Escrito por Paco Cerrejón
Elektra vive para morir. Es el esquivo destino que su creador, Frank Miller, decidió darle cuando la desarrolló como personaje secundario en su primera etapa al frente de la serie del superhéroe Daredevil. Y Elektra Lives Again es el epitafio definitivo del personaje, su entierro entre la nieve y el fuego. Su requiem.
Corría el año 1981, hacía poco tiempo que un joven Frank Miller acaba de hacerse cargo de las historias de Daredevil y en el número 169 de la serie presentó uno de los muchos personajes icónicos de su carrera artística, la asesina a sueldo Elektra Natchios. Un número antes, en el 168, tras una decena encargándose solo del lápiz, había asumido también los guiones, estrenándose así como autor completo. Desde el primer momento la personalidad creativa de Miller llenó las páginas de Daredevil, llevando las historias a lugares muy pocas veces vislumbrados en los cómics de superhéroes. Su trabajo, esto se ha dicho hasta la saciedad y el propio autor lo ha recalcado en varias ocasiones, recordaba mucho más al Spirit de Will Eisner que al estilo clásico de los superhéroes de los tempranos años 80. La propia Elektra comenzó recordando a otro personaje carismático de Eisner, la villana Sand Saref. Elektra, el primer amor de Matt Murdock (Daredevil) acaba convertida en una asesina a sueldo debido al trauma que le causa el asesinato de su padre, un diplomático griego. El reencuentro de los dos viejos amantes convertidos en villana ella y superhéroe él, se salda con aires de tragedia, primero un enfrentamiento entre ambos salpicado del amor que resurge, una relación imposible que como tal acaba cuando Elektra es asesinada por otro villano, Bullseye. Hasta ese momento en pocas ocasiones los lectores de superhéroes habían asistido a una tragedia de este calibre. Se trataba de un personaje que en relativamente poco tiempo, apenas doce números (muere en el 181 de la serie), había alcanzado una importante cota de popularidad. Pero ya se sabe que las muertes en los universos superheroicos son relativas y Miller era consciente que pese a su deseo de mantener al personaje en su ataúd, Marvel iba a resucitarla más pronto que tarde. Así pues, una vez acabadas sus dos etapas en la serie, la primera que fue de 1979 a 1983 y la segunda, que abarca la saga Born Again, uno de las mejores obras de toda la historia del medio, de 1985 a 1986, más la miniserie Elektra Assassin, un cómic que roza lo experimental tanto argumental como gráficamente gracias en parte al trabajo del dibujante Bill Sienkievicz, Miller decidió darse el gusto de enterrar, para sí mismo sobre todo, a la asesina con el tomo Elektra Lives Again.
Elektra no es un héroe de Miller, quien nunca la ha tratado como tal. Es una villana, compleja psicológicamente pero lejos de los principios morales que rigen la heroicidad en la obra del autor. Y en parte por esto decide matarla. Los lectores se engancharon a Elektra y empezaron a verla como otra superheroína más, pero Miller se negaba a mostrarla de esta forma, por lo que al final de su arco argumental decidió mantener su idea primera con el personaje y, pese al éxito del que gozaba, la eliminó, no sin dejar algunas dudas al final. Con el tiempo Miller se reafirmó en su idea y decidió hacer que la muerte de Elektra fuera definitiva. Definitiva, eso sí, en su corpus creativo, porque Miller era plenamente consciente que en el momento en el que Marvel pensará que podía sacar algún beneficio la traería de regreso sin el menor atisbo de duda, tal y como ha sido.
En este cómic Murdock no ha sido capaz de olvidar a Elektra. Tiene pesadillas recurrentes en las que ella es la protagonista, la presa de una cacería extrema en la que es perseguida por sus cientos de víctimas hasta la tortura y la muerte. Y entre las pesadillas surgen presagios sobre la resurrección de ella. La Mano, una secta de asesinos, la que la entrenó, quiere matarla, no toleran traidoras y para ello recurren a liturgias místicas, arcanas. Murdock lo ve en sus pesadillas, pero el abogado se niega a creer en lo que sueña. Recuerda como Bullseye la mató, cómo le clavó un puñal en el pulmón y cómo ella acabó agonizando en sus brazos. O eso le dicta la parte racional de su cerebro. Así, intentando reconciliarse con su pasado, intentando que esa parte rebelde de su cerebro se rinda y asuma la muerte de su amada, acude al cementerio a llevar flores a su tumba. Allí es atacado por los asesinos de la Mano, pero de la blancura pura de la nieve surge de nuevo Elektra para salvarlo. Está viva. Murdock ya no puede negarse a sí mismo la realidad. Ella ha vuelto, pero su vida sigue en peligro. La Mano, para cumplir una profecía sobre la muerte de Elektra, asesina a su asesino, Bullseye, para acto seguido resucitarlo, hacerlo más fuerte y que vuelva a acabar con la vida de la asesina. Finalmente, en una lucha a muerte entre Bullseye, Elektra y Murdock, el resucitado acaba con la vida de la resucitada, quien vuelve a agonizar en brazos de su primer amor, quien en esta ocasión decide quemarla para asegurarle el descanso que a ella siempre se le ha negado.
