Buñuel
Luis Buñuel y un actor caracterizado de guardia civil, en el rodaje de "Tristana", en Toledo, en 1970. "De Buñuel recuerdo que se hacía respetar", afirma Mary Ellen Mark.
Gitanos. En el Somorrostro, el barrio gitano de de Poblenou, en Barcelona, en 1987. Hoy forma parte del desarrollo urbanístico del Fórum.
Mary Ellen Mark es una mujer temperamental. Se percibe desde el primer momento en que uno se adentra en su estudio neoyorquino del Soho, donde tras la colonización comercial que se produjo en los años noventa apenas quedan ya artistas. Su espacio es uno de los pocos que resisten la embestida del disparatado aumento de los precios de los alquileres, pero ella ha peleado por mantenerlo, como siempre ha hecho con todo lo que realmente le importa. Y quizá por eso lo ha llamado Falkland Road, como una de sus series de fotografías más emblemáticas, tomadas en los prostíbulos de esa calle de Bombay en 1978.
En el estudio de Mary Ellen Mark el trabajo de toda su vida está archivado en gigantescas librerías. En este luminoso loft, la fotógrafa, que acaba de cumplir 65 años, pasa la mayor parte del día. De las paredes cuelgan decenas de fotografías colocadas sin orden aparente, pero con una sutil conexión entre ellas que a simple vista parece difícil de explicar. Es la misma sensación que produce su último libro, Exposure, una selección de 134 imágenes que abarcan sus cuarenta años de carrera, y en el que Mary Ellen Mark ha trabajado durante dos años. Son las imágenes con las que se siente emocionalmente más cercana, fotografías con una carga profundamente humana que la han convertido en una de las mejores profesionales de su generación. La mayoría de ellas pertenecen a alguna de las series con las que ha tratado de documentar a grupos sociales en contextos problemáticos concretos: homeless, prostitutas, niños de la calle, jubilados, enfermos mentales... Y aunque muchas fueron va publicadas, otras permanecían ocultas en su archivo personal.
Al entrar en su estudio, lo primero que se escucha es su voz. Tiene el pelo muy negro, recogido en unas trenzas largas que le dan un aire entre naïf y hippy, y vestida de negro riguroso. Su marido, Martin Bell, un director y productor británico con quien Mark ha colaborado en numerosos proyectos, está viendo uno de sus documentales Gemelos, un proyecto complementario de otro de los libros de la fotógrafa en el que aparecen varias parejas de gemelos. "Es uno de mis trabajos favoritos", señala Mark. "Siempre me han intrigado los gemelos, es inquietante ver a dos personas tan iguales; visualmente es atractivo y humanamente es siempre sorprendente", explica.
Mary Ellen Mark no parece muy interesada en hablar. "Todo lo que hoy se hace en la prensa tiene un objetivo puramente comercial. No se profundiza en las historias. Todo es dinero. Y lo peor es que no creo que haya vuelta atrás. El trabajo que yo hago no es rentable, así que ahora me lo tengo que financiar sola. Hace cuarenta años cuando comencé a trabajar como fotógrafa documental, había revistas como Life que te encargaban un reportaje en el que podías trabajar durante meses y podías entender las situaciones en las que te sumergías, y ser realmente veraz y poner el acento en problemas sociales. Ahora no hay publicaciones que hagan eso porque contar historias sobre gente común no vende. Se está explotando tanto el concepto famosos que sin famosos dentro no hay historia. Y al final todo el mundo cuenta lo mismo, tanto por escrito como en imágenes. Todas las fotografías de ese tipo son Iguales. creo que el único gran retratista de estrellas es Irving Penn, porque sabe mostrarlas en toda su humanidad", remacha con rotundidad.
No obstante, en Exposure no faltan las imágenes de celebridades, aunque son muy contadas. Una de ellas es una fotografía tomada en el rodaje de la película Satyricon, de Federico Fellini, en la que el director italiano aparece de espaldas dando órdenes con un megáfono. Mary Ellen Mark la tomó cuando tenía 29 años. Fue su primer gran encargo profesional para la revista Look: pasar tres meses junto al
"gran Federico". "Entonces, las cosas también eran diferentes en el cine. No existía esa obsesión por los famosos ni tampoco esa necesidad por mostrarles siempre perfectos. Eras libre de pasearte a tus anchas por un rodaje. Es un trabajo comercial, pero, al contrario que muchos otros, es enriquecedor porque aprendes mucho de la gente del cine. En esa industria hay muchos creadores con talento, y no me refiero sólo a los directores o actores, sino a los técnicos anónimos".
