sábado, 7 de junio de 2025

Ritmo urbano

El Madrid de los años ochenta vibra como nunca en los carteles de Javier de Juan. Pero su retrospectiva en el Museo Nacional de Artes Decorativas demuestra que hay mucho más

Carlos Primo

En el París de la década de 1860, el de los impresionistas, la bohemia y los cafés llenos a todas horas, Charles Baudelaire escribió El pintor de la vida moderna, un ensayo en el que decía que el arte de su época no era el de los museos ni el de las galerías, sino el de las viñetas que el dibujante Constantin Guys realizaba cada día y publicaba a la mañana siguiente. La clave de la moralidad, decía Baudelaire, no es lo férreo, sino lo cambiante, lo veloz. No el paisaje, sino la ciudad. Algo así le sucede a Javier de Juan (Linares, 67 años), un Constantin Guys de nuestro tiempo. Se crió en Madrid, a poca distancia del Museo Nacional de Artes Decorativas, donde ahora protagoniza su primera gran retrospectiva. "A mí me estimula la ciudad. Yo pertenezco a esta luz, a esta primavera de Madrid, a estas aceras", explica. "Tengo fotos de niño dando a comer a las palomas ante el edificio de Telecomunicaciones. siempre vuelvo a Madrid. Sé que pertenezco a este sitio. Pensaba que era más desarraigado, pero es mentira".







Javier de Juan en el corazón de la ciudad (hasta el 19 de octubre) reúne 130 piezas que van de su primer dibujo para un cartel -un concierto de Suso Saiz en 1975- hasta piezas de este mismo año, con técnicas digitales de captación del movimiento. "Yo veo cosas, y a partir de ahí trabajo", cuenta. Afirma el artista que durante décadas ha expuesto también sus pinturas en galerías prestigiosas, que nunca se imaginó que su primera gran retrospectiva en una institución pública estaría dedicada a una parte de su obra "que siempre se ha denostado". En ella hay portadas de revistas, diseños de libros, sus propios comics y tiras ilustradas. Y carteles, muchos carteles. "Pensaba que había hecho unos 40, y he encontrado 160", explica. Nunca llevó la cuenta porque no creía que fuese una parte de su obra destinada a la posteridad. Y hay algo de justicia poética en el hecho de pensar que sus afiches para el ayuntamiento madrileño, que cubrieron muros, marquesinas y vallas publicitarias, hoy sean casi objeto de coleccionismo. Son deslumbrantes los que hizo, con trazo futurista, para Madriz, la revista de cultura alternativa impulsada por el consistorio de Tierno Galván en los años de la Movida: un chico corriendo para coger el autobús de la EMT, un grupo de rockeros a la puerta de un concierto o una pandilla elegante a punto de irse de francachela por la Gran Vía. O su trabajo para El Canto de la Tripulación, la añorada revista capitaneada por Alberto García-Alix que hoy forma parte de la colección permanente del Reina Sofía.

Sin embargo, en la exposición comisariada por Julieta de Haro no hay nostalgia. Hay obras imbatibles de los ochenta, pero también de décadas posteriores y actuales. Por ejemplo, sus logos, sus portadas de libros, sus colaboraciones en prensa, sus tipografías imposibles de explotar comercialmente, porque eran demasiado manuales, demasiado humanas e imperfectas. "Estoy interesado en estar vivo, plenamente vivo", explica. "Y eso quiere decir estar atento a lo que pasa a tu alrededor, tratando de influir en ello. Por eso digo que todos los tiempos son el mío. Fui de los ochenta en los ochenta, de los noventa de los noventa. Este también es mi tiempo. Sigo trabajando".

La exposición, junto a sus cuadernos de trabajo y de bocetos, expone una instalación con fotografías de personas que tienen obras suyas en casa. Cuenta que la idea se le ocurrió cuando alguien le habló de una mujer que cada tarde se servía una copita de anís y se la tomaba tranquilamente frente a una obra de Javier de Juan que tenía colgada en el salón: todo un sueño cumplido para un artista que, confiesa, sueña con formar parte de la vida de la gente.

Hay mucha amor por el dibujo, la pintura y otras técnicas aledañas en la muestra. A De Juan no le gusta que le llamen ilustrador, porque solo trabaja con material propio, con sus propios ideas y, en sus cómics, con sus propios textos. "Sueña a niño repelente, pero yo hacía pellas para leer Las aventuras de Arthur Gordon Pym, de Edgar Allan Poe, y aprendí lo que era un cocodrilo en un tebeo del Jabato". Esa vocación literaria se plasma en las frases que recorren sus obras. Del "¡Vámonos que nos vamos!" de uno de sus carteles más conocidos para Madriz a una anotación que figura en uno de sus cuadernos de bocetos. Muestra el retrato de una mujer y el texto: "Últimamente hay días que me das miedo María Luisa y no lo sabes o sí", puro costumbrismo surreal. Curiosamente, este dibujo que no figura en ningún catálogo se ha convertido en uno de los más populares en las redes sociales de quienes visitan la expo. Del cartel como arma de seducción masiva en el siglo XX a la obsesión por lo viral en el XXI no hay tanta distancia. Lo importante es que la obra esté viva.


Revista ICON Nº 130 JUNIO 2025


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