martes, 21 de mayo de 2024

Tras el rastro de la tigresa devoradora de hombres

EL FARO DEL FIN DEL MUNDO / JACINTO ANTÓN


Tigres. Representan lo más maravilloso, y salvaje y peligroso de la natuturaleza. Cuando menos te lo esperas, salta uno en tu vida. En esta ocasión es el del libro No Beast So Fierce, de Dane Huckelrbridge (Willan Morrow, 2019), nada menos que la famosa tigresa de Champawat (de al que alguna vez hemos hablado en estas páginas, ¿dónde sino?). La tigresa de Champawat (por el lugar principal asociado con sus correrías).está considerada el animal más mortifero de la historia, un devorador de hombres que mató y se comió la friolera de 436 personas en Nepal y el Norte de la India a principios del siglo XX, hasta que puso fin a su siniestra carrera de 10 años de serial killer avant la lettre el cazador, rastreador, naturalista, escritor y conservacionista Jim Corbett (uno de nuestros héroes). Huckelbridge revisa las cifras de muertos ,y pese a lo escalofriante del número, las da por buenas.

Un tigre en un zoo de Nueva York. H. ARMSTRONG ROBERTS (GETTY)


Es difícil dar la medida de lo buenísimo que es este soberbio libro de no ficción (aún no traducido al castellano) que junta la historia, las ciencias naturales, la literatura de viajes, la biografía y la investigación periodística, y además está espléndidamente escrito: en un pasaje inolvidable, el tigre esta acechando de noche a su presa desde el linde del bosque "sus ojos transformados en plata a la luz de la luna llena". Baste con decir que está a la altura de otra de las grandes obras recientes de tigres, El tigre, de John Vaillant (Debate, 2011). En No Beast So Fierce, algo así como "no hay bestia tan feroz", cuyas 280 páginas no se leen, se devoran (!), Huckelbridge reescribe la historia de la tigresa antropófaga desde la sensibilidad (anticolonialista, ecológia) y la ciencia actuales, contextualizándola y revisando el relato y la figura de su matador. También hace gala de un curioso humor negro, como cuando calcula que las 436 víctimas de la tigresa de Champawat equivalen a que se hubiera comido a todos los jugadores de la NBA.

Corbett (1875-1955) contó su cacería de la fiera, un tigre de Bengala, en el primer capítulo (30 intensísimas, inolvidables páginas) de su célebre libro Devoradores de hombres de Kumaon. Nadie que lo haya leído olvidará nunca escenas como la de la adolescente que cuando la tigresa atrapa a su hermana mientras está cortando la hierba y empieza a arrastrarla se lanza contra la bestia armada sólo con su hoz en un increíble acto de heroísmo. O frases como: "Es una creencia popular que los devoradores de hombres no se comen la cabeza, manos o pies de sus víctimas humanas. Es incorrecto. Los devoradores de hombres, si no son molestados, se lo comen todo -incluida la ropa empapada en sangre-". Pero quedaron muchas cosas por explicar y esclarecer. Huckelbridge, que coloca la historia en un marco moral más profundo (la tigresa para él no es un freak de la naturaleza sino más bien un desastre provocado por el hombre) no solo se ha documentado a fondo, sino que ha visitado los parajes en que se desarrolló la gran y peligrosa aventura de la persecución del tigre, y ha hablado incluso con personas que guardan la memoria de aquellos terribles acontecimientos.

Es el libro que, si se me perdona el excurso, me hubiera gustado escribir a mí; y de hecho estuve cerca de hacerlo no una sino dos veces: en una ocasión el añorado Jorge de Pallejá me propuso viajar juntos a los escenarios de las aventuras de Corbett y escribir un libro a cuatro manos; y en la segunda, debía hacerlo, el viaje, con otro querido amigo también fallecido, Javier Reverte. En ambos casos la gracia estaba en ver a un maestro rastrear - al menos literariamente- a un viejo tigre y a su cazador, y yo ir detrás de todos ellos (que siempre es más prudente).

Huckelbridge describe la larga cacería de la tigresa "rayado espectro de la muerte", de manera emocionantísima. ¿Qué te ha parecido?, le pregunto a Luis Cuervo, amigo, lector de Corbett y cazador él mismo y con el que mantengo una fluida conversación epistolar, ahora por WhatsApp) desde hace muchos años pasamos un rato inolvidable en el solitario andén de la vieja estación de ferrocarril del Tsavo. "Muy bueno. Sólo me extraña la imprevisión suicida de Corbett, que lleva únicamente tres balas, ¡en un caso así1". Le recuerdo que era un hábito de Corbett, que consideraba que contra un tigre, si vas a pie rastreándolo, no hacen falta más balas, porque o lo matas a la primera o no te va a dar tiempo a recargar... pero no queda muy convencido. Presa de una súbita emoción - apenas quedan amigos con los que embarcarse en una empresa así-, le escribo: "Vámonos a Kumaon, a Champawat. Tras el rastro de Corbett y la tigresa. Venga. Última aventura". Estoy esperando la respuesta.


El Pais, Cultura. Sábado 4 de Mayo de 2024



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