, si las películas de Woody Allen se pueden definir como cuentos (La rosa púrpura del Cairo) y novelas (Annie Hall), entonces Melinda y Melinda opta por el contrapunto de ese formato sólo para maestros al que Henry James se refería como "la querida, la bendita nouvelle". En Melinda y Melinda, un nombre de mujer y una historia se repiten (todo el asunto está estructurado dentro de una charla de intelectuales del Upper East Side que recuerda un poco al mecanismo que contenía y daba forma a la también agridulce Broadway Danny Rose) para exponer con inteligencia una teoría y una practica de las propiedades y aplicaciones de la tragedia y de la comedia. Y, claro, se vuelve a polemizar sobre ese inevitable y justo lugar común: qué es más artístico y/o preferible, ¿reír o llorar? Así, en Melinda y Melinda se ríe mucho y se llora demasiado mientras se cuenta y se recuenta la odisea de esta "mujer complicada" iluminada por las luces de la comedia o eclipsada por las sombras de la tragedia. Así, Melinda y Melinda puede ser considerada la hermana pequeña pero muy lista de esa trilogía dorada -y acaso ya insuperable- que armaron Hannah y sus hermanas, Delitos y faltas y Maridos y mujeres. Como aquellas, ésta se alza sobre una trama coral. Y -como en Todo lo demás- abundan los rostros jóvenes que hacen pensar en que Allen se ha propuesto seducir a una nueva generación. Radha Mitchell, quien suplantó a Winona Ryder, es un deslumbrante hallazgo; Chloë Sevigny da el punto justo de ambigüedad moral a su joven e insatisfecha esposa de Park Avenue; Amanda Peet vuelve a demostrar que es orgullosa dueña de la más divertida de las bellezas; mientras que Will Ferrell le toca -como alguna vez le sucedió a John Cusack o a Kenneth Branagh- el incómodo papel de "hacer de Woody Allen". Lo que no es sencillo porque, se sabe, Woody Allen hay uno solo por más que haya muchas películas de Woody Allen con o sin él.

Y al final la moraleja de estas dos variaciones sobre una misma aria es obvia pero no por eso menos pertinente: estamos aquí por poco tiempo y al otro lado no hay nada y, carcajadas o lágrimas, lo importante es vivirlas a fondo. Del mismo modo en que se vive -en la encandilante oscuridad de un cine- una película llamada Melinda y Melinda.

Melinda y Melinda inaugura el Festival de Cine de San Sebastián el 17 de septiembre.


ClubCultura #4 Otoño 2004



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