Yo, loco
Antonio Altarriba y Keko (José Antonio Godoy)
Norma Editorial
España
Cartoné Rústica
128 págs.
Blanco y negro
Obra relacionada
El perdón y la furia
Antonio Altarriba y Keko
(Museo Nacional del Prado)
El arte de volar
Antonio Altarriba y Keko
(Norma Editorial)
Yo, asesino
Antonio Altarriba y Keko
(Norma Editorial)
4 botas
Keko
(Edicions de Ponent)
El talento de Altarriba y Keko converge en esta obra de la mejor manera posible: aquella que propicia la confrontación creativa y la provechosa interacción en pos de un objetivo común.
Aunque pertenecen a distintas generaciones, comparten similares vivencias e intencionalidad desde que se lanzaron al ruedo de la viñeta, allá por los años 80, cuando eclosionaba el primer cómic adulto en España. Dentro de sus diferentes parcelas mantienen el mismo inconformismo compulsivo y el mismo afán de explorar a toda costa: en lo formal, las posibilidades expresivas del medio y en lo conceptual, los misterios de la naturaleza humana. Una tarea que Altarriba aborda indagando realidades tan dispares como la sociedad española de la posguerra, las pulsiones eróticas más sofisticadas o las psicopatías de carácter extremo. Algo que, sin ir más lejos, se puede comprobar en El arte de volar, El brillo del gato negro o la obra que motiva estas líneas. Keko, sin embargo, lo hace de manera más críptica y apegada a sus particulares símbolos; apoyado en la potencia del grafismo, a veces se sirve de los géneros y ocasionalmente recurre a la ironía.
De todo lo cual son buenos ejemplos La casa del muerto, Ojos que ven, 4 botas o La protectora, además de los títulos que firma con Altarriba. Esta colaboración conjunta comienza en 2014 y se materializa en tres obras hasta la fecha. Una es El perdón y la furia, un encargo del Museo del Prado donde Diego Rivera sirve para tejer una trama que permite al dúo especular sobre los rincones más tenebrosos de la inteligencia.
Y lo mismo ocurre con las otras dos, dado que igualmente el genio y el exceso de imaginación caracterizan a sus protagonistas. Hablamos de los dos títulos que forman la inacabada «trilogía del egoísmo», como se ha dado en llamar por la predominancia de la primera persona. Comenzó con Yo, asesino y ahora continúa con la publicación de Yo, loco.
Aunque no guarden ninguna relación argumental (más allá de algunas referencias cruzadas), esta segunda entrega de la trilogía también es un thriller negrísimo con ingredientes de introspección psicológica y acento crítico sobre candentes cuestiones contemporáneas. Siempre dispuestos a lanzar atrevidas propuestas, en el primer volumen los autores jugaban con la tesis de «el asesinato como una de las bellas artes» y en este se atreven a poner en valor la lucidez que pervive dentro de la demencia. El argumento se centra en un psicólogo traumatizado por los abusos infantiles que trabaja en un importante laboratorio y descubre paulatinamente que sus millonarios intereses les mueven a inventar o motivar las patologías psicosociales que pretenden curar con sus fármacos, a la vez que experimentan con locos desahuciados por sus semejantes. La investigación que emprende y su creciente angustia generan una espiral de paranoia y autodestrucción ambientada en el despiadado mundo de las empresas farmacéuticas; una siniestra aventura con numerosos personajes y diferentes ambientaciones, con pesadillas recurrentes y hasta un asesinato de por medio.
La experiencia literaria de Altarriba le proporciona una sólida base como narrador, mientras que su faceta como teórico del medio le faculta para optimizar las herramientas expresivas. El argumento de Yo, loco está menos sujeto a sus vivencias personales que en el primer libro, pero se muestra igualmente apegado a la realidad del presente. Ya que, sin renunciar a los mecanismos del misterio, el suspense e incluso el terror, contiene un relevante sentido crítico que le permite incidir en incómodas verdades relacionadas con la corrección política y la posverdad pero, sobre todo, con la hipocresía y las carencias éticas de la sociedad moderna. De nuevo hay también una acusada presencia del mundo del arte: el teatro, la pintura, la poesía, la escultura y el grabado aparecen con mayor o menor protagonismo, pero de forma recurrente en estas páginas. Siempre con alusiones a la demencia, sus repercusiones y su representación gráfica en diversos soportes.
Pero, principalmente, permitiendo demostrar que incluso la locura tiene dos caras: la del artista integrado en la sociedad del éxito y la del sociópata marginado, polarizados en las figuras respectivas de Jeff Koons y Van Gogh. Tan complejo y atractivo cóctel se entrelaza con el desarrollo de una trama que desentraña los mecanismos de la locura tejiendo una red de interrelaciones conceptuales y plásticas basada en reflejos, oposiciones, analogías y paradojas. Algo que indudablemente sería imposible de materializar sin el minucioso trabajo de Keko. Maestro de la narrativa en imágenes, maneja aquí un fulgurante blanco y negro solo alterado por ocasionales pinceladas de un amarillo chirriante, cuyo brutal contraste está morosamente dosificado para enfatizar puntos de interés, sensaciones e impactos emocionales. El mismo papel que jugaba el color rojo en el primer volumen. El dibujante madrileño construye aquí ominosas atmósferas con su depurado trazo y su magistral sentido de la iluminación, plasmando una ambientación opresiva que presta especial atención al espacio y sus constantes contraposiciones. Abierto/cerrado, interior/exterior. Todo descrito con un impecable y afilado hiperrealismo que, paradójicamente, refuerza la extrañeza de las escenas cotidianas y del propio mundo en que vivimos. No digamos ya los momentos oníricos o plenamente surreales que contiene el argumento.
En cuanto a la trilogía, los autores prevén cerrar tan elegante catálogo de flaquezas con el protagonismo de la mentira. También en primera persona, por supuesto ¿Cuál será el color esta vez?
Parece que el verde…
Jot Down Anuario Comic 2018
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