Elektra Lives Again es aparentemente una obra menor dentro del corpus de Miller. Menor en el sentido de que no define o redefine un personaje de forma absoluta como hace en Born Again o en El regreso del señor de la noche. Menor también por el tamaño de la obra, las apenas ochenta páginas de esta palidecen en comparación con las doscientas de El regreso del señor de la noche o las ciento ochenta de Born Again. Se trata de un opúsculo, una obra puntual que narra pocos hechos y que apenas afectan de forma esencial ni al pasado ni al futuro del personaje. Es un breve libreto narrativo pero que posee, en buena medida por esa brevedad, una potencia narrativa, emocional y plástica de una profunda intensidad. Pero pese a ser una obra menor en los sentidos que acabamos de comentar, se trata de un punto de inflexión en la carrera del autor. A partir de aquí pocas veces le veremos como autor completo con un superhéroe. Desde este momento, en los contados y alimenticios proyectos en los que se vuelve a acercar a lo héroes en mallas, ya sean de Marvel o DC, lo hará como guionista o como portadista, pero no como guionista y dibujante a la vez, salvo en la segunda parte de El regreso del señor de la noche y en unos minicómics incluidos en la tercera entrega. Además muchas páginas de Elektra nos adelantan aspectos de la que va a ser su principal obra en su siguiente etapa como autor, Sin City. El Marv de la primera entrega de esta saga es visualmente un calco del Murdock de las últimas páginas de Elektra, con su cara llena de cortes y tiritas y su gabardina. Gráficamente, los planos cenitales de escaleras que aparecen de forma muy impactante en un par de ocasiones, los volveremos a ver también en esa primera entrega de la Ciudad del Pecado. Los efectos de luz de cortinas en la habitación de Murdock se reutilizan en varias entregas, la escena en una celda entre Murdock y el asesino de Bullseye la volverá a utilizar también y hay varias páginas donde el dibujo se compone a base de manchas de negro, lo que llevará a su máxima expresión en la mencionada Sin City. Narrativamente Elektra Lives Again funciona también como bisagra entre su estilo previo, donde se recurre a menudo a páginas compuestas de pequeñas viñetas, y la posterior, donde la narración tiende a componerse principalmente a través de viñetas de mayor tamaño y donde las pequeñas se usan puntualmente a modo de nudos de información y como elemento de composición de ritmo, estilo que llevará al paroxismo en 300 (y que bebe del Atmósfera Cero de Steranko). Podría decirse que en Elektra Lives Again Miller se termina de quitar de encima buena parte de los clichés del género superheroico y se adentra, ya para no volver, en una obra mucho más autoral. No se trata de un antes y un después radical. Toda la obra de Miller está marcada por un estilo personal alejado de los cánones comerciales y creativos de los superhéroes, y al mismo tiempo tampoco se ha colocado en las antípodas del género casi en ningún momento. En sus cómics más canónicos dentro del género siempre se observan aspectos personales fuera de esos cánones, y en su obras más personales siempre hay rescoldos de los superhéroes. Elektra Lives Again es el momento en el que la balanza termina de inclinarse de forma casi definitiva del lado autoral, es como si en la creación de esta obra Miller hubiera decidido abrazar su faceta más creativa.
Este cómic es lo más parecido a un requiem que se puede leer en viñetas. Es un canto triste al amor perdido, a la amada fallecida, es la música narrativa de una tristeza que ni la fe puede consolar. Si los requiems eran piezas musicales creadas para ser interpretadas y escuchadas en las iglesias, este cómic empieza y termina en una y no hay que esforzarse mucho para sentir esa música litúrgica en las primeras páginas del cómic, en la que un atormentado Murdock acude a la iglesia de San Bartolomé para buscar consuelo en la confesión. La oscuridad del lugar, rota por las vidrieras que dibujan Miller y Lynn Varley, componen un espacio de recogimiento espiritual en el que Murdock espera encontrar la paz que tanto ansía. Al final de la obra, el lugar donde Elektra encuentra la muerte absoluta es también una iglesia. Y todo ello porque es la fe de Murdock la que marca la amarga melodía a toda la historia, cuyo punto álgido es, «Adiós» la segunda palabra (la primera, «Matt», es una cita de la recreación del momento de su primera muerte) que sale de la boca de Elektra en las ochenta páginas del cómic. Es su orden, su plegaria y su despedida al hombre que la amó y que trató de salvarla con todas sus fuerzas sin conseguirlo. Ese adiós es también el perdón para Murdock, la salvación de su atormentada alma, la rotura de las cadenas que la ataban a ella de forma enfermiza y obsesiva. Es al mismo tiempo el fracaso y la salvación de la persona, que no del héroe. No es este un relato de héroes, de hecho Daredevil no aparece ni una sola vez, salvo en una grabación televisiva de una pelea antigua entre el superhéroe y Bullseye. Es la historia de un amor obsesivo y violento que desencadena en tragedia, pues de ninguna otra manera podía acabar Miller con Elektra, a quien solo permite salvarse moralmente por el amor que siente por Murdock y por los sacrificios que está dispuesta a hacer por su amado, pero esos gestos no la pueden salvar de la muerte, a la que finalmente abraza en busca de la paz que perdió desde que su padre fue asesinado. Así mezcla Miller las referencias al drama griego clásico con las referencias católicas que impregnan todo su Daredevil y especialmente la mayor y más importantes de sus obras con el personaje, Born Again, que en el fondo y como ocurre con el cómic que nos ocupa es una historia de Matt Murdock y no del superhéroe.
