viernes, 27 de septiembre de 2024

Eternas sirenas de Formentera

El faro del fin del mundo / Jacinto Antón


La sirena pintada en una furgoneta junto al bar Ses Roques, en Formentera. J.A.

No hay verano en Formentera sin sirenas. Suelen aparecer cuando menos te o esperas. Un año unos niños encontraron una varada en cala Saona (trató de hacer creer que era una animadora disfrazada, pero ni los niños ni yo lo creímos). Otras veces parecen personas normales y sin embargo si las miras bien las reconoces, incluso de cintura para arriba. Estas varaciones van surgiendo sirenas en la isla, variaciones de la gran sirena primordial, ese arquetipo que nada en nuestro inconsciente. La más conspicua es la de cabello azul y pecho generoso que han pintado a todo lo largo de la vieja camioneta aparcada junto al bar Ses Roques.

Pero quizá el más noble avatar de sirena de esta temporada sea —al menos para este cronista, convertido en el Lady Whistledown de Formentera, que va es destino - Jamu, la guapa hija modelo de Sílvia Figarola. Una curiosa sirena, desde luego, pues es de origen nepalí. Sea como sea y aunque llevar sirenas a Formentera —donde el propio mar riela mediodía convertido en un manto de escamas— es como llevar carbón a Newcastle o polvorones a Estepa, para mí es ya una tradición viajar a la isla con algún libro sobre ellas, no sea que te quedes sin. Este año me he traído dos, ambas novelas, y que han resultado muy buenas.

Una es de terror. Into the Drowning Deep, de Mira Grant (Orbit, 2017), que advierte desde la primera página "¡manteneros fuera del agua!" (como si eso fuera posible en Formentera). El argumento es sensacional: el barco Atargatis (!) desaparece en la zona de la fosa de las Marianas llevando a bordo un equipo para filmar un falso documental criptozoológico sobre sirenas. Un vídeo enviado el último día antes de perder contacto muestra el ataque de... sirenas. Siete años después, otro barco, el Melusina (!!), parte para esclarecer el asunto. De lo escalofriante de este thriller baste con decir que para leerlo he tenido que salir de debajo de la sombrilla pues para conjurar todo su horror hace falta pleno sol.

La segunda novela que he traído es American mermaid, de otra escritora, Julia Langbein (Vintage, 2024), que se presenta como una obra provocadora y divertida, aunque maldita la gracia que tiene de entrada el que una pareja encuentre a una sirena niña en las islas Feroe y para quedársela y humanizarla la sometan a una brutal y dolorosa operación a cargo de un cirujano japonés que la deja en silla de ruedas.

La historia, metaliteraria, la cuenta en una novela dentro de la novela una profesora metida a escritora que consigue un gran éxito con su libro y se ve arrastrada al enloquecido mundo de Hollywood cuando se decide llevarlo  al cine. Entre las escenas singulares, la visita que hacen la contrita autora y los descerebrados guionistas a un restaurante japonés para estudiar la anatomía de los pescados y ver de qué forma se puede plasmar (o no) la vida sexual de una sirena en La pantalla. Lo que hace pensar, por cierto, en la perturbadora sirena abierta de ¡piernas? de El faro, de Robert Egger; en la que llevaba tatuada en el hombro izquierdo Paddy Leigh Fermor, con una práctica doble cola, o en la del valiente y premiado anuncio del medicamento GineCanesbalance contra la vaginosis, y no el la Ariel de La sirenita

Y en Formentera, donde las sirenas se esconden, se metamorfosean y se ríen de ti (o sea de mí), como las pillas seductoras y embaucadoras que son, me encuentro otra, inesperada, una conversación en San Frances con ese Ulises que es Ernest de Longis. El buceador y dueño del honesto Sa Pizza, uno de los establecimientos tradicionales de esta isla que los va perdiendo a golpe de talonario — el otrora tan romántico Sa Sequi es ahora Cala Dúo, un beach club -, me comenta las novedades de la isla. Y cuando le pregunto, como quien no quiere la cosa, si no  habrá visto al guna sirena, para mi sorpre. sa, esboza una amplia sonrisa ¡y me dice que sí!

Ha recuperado un antiguo amor de su ciudad natal, Benevento, en la Campania, Francesca, que le ha devuelto las ilusiones y a la que esta esperando para recorrer juntos la isla. Se le ve envidiablemente feliz. "Es el karma, por portarme bien", se despide. El karma, jo, que putada.


El Pais. Sábado 10 de agosto de 2024


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