La reedición de su icónica serie "Blake y Mortimer" y un cómic biográfico rescatan la figura del creador belga
Álvaro Pons
Edgar P. Jacobs (1904-1987) quería ser un barítono famoso. Después de mucho tiempo actuando como figurante, logró debutar en la ópera, pero el bel canto no pagaba las facturas y tuvo que aprovechar otras de sus dotes para poder vivir: el dibujo. Desde el inicio de la II Guerra Mundial, el belga se dedicó a la ilustración, que le abriría las puertas de la revista infantil Bravo!, donde pronto fue apreciado su perfeccionismo, que le llevó a un encargo que cambió su vida: hacerse cargo de una de las series preferidas del público, el Flash Gordon de Alex Raymond. Con la llegada de ejemplares desde EE UU paralizada por la guerra, Jacobs le dio continuidad a las historias originales del personaje y logró clonar el preciosista estilo académico del dibujante americano. Un esfuerzo que le permitió que la revista le diera la oportunidad de proponer una serie propia, El rayo U.
Un cómic biográfico, E.P. Jacobs: El soñador del apocalipsis, de François Rivière y Philippe Wurm, rescata el talento del autor, que también puede comprobarse gracias a la reedición de su serie más famosa, Blake y Mortimer (Norma Editorial).
En su primer trabajo personal para Bravo! se comenzaban a vislumbrar varias constantes de su carrera: la pasión por una tecnología representada con verosimilitud, el reflejo de la actualidad sociopolítica y el cuidado tratamiento del color. Sería esta última la que atraería la atención de Hergé, que le contrataría como ayudante para colorear Tintín en el Congo y El cetro de Ottokar. Su primer éxito vendría con la creación de la revista Le journal de Tintín, que le daría la oportunidad de volver sus inquietudes en una serie donde fuera un autor completo.
Aunque Jacobs quería hacer una historia situada en la Edad Media, la dirección de la revista le encargó una trama más actual, para la que el autor echaría mano a sus lecturas de juventud: desde el folletín tan del gusto francés a la ciencia ficción de H. G. Wells y Julio Verne, pasando por Conan Doyle. Con ese bagaje nació El secreto del Espadón, que con el subtítulo Neptunium y el rayo de plata introducía una trama de espionaje protagonizada por dos héroes carismáticos: el capitán Francis Blake y el brillante científico Phillip Mortimer. Un dúo con química basada en el contraste de personalidades.
Moviéndose entre la ciencia ficción y el espionaje, la serie aprovechaba escenarios exóticos como el Egipto de El misterio de la gran Pirámide para epatar a un joven público lector que las devoraba. La serie se convirtió en un referente absoluto de la línea clara, siempre en ese marco de aventuras que tendría en Las 3 fórmulas del profesor Sato, su última entrega, con una accidentada publicación que impidió a su autor verla finalizada, tal y como narra el reciente tebeo sobre su biografía.
El final de la saga llegaría tres años después de la muerte de Jacobs gracias al trabajo de Bob de Moor, que acabaría la obra a partir del guión del autor original. Sin embargo, Blake y Mortimer no estaban destinados a pasar al panteón de ilustres personajes perdidos de la historieta. Unos años después, el diario francés Liberation abría su edición del 21 de septiembre de 1996 con una amplia viñeta que anunciaba: "Blake & Mortimer han sido encontrados", dedicando un extenso reportaje a la reanudación de las famosas historias de la mano de dos figuras reverenciadas del cómic franco-belga, el guionista Jean Van Hamme y el dibujante Ted Benoit. Una iniciativa que era tan solo la cara visible de una inmensa operación empresarial: el sello Dargaud había pagado cantidades millonarias a Studio Jacobs y el anterior editor de los álbumes de los personajes. El exquisito trabajo de Van Hamme y Benoit tuvo una respuesta abrumadora con más de 600.000 ejemplares vendidos y el reconocimiento de la crítica.
La espectacular acogida animó a prolongar la serie con una larga trayectoria de entregas que ya supera a las firmadas por su creador y a la que se han añadido desde una parodia oficial, Les aventures de Philip et Francis, de Pierre Veys y Nicolas Barral, hasta versiones fuera de colección que exploran conexiones con otras series; o incluso un hipotético final en el que unos personajes ya ancianos recordaban sus aventuras epistolarmente en la inédita en España El último capítulo, de Convard y Juillard. Sin duda, Jacobs creó con Blake y Mortimer uno de los grandes iconos del cómic europeo, que proyecta aún hoy su fundamental influencia.
El Pais. Cultura. Lunes 15 de enero de 2024
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