El faro del fin del mundo / Jacinto Antón
Pese a todo su déjà vu, que es mucho, y a que la arqueología empieza ya en el cuerpo y el rostro de Harrison Ford, me lo he pasado en grande con Indiana Jones y el dial del destino. ¡Hay que ver qué cantidad de nazis salen! En ese sentido, hemos vuelto a los tiempos gloriosos de En busca del arca perdida e Indiana Jones y la última cruzada. Nazis: nunca ha tenido mejores enemigos Indy. Odiamos a los nazis (y más con lo que está viniendo), pero que buen resultado dan como villanos: ríete de los rusos (incluso ahora), de los thugs, de los hovitos y no digamos de los arqueólogos franceses (René Belloq). Y ya si mezclas otra vez, el ocultismo que tanto les pirraba a algunos nazis, es la repera.
Y en la nueva entrega salen nazis de los buenos, es decir, de los más malos. Es verdad que en Indiana Jones y la última cruzada salía el peor nazi sin duda, el propio Hitler (Michael Sheard). Pero no habíamos visto en la serie nazis tan auténticos, serios y peligrosos como los que figuran en la nueva entrega. Ayuda el que la historia arranca ya en el final de la Segunda Guerra Mundial y los nazis no están para bromas. Cuando se acercaban al Gotterdammerung estaban de peor humor. Los que aparecen en la secuencia inicial del castillo y el tren son Waffen SS curtidos y rabiosos, montones de ellos, uno se imagina al director diciendo: ponga unos cuantos nazis más, venga, no escatimemos nazis. Pero sobre todo el que los manda es la monda, el Standartenführer (Coronel) Weber, un tipo sólido donde los haya, cortado a la imagen de Joachim Peiper, el crack de las Ardenas (fíjense cómo lleva la gorra). Se le ve a Weber que ha hecho ya las peores cosas que se pueden imaginar.
Lo encarna (y aquí también se ve que son nazis upgraded, subidos de nivel) un actor alemán estupendo, Thomas Kretschmann, acreditadísimo en papeles de oficial alemán, pues fue el sufrido teniente von Witzland en Stanlingrado y el capitán Hosenfeld que escucha tocar a Adrian Brody en El pianista, no sólo eso: en Operación Valkiria hizo del histórico mayor Remer que contribuyó decisivamente a hacer fracasar la conspiración del 20 de julio contra Hitler y El hundimiento de el no menos histórico coronel de las SS Hermann Fegelein, casado con la hermana de Eva Braun y al que Hitler hizo fusilar. El actor ha sido también uno de los grandes villanos nazis del universo Marvel, el Barón Strucker, líder de la organización terrorista Hydra y enemigo de Fury, SHIELD y los Vengadores. Ese mundo de cómic no está muy lejos, por cierto, de la nueva peli de Indiana Jones: Indy pelea con Weber como el Capitán América contra Cráneo Rojo.
Kretschmann es el peor (mejor) nazi que ha enfrentado Indy y la verdad es que lo ve Hitler y lo pone a mandar la División Leibstandarte. En la peli lo ha puesto a buscar tesoros y cuál no sería mi sorpresa al ver que lo que va a llevarle al jefe y que Indy intenta inicialmente conseguir es nada menos que la Lanza del Destino, el arma con que el centurión Longinos traspasó el costado de Cristo y la la que dedicamos en esta misma sección un artículo.
Pero es que no solo tenemos un gran malo nazi en esta entrega, ¡sino dos! El otro es Jürgen Voller, alias Schmith, un científico con su propia agenda perversa y que es el que pugna con Indiana por el verdadero macguffin de la función, el dial de Arquímedes, identificado con el Mecanismo de Antikythera, un artefacto real recuperado en el Egeo del pecio de un barco de la antigüedad. Voller no lo quiere para nada bueno, claro. Este es un nazi de la especie científico peligroso. La película da un salto desde 1944 a 1969, y encontramos a Indiana, avejentado, deprimido y jubilándose.
Voller reaparece reconvertido en colaborador de la CIA como uno de los científicos nazis enrolados en las filas estadounidenses durante la Guerra Fría. Un sosias de Von Braun, vamos, y que sueña en restablecer el III Reich por medios aún más rebuscados que en Los niños del Brasil. A Voller, Indy le suelta la mejor réplica de la película: cuando este le dice a nuestro héroe en medio de una pelea que debía haberse quedado en Nueva York, Indiana le contesta "¡y tú no trendría que haber invadido Polonia!". Al villano lo encarna otro excelente actor que ha hecho malos notables como de Le Chiffre en Casino Royale, el danés Mads (sic) Mikkelsen. Para lo que nos importa aquí, Voller, revestido de SS Oberführer (coronel mayor con rango de general), nos permitirá ver otro montón de tropas de la calavera; y un avión casi tan raro como el ala volante de la primera entrega: una mezcla de Heinkel He-111 y Dornier Do-17, que va a dar mucho que hablar.
Casi tanto como lo está dando la Luger auténtica con la que acudí el miércoles al Aribau Multicines a ver Indiana Jones y el dial del destino, en la que aparecen muchas de esas pistolas icónicas del ejercito nazi. No llevaba yo la mía para echarle una mano a Indy, sino porque debía ir luego corriendo para intervenir en la presentación del libro de Jordi Serrallonga En busca del Dr. Jones (Desperta Ferro) en la cercana librería Altaïr. La obra juega con el personaje de Indy para reflexionar sobre la profesión de arqueólogo. Cargaba yo de la Luger (y valga la expresión) para dar un golpe de efecto en el acto y ganarle la mano a Serrallonga que, tan fechitista como yo, siempre lleva consigo cosas sorprendentes, empezando por un sombrero fedora. Pero luego Jordi sacó una reproducción (confío) del famoso ídolo de oro chachapoyano de En busca del arca perdida.
Y acabemos con otro diálogo de Indiana Jones y el dial del destino que sintetiza todo lo que sentimos por el telón que cae sobre la serie. Sallah (el viejo camarada egipcio de Indy): "Echo de menos el desierto, echo de menos el mar. Y levantarme cada mañana pensando en qué maravillosa aventura nos traerá el nuevo día". Indiana Jones: "Esos días ha... llegado y pasado". Sallah: "Puede. O puede que no".
El Pais. Cultura. Sábado 8 de julio de 2023
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