Entre los muchos cineastas que ha conocido también está Luis Buñuel, con quien pasó algunos días en España durante el rodaje de Tristana. "Recuerdo que le tenía cierto temor reverencial, se hacía respetar", dice del director español. Recientemente ha estado en Marruecos tomando fotografías en el rodaje de Babel, la nueva película de Alejandro González Iñárritu, el director de Amores perros. "Es uno de los pocos que aun te permiten trabajar con libertad en sus rodajes. Es un hombre con visión y procede de un país fascinante, México".
Allí es donde ha encontrado su nueva fuente de inspiración, después de haberle dedicado casi treinta años a la India. Ahora encuentra on Mexico las sensaciones que le fascinaron la primera vez que viajó a lo que considera casi como una segunda patria. Desde su primer viaje a la India en 1968, Mary Ellen Mark no ha dejado de volver allí para mostrar cómo vive la gente. "El mundo tiene que saber cómo viven
otros seres humanos Pero hay que mostrarles siempre con dignidad. En el fondo, lo que intento es que mis imágenes provoquen sensaciones", explica.
El circo y el rodeo. Arriba, perros adiestrados del circo de Tienam (Lenin Park, Hanoi, 1994) y jóvenes tejanos mostrando sus dólares en Boerne Rodeo (Tejas, EE UU, 1991).
Mary Ellen Mark fue una de las primeras en fotografiar a la madre Teresa de Calcuta poco después de que recibiera el Premio Nobel de la Paz, y a pesar de que lo recuerda como un provecto difícil, "porque ella era una mujer poco accesible", nada es comparable a lo que supuso ganarse la confianza de las prostitutas de Falkland Road. Entrar en su mundo fue una labor de paciencia y perseverancia que duró semanas. pero Mary Ellen Mark estaba decidida a fotografiar sus vidas y aguantó sus insultos y sus desplantes hasta que la aceptaron en su ambiente. "Es muy testaruda. Si se le mete algo en la cabeza es muy dificil que tira la toalla", asegura su marido, a quien conoció en el rodaje de Ragtime, de Milos Forman, hace 25 años. Mary Ellen Mark acabó haciéndose tan amiga de las habitantes de los burdeles de Falkland Road que vivió con ellas durante tres meses. Aquella experiencia la trasladó a un reportaje para la revista Life y a un libro que la hizo célebre. "Sin duda me ayudó el ser mujer. Creo que se nos abren más puertas porque resultamos menos amenazadoras".
En la India alimentó otra de sus pasiones: el circo. "Es culpa de Fellini y sus películas", asegura. Niños contorsionistas, elefantes juguetones, gorilas impertinentes, domadores de leones... Siempre que Mary Ellen Mark viajaba a alguna ciudad india averiguaba qué circo había en las inmediaciones y conseguía ganarse la amistad de sus artistas. Es el mismo ritual que ha seguido con otros protagonistas de su obra.
Tiny, una niña que se prostituía en las calles de Seattle en 1983, es quizá el mejor ejemplo de las relaciones que la fotógrafa ha sido capaz de establecer con quienes se ponen frente a su objetivo. "La conocí cuando tenía 13 años. La revista Life me envió a Seattle a hacer un reportaje sobre niños de la calle, y ella era una de las más jovenes. Entablamos una relación muy fuerte, que aún se mantiene. A lo largo de los años he vuelto varias veces a fotografiarla. Ahora tiene nueve hijos y acaba de salir de una depresión. Tiny tiene esa extraña cualidad que la permite ignorar la cámara y estar siempre cómoda frente a ella. Y además es una amiga", explica Mary Ellen Mark.