Pero este cómic va mucho más allá de la trama, de los personajes y de la narrativa incluso. Es una obra donde la parte gráfica adquiere una potencia y una belleza hipnótica. Miller simplifica como nunca la línea de su dibujo, reduciéndola a su mínima extensión, dejando todo el espacio posible al color de Lynn Varley y es aquí, en el color, donde Elektra Lives Again alcanza cotas sublimes. La capacidad como colorista de Varley ya estaba más que contrastada tras su trabajo en El regreso del señor de la noche y en Ronin, ambas también con Miller, pero aquí da un paso más allá. Varley era una rara avis dentro del panorama del color en los cómics norteamericanos de aquella época, capaz de compaginar una enorme capacidad narrativa en sus colores con una fuerte impronta pictórica. Ambas facetas ya estaban presentes en las obras citadas, y en Elektra las lleva a su punto álgido. Por esto Miller decide adelgazar su línea y entintarse a él mismo, para proporcionar así al color de Varley el espacio necesario para desarrollarse plenamente, dejando además que sea el color quien dé volumen a las figuras y no el negro. Y Varley aprovecha cada milímetro cuadrado. El estilo pictórico que ya se entrevía antes alcanza aquí su máximo desarrollo sin caer en ningún momento en un efecto preciosista, sin que la belleza del color opaque la fuerza narrativa del mismo. Varley es consciente en todo momento de que está dando color a una obra narrativa, a un cómic de una potencia secuencial apabullante y por ello su color se supedita y potencia siempre a la narración como la línea del dibujo lo hace a su color. Incluso en las páginas donde Miller dibuja con machas de negro, olvidando la linea y adelantando, como comentábamos más arriba, el que será su estilo gráfico en Sin City, el color de Varley asume todo el peso narrativo y visual, incluso en páginas como la 42, donde el negro ocupa casi el noventa por ciento del papel. Varley usa una paleta de colores muy amplia, aunque matizada por los ocres y los grises, generando así una atmósfera que ayuda significativamente a captar al lector, a situarlo en la Nueva York invernal y plomiza donde se desarrolla la trama. Nueva York ha sido más que un escenario en los cómics de Daredevil de Miller, quien la ha reflejado como un espacio único del que se sirve para reforzar gráficamente las diferentes historias que creó en la serie. En esta ocasión son los colores de Varley los que generan una Nueva York distinta, más intimista y más cerrada sobre los personajes.
En los repasos a las principales obras de Frank Miller no suele aparecer el cómic que hoy nos ocupa y tiene sentido. Como ya se ha comentado, Elektra Lives Again no alcanza las altas, altísimas, cotas de Sin City, El regreso del señor de la noche o Born Again pero al mismo tiempo sí que se trata de una obra nuclear en la trayectoria del autor, al ser el punto de inflexión al que nos referíamos anteriormente. E incluso puede considerarse superior a un éxito como 300, aunque no haya gozado del predicamento mediático y audiovisual que sí ha tenido el drama histórico de los espartanos. La última historia de Elektra es la historia de una obsesión, la de Murdock y la de una redención, la de ella, que solo logra en la muerte. Y es un cómic que Miller y Varley crean al unísono, generando una sinfonía de viñetas donde el guión, el dibujo, la narrativa y el color consiguen vestir el drama con una atmósfera única. Así, sea como fuese e independientemente del lugar que ocupa en la apabullante trayectoria de Miller, este requiem por Elektra es una obra a disfrutar y a degustar, un cómic de esos que se quedan en la cabeza, con al menos una docena de imágenes que no se van, que surgen y resurgen del fondo de la memoria como la propia Elektra en la cabeza de Murdock.
Jot Down Comics
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