domingo, 21 de septiembre de 2025

Bailando con Zorros, un homenaje

 El faro del fin del mundo / Jacinto Antón


Graham Greene, en un momento de la película Bailando con lobos.


Se acaba, lenta, inexorablemente, el verano, y me dedico a hacer el indio, de manera literal. He aprovechado que el jueves era fiesta en Cataluña para irme a mi tradicional territorio sagrado, unos campos junto a una masía abandonada, Can Batllic, en Viladrau, a fin de implorar una visión, en plan sioux. Lo he hecho siguiendo a mi manera las reglas del Hanblecheyapi (llorar por una visión), el rito de paso lakota tan bien descrito por Alce Negro en La pipa sagrada (Taurus, 1986), uno de mis libros de cabecera. consiste en echarte al monte y, en soledad y ayuno, esperar a ver qué se te presenta para posteriormente interpretar lo que has visto con ayuda de un wichashawakan, un líder espiritual, como Ave que Patea (Kicking Bird, Zinjtká Nagwáka), el ficticio hombre medicina sioux de Bailando con lobos que encarnaba de manera inolvidable -excepto por el peinado- el recién fallecido actor de la nación oneida Graham Greene.

Marché pues con el triste recuerdo de Ave que Patea ( y en homenaje a actor y personaje) a sumergirme en la naturaleza y a conectar con las fuerzas sagradas y con Wakan Tanka, el Gran Espíritu. Llegado el atardecer a mi axis mundi de los campos, enmarcados por dos montes gemelos que son mi humilde equivalente de las Black Hills, procedí a buscar mi visión. Acoté un espacio en un montículo y me estiré en la hierba a esperar la visión. Caballo Loco (Tashunlo Witko) y Toro Sentado (Tatanka Iyotanka) las tuvieron sensacionales. Yo no aspiraba a tanto pero por si acaso había cogido los prismáticos.

Cuando llevaba una hora inmóvil, con calambres, sed y comido por los mosquitos, se hizo un silencio impresionante mientras la atmósfera se espesaba y la luz del ocaso adquiría una calidad mágica. Entonces sucedió. Dos pájaros dorados pasaron volando hasta posarse en la gran higuera junto a la masía abandonada. Fue como si el vuelo dejara un rastro incandescente en mis ojos y mi corazón. Surcaron el cielo mientras el sol se ponía como un ascua entre las dos colinas recortándose en un estallido de oro. Eran dos oropéndolas macho, la extraordinaria ave amarilla. Nunca las había visto en Can Batllic. Apenas me estaba reponiendo de la sensación numinosa de la visión cuando tuve otra: una figura bamboleante atravesaba los campos, ¡un tejón como el de Caballo Loco! Me quedé un largo rato mirando y los campos volvieron a cobrar vida con un precioso zorro rojizo que incluso se puso a dos patas y ejecutó unos saltos dignos del potro encabritado de la visión del gran guerrero oglaga (o de Calcetines, el lobo de Bailando con lobos). Y eso no fue todo: apareció un segundo zorro, con parte del lomo plateado, como si fuera un viejo chamán.

Más allá de la experiencia me indicaba un nuevo nombre, Pájaro Sol, Hombre que Alucina o Bailando con Zorros, pensé que había recibido un regalo de Ave que Patea, probablemente el mejor hombre medicina y el mejor indio a secas (dejando de lado los problemas con el alcohol de Greene ) que hemos conocido en el cine. Buen tipo, entrañable y definitivamente simpático. Ave que Patea es un personaje inolvidable. Escenas como aquella en la que reconoce en la voluntariosa pantomima del teniente John Dunbar al búfalo, "tatanka", son de las que permanecen en la memoria. Nativo oneida (una de las seis naciones iroqueses o como se prefiere ahora, exónimo por endónimo, Haudenosaunee), no le gustaba la etiqueta de actor nativo americano, que le parecía como si a Kevin Costner, lo conocieran como "actor blanco". Él hizo de todo, incluso de Shylock en El mercader de Venecia, pero es cierto que le recordamos sobre todo en papeles de indio. Su rostro de buena persona, tranquilo, con un punto melancólico, le caracterizaba.

No cuento con hombre medicina alguno para interpretar mis visiones de final de verano, inducidas en parte por la noticia de la desaparición de nuestro chamán favorito. Pero me voy a hacer un pase intensivo de la versión alargada de Bailando con lobos y a revisar la filmografía completa de Graham Greene. En algún lugar se encuentra sin duda la explicación para lo que he visto, y se esconde el mensaje postrero, fundamental, de Ave que Patea. Aho, que así sea.


El Pais. Cultura . Sábado 13 de septiembre de 2025


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