domingo, 8 de septiembre de 2024

EL FIN DE LA INFANCIA

Yexus




Paracuellos 9. Un «hogar» no es una casa

Carlos Giménez

Reservoir Books

España Cartoné

144 págs. 

Blanco y negro

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Probablemente Carlos Giménez sea el autor español vivo más aclamado por la crítica y el público en base a los valores éticos y estéticos cultivados a lo largo de sus más de seis décadas de trayectoria, por no mencionar que su trabajo constituye prácticamente una crónica de la historia del cómic en el país durante tan largo periodo. La fantasía y la ciencia-ficción, las adaptaciones literarias y, sobre todo, el realismo social basado a menudo en sus propias vivencias es la materia de la que se nutre esencialmente este longevo periplo profesional. Siempre marcado por el compromiso ético y el sentido humanista, con independencia de la aproximación gráfica o argumental de cada obra. Dicho lo cual, es bien sabido que, al margen de los éxitos cosechados en diversos géneros, su máxima dimensión como autor se cimenta en el hecho de ser un pionero en el campo de la autobiografía y el testimonio sociopolítico mucho antes de surgir la novela gráfica, siendo incluso precursor de la memoria histórica cuando todavía no se manejaba el término. Concretamente, durante el tardofranquismo y los primeros años de la Transición. En este sentido, al margen de glosar hechos y anécdotas de conocidos o amigos y de la España que le tocó en suerte vivir, Giménez ha trasladado a las viñetas casi toda su experiencia vital, desdoblándose en sosias, álter egos y trasuntos de sí mismo prácticamente indisimulados. Ha sido «Pablo», «Pablito» y «el tío Pablo» en personajes que protagonizaron su infancia en los colegios franquistas, su adolescencia en un barrio madri- leño, su aprendizaje como dibujante de cómic, sus amoríos frustrados, e incluso la decadencia y el desencanto de su yo del presente. Un largo periplo que, con un pesimismo no exento de cierta lógica, se va cerrando cuando el autor rebasa los 80 años y confiesa su escepticismo y su progresivo alejamiento de la vida social para enclaustrarse en su domicilio y concentrarse en realizar puntualmente sus álbumes. No extraña por ello que, además de cerrar argumentalmente series de su juventud, como Gringo y Dani Futuro, complete su llamada «trilogía del crepúsculo», donde se retrata con su edad real, en sus circunstancias actuales, e incluso llegue a narrar su propia muerte.

En tal contexto es donde debe entenderse la clausura de su serie más longeva, la que significó su salto a la fama, después de nueve álbumes y 45 años de publicación, traducida a doce idiomas y acreedora de multitud de premios nacionales e internacionales. Sí, hablamos de Paracuellos, que rememora su estancia en los hogares de Auxilio Social durante su niñez tras la guerra civil. Fue una penosa experiencia marcada por el autoritarismo, el hambre, la represión y el miedo, todo auspiciado por una estructura de poder sostenida por la Falange, la Iglesia y el Estado. En definitiva, un micromundo que actuaba como reflejo representativo del resto del país bajo la dictadura.

Este noveno y último álbum de la serie lleva por título Un «hogar» no es una casa, en irónica alusión a la siniestra naturaleza de estas instituciones de acogida frente a las cálidas connotaciones de la auténtica vivienda familiar. Es el más largo de la saga y contiene una historia completa, aunque en realidad se trate de un cúmulo de anécdotas entrelazadas, como suele hacer últimamente el autor, guiadas por la voz en off o el relato del propio Pablito. Ya que el argumento muestra al pequeño protagonista justo a punto de abandonar el hogar para volver con su madre, momento en el que rememora su llegada, sus primeros días y toda su larga estancia. Los numerosos personajes y escenas resultan ciertamente conocidas e incluso muchas han sido narradas ya en anteriores álbumes. Solo que ahora cobra mayor perspectiva el conjunto, adquiere un sentido mucho más global. De forma que el libro se convierte en una suerte de recapitulación o compendio, que se puede leer con independencia del resto porque prácticamente los contiene a todos. No falta ninguno de los ingredientes que definen la serie. Hay ilusiones y desengaños, alegrías, sinsabores y sufrimiento, junto con nimios sucesos que desgranan el día a día de los chiquillos: los juegos, los castigos, el catecismo, la instrucción, la comida o los tebeos. Sobre todo, estos últimos, aquellos cuadernillos apaisados que despertaron la pasión por narrar con imágenes del futuro dibujante. La diferencia es que aquí los niños son algo más mayores que antes; no mucho, realmente, pero lo suficiente para que Pablito vuelva con su familia, enlazando así argumentalmente con el primer álbum de Barrio.

La lectura de la serie completa también muestra la evolución gráfica del autor. El dibujo se ha ido sintetizando, la profusión de viñetas de los inicios ha dado paso a una narrativa más sencilla pero ciertamente funcional, basada en los diálogos y lo que, en términos cinematográficos, se llamaría «dirección de actores». Todo al servicio de una historia tan eficaz como entrañable que todavía es capaz de transmitir emociones y generar una sonrisa agridulce.

Carlos Giménez ha finiquitado su más emblemática serie y progresivamente también el res- to de sus títulos de inspiración costumbrista o autobiográfica ¿Qué nuevos rumbos tomará el maestro madrileño a partir de ahora? Varias de sus últimas obras apuntan hacia la fantasía y la ficción especulativa, quizás hastiado de la pura realidad cotidiana o de las restricciones gráficas que esta conlleva a nivel artístico. Pero solo el tiempo despejará esa incógnita...


Jot Down Comics

Año 2023



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