Aquel reportaje fue el principio del documental Streetwise, por el que su marido fue candidato al Oscar. Bell utilizó los contactos que había hecho Mark para introducir cámaras de cine en el entorno de estos adolescentes que tonteaban a diario con la vida y la muerte. "Muchos no han sobrevivido. Por eso me siento afortunada de poder aún seguir viendo a Tiny", dice Mary Ellen, quien afirma que jamás ha pagado a nadie para tomar su foto. "Es un mal vicio: una vez que empiezas no se puede parar. Ningún fotógrafo debería hacerlo", sentencia.
Ella, que escogió no tener hijos "porque no vengo de una familia excesivamente feliz", creció, no obstante, fascinada por las fotografías de esa misma familia, que ojeaba una y otra vez al volver a casa después del colegio. "Me enamoré de la sensación de ver el tiempo congelado, paralizado", recuerda. A los nueve años le regalaron una cámara Brownie, con la que retrataba su pequeño mundo. Pero nunca pensó en dedicarse a esta profesión, hasta que decidió entrar en un curso de fotografía y desde ese momento "no hubo vuelta atrás. Me convertí en adicta a la posibilidad de entablar relaciones con la gente a través de la cámara, de expresar sentimientos con ella". Curiosamente, a Mary Ellen Mark no le gusta, como a otros fotógrafos, tomar imágenes de sus amigos ni hacer autorretratos. "No sé por qué me resulta mucho más fácil acercarme a los desconocidos". Y ésa es precisamente una de las cosas que les propone a sus alumnos durante los talleres que imparte varias veces al año tanto en Nueva York como en Oaxaca (México)
Durante uno de esos talleres, organizado en su estudio el pasado junio y al que invitó a asistir a EPS, Mary Ellen Mark insistía ante sus alumnos en la necesidad de que cada fotógrafo encuentre un lenguaje propio. "Lo peor que puedes escuchar es que tu trabajo se parece al de otro", explicaba ante una veintena de admiradores que, según Mary Ellen, "tienen un futuro muy difícil, porque aspirar a hacer fotografía documental hoy significa morirse de hambre".
Una de sus armas para la enseñanza es una carpeta de recortes en la que se suceden los ejemplos de fotografías actuales de famosos al estilo de las que se publican en la revista Vanity Fair junto a las que aparecen imágenes muy parecidas tomadas por ella con anterioridad. "La gente copia constantemente, y eso es algo que no soporto. Hoy muchos fotógrafos no tienen ningún reparo en publicar imágenes que tratan de vender como originales y que en realidad son meras copias de artistas de otras épocas. A mí hay alguien que me ha copiado muchas veces, y estoy harta. Pero estoy preparando mi venganza", afirma misteriosa sin querer decir quién es esa persona.
Según Mary Ellen Mark, que acaba de ser elegida recientemente la mejor fotógrafa de todos los tiempos por los lectores de la revista American Photography y que cuenta entre otros premios con el World Press Award al trabajo de toda una vida, lo que le ocurre a muchos de sus alumnos es que acuden a sus talleres sabiendo muy poca historia de la fotografía. "A veces no saben ni quién es Robert Frank, y eso es una catástrofe. Hace poco una revista hizo un listado con los mejores de todos los tiempos, y todos los que aparecían eran fotógrafos comerciales. Me enfada muchísimo porque a los jóvenes no les está enseñando lo que se debería".
Mary Ellen Mark ha sido una de las míticas fotógrafas de la agencia Magnum, pero nunca ha estado en una guerra. "Me aterroriza la idea, no sería capaz", asegura. Sin embargo, sí se atrevió a pasar un mes en un hospital mental de mujeres, del que surgió su libro Ward 81, uno de los 15 que ha publicado. "Fue una experiencia dura, pero aprendí mucho. Fue parte de la promesa que me hice a mí misma de tomar siempre imágenes que hicieran sentir fotos sobre personas que me preocupan. Creo que puedo decir que soy una mujer afortunada". Sus fotos, crudas, reales, son la clave silenciosa de lo que ella llama suerte.
El libro "Exposure. Las fotografías icono de Mary Ellen Mark", con texto de Weston Naef, está editado por Phaidon.
El Pais Semanal número 1.506. Domingo 7 de agosto de 2005
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