17 especialistas analizan en un libro las actividades de los servicios de inteligencia de la Antigüedad
Los personajes Lucio Voreno y Tito Pullo realizan labores de espionaje y contrainformación en la serie Roma de HBO.Puede sonar raro y anacrónico utilizar términos como espionaje, contrainteligencia, servicios secretos o agente doble en relación con la Antigüedad. Pero actividades, organismos y personal que responden en gran manera a nuestros conceptos actuales fueron desplegados con profusión por las civilizaciones del mundo antiguo haciendo bueno el dicho de que no hay nada nuevo bajo el sol (o en este caso a la sombra).
Por poner unos ejemplos: Ramsés II casi es derrotado en la batalla de Qadesh (resultó en tablas) a causa de un fallo clamoroso de su servicio de inteligencia militar y una operación de contrainteligencia de sus enemigos, los hititas: los egipcios capturaron a dos beduinos (en realidad espías) que les dieron información falsa que no fue contrastada y llevó a una parte del ejercito del faraón a una emboscada de los letales carros de Muwatalli II. Los espartanos, por su parte, desarrollaron sofisticadas técnicas de criptografía (la escítala, un instrumento de cifrado con un palo y una tira de cuero). En cuanto a Alejandro Magno, no solo poseía un servicio de información que le permitió hacer avanzar a su ejercito por Asia sabiendo de manera bastante precisa en dónde se metía, sino que disponía, merced a agentes secretos, de un conocimiento pormenorizado del estado interno de sus tropas, su ánimo y su puntual descontento, además de un control sobre las conspiraciones que se fraguaban a su alrededor. Aníbal fue un maestro cosechando información y sus maniobras geniales no se reducen a las grandes batallas en que desbarató a los romanos como Cannas o la del lago Trasimeno, sino que se desarrollaron también en el ámbito del espionaje y la contrainformación. Otro gran general de la Antigüedad, Julio César, que usaba un cifrado propio en sus comunicaciones, desplegó un sistema sensacional de información militar durante su conquista de las Galias, incluyendo el lanzamiento de un mensaje en una jabalina, aunque puede juzgarse también un error no detectar luego los levantamientos que iban a incendiar el territorio como el de Ambiórix -que destruyó 15 cohortes proporcionando información falsa a los romanos- y Vercingétorix (por no hablar del fallo que fue no ver venir la conjura que le costaría la vida de los idus de marzo). Sin salir del mundo romano, ni los Cinco de Cambridge (espías británicos reclutados por la Unión Soviética) se mostraron tan capaces del juego doble como el querusco Arminio que condujo a la aniquilación de las tres legiones del legado Publio Quintilio Varo (la Clades Variana, "el desastre de Varo") en el bosque de Teutoburgo. La pifia de Varo y su servicio de inteligencia al no tener en cuenta los claros indicios de traición y jeu dágent, por decirlo moderno, y caer en la trampa de su supuesto aliado fue clamorosa y tuvo como resultado una de las mayores derrotas del ejército romano.
A tratar un tema tan sensacional y variado (e innovador) está dedicado el libro Servicios de inteligencia en la Antigüedad (Akal, 2025), que lleva el subtítulo Los orígenes históricos del espionaje y en el que sendos capítulos 17 especialistas, entre ellos varios autores extranjeros como la acreditada Rosy Mary Shelton, coronel retirada del Ejército de EE UU y doctora en Historia Antigua (que debe ser agente doble), y el propio coordinador del volumen, Fernando Bermejo-Rubio, del Departamento de Historia Antigua de la UNED (Madrid), analizan diversos aspectos del fenómeno, desde el espionaje en el Imperio Nuevo egipcio, hace 2.300 años, y los finísimos servicios de inteligencia neoasirios (911-612 antes de Cristo), hasta los agentes y acciones de inteligencia en el reino visigodo (siglos VI y VII), pasando por los servicios del Imperio persa, el mundo griego (¡las sirenas como informadoras!), el helenístico y el romano. A destacar los inesperados capítulos dedicados a los espías, la policía secreta y los agents provocateurs en la India antigua y al eficaz servicio de espionaje en su pequeño reino clientelar Herodes el Grande. Hay que recordar que en el revuelto escenario judío tenemos otro gran personaje que puede considerarse agente doble: el tránsfuga Flavio Josefo.
Como suele ocurrir en un libro colectivo, los capítulos son muy dispares en alcance y estilo, con algunos lastrados por un exceso de celo académico y otros un poco desenfocados, pero el conjunto es apasionante y muestra a las claras, como destaca en conversación con este diario Bermejo-Rubio (autor además de la introducción), no solo la existencia de las actividades de inteligencia en la Antigüedad, mucho antes de la aparición de los Estados modernos con que las asociamos, sino su alto nivel de complejidad y refinamiento en algunos casos. "Ni Alejandro ni César, por ejemplo, habrían podido obtener sus logros sin informantes y espías", reflexiona. Al respecto, el compilador apunta que "con razón se ha afirmado que la labor de espía al servicio del poder podría disputar el honor de ser el oficio más antiguo del mundo".
Uno de los capítulos del libro hace un canto a la excelencia de los servicios de inteligencia neoasirios de Sargón II, habilísimos en la guerra psicológica y antisubversiva, y que se comparan al KGB soviético.
El Pais. Cultura. Sábado 6 de septiembre de 2025
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